30/09/2024 18:20
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Lo más curioso que trajo el crimen de Estado, el asesinato salvaje, la muerte de Calvo Sotelo,  fue el miedo que se apoderó de todos los españoles. Bueno, el miedo, y la división que se produjo en todos los sectores de la vida española. Porque aquella jornada del 14 de julio ya comenzaron los Hunos y los Hotros a tomar posiciones,  a buscar refugios, a cambiarse de residencia, a preparar las armas, a comprar munición y a concretar quiénes eran los amigos y quiénes los enemigos. El miedo que se apoderó de todos como un virus, como una epidemia, como este coronavirus que nos tiene acollonados a todos desde marzo

Como pudo verse en las primeras páginas de los periódicos del día siguiente, ya que todos, desde «El Sol» a «La Vanguardia», incluyendo a «Crisol», «El Debate», «La Voz», «El Liberal», «La Nación», «El Siglo Futuro» «ABC», «Luz», «La Libertad» coincidieron con un titular idéntico: «¡ES LA GUERRA!»… Incluso el nombre de Calvo Sotelo, el asesinato y hasta la foto del cadáver pasaron a ser la segunda noticia del día…¡Porque la noticia era ¡la guerra!… ¡y, ciertamente, fue la guerra!. Como se supo después aquellos días que pasaron entre el 13 y el 18 de julio las carreteras y las fronteras españolas tuvieron más tráfico que en todos los años de la República. Familias enteras que abandonaban sus domicilios, otras que cargaban sus coches y se marchaban, vía Extremadura hacia Portugal, vía Aragón y Cataluña hacia Francia…o a la finca, o a la casa del vecino… o remodelaban las «Casas del Pueblo» o se sacaban y se limpiaban las escopetas.  Sí, la muerte de Calvo Sotelo era la guerra. Y lo fue.

Pero, lo que hoy quiero resaltar son las reacciones que tuvieron los dirigentes de las Izquierdas, de las Derechas y de los Intelectuales. ¿Qué dijeron al conocer la noticia de la muerte de Calvo Sotelo líderes como Azaña, Largo Caballero, Indalecio Prieto, la Pasionaria… o Alejandro Lerroux, Miguel Maura, Gil Robles, o José Antonio (desde la cárcel)… o personajes como Don Miguel de Unamuno, Don José Ortega y Gasset, Don Salvador de Madariaga, Don Antonio Machado, Don Federico García Lorca o Rafael Alberti?

Dolores Ibárruri «La Pasionaria» 

LAS IZQUIERDAS

Bien pues comencemos por las Izquierdas: el primero, Don Manuel Azaña, el Presidente de la República. Según he podido comprobar Azaña dio dos versiones, una privada y otra pública. A los amigos, a los familiares les dijo lo que ya les adelantaba ayer: «Cipriano, dimito ¿sabes lo de Calvo Sotelo?- Sí lo sé.¡¡Están locos, locos de remate!!… ¡Ese crimen es la guerra…y yo no quiero guerras!. Organiza cuanto antes un viaje de urgencia y nos vamos a la casa esa que has alquilado en Suiza… Dimito y nos vamos. No estoy dispuesto a convivir con locos y… a partir de hoy, asesinos». En público y a la prensa dijo: «Señores, es un crimen execrable, pero ya lo saben, quien siembra vientos recoge tempestades y el señor Calvo Sotelo desde que regresó de su exilio había sembrado muchos vientos».

Manuel Azaña

Largo Caballero, el «Lenin» español, el del programa para su Frente Popular («la independencia del Marruecos español; la liberación de las «naciones oprimidas»: Cataluña, Vascongadas y Galicia; la confiscación de todas las tierras de la Iglesia y de los terratenientes; armar a obreros y paisanos del Frente Popular; la confiscación o control de bienes y empresas y anular todas las deudas adquiridas por campesinos y pequeños comerciantes con la banca, que, en siguientes etapas, sería nacionalizada») y el defensor a ultranza de la Dictadura del Proletariado («La lógica histórica aconseja soluciones más drásticas. Si el estado de alarma no puede someter a las derechas, venga, cuanto antes, la dictadura del Frente Popular. Dictadura por dictadura, la de izquierdas. ¿No quiere el Gobierno? Pues sustitúyale por un Gobierno dictatorial de izquierdas… ¿No quiere la paz civil? Pues sea la guerra civil a fondo. Todo menos el retorno de las derechas»): «No me ha sorprendido, era un provocador y ha encontrado, tal vez, lo que deseaba… ¡Eso sí, por España!»- dijo al conocer la noticia del asesinato

