20/09/2024 18:34
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A raíz de publicarse “LA ECLOSIÓN DEL HUEVO DE LA SERPIENTE” en el Correo de Madrid, he recibido algunos reproches, cuya esencia es la extrañeza por el hecho de que critique, con tanta dureza, una Constitución que se supone he jurado cumplir y hacer cumplir.

Pues bien, quiero aclarar que yo no he jurado la vigente Constitución de 1978.

Mi juramento a la Bandera de España fue en diciembre de 1971, y la legalidad que representaba era la de la Constitución de 1966. De hecho, mi promoción (la XXX de la AGM) es la última que tiene los despachos de teniente firmados por Franco. Por ello me siento muy afortunado de no haberme visto obligado a jurar la Constitución de 1978.

Porque considero que este nuevo juramento -a la Constitución de 1978- invalidaría el primer y único juramento empeñado. Al que sigo fiel, como obliga tan sagrado compromiso.

Efectivamente, mi juramento de fidelidad a la bandera -y el de todos cuantos lo prestaron antes de promulgarse la constitución de 1978- decía literalmente:

¡Soldados!

¿Juráis a Dios y prometéis a España, besando con unción su Bandera, obedecer y respetar siempre a vuestros Jefes, no abandonarlos nunca y derramar, si es preciso, en defensa del honor e independencia de la Patria y del orden dentro de ella, hasta la última gota de vuestra sangre?

En nuestro caso, Caballeros Cadetes Alumnos, de la XXX promoción de la Academia General Militar de Zaragoza, que juramos Bandera el 14 de diciembre de 1971 la única diferencia consistió en que se sustituía ¡soldados! por ¡cadetes!

 

Y nuestro general D. Antonio Balcázar Rubio de la Torre, por si alguno no entendía lo que significaba defender “el orden dentro de ella” (es decir, el orden institucional) hizo que se insertara en la “orla” de la promoción, de forma explícita, lo que habíamos jurado en la Plaza de Armas de la Academia, al responder al unísono, como descarga de doscientas bocas de fuego: ¡¡¡SI, LO JURAMOS!!!

Así pues, mi juramento, además de la defensa militar de España, de su honor e independencia, comprendía la defensa de su unidad INTANGIBLE (Principio IV del Movimiento Nacional) y la defensa DEL ORDEN INSTITUCIONAL (Artículo 37 del Título VI de la Ley Orgánica del Estado Español) y “a mayor abundamiento” (por utilizar un término jurídico) Nuestro general quiso que esa Defensa del Orden Institucional que habíamos jurado, estuviera resaltada al estar escrita con letras mayúsculas.

Más claro agua.

Así pues, lo que yo juré, fue la defensa del Orden Institucional que representaba la Constitución de 1966,aprobada en referéndum por el pueblo español y que compendiaba los PRINCIPIOS DEL MOVIMIENTO NACIONAL y las LEYES FUNDAMENTALES DEL REINO.

Y es también llegado el momento de consignar que, en el mismo juramento, me comprometí a obedecer y respetar siempre a mis jefes y a no abandonarlos nunca. Y el primero de esos jefes era Franco. Y nunca es nunca. Ni vivos ni muertos. Y por ello continuo dando testimonio público de mi lealtad al Caudillo, haciendo honor a la “fides ibérica”. Esa lealtad eterna al jefe, que ya asombró a los historiadores romanos. Lealtad hoy sepultada por el lodo del perjurio, la cobardía y la traición. Pero quede claro que yo sigo formando parte de ese irreductible puñado de soldados que, haciendo honor a la fides, a la devotio ibérica, permanecen fieles al juramento que empeñaron.

 Texto de la “orla” de la XXX promoción donde se pone de manifiesto el compromiso adquirido al prestar el solemne juramento a la Bandera de España

 Monumento en recuerdo a los caídos en la Cruzada que se encontraba en la entrada de la Academia General Militar. “español, lee y divulga” rezaba el aviso.

Tras aprobarse la Constitución de 1978, se pensó en obligar a que todos los cuadros de mando del ejército le prestaran juramento de fidelidad. Pero con buen criterio se desistió de ello. Una prueba más que evidente del grave problema moral que se podía suscitar. Quienes habían abolido la obra de Franco, sabían que deberían ir con pies de plomo, pues habían tomado buena nota del pasado. Efectivamente, el obligar a jurar fidelidad a la constitución republicana, a unos cuadros de mando que habían jurado previamente fidelidad al Rey, era ponerlos entre la espada y la pared.

