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El 40 % de los casi 200 barcos de aquella flota inglesa resultó hundido, puesto fuera de combate o averiado

Conclusiones

Si Gran Bretaña no usó las armas nucleares ante su más que posible derrota fue porque probablemente utilizó otra “arma de destrucción masiva” a la que nos tienen acostumbrados los sajones: la traición la traición sobre el terreno de determinados mandos militares conexos y supeditados a sociedades secretas y otras obediencias. Así como en los Sitios de Gibraltar, en Ayacucho (1824) y en 1898 en Manila-Santiago de Cuba-Puerto Rico ganaron negociaciones y “Batallas Fingidas” previamente pactadas, todo parece indicar que en Malvinas ocurrió lo mismo. Y siempre las mismas ‘muletillas’: ahorrar bajas civiles y las vidas de los soldados, además de carencia de medios, sin mención al deber con la Patria.

El General Menéndez, un “militar ilustrado” que había acompañado a Galtieri a Usa, en noviembre de 1981 en sus tanteos previos a la invasión, de los que Galtieri salió diciendo, y hay testimonios de primera mano de ello,  “¡Señores, está todo arreglado! ¡Vamos sobre Malvinas! ¡Contamos con el apoyo de los EEUU!”), lo cual demuestra que Usa, como con Iraq en relación a Kuwait (1990), indujo el ataque argentino y Galtieri mordió el anzuelo. Conseguido lo anterior, los ingleses aceleraron la guerra mediante los permisos a los chatarreros argentinos de Costantino Davidoff que iban a desguazar emplazamientos en las Islas Georgias, forzando y adelantando la guerra. Mario Benjamín Menéndez seguramente tuvo contactos y compromisos secretos con sus atacantes, y por eso se atrevió a desobedecer al Jefe de la Junta Militar y Presidente de Argentina, lo que suponía sentencia de muerte en consejo de guerra sumarísimo. Al contrario, fue de los mejor parados en la inmediatamente posterior época de ‘desmalvinización’, incluso a pesar de haber mandado en 1976 el “Operativo Independencia” y el centro de internamiento “la Escuelita de Famaillá”, dentro de la lucha antisubversiva.

 

El diálogo Galtieri-Menéndez del 14 de junio (https://www.fundacionmalvinas.org/13-de-junio/)

«… meses más tarde, el Almirante Jorge Isaac Anaya relató las circunstancias y los términos del diálogo telefónico entre Galtieri y el asediado Menéndez. Anaya llegó a la Casa de Gobierno y se encontró con el Presidente entre excitado y deprimido, estados de ánimo que se sucedían alternativamente: “Parece que Menéndez se rinde. Y ahora he pedido una comunicación con él; me la tienen que dar. En instantes nomás, existe esa comunicación”».

«Yo [Anaya] puedo decir lo que recuerdo de la comunicación, pero seguramente no es exacto. El general Menéndez le dijo que el general [Jeremy] Moore le había ofrecido una rendición honrosa, con banderas, con las armas —si no me equivoco, también decía— y el general Galtieri le dijo: “Le ordeno que contraataque”. El general Menéndez le contesta algo así como: “El estado anímico no me permite hacerlo; el estado anímico de la tropa no permite hacerlo”. Si bien no recuerdo con precisión los términos de la comunicación sí puedo decir que el general Galtieri le dijo: “Le ordeno que contraataque”; inclusive, creo, que se lo dijo dos veces. Cuando le dijo: “El estado anímico”, le reiteró: “Le he ordenado que contraataque”; “No puedo, mi general” [dijo Menéndez] y entonces le contestó Galtieri que él era el comandante militar. “Usted sabe qué es lo que tiene que hacer; cuando regrese al continente le voy a pedir cuentas según los reglamentos militares”, o algo por el estilo».

«“Exacto no es; el espíritu fue ese”, dijo meses más tarde Galtieri a los miembros de la Comisión Rattenbach».