Francisco Largo Caballero

Margarita Nelken, la amiga de algunos de los asesinos y, al parecer, pareja sentimental del guardia de asalto que iba en la camioneta de la muerte José del Río¨:  «Ya se sabe, quién a hierro mata a hierro muere… y el señor Calvo Sotelo había matado a más de uno, ¿o no fue él un asesino cuando la Dictadura?. Hoy, solo les puedo decir una cosa, los autores, para mí, han sido unos héroes».

Indalecio Prieto, el hombre de Estado y ejemplo de Democracia y el de los 17.000 fusiles y 2.000 ametralladoras para la revolución de Asturias  para unos y para otros, el del oro y las joyas del «Vita», el creador de «La Motorizada» (la Gestapo del PSOE), el que esconde al capitán Condés, el jefe del grupo asesino, el que manda robar a mano armada el sumario que se había abierto por el asesinato, el que consigue una amnistía de los delitos cometidos antes del 15 de julio de 1936 (para dejar sin castigo a los asesinos), el protector de Luis Cuenca, el que dispara los dos tiros de la muerte, escribe al día siguiente en «El Liberal» de Bilbao: » La trágica muerte del señor Calvo Sotelo servirá para provocar el alzamiento que ya es inminente… y que será una batalla a muerte, porque cada uno de los bandos sabe que el adversario, si triunfa, no le dará cuartel» esto en público, pero en privado le dice a Julián Zugazagoitia, en ese momento director de «El Socialista» y uno de sus más íntimos colaboradores: «Zuga»,  lo hemos conseguido. Ese hombre era un peligro para nuestro proyecto. Con él muerto y Primo de Rivera en la cárcel, los militares solos no tendrán nada que hacer. Ahora hay que proteger a los nuestros y ayudarles a salir bien como sea». Y más, el 15 de julio, en la Diputación Permanente de las Cortes habla en público por primera vez de los dos crímenes y decimos crímenes porque Prieto siempre unió la muerte de Calvo Sotelo a la del Teniente Castillo, como dejó por escrito en su artículo sobre los dos entierros: «La España actual, reflejada en el cementerio», en el que retrata el clima de guerra civil que vive España «Son tan profundas nuestras diferencias, que ya no pueden estar juntos ni los vivos ni los muertos». En realidad, Prieto trató, incluso en los años de exilio, de justificarse de la muerte de Calvo Sotelo, dado que casi todos los asesinos eran amigos suyos o miembros de «La Motorizada» que él había montado (a dos de ellos les daría, ya en Guerra, cargos de responsabilidad en su Ministerio de Marina).

Indalecio Prieto

La Pasionaria, la comunista por excelencia, la del «No pasarán» y la que le amenazó en las Cortes en varias ocasiones: «Señor Calvo Sotelo, usted que ha sido cómplice de miserables asesinos de antes y de ahora, para vergüenza de la República se está mereciendo la justicia del pueblo» o esto: «Y yo le digo a su Señoría que hay que comenzar por encarcelar a los patronos que se niegan a aceptar los laudos del Gobierno y a los que con cinismo sin igual, llenos de sangre de la represión de Octubre y a los que torturaron y asesinaron a cientos de inocentes y que habrá sangre y no sólo de la nuestra, también la habrá vuestra y tal vez antes de lo que vuestra Señoría crea». Y después, al ser preguntada por la muerte de Calvo Sotelo: «Pues, que ha sido una muerte merecida. Lo que le ha pasado se lo merecía, era un peligro para España. Él, como todos los suyos, no deben seguir vivos. La justicia del pueblo no lo va a permitir».

Conde de Vallellano.

Ángel Galarza: «Lo sabía, sabía que un día u otro moriría como ha muerto… No se puede ir por la vida sembrando pasiones y aplaudiendo Golpes de Estado. Les aseguro que hoy envidio a los autores».

