01/10/2024 05:20
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Hoy recordaremos a Marciano Pedro, hermano falangista del líder anarquista Buenaventura Durruti, del cual se ha escrito mucho y generalmente con poca exactitud.
Marciano era el hermano menor de Buenaventura, y se crió en una familia obrera de ocho hermanos en León, siendo el más pequeño de los mismos.
Ya de muy joven empezó a trabajar como mecánico chapista y era miembro del Ateneo Libertario de León.
En octubre de 1934 fue detenido por la autoridad militar acusándole de estar relacionado con la subversión de la Revolución de Octubre, al poco tiempo salió en libertad y siguió encuadrado en las filas anarco-sindicalistas, siendo testigo de cómo su hermano Buenaventura se convertía en el dirigente más famoso del anarquismo español.
Pero a principios de 1936, Marciano abraza las ideas del nacional-sindicalismo que defendía la Falange, y es en febrero de dicho año cuando inicia su militancia azul avalado personalmente, ni más ni menos, que por el propio Jefe Nacional de la Falange, José Antonio Primo de Rivera.
Desde su ingreso en Falange, como no podía ser de otra manera, Marciano se reúne con nuevos camaradas en su mayor parte ex cenetistas, tales como Sinforiano Moldes, Guillén Salaya, Camilo Olcina, Nicasio Ribagorda y otros que eran los que dirigían y organizaban los sindicatos falangistas integrados en la CONS.
Se cuenta que Marciano intenta un acercamiento de José Antonio con su hermano Buenaventura, y cuando le propone la idea a Buenaventura, este le agarra del cuello y casi le estrangula.
José Antonio había depositado su entera confianza en ese núcleo de antiguos anarquistas, ya que los mismos estaban fogueados no solo en la lucha callejera, sino lo que es más importante, en lo que llamaban la «gimnasia revolucionaria», es decir, en acciones violentas de todo tipo incluyendo enfrentamientos armados no solo con enemigos políticos, sino también contra la Policía y el Ejército.
Es por ello que a partir de la detención de José Antonio en marzo del 36 y de prácticamente toda la Junta de Mando, encontrándose la Falange en la clandestinidad, es el propio José Antonio el que realiza diferentes encargos peligrosos a Marciano Durruti y a Sinforiano Moldes, entre los que destacamos el traslado y ocultación del fichero de la Falange de Madrid.
Desgraciadamente, Marciano y Moldes son detenidos en abril y se les ocupa parte del fichero, afortunadamente no la totalidad de los archivos del partido, y son hechos presos en la Cárcel Modelo de Madrid, donde comparten su día a día con cientos de camaradas y con el propio José Antonio.
Antes de que se produzca el levantamiento armado contra la República, Anastasia, la madre de Marciano, utilizando obviamente las influencias de su hijo Buenaventura, consigue sacar a Marciano en libertad de la Cárcel Modelo, volviendo a León.
Pero Marciano consigue llegar a Madrid en los primeros días de la guerra, y busca refugio en casa de otro de sus hermanos, aunque su militancia falangista le pone en peligro de muerte, por lo que abandona la capital y regresa a León que se encuentra en zona nacional.
Allí en León, Marciano sigue defendiendo públicamente los principios de la Falange y se convierte en uno de los más importantes seguidores de Manuel Hedilla, lo que a la postre le llevaría a sentarse igual que su nuevo Jefe ante un Consejo de Guerra.
Curiosamente, la acusación contra Marciano Durruti y su procesamiento judicial se inicia de idéntico modo al de Manuel Hedilla, son en ambos casos dos Alcaldes de pequeños pueblos de ínfima importancia, los que les denuncian a ambos a la autoridad militar, por supuestamente mantener posturas políticas contra Franco y en defensa de sus planteamientos falangistas, acusándoles de propiciar una rebelión contra el Jefe del Estado personificado en el General Francisco Franco.
De esta manera, se inicia la causa judicial nº 405 del año 1937 instruida por el Juzgado Militar Especial de León, encontrándose ya Marciano preso en la prisión de San Marcos.
El día 21 de agosto de 1937 se inicia esta causa que se tramita como un procedimiento sumarísimo y en prácticamente dos días finalizará con el fusilamiento de Marciano.
Después de que se le nombre a Marciano como Abogado defensor al Teniente D. Higinio Guerra Valcárcel, se les comunica el escrito de acusación del Fiscal mediante el cual se imputa a Marciano un delito de «adhesión a la rebelión».
En la causa figuran como principales hechos contra Marciano, en primer lugar, «que fue detenido en octubre de 1934 por ser anarquista, que posteriormente consiguió sorprender la buena fe de los dirigentes falangistas de Madrid e ingresar en la Falange», y «se le acusa de estar implicado en la desaparición de sus ficheros, los cuales según mantiene la acusación, los vendió a la Dirección General de Seguridad, y por ello posteriormente fueron detenidos y fusilados un buen número de afiliados a la Falange.»