 

Abundando en la certeza de que Inglaterra planeó la guerra con antelación y alevosía, el brigadier agregado militar en la embajada de Bolivia en España descubrió que, a partir de febrero de 1982, los militares chilenos destacados en Madrid y París viajaban semanalmente dos o tres días a Londres, lo cual informó a los agregados militares argentinos en Madrid, concretando que “estaban coordinando el apoyo que iba a dar Chile a una operación futura que no se sabía cuándo iba a ocurrir” (Malvinas: la desconocida reunión que produjo el desembarco, del Capitán de Fragata de Infantería de Marina Argentina Jorge Sáenz).

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Respecto a la masonería, hay obligadamente que citar que prácticamente todos los caudillos secesionistas hispanoamericanos fueron miembros de la misma. Concretamente, José de San Martín, Simón Bolívar, Bernardo O´Higgins y Guillermo Brown pertenecieron a la logia Lautaro (desarrollo de la fundada por el traidor Francisco de Miranda en Londres en 1798). Y, según la magnífica obra de Federico Rivanera Carlés (La historia ocultada, los conversos y la independencia de Hispanoamérica), en gran medida eran criptojudíos conversos. En artículos anteriores hemos encontrado el rastro de la masonería al hablar del Capitán de Navío Carlos Corti, miembro de la Logia P2, a lo que podemos añadir que el Almirante Massera, miembro de la Junta Militar, fue acusado, junto con otros (López Rega, Suárez Mason -Jefe del Estado Mayor General del Ejército-, etc) de pertenecer a la misma. En 1983 la prensa argentina hizo alguna mención a la más que posible circunstancia apareció que masones argentinos de ascendencia británica habrían trabajado como virtuales espías ingleses. Baste lo anterior como muestra.

  

Los generales Perón e Ibáñez del Campo (Chile 1953).

Misiles Cóndor 1 y 2.

¿Espías?

Para ayudar a entender todo lo anterior, hay que considerar varias cuestiones más.

Argentina había derrotado la subversión comunista de los terroristas montoneros, en una guerra que duró toda la década de 1970 y en la que los subversivos contaron incluso con sus propias fábricas de armas y explosivos. Oficialmente, los muertos por el terrorismo fueron 1.631 (353 policías, 117 militares del Ejército de Tierra, 38 de la Fuerza Aérea, 11 de la Armada y 1.112 civiles). Todo lo cual nos recuerda mucho a ETA.

Argentina había ganado esa lucha y, además, había colaborado con Estados Unidos en ayudar a otras naciones hispanas sometidas a similares ataques. Un detalle muy significativo fácil de constatar en internet: «cuando venía Vernon ‘Dick’ Walters (general y ex subdirector de la CIA) entraba en el despacho del General Galtieri sin llamar a la puerta»; recordemos el papel de Walters en nuestra pre-transición y en la relación Usa-Marruecos. Walters estuvo en Argentina entre el 10 y el 1 de mayo, entrevistándose, por separado y supuestamente pidiendo negociaciones, con los miembros de la Junta Militar, pero también ‘dialogó’ con otros militares, y con políticos, empresarios y dueños de medios de comunicación, sin que haya trascendido sus directivas, no solo a los argentinos adecuados, también a chilenos y peruanos. Todo para que el 4 de junio EE.UU. y Gran Bretaña vetaran en la ONU un proyecto de alto. Definitivamente: la Guerra de Malvinas fue entre Argentina y la coalición anglosajona.

   

El motor de la subversión

Nido de ametralladoras del BIM nº 5

Algunos españoles sintieron Malvinas compo cosa propia: ni distintas ni distantes

Argentina, como España, tenía en marcha un programa nuclear y espacial muy avanzado (misil Cóndor).

Pero el problema venía de lejos: Inglaterra fue la artífice de la separación y la desmembración de Las Españas Americanas, fundamentalmente a través de las sociedades secretas (masonería, etc). Teodor Herzl, el ideólogo del sionismo, en su libro El Estado Judío (1896), pensó en dos países como hogar del futuro Estado de Israel: Argentina y Palestina.