Alejandro Lerroux

Casares Quiroga, el Presidente del Gobierno ese día: «Me lo temía y hasta creo que él mismo lo deseaba. Esta España no era su España… el señor Calvo Sotelo solo tenía en su cabeza una forma de Estado: la Dictadura»

Rafael Alberti el gran poeta de «Marinero en tierra» y el comunista que idolatra al tirano Stalin, el que pone en marcha «el Mono Azul» y dirige los «paseos» de los milicianos asesinos: «¿Ya ha muerto Calvo Sotelo? ¡Estupendo!… Ese nos estaba haciendo pupa. Pero no será el único, la pena es que no cazaran también al de los «300» (se refería a Gil Robles).

 

LAS DERECHAS

Comencemos por la carta que el Nuncio del Vaticano en Madrid envía al Secretario de Estado informándole del asesinato de Calvo Sotelo con fecha 14 de julio. Decía así:

Madrid, 14 Luglio 1936

Nº 114/18

Assassinio

Sig. Calvo Sotelo

Eminenza Reverendissima,

Facendo seguito al mio rispettoso cifrato N. 1 di stamane, compio il dovere di dare all’Eminena Vostra Reverendissima qualche particolare sull’efferato assassinio di cui é rimasto vittima il Deputato Sig. Calvo Sotelo, Capo del Blocco Nazionale.

Seguido por mi respetuoso cifrado N 1 de esta mañana,. cumplo el deber de dar a Su Eminencia Reverendísima los detalles del asesinato del cual ha sido víctima el Diputado Señor Calvo Sotelo, Jefe del Bloque Nacional.

Seconde la versione piú comune, alle 3 di ieri mattina un gruppo di circa 20 persone, vestite di guardie di assalto, hanno circondato l’alloggio del Sig. Calvo Sotelo, situato in questa capitale; vi si sono introdotte a viva forza, ed hanno costretto la povera vittima a prendere posto nel loro autobus, col pretesto, pare, di condurla alla Direzione Generale di Sicurezza per mettere al sicuro la sua vita, che dicevano in pericolo.

Según la versión más común, a las 3 de ayer de la madrugada un grupo de cerca de 20 personas vestidos de guardias de asalto han rodeado el alojamiento del Sr. Calvo Sotelo, situado en esta capital, los cuales se han introducido a viva fuerza, y han obligado a la pobre víctima a tomar un puesto en su autobús, con el pretexto, parece, de conducirla a la Dirección General de Seguridad para poner a salvo su vida, que decían en peligro.

La esposa del infeliz diputado, preocupadísima por cuanto había ocurrido bajo sus propios ojos, después de haber intentado en vano ponerse en comunicación telefónica con la Dirección General de Seguridad (el hilo del teléfono estaba cortado) consiguió al final telefonear, con otro aparato de los vecinos, a dicha Dirección General de Seguridad, llegando a conocer con gran sorpresa y dolor que en la Dirección General de Seguridad no se sabía nada.

Y habiendo resultado negativas las primeras indagaciones hechas al efecto por la Policía, se pensaba que se tratase de un secuestro de la persona.

Hacia el mediodía de ayer la pobre víctima ha sido identificada en el cadáver de un desconocido, llevado a las 4 de ayer madrugada a la cámara mortuoria del cementerio municipal de La Almudena de esta capital con el mismo autobús y los mismos individuos que habían perpetrado el asesinato, los cuales al entregarlo al personal de servicio del cementerio dijeron que se trataba de un desconocido, encontrado muerto en una calle de Madrid.

Calvo Sotelo, foto del cadáver

Parece que el referido delito se debe atribuir a la venganza o represalia por el asesinato del Oficial de la Guardia de Asalto Sr. Castillo, cometido en la tarde del domingo pasado, 12. c.m, sobre la vía pública de esta capital por 4 desconocidos.

Con Calvo Sotelo desaparece una de las más bellas figuras de la vida pública española.

Hombre de alta cultura, ferviente patriota, óptimo católico (hacía pocos días que había tomado los Santos Sacramentos) y excelente padre de familia, deja en el profundo luto a la esposa y cuatro hijos, el mayor de los cuales es una hija de 17 anos.

El horrible asesinato ha producido en todo el país una enorme impresión. No parece todavía que el orden público haya sido alterado, contribuyendo a ello sin duda el Estado de Alarma proclamado en toda la República (Alegato N.1)

El Consejo de Ministros se reunió ayer de urgencia, y ha tomado las primeras medidas para garantizar el orden público gravemente amenazado, y ha comunicado a la Prensa y es difícil todavía hacerse una idea sobre algunas de las previones que el horrible delito tendrá en el país.

