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Nuestra memoria histórica

Aunque la mayor parte de los atropellos los cometieron los marxistas vascos, santanderinos y asturianos, toda la responsabilidad recae en los gobernantes nacionalistas vascos que no quisieron o no pusieron los medios para impedirlos. Tampoco fue una consecuencia forzada por la guerra civil, porque muchos de los hechos se produjeron lejos de los escenarios bélicos y con la mayor sangre fría que pueda imaginarse.

Vamos a relatarles una ínfima parte del enorme río de profanaciones, persecuciones, sacrilegios, destrucciones y muertes que inundaron aquella región, entonces gobernada por los nacionalistas y comunistas vascos. Hemos consultado más de un centenar de localidades afectadas por los desmanes de los gudaris, comunistas y anarquistas, que afectaron a más de doscientos templos.

En Amurrio, por ejemplo, fue profanada la iglesia parroquial, aunque no se contentaron con eso; saquearon la Casa Reformatorio, ensañándose en la capilla con el Cristo, que fue fusilado y luego quemado. Persiguieron al coadjutor, pero donde llegó al colmo su furor persecutorio fue con el P. Vicente Cabanes Bádenas, vicerector del Reformatorio. Intentaron que apostatara; el sacerdote no consintió y le sacaron de casa, le pegaron un tiro, pero no lo mataron; huyó a Orduña y, al enterarse los milicianos que vivía, fueron de nuevo a por él; lo llevaron a Bilbao y allí lo remataron, gritándole: ¡muere, canalla!

En Arceniega persiguieron y fusilaron a un Hermano Marista por llevar consigo El Debate, un periódico católico de Madrid.

En Lezama robaron y profanaron la iglesia parroquial, llegando su furia al ridículo de poner un uniforme y un fusil a un Cristo, que luego colocaron en la puerta como para hacer guardia. La ermita de San Prudencio la adecuaron para la intendencia, no sin antes fusilar la imagen del Santo, que luego quemaron.

En Respaldiza asesinaron al P. Francisco Ugarte Arberas por haberle encontrado una lista en la que proponía al Obispo diocesano las personas de la Asociación Católica de Padres de Familia. Al sacerdote le llevaron al buque-prisión Cabo Quilates donde le obligaron a formar un orfeón que cantara para distraer a los guardianes. Uno de los cantos que les obligaban a repetir era La Internacional, aunque la letra no iba en contra de la religión, sino contra los fascistas. Estos espectáculos eran presenciados por los guardianes, rojos y separatistas. Testigo de estos desmanes fue D. Francisco Yarza Larrínaga, secretario y vecino de Respaldiza.

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En Pando, además de robar y quemarlo todo a su paso, fusilaron oficialmente y con todos los honores la imagen de San Miguel.

En Elorrio, cuyo alcalde era nacionalista, exclaustraron a las Madres Dominicas, atropellados los Padres Marianistas y los Padres Asuncionistas franceses, profanaron los restos del Beato Berriochoa, natural de esa localidad, y profanaron las ermitas de San Roque, San Fausto, San Antonio, San José y Santa Lucía, mutilando las imágenes de aquellos templos. El coadjutor D. Felipe Uribe fue detenido y llevado a Bilbao a pesar de estar enfermo de pleuresía.

La iglesia parroquial de Fica resultó destrozada, sus imágenes deshechas o mutiladas. Dos imágenes de la Virgen que estaban en el museo parroquial, ambas de estilo gótico, del siglo XIV, desaparecieron.

Entre los desmanes que se produjeron en la parroquia de Lemona, se inventariaron los siguientes objetos destruidos: la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, de tamaño grande, resultó completamente destrozada; la imagen del Sagrado Corazón de María decapitada a fuerza de golpes; lo mismo con las imágenes de Nuestra Señora del Rosario, de San José y de San Juan; destrozaron la frente de la imagen de Cristo Rey; la hermosa placa del Corazón de Jesús situada en la fachada de la casa cural sirvió  de blanco a los marxistas y recibió 17 impactos.

Leímos el testimonio del cura de Lemóniz que confesó haber faltado a la promesa contraída con el capellán de los gudaris del Batallón Saseta D. Andrés Onzain, quien pidió prestados los ornamentos religiosos para celebrar en la posición del monte Jata, en la festividad del Corpus Cristi, el cáliz, el misal y ornamentos sagrados, prestados a condición de que los devolviera. No cumplió su palabra y se quedó con ellos, perdiéndolos para siempre la parroquia.

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Hemos podido leer un recibo firmado en Bilbao del día 12 de noviembre de 1936, con el membrete del Gobierno de Euskadi, Justicia y Cultura en el que se transcribe lo que sigue: “Con esta fecha esta Dirección de Bellas Artes recibe al coadjutor de la parroquia de Elgueta, D. Leocadio Guerra, con un tríptico flamenco que existe en el mencionado templo, para su mejor custodia y conservación mientras duren las actuales circunstancias. El Director General de Bellas Artes, José María de Urcelay”. Para su mejor custodia, le dijeron. Lo han custodiado tan bien que este valioso tesoro de incalculable valor no fue devuelto, ni apareció por ninguna parte. Es tremendo pensar los valores morales y materiales que se destruyeron.

En los archivos de los obispados vascongados disponen de numerosos documentos que ratifican los testimonios relacionados en esta página. Se dijo por el Gobierno vasco y por el deán de Canterbury que el culto en Bilbao era libérrimo, que nada había ocurrido en contra de la Iglesia ni de los católicos.

Para terminar, recordemos la condena de los obispos de Vitoria y Pamplona que dijeron: Non licet. Fue inhumano y cruel hacer lo que hicieron los vascos separatistas: unirse a los comunistas y anarquistas contra los católicos, sabiendo que los hijos de Stalin y Bakunin sólo dejaron tras de sí la desolación, la destrucción y la muerte.

Autor

REDACCIÓN