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2019 ha sido un ir y venir de noticias sobre los ataques y decapitaciones de estatuas de Cristóbal Colón en Estados Unidos, y del rechazo de otros símbolos y personajes españoles, entre ellos el del fraile franciscano mallorquín Fray Junípero Serra, o los más recientes del pasado mes de octubre con los ataques a las estatuas de Juan Bautista de Anza y Carlos III en California.

Aunque ahora parece estar muy de moda por el interés mediático que ha tenido el monumental descalabro de estatuas, el asunto no es nuevo. En 1992, en Dakota, ya habían suspendido la celebración de uno de los días más conocidos en Norteamérica después del día de Acción de Gracias, el Columbus Day, una celebración establecida como tal en 1892 por el vigésimo tercer presidente norteamericano Benjamin Harrison, cuando se cumplieron los 400 años de la llegada de Colón a las Bahamas en 1492.

Fueron los representantes de la comunidad italoamericana quienes argumentaban lo equivocado de tal acción, pidiendo explicaciones al gobierno pues resulta que el “explorador” Cristóbal Colón era italiano, de Génova, y así se le reconocía desde finales de los años 30 en Norteamérica cuando el Día de Colón fue declarado fiesta federal.

El motivo, como de costumbre, tenía más tono político que histórico pues el asunto es que la comunidad italiana llevaba años sufriendo ataques xenófobos de algunos políticos en Norteamérica, principalmente por su condición de inmigrantes y católicos.

El reconocimiento y el ensalzamiento de la figura del genovés les devolvió la dignidad y poco a poco su lugar como ciudadanos de derecho en la sociedad norteamericana en la que por tantos años los habían discriminado. Por ello, no es de extrañar que hayan sido los más dispuestos a tratar de evitar que este asunto fuese a más. Ni rastro de los españoles en la batalla. Desde 2014, hemos venido observando que con el pasar de los años, el asunto, lejos de quedar en anécdota, ha ido a mucho más.

Son ya al menos diez universidades, ocho estados y ciento treinta ciudades de EE. UU. los que han cambiado el Día de Colón por el Día de los Pueblos Indígenas; y si bien es cierto que el “explorador” era italiano, ahora resulta que el “genocida” es español. Para entender un poco mejor el reciente auge de tan rápida difusión en América de este desafortunado episodio tendremos que continuar en Latinoamérica en el año 2002, cuando el presidente venezolano Hugo Chávez firma un decreto aboliendo el Día de la Raza que pasaría a llamarse el Día de la Resistencia Indígena.

Un año más tarde, durante la celebración anual, el presidente Chávez declaraba que se negaba a celebrar el Día del Descubrimiento y nos culpaba a los españoles de genocidas equiparando la conquista de América con el genocidio nazi. Un año después, el 12 de octubre de 2004, se juzgó y se condenó, en un acto simbólico, a una estatua de Colón, a la que se derribó, se arrastró y se colgó por los pies bajo el cántico de unos improvisados indígenas.

Además, se ocultó dicha estatua, en símbolo de penitencia, desterrándola al olvido. En estas acusaciones, en la manifestación de estas inusuales y mediáticas acciones, España y los españoles iniciábamos una larga lista de consecuencias que duran hasta nuestros días. Lo que seguramente no le contaron al presidente venezolano es que los españoles que llegaron a aquellas tierras, son los protagonistas del mayor mestizaje de la historia, donde a diferencia del resto de países, en los territorios españoles los matrimonios interraciales eran legales, estaban permitidos y de facto se producían tanto en la península ibérica como en la Nueva España.

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En nuestros archivos tenemos el primer acta de matrimonio interracial en territorio norteamericano, fue en 1565 entre una mujer negra libre –empleada del servicio doméstico que salió de Sevilla en busca de una nueva vida y llegó a la costa de Florida– y un herrero español. Según los datos del World Factbook –una publicación anual que emite la Agencia Central de inteligencia de los Estados Unidos–, y teniendo en cuenta que la población hispanoamericana es principalmente mestiza, extraemos unos datos, en base a los porcentajes de población mestiza en algunas de las áreas del imperialismo español: Perú 85 %, Bolivia 88 %, México 90 %, Ecuador del 92 % y Honduras del 97 %. Por otro lado, las áreas del colonialismo inglés y francés cuentan en Canadá con un porcentaje de indios del 4,4 % y en Estados Unidos con un 0,92 % de indios y un 2,9 % de mestizos.