Inclinado beso Su Sacra Purpura, con el sentir más profundo de respeto, tengo el honor de reafirmarme ante Vuestra Eminencia Reverendisima.»

 

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Alejandro Lerroux: «Cuando tuve noticias del asesinato de Calvo Sotelo y de quién y quiénes lo habían ideado y ejecutado sin quererlo me eché a llorar… no solo por la vileza humana sino por España… y ya no lo dudé, preparé las maletas y el 17 de julio ya estaba en Portugal». 

El Conde de Vallellano y el Presidente Martínez Barrio. Reproducimos del «Diario de Sesiones» por su interés y para que se sepa cómo funcionaban aquellas Cortes del Frente Popular el «rifirrafe» que se produjo entre don Fernando Suárez de Tangil, conde de Vallellano y el Presidente de las Cortes, don Diego Martínez Barrio, el día 15 de julio de 1936.

«Inmediatamente después de la lectura del documento (se refiere al discurso que publicamos ayer) el señor Suárez de Tangil lo entregó a la mesa e hizo ademan de retirarse.

El Sr . PRESIDENTE : Comprenderán los señores Diputados que el estado de dolor del señor Suarez de Tangil y de la representación parlamentaria en cuyo nombre acaba de leer ese documento fuerzan a la Presidencia a tener un criterio de amplitud que de otra manera no hubiera tenido. Todas las manifestaciones hechas por el Sr. Suarez de Tangil, que corren a cargo de su exclusiva responsabilidad, han podido producirse sin que les ataje la campanilla presidencial, habida cuenta del estado singular de la conciencia personal y política de esos grupos ; pero no extrañará el Sr. Suarez de Tangil -cuando transcurra algún tiempo me hará la justicia de rendir tributo a mi previsión y a mi obligación- que todo lo que no es substancial en el cuerpo del escrito que acaba de leerse, todo lo que significa inculpaciones que pueden estar justificadas por ese estado de dolor, pero que no ]as justifica ciertamente la realidad, no pase al Diario de Sesiones. (El St. Gil Robles pide la palabra.) Llegado el momento de que el documento leído por el señor Suarez de Tangil sea estudiado por el Presidente, este procurara, y cree que conseguirá, que quede libre y expedito el derecho del Sr. Suarez de Tangil y de los grupos que representa a que manifestaciones de su estado de conciencia política tengan constancia oficial ; pero aquellas otras que suponen una exacerbaci6n de las pasiones, unas acusaciones sobre las que no quiero entrar, pero que en estos instantes el enunciarlas contribuirá a envenenar los ánimos aún más de lo que se hallan, el Presidente de la Cámara, cumpliendo un deber que cualquier otro en mi lugar cumpliría también, impedirá que tengan pase. No lo tome el Sr. -Suarez de Tangil ni la representaci6n de sus grupos a descortesía, a falta de atención y, en lo que tienen de humano, a ausencia de colaboración y solidaridad con el dolor que experimentan, que nos es común, sino a previsión obligada, mucho más en quien en estos instantes ]as circunstancias le han deparado obligaciones tan amargas como las que sobre mm pesan .

El Sr. Gil Robles tiene la palabra .

El Sr. GIL ROBLES: Sin perjuicio de tratar con la amplitud debida, en el momento oportuno, el tema planteado por e1 Sr. Suarez de Tangil y recogido por la Presidencia, he pedido la palabra en relaci6n con las que acaba de pronunciar el Sr. Presidente de las Cortes . No he de ocultar que he oído sus palabras con natural alarma. No es mi ánimo censurar la actitud de la Presidencia ni coartar el use de atribuciones que el Reglamento le confiere ; lo que creo absolutamente excesivo, intolerable, desde el punto de vista de las oposiciones, es que la Mesa se arrogue la facultad de tamizar las manifestaciones hechas por los Diputados en una sesi6n de la Diputaci6n permanente, que, a los efectos de publicidad, debe tener igual rango que las sesiones de Cortes para aquello que no constituya una ofensa o que sus autores no sean capaces de mantener.

Si de las palabras del Sr. Suarez de Tangil, de los conceptos por 6l vertidos que en gran parte hacemos nuestros-se deducen acusaciones, la Mesa no tiene más que darles la tramitaci6n adecuada. Tacharlas, hacer que no lleguen al acta, que no sean transcritas. en el Diario de Sesiones, es algo que significa un atentado al derecho, que nunca ha sido desconocido, de las minorías, y que pondría a los que estamos en ciertos n6cleos de oposici6n en la necesidad de considerar si es posible que así habríamos de continuar en la Diputaci6n permanente y en las Cortes . Nada más.