Máxime cuando esa nueva Constitución había comenzado su andadura con el decreto de las cortes constituyentes por el que se dictaba sentencia condenatoria contra S.M. Alfonso XIII “por criminal violación del orden jurídico” “se le privaba de paz jurídica desposeyéndole de todos los títulos y honores” “autorizando a cualquier español a detenerlo si penetrase en el territorio nacional” además de haber dado publicidad a tan infame e infamante proscripción.

Resultaba pues que el nuevo juramento, era un sapo difícil de tragar para quienes tras haber jurado lealtad al Rey, se veían obligados ahora a jurar una constitución republicana que lo declaraba proscrito. Y es sabido como terminó tan vil exigencia.

Algo muy parecido a lo que se está haciendo con Franco, si bien de forma más cauta, pues se ha esperado a que transcurrieran cuarenta años para que quienes habían jurado lealtad al Caudillo y al Orden Institucional de 1966, hubieran muerto. O ya no ejercieran el mando. La violencia moral que ha impuesto a los cuadros de mando, la proscripción que se hace de Franco en la infame ley 52/2007, es la razón de las más de mil firmas recogidas en defensa de la figura militar de Franco, que tanto han incomodado -pero no preocupado por ser los firmantes militares retirados- al nuevo Gobierno del Frente Popular.

La esencia de esta decisión, de no obligar a los cuadros de mando a jurar la Constitución de 1978 está magistralmente recogida por El genial Fernando Vizcaíno Casas en su libro “Las Autonosuyas” donde lo expresa de forma contundente.

Hace ya mucho tiempo que leí esta tan simpática como certera crítica al Estado de las Taifomanías, pero como presté el libro -craso error- y no se me devolvió, no puedo hacer ahora las citas pertinentes, con el debido rigor y preceptiva consignación de páginas.

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Recuerdo más o menos que el señor alcalde de ¿Bollullos del Condado? que como “farfullaba” quería imponer su peculiar dicción como lengua autonómica de su ayuntamiento, llega a plantearse el obligar al cabo y los cuatro números de la policía local a jurar las leyes -o constitución, no lo recuerdo- de su municipio, pero desiste diciendo que “al fin y al cabo, en España, desde 1975 los juramentos no sirven para nada”

Genial observación a la que se unía alguna otra perla como la afirmación de que la “La geografía que estudiarán nuestros hijos dirá que España es un país que limita, al sur con Despeñaperros, -al este y al oeste no lo recuerdo- y al norte… con la estación de Chamartín”

Pues bien, esta inutilidad de los juramentos en la España actual, fue sin duda alguna la que llevó a los sucesivos “gobiernos de la democracia” a obviar el obligarnos a los cuadros de mando del Ejército a jurar la constitución de 1978. Al fin y al cabo, la historia enseñaba que el juramento a la Constitución Republicana, que se obligó a prestar a los cuadros de mando del ejército, cuando llegó el caso, tampoco tuvo mucha virtualidad.

Insistir finalmente en que esa proscripción que hizo la Segunda República de S.M. Alfonso XIII, es muy similar a lo que se está haciendo con Franco. Si bien de una forma más cautelosa como ya se ha dicho.

Esta inexistencia de una orden que obligara a los militares, a jurar o prometer la constitución de 1978 al tomar posesión de su cargo, perduró hasta el 28 de julio del 2004 en que el juramento fue establecido como preceptivo por el Ministro de Defensa José Bono. No sé si tal disposición sigue vigente para cualquier escalón de mando y destino, o solamente es obligada para tomar posesión del mando de un regimiento o unidad independiente. Y tampoco siento curiosidad por saberlo en mi actual situación de “Retirado”. Pero lo que sé es que yo no me he visto obligado a jurar la Constitución al tomar el mando en ninguno de los quince destinos que, a lo largo y ancho del Territorio Nacional, (incluido el Sahara español) he tenido en mi vida profesional. Significando que los últimos once ya tuvieron lugar con la Constitución de 1978 vigente.

