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Vamos a dejar las cosas claras desde el principio. Yo no voy a hablar del Sabino Fernández Campo del que casi todo este país ha hablado o escrito, por tanto no voy a rebatir a nadie, ni a contrastar sus palabras, ni a comprobar si las versiones que me dio de algunos hechos o personajes fueron correctos o no… yo me voy a limitar a contar lo que viví a su lado y lo que él me contó a mí… Y hago esta aclaración porque sé que los temas de los que voy a hablar han sido, y siguen siendo, polémicos: el caso Bárbara Rey, el caso Marta Gayá, los millones del Oriente Medio, las «amistades peligrosas» (con Mario Conde de por medio) y la devolución del título de Conde de Latores. Pero, no de lo que fueron o fueran realmente, sino de lo que Don Sabino me habló sobre ellos. Mi Reino no es de este mundo… y hace más de 5 años que no veo Televisión (ninguna). También tengo que puntualizar algo importante sobre las fechas, ya que estoy escribiendo hoy (julio del 2020) de lo que me contó Don Sabino ayer (1994-95-96) y de hechos que sucedieron entre 1988 y 1993… y eso quiere decir que los estoy sacando de su contexto, con el peligro que eso conlleva.

Sabino Fernández Campos y Juan Carlos I

Pero, creo que la memoria del gran hombre que fue Don Sabino, mi amigo Sabino, se lo merece.

Y ahora vayamos a los hechos y hablemos de las dimisiones no aceptadas, del cese inesperado e injusto, (una evidente patada Real) de la salida de la Zarzuela y de la ruptura final con el Rey de Don Sabino Fernández Campo, a sabiendas de que de casi todo se ha escrito mucho y hasta se han publicado libros… pero, poco o nada se ha publicado sobre sus Dimisiones y algunos, pocos, sabemos que fueron tres veces y en tres ocasiones muy concretas cuando el fiel y leal Sabino subió al despacho de Su Majestad para decirle ¡basta! y que lo dejaba (que dejaba el puesto de Jefe de la Casa Real). Pues, de esas dimisiones les quiero hablar hoy (gracias a lo que me contó a lo largo de muchas charlas e incluso de lo que me leyó de sus «Recuerdos» escritos puedo hacerlo).

PRIMERA DIMISIÓN. La gente cree –querido Merino– que mi paso por la Zarzuela fue un camino de rosas, pero te aseguro que hubo, tal vez, más espinas que rosas…Un día me pediste que te diera mi opinión sobre cada uno de los miembros de la Familia Real y te la dí, desde la sinceridad, el agradecimiento y el afecto que les tengo…y no te lo voy a recordar ahora que ya estoy fuera y lejos. Pues ¿sabes una cosa? …que mi opinión sobre alguno de ellos (y ellas) cambió, o evolucionó, pero no la de Su Majestad… que siguió, y sigue, siendo la misma. Don Juan Carlos era y es por encima de todo un Borbón… y los Borbones, ya lo sabes, se pierden por las mujeres y el dinero. ¿Sabes cuándo fue la primera vez que choqué con él y hasta llegué a presentarle mi dimisión?… Pues, un día que se presentó en mi despacho «Don Manuel» (se refería a Don Manuel Prado y Colón de Carvajal, el hombre que le llevaba las cuentas y los dineros al Rey, sí, al que Carmen Rigalt llamaba «el manco que tiene la mano más larga de Madrid») y me planteó que había que buscar la fórmula para entregar 50 millones (de pesetas, entonces) a una señora… y sin yo preguntar su nombre lo dijo…Bárbara Rey. Naturalmente, me quedé anonadado… Bueno, no voy a entrar en detalles, amigo mío, sólo decirte que a partir de aquel día mis relaciones con «el manco» cambiaron por completo. El hecho es que aquello me repugnó de tal manera que me tuvo sin dormir varias noches y que una mañana en cuanto llegué a Zarzuela subí a ver a Su Majestad y le pedí que, por razones familiares, (y las tenía de verdad) me relevara de mis obligaciones. Pero, el Rey reaccionó de manera sorprendente, pues se levantó, se vino hacia mí y me abrazó:  «No, Sabino, ahora no, te necesito más que nunca. Le diré a Manolo que los asuntos económicos de la familia no son cosa tuya»… y yo me quedé. ¿Acerté? …Ahora, pasados estos años y lo que me hizo después, tengo mis dudas.