El Sr. PRESIDENTE : El .Sr . Gil Robles ha advertido en sus primeras palabras que la Presidencia tiene una funci6n reglamentaria que, porque la puede ejercer, 1-e es obligado cumplir. No pasara e’1 Presidente del ejercicio de esa funci6n reglamentaria ; . se sostendrá estrictamente dentro de ella, y cuando se haya producido, ejerciendo la facultad reglamentaria en la forma que su conciencia le dicte y su deber le marque, entonces podrá recoger las censuras o los aplausos de los distintos grupos que constituyen la Cámara. y que están representados en la Diputaci6n permanente. Antes seria un poco extemporáneo que el Sr. Gil Robles adelantara el comentario.

La Presidencia lo que ha dicho ~y repite es que va a ejercer esa funci6n reglamentaria ; lo ha dicho como tributo que debía al Sr. Suarez de Tangil . No quiero que si, como me tiene anunciado particularmente, después de hacer las manifestaciones que hemos oído abandona nuestra discusi6n, se vaya con el convencimiento de que va a pasar íntegramente al Diario de Sesiones el documento que ha leído. Quiero que sepa que ,la Presidencia va a ejercer su funci6n reglamentaria . (El Sr. Suarez de Tangil pide la palabra.) ¿Y cómo ha de ejercerla? Confíen los Sres. . Diputados en que yo he de procurar casar, dentro de ]as dificultades que ello tiene, el derecho de todos, dejando a salvo ese derecho, pero procurando que . al ejercitarlo no se agraven los mismos problemas que el Parlamento tiene la obligaci6n, por su alta jerarquía política dentro del país, de resolver.

El Sr. Gil Robles tiene la palabra

El Sr. GIL ROBLES: No era mi ánimo adelantar una censura, sino simplemente exponer un criterio. Las facultades que el Reglamento y la practica parlamentaria otorgan al Presidente de las Cortes son, Aura- y simplemente, las de eliminar del Diario de Sesiones expresiones- malsonantes, excitaciones a la comisi6n de determinados -delitos o violencias. De ahí nunca se ha pasado, ni en las atribuciones del Presidente ni en la práctica parlamentaria

No pretendo con mi juicio sustituir al de la Presidencia ; pero si me atrevo a afirmar, como un criterio propio, que de las palabras del señor Suarez de Tangil no se deduce que el Presidente pueda hacer use de esas facultades para suprimir. Injurias, guitar expresiones malsonantes o eliminar conceptos que pudieran ser delictivos

La actitud que adopta el Sr. Presidente es extraordinariamente alarmante para las minorías. Si la inviolabilidad (leí Diputado queda sometida a normas de la Mesa, a un criterio, que yo tengo la seguridad de que ha de ser inspirado en este caso en los mis altos y patri6ticos m6viles, pero que puede; evidentemente, coartar un derecho, la funci6n parlamentaria esta de mas. Si admitimos aquí las oposiciones la teoría de que no incurriendo en injurias, agravios, delitos o excitaciones a la violencia, puede permitirse la Mesa quitar una frase, reducir un texto o introducir una .correcci6n, ha desaparecido por completo la funci6n parlamentaria, y nosotros, antes de que eso se ‘produzca, queremos que haya un criterio perfectamente definido  por partes de la Diputación permanente de ]as Cortes . Si es así, nosotros tenemos que declarar que la investidura parlamentaria no nos sire para nada.

El Sr. PRESIDENTE : El Sr. Suarez de Tangil tiene la palabra.

El Sr. SUAREZ DE TANGIL: Había pedido la palabra para manifestar que por azares, en este caso de una malaventura, tengo que sustituir como Vocal suplente en la Diputación permanente de las Cortes a mi entrañable, fraternal y queridísimo amigo el Sr. Calvo Sotelo ; que yo no venia aquí a entablar un debate ni a -producir pol6mica, sino sencillamente a decir lo que hubiéramos dicho en una sesi6n publica de la Cámara, si esta se hubiera celebrado en el día de ayer o en cualquiera otro, naturalmente el mas pr6ximo al hecho execrable que toda conciencia honrada debe condenar.

