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El derecho en su relación con la política

En la época contemporánea se busca la reconciliación entre el derecho y la moral, que fueron separados en la Edad Moderna, a través de la eticidad del Estado (sustitutivo de Dios) como sostiene Hegel o en la futura sociedad sin clases como sostiene Marx (sustitutiva del paraíso). Toda la filosofía moderna tiene como problema último la articulación de la subordinación del individuo al engranaje del Estado. Es decir, el total cautiverio de la sociedad, pues dicha sujeción social no será completa mientras siga considerándose al Estado como un ente externo a la sociedad. De ahí que el Estado invada, cada vez en mayor medida, los ámbitos de la vida privada de la persona que piensa, erróneamente, encontrarse en la época de mayor libertad, individual y colectiva, experimentada por la humanidad simplemente porque puede dedicarse al consumismo y el libertinaje sexual.

 

De ahí que el Estado pretenda revestirse de una moral, de un ethos nuevo, que supondría el retorno a la supuesta unidad ética horizontalista, inmanente, vivida espontáneamente en la Antigüedad y, que habría sido lacerada por el cristianismo. Todas las dinámicas de la modernidad se encuentran orientadas en esta dirección: reconstruir la universalidad perdida, reconciliando al hombre consigo mismo, o sea, al margen de Dios y de cualquier precepto moral (antropocentrismo) que no se haya dado a sí mismo de forma arbitraria, es decir, democráticamente.

Sin embargo, en esta prometeica tarea, el instrumento no puede ser el derecho ni la ética pues ambas escinden el ser del deber ser y así se identifican con las formas históricas que habría adoptado el cristianismo para reprimir la libertad humana. Teniendo muy presente el concepto de libertad entendida como liberación (libertad negativa) según Hegel, o sea, la autodeterminación plena del sujeto sin regla objetiva de conducta alguna. Se trata del triunfo del relativismo, que es el constitutivo básico de la ideología. Una seña de identidad del mundo moderno configurado por las ideologías es el materialismo que surge de la Ilustración francesa y transmite su antropología desviada a través del positivismo filosófico, jurídico e histórico, del cientificismo y el evolucionismo, del liberalismo y de una de sus consecuencias políticas, el marxismo, que se prolongará en la revolución sexual desatada en mayo de 1968 con sus dos epígonos actuales: el feminismo y la ideología de género.

Todas las ideologías enumeradas sostienen un monismo epistemológico, es decir, no existiría más realidad que la material, por consiguiente, niegan el orden sobrenatural (naturalismo), o dicho de otro modo, cualquier realidad espiritual: Dios, gracia, ángeles, alma, etc. Reducen los procesos espirituales y psicológicos a fisiología: el conocimiento, la libertad, el amor o el arrepentimiento se interpretan como meros procesos fisicoquímicos de las neuronas, similares a la bilis, el sudor o la saliva, aunque más sofisticados. El auge del materialismo es paralelo al de la ciencia experimental, no obstante, ambos carecen de respuestas para las cuestiones fundamentales de la existencia humana. Tienen seguidores porque, superficialmente, parece razonable negar aquello que no se puede ver físicamente.

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Hace más de dos mil años, los clásicos grecolatinos ya señalaron la conexión entre materialismo e inmoralidad. Si no se concede a Dios la capacidad de pedir cuentas el hombre (juicio), menos aún se les concederá a los hombres. Cuando el ser humano deja de ser hijo de Dios y pasa a convertirse en un sencillo descendiente del mono ¿puede tener derechos inviolables? Al ser erradicado el conocimiento y respeto por lo sagrado y trascendente no existe nada sobre lo que se pueda edificar la propia conducta personal y colectiva. De tal forma, cada sujeto se erige en ley para sí mismo, así se desemboca en la concepción errónea de libertad señalada anteriormente.

La libertad como autodeterminación es el carácter típico de la Edad Moderna, si los tiempos premodernos fueron los de la vigencia de una autoridad exterior al hombre (heterónoma, según Kant): Dios, la naturaleza, la Tradición. La modernidad no concibe otra autoridad que la regla o ley de los sujetos autónomos, esto es: el derecho y la moralidad surgen de la voluntad del hombre. Por este motivo, las ideologías de la modernidad se fundan en la autodeterminación humana.