 

Barbara Rey

Bárbara Rey y su primer posado en Interviú

SEGUNDA DIMISIÓN. El caso de Marta Gayá. (Que descubrió mi amigo Juan Luis Galiacho). Pero, llegado aquí me ha parecido importante reproducir antes lo que Manuel Cerdán, el periodista que más sabe de las relaciones del Rey padre con la tal Corinna, publica estos días en «OKdiario» sobre Marta Gayá y aquella escapada a Suiza. Escribe Cerdán:

Marta Gayá en su barco en Ibiza

«Marta Gayá ha sido el amor de más larga trayectoria de Don Juan Carlos y, quizás, la mujer que más amó», declaró a OKDIARIO Jaime Peñafiel. La relación se prolongó durante cerca de 15 años -desde 1990 hasta la aparición de Corinna- con numerosos viajes, travesías por las aguas de Baleares y encuentros furtivos en casa de amigos como José Luis de Vilallonga. Un permanente quebradero de cabeza para el entonces jefe de la Casa del Rey, Sabino Fernández Campo.

También con algunos sobresaltos en 1992, el propio presidente Felipe González desveló ante los periodistas que el Rey estaba «ausente», por lo que no había podido firmar el nombramiento del nuevo ministro de Asuntos Exteriores, tras la salida de Francisco Fernández Ordoñez.

Las palabras de Felipe González provocaron el lógico revuelo entre los periodistas ante lo que, para algunos, era un secreto a voces: el Rey había realizado una de sus escapadas habituales a Suiza junto a su amante mallorquina. La versión oficial que ofreció Fernández Campo fue mucho más bondadosa: el Rey había acudido a Suiza a someterse a «un chequeo médico rutinario».  Por otra parte en «El País» pudo leerse el 23 de junio de 1992 esta información:

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«El Rey volverá hoy, procedente de Suiza, adonde regresó el sábado para concluir las vacaciones que inició el lunes 15 de junio y que interrumpió el viernes para despachar en Madrid, al día siguiente, con el presidente del Gobierno, Felipe González. Previsiblemente, Felipe le informará sobre los cambios decididos, y los nuevos ministros jurarán sus cargos en la Zarzuela mañana. Por la noche, si se mantiene el programa previsto, ofrecerá una cena al presidente de Suráfrica, Frederick de Klerk.

El jefe de la Casa Real, Sabino Fernández Campo, aseguró ayer a la emisora Onda Cero que el motivo del viaje no fue realizar un chequeo médico. «La salud del Rey es excelente», afirmó. «El Rey no realiza viajes tan frecuentes como en algún sitio he leído. Y siempre (viaja) con conocimiento del presidente del Gobierno, con conocimiento por tanto del Gobierno y en constante relación con él, añadió Fernández Campo. Negó también que estas «mínimas vacaciones» hubieran tenido algo que ver con un retraso en el nombramiento del nuevo ministro de Asuntos Exteriores.

Por otra parte, fuentes de Zarzuela confirmaron ayer que el Rey se encontraba en una localidad suiza, que no quisieron concretar, «descansando y haciendo un poco de ejercicio, aunque con moderación», debido a su reciente lesión de rodilla».

Pero, como he dicho al principio, yo no voy a analizar las relaciones del Rey con Marta Gayá, yo me limito a reproducir lo que aquel día de 1994 me contó Don Sabino.

Sí, amigo mío, lo de la Señora Gayá fue mucho más grave, porque el Rey se marchó de España sin avisar a nadie, ni siquiera al Presidente del Gobierno, como era su obligación, y a mí casi me cuesta un infarto, ya que el rumor de que SM se había ido a Suiza con la amante mallorquina se corrió como la pólvora por los mentideros políticos y lo que es más grave, por la Prensa, que, como es natural, acudían a Zarzuela en busca de información buena…y, claro está, tuve que torear el toro como pude y mover todos los hilos posibles para que no se publicara nada, porque, además, la Reina, no dejaba de llorar en silencio…¡Fueron 8 días de vértigo y de insomnios!… que se agravaron por la salida del Gobierno del Ministro Fernández Ordóñez y el nombramiento del nuevo (sería Javier Solana) … si el Rey no estaba el BOE se paraba… Así que tomé una decisión supersecreta. Mandé a Suiza al fiel, leal y gran Jefe de Prensa de la Zarzuela, Fernando Gutiérrez, con un recado drástico y lacónico para SM: «Señor, estáis poniendo en peligro la Monarquía, si no regresáis ¡¡ya!! tendré que organizar vuestro viaje a Cartagena»

Y el mensaje surtió efecto, porque a las 12 de la mañana del día siguiente ya estaba el Rey en su despacho reunido con Felipe González. Pero, sobre las 7 de la tarde me dijo que se marchaba de nuevo porque «tendré que recoger las maletas ¿no?».