Quede claro que con esto no estoy criticando, ni mucho menos, a los compañeros que tras haber jurado como yo, LA DEFENSA DEL ORDEN INSTITUCIONAL (la constitución de 1966) prestaron juramento posteriormente a la de 1978. En primer lugar porque de igual forma que exijo respeto para mis decisiones, no juzgo las de otros. Por otra parte sería absurdo que ahora, a toro pasado, afirmara que me hubiera negado a jurar la Constitución, aunque de ello hubiera dependido el tomar el mando de un Regimiento -máxima aspiración de un coronel- por la sencilla razón de que, no habiéndose dado el caso, sería petulante el afirmarlo. Lo que sí puedo afirmar, es que en el caso de haberme visto en la tesitura de jurar la constitución de 1978 lo hubiera hecho con una reserva mental: “Juro guardar y hacer guardar la Constitución, como norma fundamental del Estado” apostillando mentalmente: Como S.M. Juan Carlos I juró los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional y Leyes Fundamentales del Reino.

Pero afortunadamente no se dio el caso, porque este juramento me habría causado un grave daño moral. Ya que S.M, al fin y al cabo, es un Borbón. Y ya se sabe: “promettant est de ne pas remplir” Pero yo soy un hidalgo español. De todas formas Dios, en su infinita misericordia, no quiso ponerme en la tesitura de que pudiera incumplir mi juramento, y así no fui propuesto en primer lugar -a pesar de haber pedido las vacantes- para mandar un Regimiento, ni otros destinos de Mando en el empleo de coronel. Sin duda debió influir, en librarme de situación tan comprometida, la devoción y el fervor con que diariamente cada noche rezo el Padre Nuestro. Con especial énfasis en su final: Y líbranos de la tentación.

Tras el proceso de la Transición (la Transacción) en que fue demolida desde sus cimientos la España que habíamos jurado defender (porque el Rey así lo había pedido, Torcuato Fernández Miranda dixit) fueron muchos los militares que se vieron aherrojados por dos mandatos contradictorios. De un lado la lealtad a lo que habían jurado…. y de otro a la última orden que diera el Caudillo en su mensaje póstumo:

Por el amor que siento por nuestra Patria, os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro Rey de España, Don Juan Carlos de Borbón. Del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis en todo momento, el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido”

Esta pugna de lealtades y obediencias quedó definitivamente resuelta en el momento en que S.M. el Rey Juan Carlos I firmó de su real mano, sin que le temblara el pulso -y al parecer sin daño moral porque de haberlo no trascendió- la infame Ley 52/2007 de la Revancha Histórica que declaraba a Franco y a su obra fuera de la ley. A partir de ese momento ya no hubo duda alguna sobre que bandera había que seguir. Dónde estaba la honra, y al servicio de qué idea habría de ponerse la espada. Porque quedaba claro que la lealtad al Rey quedaba periclitada ante su deslealtad con Franco.

Y antes de concluir estas consideraciones, conviene recordar que en el mensaje hológrafo de Franco pide lealtad al Rey… no al Rey Juan Carlos. Puede pensarse que por considerar superflua la precisión. Pero también pudiera ser que en los umbrales de su muerte, siendo consciente de que el Reino de España necesitaba imperiosamente la figura de un Rey, pensara también que se había equivocado en la elección de la persona. Porque siempre perfectamente informado de todo cuanto pasaba en España, fuera consciente de que se entregaba el Sahara a sus espaldas. Y de que el “sucesor a título de Rey” se disponía a demoler su ingente obra. Malogrando así tanta sangre, sudor y lágrimas derramadas para que en España volviera a amanecer. Puede incluso que tuviera in mente la identidad de la persona que debería encarnar la instauración de esa nueva monarquía que debería regir en los siglos venideros esa España Una, Grande y Libre que recogiera el legado de los Reyes Católicos: “De Isabel y Fernando, el espíritu impera” decía la canción. 

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Si analizamos el testamento hológrafo de Franco, veremos que algunos de los añadidos son simples aclaraciones a palabras de lectura difícil o dudosa. Pero el añadido de Don Juan Carlos supone una alteración -adulteración más bien- del texto holográfico. Además D. Juan Carlos parece estar consignado con caligrafía distinta a la empleada en las aclaraciones. Debido a su extraordinaria importancia, estos hechos deben ser objeto de una especial atención.

Texto oficial ¿manipulado el original?

Según parece, cuando S.S. el Papa Pablo VI conoció el insuperable testimonio de fe y fidelidad a la Iglesia, que constituye el testamento político de Franco, exclamó: Nos hemos equivocado con este hombre. Lo que supone un reconocimiento tardío del mucho daño que durante su papado la Iglesia había hecho a la España de Franco. Sin que el Caudillo, que la había librado del exterminio marxista, hubiera dejado por ello de ser fiel y devotísimo hijo. Esta confesión, unida a la de “El humo de Satanás ha penetrado en la Iglesia” en referencia a ciertas consecuencias del Concilio Vaticano II, pone en entredicho el dogma de la infalibilidad del Papa. Pues aunque según la Doctrina esta sólo alcanza en materias de fe, la beligerancia contra Franco y su Régimen, por sus consecuencias, era algo que le iba a la zaga.