La autodeterminación se encuentra en el liberalismo individualista de Locke (asumido por la democracia cristiana), en el radicalismo democrático de Rousseau (asumido por la izquierda después del hundimiento del comunismo en 1989) o en el socialismo de Marx, porque todos ellos entienden la autodeterminación a su manera. Del individuo en el caso de Locke, del pueblo en el caso de Rousseau y de la clase en el caso de Marx. Así conciben a esos sujetos como poseedores de la potestad de determinar por sí mismos sus fines, por lo que serían los agentes de una autonomía (etimológicamente: ley propia) que garantizaría su autorrealización. El individuo para los liberales, el pueblo para los progresistas o el proletariado para los socialistas, son autónomos, es decir ellos mismos se dan su propia ley.

Por consiguiente, el instrumento y la forma histórica de la reconciliación entre el derecho y la moral habría de ser la política, pero no considerada en su significado clásico-tradicional como la doctrina del mejor gobierno posible. Sino profundamente transformada como la teoría de la primacía de la praxis colectiva en la cual la antítesis entre el ser y el deber ser aparece superada en el plano de la acción histórica, es decir, sobre el único plano de la realidad. El individualismo que en la Edad Moderna había celebrado sus triunfos, encuentra así en la nueva lógica de la política su definitiva superación.

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Sintetizando enormemente, puede afirmarse que la primacía contemporánea de la política, la «razón de Estado», ha encontrado dos significativas formas de realización histórica:

El nacionalismo como fenómeno romántico del siglo XIX, que, debido a su imperialismo o colonialismo, será la principal causa de la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

El totalitarismo como fenómeno del siglo XX y causante de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), ya que será el pacto de no agresión (23 de agosto de 1939), suscrito entre la Alemania nacional-socialista y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, junto con el reparto de Polonia, el desencadenante del conflicto.

Al margen de la relación causa-efecto entre nacionalismo y totalitarismo, en ambos modelos queda claro que en su moralidad del derecho viene a coincidir con la moralidad misma del Estado y a adquirir, por lo tanto, una fuerza de expansión inédita e impresionante. Si el Estado es la totalidad ética que actúa teniendo al derecho como su dócil instrumento, se sigue que ninguna otra forma en el horizonte ético (moral católica) tendrá frente a él ninguna legitimación. De ahí que, si el nacionalismo del siglo XIX pedía el sacrificio de los patriotas, el totalitarismo del XX pedirá el de todos los ciudadanos, pero ambos desde la misma lógica: el ethos (moral-costumbre) individual no sólo pierde su consistencia, sino que tiene necesidad del ethos público para encontrar su propia razón de ser.

Lecturas recomendadas: George H. Sabine, Historia de la teoría política, FCE, México 1994; Leo Strauss-Joseph Cropsey, Historia de la filosofía política, FCE, Madrid 1997; Peter Watson, Historia intelectual del siglo XX, Crítica, Barcelona 2002; Ideas. Historia intelectual de la humanidad, Crítica, Barcelona 2006; Michael H. Lessnoff, La filosofía política del siglo XX, Akal, Madrid 2001; Martin Cohen, Filosofía política, Cátedra, Madrid 2002; Jean Touchard, Historia de las ideas políticas, Tecnos, Madrid 2006; Hilaire Belloc, El Estado servil, El buey mudo, Madrid 2010; Fernando Vallespín (Ed.), Historia de la teoría política, Alianza, Madrid 2010; Bertrand de Jouvenel, Sobre el poder. Historia natural de su crecimiento, Unión editorial, Madrid 2011; Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, Alianza, Madrid 2011, John Rawls, Lecciones obre la historia de la filosofía política, Paídos, Barcelona 2018, Terence Ball-Richard Bellamy (Eds.), Historia del pensamiento político del siglo XX, Akal, Madrid 2018.

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