En cuanto a .la interpretaci6n de los preceptos reglamentarios, me atengo. en absoluto a las manifestaciones que con más autoridad que yo; desde todos los puntos de vista, ha hecho el señor Gil Robles .

Gregorio Marañon

Y para quien se va a marchar, para quien mientras no cambie la situación de España y dure este Gobierno, va a hablar POT primera y última vez, probablemente, en la Diputación permanente de las Cortes, poco queda .POT decir. Entrega su pleito a la representaci6n de las demás minorías de la Cámara, a la autoridad, siefn.pre respetada personalmente por mi del Sr. Presidente de la misma, y .si e1 por su parte va a interpretar en conciencia sus deberes, yo entiendo que en conciencia he cumplido ya los míos. Y puesto que no es ocasión ni momento, -por lo  que a mi se refiere, de prolongar este debate incidental sobre el Reg1aniento, a todas luces, desde mi punto de vista, extemporáneo, dejo, como digo, en manos de la representaci6n de las demás oposiciones de la Cámara y a la propia conciencia del Sr. Presidente la resoluci6n que hayan de dar al asunto. Yo, por mi parte, lie cumplido con mi deber, creo que con todo comedimiento y respeto, dominando la situación de mi ánimo.

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El Sr. PRESIDENTE: Espero y deseo que la retirada parlamentaria de los grupos de Renovaci6n Española y tradicionalistas, que han dele-. gado su derecho en S. S ., sea transitoria y que circunstancias bonancibles para todos nos permitan contar de nuevo .dentro de la Cámara con la cooperaci6n de SS. SS. (EI Sr. Suarez de Tangil abandona el salón.)

 

LOS INTELECTUALES

Comenzamos por Don Miguel de Unamuno, el mentor de la Generación del 98, al enterarse del asesinato de Calvo Sotelo comentó: «Lo dije en 1931 y lo digo hoy con más razón. Esta gente de izquierdas son como una jauría de lobos que en las tinieblas y entre aullidos barruntan la presa… pues ya han cazado su presa, el pobre Calvo Sotelo… ahora a esperar lo que viene.. que ya lo gritan los niños en las escuelas: «no queremos catecismos, queremos comunismo». Que Dios nos coja confesados».

Miguel de Unamuno

Ramiro de Maeztu, cuando vio lo que se venía encima y pocos días antes en el Congreso de los Diputados se adelantó y dijo: «SI LOS SOCIALISTAS SOSPECHARAN LOS SENTI-MIENTOS QUE ANIMAN A LAS DERECHAS DE ESTA CÁMARA NO AMENAZARÍAN CON LA REVOLUCIÓN. CREO SER EL HOMBRE MÁS INOFENSIVO DE LA TIERRA. EN UNA BATALLA NO SERVIRÍA MÁS QUE PARA VÍCTIMA, PORQUE NUNCA HE LLEVADO ARMAS, NI LAS LLEVO, Y SI LAS LLEVARA NO SABRÍA USARLAS. PERO CUANDO SE ME CONMINA CON LA REVOLUCIÓN SOCIAL, QUE, DESPUÉS DE LA EXPERIENCIA RUSA, YA SÉ QUE IMPLICA LA MATANZA GENERAL DE LOS BURGUESES, ME ENTRA EL IMPULSO INCONTENIBLE DE QUITARME LA CHAQUETA, NO PARA PELEAR CON NADIE, SINO PARA QUE ME DEN INMEDIATAMENTE LOS CUATRO TIROS QUE ME CORRESPONDAN, PORQUE ES INTOLERABLE SEGUIR VIVIENDO BAJO EL PESO DE UNA AMENAZA QUE ME ESTÁ PERDONANDO LA VIDA».

Así que cuando en la mañana del día 13 se enteró de la muerte de su amigo y correligionario («Acción Española») hizo las maletas y se fue a casa de su también amigo José Luis Vázquez Dodero y le dijo: «José Luis, aquí me tienes, ya sabes que después de Calvo Sotelo yo estoy en la primera fila. También a mi me la tienen jurada. En tu casa, por lo menos, no me cogerán solo». Y, para desgracia suya, así fue, pues antes de que terminase el mes de julio lo detuvieron y unos meses después le dieron los cuatro tiros anunciados en las tapias del cementerio de Aravaca.

