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No cabe duda de que uno de los aspectos más visibles de la globalización es la globalización de la imbecilidad. Estamos construyendo un mundo cada día más globalmente idiotizado. La última muestra de lo que se comenta es el ataque sufrido por la que quizás sea la figura histórica española más relevante, la Reina Isabel la Católica, a la que un ejército de indocumentados ha tildado de esclavista en los últimos días. Como decía Einstein, sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana.

Isabel la Católica no sólo no fue esclavista, sino que protegió los derechos de los pobladores del Nuevo Mundo desde el principio, como muy bien tuvo ocasión de comprobar el propio Cristóbal Colón, al que la monarca quitó su favor por cometer excesos en el trato a estos. No sólo dictó un Decreto en el año 1500 en el que se prohibía expresamente la esclavitud, sino que dedicó todo su reinado a combatirla.

No era precisamente la intención de la reina católica esclavizar o aprovecharse en modo alguno de los indios americanos. A diferencia de la experiencia anglosajona, la misión de la reina católica no era primordialmente el comercio con aquellas tierras, sino su civilización y evangelización. Esta misión sólo pudo llevarse a cabo porque estuvo acompañada de su magnífica visión: emprender un gran proyecto nacional de expansión de la fe católica por el mundo, una vez lograda la unidad interna de España con la conquista del último reducto árabe de Granada el 2 de enero de 1492. Esta visión era complementaria de la de su marido, Fernando, quien tenía idéntico objetivo y misión, pero mirando hacia el este y no hacia el oeste.

El resultado de todo ello fue una construcción nacional todavía no igualada. Con los Reyes Católicos España inicia el período de su mayor esplendor, construyendo un Imperio modélico en lo divino y en lo humano. En lo divino, los Reyes Católicos tienen muy claro el legado que algunos de sus antepasados ya supieron transmitir y que ha sido uno de los rasgos característicos de los momentos más gloriosos de España: poner la espada al servicio de la Cruz. En lo humano, construyen una organización administrativa moderna y eficaz que sirve de apoyo a tan ingente tarea, la cual no se podría haber realizado sin un aparato burocrático tan bien estructurado, sin un contrapeso de poderes tan bien construido y sin un sistema de garantías tan bien dibujado. Y todo ello comienza con los Reyes Católicos.

No podemos extendernos en un artículo de estas características, pero sí podemos poner algunos ejemplos que reflejan bien lo que comentamos.

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Respecto a la organización administrativa, los Reyes Católicos crean instituciones de un rigor, en su organización y funcionamiento, superior a todo lo conocido en la época. La Casa de Contratación de Sevilla y el Consejo de Indias son dos buenos ejemplos de la preocupación personal que la propia Reina Isabel tenía para organizar de la mejor manera posible la relación con los nuevos territorios y la protección de sus pobladores, a quienes se les va a reconocer, poco a poco, los mismos derechos que a los españoles peninsulares.

Respecto del sistema de contrapesos, en aquella época, el poder real era “sujetado” por el poder eclesiástico, no sólo internamente por la Iglesia española sino por el Papa. Todas las actuaciones llevadas a cabo por España en América fueron bendecidas por la autoridad moral, la ONU de aquellos tiempos, que era el Papa, por lo que se puede decir que eran conformes con el Derecho de la época. Internamente, los dominicos de la escuela de Salamanca, respondiendo a las preocupaciones monárquicas, primordialmente, de la Reina Isabel, realizan una labor importantísima en el reconocimiento de derechos a los indios y en el desarrollo, por tanto, de las Leyes de Indias, que era el compendio normativo más importante de la época y que dio lugar al nacimiento incipiente de lo que en la actualidad consideramos el Derecho Internacional Público y al reconocimiento de lo que hoy también conocemos como Derechos Humanos. Destacan en esta tarea Francisco de Vitoria y Domingo de Soto.

Digna de alabanza es también la labor de los jesuitas en las reducciones, lo que sirvió para establecer un modelo de educación, civilización y evangelización difícilmente mejorable.

Por último, es necesario señalar también la labor del Cardenal Cisneros como verdadero impulsor de la reforma administrativa interna e, incluso, de una reforma eclesiástica en España que, de haber sido acometida antes por Roma, no habría servido de vil excusa a la posterior causa luterana, que disfrazó sus aspectos políticos anti españoles con el oropel de la religión.

Podría decirse, forzando la interpretación un poco, que la Corona ejercía en aquella época de poder ejecutivo y que la Iglesia, al menos en el período de los Reyes Católicos, ejerció como verdadero poder legislativo.

Por último, respecto al sistema de garantías, los derechos de los pobladores de la Nueva España estaban garantizados por un sistema judicial que funcionaba razonablemente bien para los estándares de la época, siendo un ejemplo claro de ello los estrictos juicios de residencia a los que se tenían que enfrentar los cargos que en aquellas tierras ejercían algún tipo de poder en nombre de los Reyes de España y los múltiples informes y Cartas de Relación que tenían que remitir a la Península explicando las actividades que allí se estaban llevando a cabo.

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En definitiva, los Reyes Católicos, y muy especialmente la Reina Isabel, ponen los cimientos que van a llevar a España a convertirse en el primer Imperio mundial. Y dicho Imperio duró más que cualquier otro no por casualidad, sino porque fue modélico en su organización y en el trato a sus ciudadanos, que no súbditos. España no practicó nunca colonialismo alguno sino, siguiendo el modelo aprendido de Roma, trató de reproducirse a si misma allende sus fronteras.

La reina Isabel fue ejemplar en muchas cosas (en su modo de vida, en su Fe católica…) pero destacó en la autolimitación que impuso al ejercicio de su poder en favor del bien común de España. No es de extrañar que esto no sea entendido hoy donde los políticos que, en teoría, tienen más limitados sus poderes tienden a extralimitarse. Ella, que tenía menos cortapisas al ejercicio de su poder, tendía a lo contrario.

El Imperio español fue modélico, al menos en sus comienzos, hasta la desaparición de Felipe II. Sus huellas siguen vivas en todos los países donde estuvo presente. Desde la arquitectura de las ciudades, la apuesta por la educación y la sanidad, la lengua y la cultura o las instituciones de gobierno.

Los datos son irrefutables. El nivel de integración de la Sociedad autóctona de los países donde estuvo presente la católica España son muy superiores a los de los otros países donde desembarcaron los luteranos.

Que no nos engañe de nuevo la literatura de guerra anti española. El Imperio español fue modélico y su personaje más ejemplar fue la Reina Isabel. Ella supo ver como nadie la fortaleza de la unidad en la construcción de un ilusiónate y aglutinante proyecto nacional. ¡Ojalá hubiésemos tenido muchos monarcas como ella!

Larga gloria a la Reina Isabel. Larga gloria a España.

Autor

REDACCIÓN