Esto es debido al conocido como “colonialismo depredador” de estos países que, a diferencia de los españoles que tenían un carácter incluyente, no eran partidarios de mezclarse con la población local. Tal y como lo define el filósofo español Gustavo Bueno en su obra España frente a Europa, los españoles fueron un imperio generador mientras que los ingleses fueron un imperio depredador. Más tarde, uno de sus discípulos, Pedro Insua, en su obra 1492 España contra sus fantasmas, nos recuerda que “casi todos los conquistadores tuvieron hijos naturales mestizos, empezando por Hernán Cortés, no siendo la condición racial obstáculo alguno para la promoción y el ascenso social”. Con esto no estamos negando la brutalidad –que seguro la hubo– por parte de todos los conquistadores, no importa que bandera ondeasen, lo que si queremos poner de manifiesto es la diferencia de estrategia, objetivos y metodología del pueblo español que en ningún caso llegó a aquellas tierras con una intención deliberada de aniquilar a la población.

No nos olvidemos que la principal causa de muerte fueron las enfermedades como la viruela, cuya terrible epidemia llevó, a inicios del siglo XIX, a la puesta en marcha de la primera gran expedición humanitaria de la historia conocida como Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, gracias al médico español Francisco Javier Balmis. El 30 de noviembre de 1803 partía el navío María Pita del puerto de La Coruña con 37 personas a bordo. Fue el rey Carlos IV quien apoyó y sufragó esta primera expedición sanitaria internacional que evito la muerte de miles de personas previniendo los efectos de la mortal epidemia. La vacuna llegó a todos los dominios de Ultramar en América y Filipinas, sin duda una acción alejada de una mentalidad “genocida”. El conocido hispanista norteamericano Charles Lumis, periodista, poeta, fotógrafo, estudiante de Harvard, filántropo, y activista y defensor de los derechos de los indios norteamericanos debería ser un personaje de estudio obligado en nuestras universidades y sus obra sobre el heroísmo de los españoles el libro de cabecera de todos nuestros líderes políticos para que llevasen algunas de sus míticas citas allá donde el antiespañolismo y la leyenda negra traten de señalarnos con el dedo. Una de las cosas más asombrosas de los exploradores españoles –casi tan notable como la misma exploración– es el espíritu humanitario y progresivo que desde el principio hasta el fin caracterizó a sus instituciones. Algunas historias que han perdurado, pintan a esta heroica nación como cruel para los indios; pero la verdad es que la conducta de España en este particular debiera avergonzarnos. La legislación española referente a los indios de todas partes era incomparablemente más extensa, más comprensiva, más sistemática, y más humanitaria que la de Gran Bretaña, la de las colonias y la de los Estados Unidos todas juntas.

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España después de descubrir las Américas, en poco más de cien años de incesante exploración y conquista […] Había construido en el Nuevo mundo centenares de ciudades, cuyos extremos distaban mas de cinco mil millas, con todas las ventajas de la civilización que entonces se conocían, y dos ciudades en lo que ahora es Estados Unidos, habiendo penetrado los españoles en 20 de dichos Estados.

Francia había hecho unas pocas y cautelosas expediciones, que no produjeron ningún fruto y Portugal había fundado unas cuentas poblaciones de poca importancia en la américa del Sur. Inglaterra había permanecido durante todo el siglo en una magistral inacción y entre el Cabo de Hornos y el Polo Norte ni una mala casucha inglesa, ni un solo hijo de Inglaterra.

Los Exploradores Españoles del S. XVI. Vindicación de la acción colonizadora española en América, de Charles F. Lumis (1859-1928) Así las cosas, podríamos atrevernos a reclamar que este rechazo a Colon, los ataques a Fray Junípero Serra, los recientes compromisos verbales y escritos de políticos a ambos lados del Atlántico de acabar con los símbolos del “genocidio” español, junto con acciones similares que están ocurriendo en nuestro país y en Estados Unidos, se manifiestan sin la debida documentación y basan la defensa de estas acciones en rumorología y tendencias históricas que no se han cuestionado con los hechos contrastados adecuadamente y que sin duda cambiarían el discurso al que estamos tan acostumbrados.

Al margen de lo idóneo, lo documentado o lo por documentar, el hecho irrefutable es que estamos ante una situación poco favorable para el pueblo español.

Articulo publicado por en la Tribuna Norteamericana:

Autor

REDACCIÓN