La aceleración de la desestabilización argentina se produjo a la par que el acoso internacional a un Perón con gran influencia política ya en la Segunda Guerra Mundial, en la que Argentina fue fundamentalmente neutra, que había ayudado a la España de Franco (fue presidente de 1946 a 1955), y que había tenido unas muy eficaces políticas sociales y de nacionalismo económico. Hay quien dice que la sentencia contra Perón fue consecuencia de la unión económica con Chile en 1953, con la vista puesta en crear los Estados Unidos de Hispanoamérica.

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Inglaterra inició los preparativos para una guerra tras su derrota en la ONU (1965; el año anterior había instado a Inglaterra a descolonizar Gibraltar), como se desprende del Informe del Honorable Lord Frank.

Luego vino la citada desestabilización y la guerra subversiva.

Otro dato, en 1980, dos años antes de la guerra, el Consejo Nacional de Seguridad norteamericano aprobó el “Free Ocean Plan” (Plan para los Océanos Libres), en el que se defendía la presencia británica en todo el Atlántico Sur, calificándola de indispensable: “… aun cuando los Estados Unidos puedan contar con un apoyo efectivo y duradero de la Unión Sudafricana y de la República de Chile, y eventualmente de la Argentina, que facilite la ejecución de sus planes para el extremo sur de los tres océanos, es indispensable contar con el apoyo de Gran Bretaña … que debe ser nuestra principal aliada en esa área, no sólo porque es nuestra amiga más confiable en el orden internacional, sino porque todavía ocupa diversas islas en el Atlántico Sur que, en caso de necesidad, podrían convertirse en bases aeronavales, de acuerdo con el modelo de Diego García , o en punto de apoyo logístico como la isla Ascensión. Las islas Tristan de Cunha, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y Falkland podrían servir … Esta política ha de estar referida especialmente a las Falkland … debe persuadirse a Gran Bretaña de que su permanencia en las Falklands será de gran importancia estratégica para la seguridad del mundo libre”.

Los sajones planearon aquella guerra detalladamente y con tiempo, máxime tras la victoria argentina a la guerrilla comunista, y luego engañaron como a niños a los militares para que invadieran, sin sangre, eso sí, Malvinas. Y, por supuesto, planearon que en Puerto Argentino hubiera un “Don Julián” Menéndez que hiciera que la resistencia en tierra fuera ‘creíble’, pero la rendición segura.

El derrumbamiento político que siguió a la rendición, seguido de la “desmalvinización”, hundió a la Argentina en una caída en barrena que aún no ha tocado fondo. Y no solo en Argentina, porque el plan de destrucción de los ejércitos de las naciones hispanoamericanas, o “desmilitarización» de Iberoamérica, las afectó/afecta a todas (ver: El complot para aniquilar a las fuerzas armadas y a las naciones de Iberoamérica; Resumen Ejecutivo de EIR por G. y D. Small, Washington,1993).

La explotación inglesa del “éxito militar” se institucionalizó en los Acuerdos de Madrid, de 1989 y 1990 (el Versalles Argentino), donde una clase política argentina transformó la rendición militar de las islas en rendición incondicional y general.

Bombardeemos Madrid, dijo Margaret Thatcher, quien tiene dedicada una calle esa ciudad.

Además de con Gibraltar y el “Desastre del 98”, ¡qué de similitudes con el Sáhara y con nuestra ‘Transición’ y la situación actual!

La Guerra de Malvinas fue un episodio más de la guerra contra la Hispanidad que luchan los sajones desde el divorcio de Enrique VIII y Catalina de Aragón, como muy bien dice el historiador y comentarista Patricio Lons. Una muestra objetiva es que el “desfile de la victoria” inglés se celebró el 12 de octubre de 1982. Y detrás del protestantismo y los pueblos sajones está eso que dulcificadamente se denomina plutocracia, con su pesada carga de anticatolicismo.