Pío Baroja, cuando el vasco se enteró del asesinato de Calvo Sotelo ya no dudó, como tantos españoles más, aquello era la Guerra Civil e inmediatamente preparó con su sobrino Julio Caro Baroja, la marcha a Vera de Bidasoa, su refugio veraniego y su mejor antídoto contra las depresiones. En el viejo caserío de Vera a veces se sentía mejor que en Madrid y por eso cada vez iba más. Pero antes de marcharse quiso hablar con sus amigos, «Azorín» y Maeztu, «Los Tres» de antaño.

—    ¿Y vosotros qué opináis? ¿Qué puede significar la brutal muerte de Calvo Sotelo? –les preguntó en cuanto los tuvo delante.

—    ¿Y tú lo dudas, querido Pio? –dijo «Azorín»–. Es la guerra

—    … Si los militares no actúan pronto –añadió Maeztu-. Me imagino que a estas horas los Generales estarán afilando las espadas. Mola, Franco, Fanjul, Cabanellas y otros no creo que esperen mucho más.

—    Sí, pero la situación de hoy no es la del 32, cuando lo de Sanjurjo… Ahora están los comunistas y esos tienen detrás a Moscú –dijo «Azorín»… Los Sindicatos están hoy mucho más fuertes y más radicalizados.

—    Sí, pero los «borregos» no tienen armas.

—    No te preocupes, Pio, se las darán –añadió Maeztu.

—    ¿Y qué podemos hacer nosotros los intelectuales? –interrumpió Baroja.

—    ¡Rezar!

—    ¡No me jodas «Azorín»! Antes prefiero la muerte.

—    No digas tonterías Pio, y olvídate ya de los curas.

—    Bueno, pues yo ya lo tengo decidido. Esta misma tarde me voy con la familia a Vera. Allí estaré, al menos, cerca de Francia.

Y en Vera de Bidasoa le cogió el 18 de julio, y allí le llegaron las noticias de la sublevación del ejército de África y del General Mola».

Julián Zugazagoitia 

Ramón Pérez de Ayala fue nombrado Embajador en Londres al llegar las Derechas al Poder tras las elecciones de 1933 y al ganar el Frente Popular las elecciones del 1936 cogió las maletas y se volvió a Madrid… y nada más llegar se reunió con sus amigos Ortega, Azorín y Marañón y esta fue la conversación que mantuvieron:

–             Ramón, siento decirte que esto ya no es la República que nosotros soñamos –dijo Ortega nada más sentarse ante un café– España se hunde y estos locos quieren traernos una dictadura del proletariado. Ya lo dije entonces y me quedé corto, «No es esto, No es esto»… No debimos apartarnos y dejarlos solos

–             ¿Y qué podemos hacer ahora? –preguntó tímidamente Pérez de Ayala.

–             ¿Ahora? –se preguntó Marañón–… ahora, rezar. Si Dios no lo remedia esto, es decir nuestra España, a no tardar mucho será un infierno… si ya se están matando unos a otros en las calles y se odian a muerte.

–             ¡La Guerra Civil!… a eso estamos abocados, ya sólo falta la chispa que incendie el polvorín –replicó Ortega.

–             ¿Y no hay ningún «cirujano de hierro» a la vista?

–             Desgraciadamente, no, porque también el Ejercito esta superdividido…

–             Bueno… –y Marañón bajó incluso el tono de su voz– por ahí se dice que hay un grupo de generales que están estudiando la fórmula para poner orden en este caos y detener el avance Comunista

–             Pero ¿y Azaña? ¿no puede hacer nada como Presidente de la República?

–             Azaña es peor que ellos –replicó Ortega– Azaña ya sólo es un títere y además, según me dicen, está hundido y desmoralizado.

–             Eso no me sorprende –intervino Pérez de Ayala–. Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que engendraron y luego nutrieron a los pechos nuestra gran tragedia, todo me parecerá poco… Lo que nunca pude concebir es que hubiesen sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza. Hago una excepción. Me figuré un tiempo que Azaña era de diferente textura y tejido más noble… En octubre del 34 tuve la primera premonición de lo que verdaderamente era Azaña. Leyendo luego sus memorias del barco de guerra —tan ruines y afeminadas— me confirmé. Cuando le he visto, después de mi llegada de Londres, siendo ya Presidente de la República, me entró un escalofrío de terror al observar su espantosa degeneración mental, en el breve espacio de dos años, y adiviné que todo estaba perdido para España.