En la persecución a Franco y a su régimen hay responsabilidades. Por acción y por omisión. Empezando por S.M. Juan Carlos I que faltó a su solemne juramento.

  

Omisión también de los cuadros de mando de los ejércitos, que han consentido con inaudita mansedumbre, que se haya profanado la obra, la memoria y hasta el sepulcro de quien fuera su capitán. Por ello ha llegado el momento de redimir culpas, empleando el tiempo de vida que nos quede, en divulgar la verdad sin complejos. Empeñando nuestro honor en ello.

Debe tenerse en cuenta que el enemigo ha roto ya el BPZR y se dispone a la explotación del éxito alcanzado con su infame ley 52/2007. Iniciando para ello la persecución mediante una nueva ley, aún más infame, que quiere titular de “La Memoria Democrática” mediante la que se quiere impedir que se pueda restablezca la verdad histórica. Tras décadas tergiversándola. Por ello debe fiarse todo a un enérgico contraataque que permita recuperar la posición abandonada. Contraataque que deberá ser cultural… mientras que el enemigo con sus leyes sectarias y liberticidas, no lo haga imposible.

Y si llegara el caso de que ya no podamos hablar ni escribir, que cada uno adopte la decisión más propia de su honor y espíritu. Todo menos la rendición. Que las generaciones futuras no digan que hemos dejado de ser españoles.

 

            

Genial fotocomposición del coronel de artillería Jesús Flores Thies + que simboliza -una imagen vale más que        mil palabras- la inaudita mansedumbre con que  hemos permitido la profanación de nuestro capitán.

Unas consideraciones finales.

En España los “militares franquistas -los que reconocemos y estamos agradecidos a nuestro capitán por su ingente obra- somos todavía una mayoría silenciada. Esa es la razón por la que el PSOE y la izquierda en general -decir izquierda española es un oxímoron- pretende acabar con nosotros mediante la presión de la infame Ley 52/2007 y su proyecto de ampliarla con la Ley de la Memoria Democrática que incluye multas y cárcel.

Pero no debe olvidarse que cuando una ley es leonina, y no respeta, no ya las libertades individuales, sino ni el simple hecho de hablar o escribir, ha llegado el momento de defender las libertades al margen de esas leyes inicuas. Así ha sido y así será en todos los pueblos a lo largo de la historia.

Quienes conspiraron contra el Régimen de Franco y sus leyes, porque decían que “cercenaba libertades” y no era democrático, pretenden hacerlo hoy con inaudito cinismo. Escudados en una falsa democracia que no admite el discrepar con sus dogmas. Ahora ya detentan el poder y se disponen a conservarlo a toda costa. Con leyes inicuas y malas artes. Es el caso de esos sujetos despreciables, que a empujones y codazos van adelantando en la “cola” avasallando al resto de ciudadanos, y cuando llegan a la ventanilla se vuelven muy dignos y dicen ¡¡¡no empujen!!!…. El prototipo del “demócrata” de izquierdas.

Y Como colofón, para justificar el título ¡¡¡QUE DIOS SE LO DEMANDE!!! no está de más recordar las solemnes palabras que pronunciaba el “pater” tras el solemne juramento:

Por obligación de mi Sagrado Ministerio, pido a Dios que a cada uno ayude a cumplir lo que ha jurado: y sino, se lo demande.

Solamente resta decir que hay tres hitos que me han hecho irrecuperable para el sistema político en que estoy obligado a vivir… pero sin cejar en el combate.

El cambio del escudo de mi bandera, que proclamaba su triple vocación de representar a España Una, Grande y Libre.

La infame Ley 52/2007 que persigue a ese escudo y a esa bandera que juré defender hasta derramar la última gota de mi sangre.

Y la profanación de la obra, de la memoria y del sepulcro del Caudillo.

Po ello en esa beligerancia moriré cuando Dios así lo tenga dispuesto. Pero sin rendición. Sin tregua ni armisticio. Sin arriar jamás la bandera con el águila de San Juan que cubrirá mi féretro. Y que habrá escuchado, tras besarla, mis últimas palabras

¡¡¡VIVA FRANCO!!! ¡¡¡ARRIBA ESPAÑA!!!

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