21/11/2024 19:49
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Oswald Mosley se ha hecho conocido para el gran público gracias a la serie televisiva Peaky Blinders, donde se le hizo figurar como personaje a partir de su quinta temporada y donde continuará formando parte de la trama en la sexta, donde el tráiler recién difundido ya le ha presentado junto a enormes esvásticas, para que el espectador asuma fácilmente por métodos paulovianos que debe sentir un rechazo instintivo por semejante figura histórica.

La sinopsis de esta producción televisiva viene a ser la siguiente: los Shelby son una familia gitana que asciende en el mundo de la delincuencia desde las apuestas sin licencia oficial en las carreras de caballos hasta el escaño parlamentario de su jerarca Thomas, convertido en diputado laborista al tiempo que trabaja como confidente para los conservadores y los servicios secretos. Durante su periplo a la cima del éxito material, los Shelby se enfrentan a múltiples adversarios, incluyendo la mafia italiana y el Gobierno de Su Majestad, no escatimando en los medios más brutales para ello. Sin embargo, la irrupción de Oswald Mosley en la vida de los Shelby llevará a Thomas a resucitar sus buenos sentimientos previos a su experiencia en los frentes de la Gran Guerra y, tras aludir al futuro líder fascista como el Diablo, organizará un fallido atentado contra éste con el fin de apoderarse del movimiento y destruirlo desde dentro.

La imagen narcisista y de depredador sexual con que se presenta a Oswald Mosley, tolerado e incluso visto por simpatía por las autoridades (según el mensaje transmitido por la serie), contrasta con la austeridad y nobleza de una sindicalista feminista vinculada al comunismo. Pero es que, más allá de las licencias habituales, la serie presenta varios errores históricos importantes: Oswald Mosley no abandonó el Partido Laborista para entrar directamente en el fascismo al comenzar el año 1930, sino que entre medias fundó una nueva organización, el New Party, y al cabo de unos años ya surgió la Unión Británica de Fascistas (BUF); periodo que en la serie es comprimido, tal vez por exigencias del guion o por la necesidad de reconstruir la trayectoria de este proyecto para que cuadre con los deseos de los productores. ¿Y quiénes son los productores? La cadena británica BBC, para quien el fascismo inglés debe representar, como poco, un accidente en un país que terminó las dos guerras mundiales en el bando vencedor (aunque su papel real en los campos de batalla pueda ser más cuestionable) y en el que la política exterior seguida hasta 1939 resultará un tema incómodo, teniendo en cuenta que hasta el día de hoy ha pervivido la acusación de «apaciguamiento» en beneficio de Adolf Hitler.

En cualquier caso, llama la atención que el discurso más llamativo que se ofrece de Oswald Mosley en la quinta temporada (y que los protagonistas rechazan instintivamente, para dejar claro al espectador lo horrible que es) es su denuncia del capitalismo financiero con motivo del crack de la Bolsa de Nueva York en 1929 y de quienes se lucran a costa del trabajo de otros; nunca, en ningún momento, alude en esa intervención a amenazas comunistas, que en la serie sí representan la mayor preocupación para Winston Churchill. Los guionistas pretenden justificar este discurso metiendo con calzador acusaciones antisemitas en el origen de la crisis. Aquí sospechamos que radica la principal preocupación de la cadena BBC: presentar a aquellos que claman contra el poder del dinero desde posturas no homologadas por el establishment como individuos peligrosos cuyos objetivos, irremediablemente, pasan por la construcción de campos de exterminio; en algún momento, incluso, se perciben en el Mosley ficticio reminiscencias del Donald Trump más hostil al tinglado que le había menospreciado antes de su triunfo presidencial. Ojalá la sexta temporada, al menos, dentro de la caricatura nos deje alguna intervención aislada que sea realmente fiel al Oswald Mosley original, como ocurrió para desgracia de los productores durante la quinta.

¿Cómo informarse, entonces, sobre su verdadera trayectoria? Por fortuna contamos con una traducción al castellano de Ediciones Nueva República de Inglaterra fascista, la obra que recopila el pensamiento de este líder inglés, complementada con un estudio introductorio del historiador Erik Norling, que nos permitirá conocer al hombre considerado candidato a primer ministro que, tras pasar por filas conservadoras y laboristas, planteó convertir el imperio británico en una nueva Roma (a pesar de que Britania había sido una de las provincias menos romanizadas de aquel imperio) y quien, aun teniendo manifiestas simpatías por la Alemania nacionalsocialista, no fue un vulgar agente nazi en el extranjero. Y recientemente, hace unos meses, la tertulia de Acción Literaria Dunedain le dedicó unos de sus programas.

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¿Por qué es interesante la figura de Oswald Mosley todavía? Tal vez porque fue el único de los líderes fascistas previos a la Segunda Guerra Mundial que continuó políticamente activo durante los años posteriores; y en ningún caso para salvar el nombre y el prestigio de la BUF, sino con nuevos proyectos y estrategias de aspiración europeísta. Curiosamente, el político británico más europeísta ha sido el más fascista. ¿Qué tendrá que decir a eso la BBC?

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Gabriel Gabriel