–             Pues, perdida está, perdidos estamos todos ‑dijo el Doctor Marañón

Ortega y Gasset

¡Ay!, pero lo peor vino días después, cuando el 13 de julio saltó la noticia del asesinato de Calvo Sotelo, porque todos se dieron cuenta que aquello era ya la Guerra Civil y hasta con cierto miedo volvieron a reunirse. Y así fue, ya que a los 5 días se sublevó parte del ejército y llegaron las bombas y los cañones.

–         Dios, estaréis de acuerdo conmigo que esto es la guerra -dijo el bueno de «Azorín» en cuanto se sentaron en una cafetería de la calle Sevilla.

–         ¿La guerra?  -respondió con cierta rabia Ortega- Esto es un crimen de Estado, un acto terrorista, una animalada…Ya podemos prepararnos, porque después de Calvo iremos nosotros…para esta gentuza sólo hay sangre…¿o es que habèis olvidado lo que hicieron con el Zar y su familia los comunistas del «Lénin» ruso, el de verdad, no el de pacotilla que tenemos aquí?… si mataron hasta el perro..

–         Sí, sí, ha sido una salvajada –intervino el Doctor Marañón–, algo increible… Pobre hombre…y cómo le sacaron de la cama y cómo le mataron…¡Dios! Sí, de aquí hay que marcharse ya… yo me marcho esta misma tarde, de momento, a mi cigarral de Toledo.

–         ¿Y los generales? ¿qué se sabe de Mola y de Franco?… como ellos no hagan algo estamos perdidos.–dijo «Azorín», el más asustado de los cuatro.

–          Nada. Ya lo veréis. Sublevarse es una cosa muy seria y muy peligrosa – añadió Pérez de Ayala.

–          Es que tal como están las cosas eso no sería una sublevación, sería una salvación…que es lo que vamos a necesitar: un milagro –sentenció Ortega.

Y los intelectuales siguieron hablando entre miedos y proyectos de defensa o de huída. Lo que no sabían ese día es que tan solo 8 días después iban a tener que firmar, con la pistola en el pecho, un «Manifiesto de los escritores antifascistas» a favor del Gobierno de los asesinos. 

Aquel mismo día Marañón se marchó a su «cigarral» de Toledo y Pérez de Ayala y Ortega se encerraron en sus casas, a la espera, ¡ilusa espera!, de que «aquello» sólo iba a ser un golpe de estado. Error manifiesto, de ahí que sus vidas comenzaran a correr peligro.

Y así tuvieron que afrontar la humillación a la que les sometieron, un grupo de milicianos con las armas en la mano y apuntándoles al pecho, cuando les obligaron a firmar un «Manifiesto de Adhesión al Gobierno» o morir en el acto. Manifiesto que Ortega (como ya se ha contado en otro lugar) rechazó en un primer momento y Pérez de Ayala firmó sin dudarlo (igual harían también Marañón, Menéndez Pidal y otros). Pero Pérez de Ayala esa misma tarde ya no lo dudó y organizó que sus hijos, Juan y Eduardo, se incorporasen al ejercito sublevado (y como soldados de Franco lucharon toda la Guerra) y él mismo organizó su salida de España. Y se sabe que ya el mes de septiembre estaba en París con su mujer, la norteamericana Mabel Rick».

 

José Ortega y Gasset, el hombre del «Delenda est Monarchía» («la Monarquía de Sagunto ha de ser sustituida por una República que despierte en todos los españoles a un tiempo dinamismo y disciplina, llamándolos a la soberana empresa de resucitar la Historia de España»), del «no es esto» :»una cantidad inmensa de españoles que colaboraron con el advenimiento de la República con su acción, con su voto o con lo que es más eficaz que todo esto, con su esperanza, se dicen ahora entre desasosegados y descontentos: ‘¡No es esto, no es esto!'». La República es una cosa. El ‘radicalismo’ es otra. Si no, al tiempo): «Dios ¿y cómo podemos hablar con estos asesinos? Porque está claro que lo que han hecho con Calvo Sotelo es un asesinato animal, trágico. Aquí ya no hay salida: O ELLOS O ESPAÑA».

El primer gobierno de Lerroux 

                                                                   Julio MERINO

               Periodista y Miembro de la Real Academia de Córdoba

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