De igual manera, le culpan de que «apareció por León en el mes de septiembre del 36 siendo admitido en la Falange local, traicionando no solo a la Falange sino a su Patria, ya que desmoralizaba las filas de la retaguardia al difundir «ideas marxistas».
Además, le acusan de «que quería crear una Falange fuerte para en su día adueñarse del poder, que a toque de corneta se echarían a la calle todos los falangistas para llevar a cabo sus planes y que esto había que hacerlo antes de que terminara la guerra.»
Igualmente, le seguían imputando que en su actitud lo que quería era «desprestigiar a la Guardia Civil y para ello manifestaba que en los primeros días del movimiento habían cometido asesinatos abandonando los cadáveres de sus víctimas».
Estos hechos y no otros son los que sustentan la acusación y posterior condena de muerte dictada contra Marciano Durruti.
El día 22 de agosto (al día siguiente de incoarse este sumario), el Teniente designado asume la defensa de Marciano y se constituye el Consejo de Guerra que le va a juzgar.
A las 11:00 h. de la mañana se inicia el Juicio en el Salón de Actos del «Cuartel del Cid», Consejo presidido por un Teniente Coronel del Ejército y cuatro Capitanes.
Se inicia el Consejo de Guerra y después de leerse las conclusiones del Fiscal y otras diligencias del sumario, intervino la acusación y el defensor, sin que se practicara prueba alguna. El Fiscal pidió la pena de muerte alegando que existía como circunstancia agravante «la gran perversidad social, la trascendencia de los hechos y los daños producidos a la Patria».
Por el contrario, el Teniente defensor de Marciano manifestó que debían tenerse en cuenta los servicios prestados por Marciano al servicio de la Patria en la Falange, para que esto fuera considerado como una circunstancia atenuante y no se le condenara a la última pena.
Pasados escasos minutos y después de haberse reunido los integrantes del Consejo de Guerra, se dictó Sentencia por la cual se le condenaba como autor de un delito de «adhesión a la rebelión» a la pena de muerte.
Antes de la 1 de la tarde, Marciano ya se encuentra en la prisión provincial de León, donde se le notifica la Sentencia.
Para mayor escarnio, el General Jefe de la División ordenó «que para la ejecución de la pena impuesta al falangista Marciano Pedro Durruti Domingo se designaba como lugar de ejecución el campo de tiro de Puente del Castro y hora de las 6 de la tarde de hoy, habiéndose ordenado al Jefe Provincial de Milicias de FET y de las JONS para que designe el piquete que al mando de un oficial ha de hacerse cargo del reo en el momento de su entrada en Capilla y de ejecutar la pena impuesta».
Es absolutamente vergonzoso el hecho de que por unas meras y casi infantiles manifestaciones de Marciano (suponiendo que fueran ciertas) se le condenara a muerte, y más aún que se diera la orden de que fuera fusilado por sus propios camaradas de Falange.
Por cuestiones burocráticas se cambió el lugar destinado para la ejecución, llevándose a cabo la misma en el campo de tiro del Ferral.
A las 6:30 h.de la tarde del 22 de agosto, un piquete formado por falangistas, al mando de un oficial del Ejército, fusilaba a Marciano Pedro Durruti, las balas del piquete impactaron en el pecho de Marciano que llevaba cubierto por deseo propio con su querida camisa azul, aquella en la que su hermana le había bordado en rojo el yugo y las flechas de la Falange, después trasladaron su cadáver al Cementerio Municipal.
En menos de dos días, la Justicia militar franquista, llevó a un Consejo de Guerra a Marciano Durruti, le juzgó (sin practicarse prueba alguna) y le condenó a muerte, Sentencia que ejecutaron por orden de la autoridad militar los propios camaradas de Marciano.
Es claro que en aquel momento, pocos meses después del Decreto de Unificación y desaparición de la Falange en abril del 37, una parte de los falangistas no admitían dicha situación, tenían a Manuel Hedilla, segundo Jefe Nacional de la Falange, condenado a dos penas de muerte, y a cientos de camaradas procesados y condenados por no admitir la creación de una nueva Falange franquista, entre ellos estaba Marciano Durruti, y el Régimen mostró su cara más terrible, no solo fusilaron a Marciano, sino también a Juan Dominguez, José Antonio Pérez de Cabo, Vicente Gaceo también fue condenado a muerte como Hedilla, en resumen, el Régimen del General Franco no permitiría bajo ningún concepto la existencia de una Falange rebelde y revolucionaria y no le temblaría la mano en condenar y ajusticiar a cualquier falangista que no acatara la nueva situación.
Además, en el caso de Marciano Durruti, desgraciadamente su apellido fue un agravante más que le llevó ante el pelotón de fusilamiento.
Hoy no podemos olvidar a Marciano Pedro Durruti, recordando su verdadera historia y dejando a un lado las fabulaciones de supuestas reuniones o contactos entre su hermano Buenaventura y José Antonio, por eso, y en la más pura tradición azul, rendimos homenaje a uno de los nuestros.
 
 
 
(Foto inédita de Marciano Durruti, del Archivo de los Guardianes de la Memoria Azul)
 

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REDACCIÓN