Yo sabía, sin embargo, (le conocía muy bien y sabía que mencionarle Cartagena le molestaba) que mi «recadito» no le habría gustado… Por ello en cuanto volvió, era el día de su santo (San Juan), le planteé, otra vez, mis deseos de jubilarme.

Por favor, Sabino, ¿no sabes tú que los Reyes no abdican y que los Grandes de España no dimiten? (me recordaba, claro está, que unos meses antes me había otorgado el condado de Latores con grandeza de España)…

Y otra vez seguí…pero ya nuestras relaciones no serían las mismas. El Rey ya empezaba a tener otros confidentes y yo tampoco era el mismo.

 

TERCERA DIMISIÓN. Los millones del Grupo Torras. «Un día — y aquí reproduzco sus palabras casi al pie de letra, porque las copié delante de él– cuando entré en el despacho de SM me lo encontré con Manolo (bueno, ya sabes, Manuel Prado) y brindando con champán… y eso me sorprendió, porque yo no sabía por qué… lo que no tardó en cantar el tesorero mayor del Reino (y digo tesorero por no decir otra cosa)… Había recaudado del grupo Torras, sí, sí, el de los petrodólares y el señor De la Rosa, 2.000 millones de pesetas el día anterior como un regalo…(fueron estos 2000 millones los que más tarde le llevarían a la cárcel, por la «Operación Wardbase») y dio más detalles, que yo ya ni escuché… y me retiré.

Señor, volveré después, si le parece — y salí del despacho sin más.

Y, naturalmente, volví. Pero, ya, dispuesto a todo… y digo todo, porque a esas alturas yo ya conocía, y lo sabía por la mejor fuente, la escena que en su día le había montado el «Manolo» al Ministro de Hacienda, a la sazón Fernández Ordóñez, por la cuestión del petróleo de los árabes… Según me contó en un viaje que coincidimos cuando ya era Ministro de Exteriores un día se presentó en su despacho Manolo Prado y le dijo:» Señor Ministro, como eres nuevo en el cargo, quiero que sepas que el petróleo de Arabia Saudí y los Emiratos es exclusivamente asunto mío y que nadie, nadie, más que yo puede negociar ni un barril sin mi intervención» … o sea, dándole a entender que los petrodólares eran cosa del Rey… Y así se lo expuse a SM.

Señor, perdonadme por lo que voy a decirle. Pero, no tengo más remedio. Hay que cortar en seco los «tejemanejes» que se trae entre manos Manolo Prado con los del petróleo…Si eso llega a la Prensa va a ser un escándalo… Señor, le recuerdo que las comisiones pueden ser delito… ( y como intentara convencerme de que eso eran habladurías no tuve más remedio que contarle lo de «Don Manuel» con el Ministro, porque, además, yo sabía que la cosa seguía igual).
Está bien Sabino, lo arreglaré…pero no te vayas, por favor, tú eres indispensable en esta Casa.

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Y una vez más, me quedé. Sin pensar lo que en una ocasión me dijo el teniente general Castañón de Mena, siendo Ministro del Ejército y el caballero que me había introducido en la Zarzuela: «Sabino, no olvides nunca que los Borbones ni olvidan ni perdonan».

Selina Scott, la mujer que encandiló al Rey Juan Carlos

 

EL CESE (SIN DIMISIÓN). El libro de Vilallonga, la entrevista con la inglesa Selina y las «amistades peligrosas».

Villalonga con el Rey emérito

Se ha dicho y escrito que Sabino era todo prudencia y diplomacia y que nunca decía una palabra más de las que debiera decir. Y eso es verdad, pero no toda la verdad. Porque don Sabino cuando estaba a solas con alguien que le inspirara confianza abría su corazón y su mente a tumba abierta ( y digo conscientemente a solas, pues es verdad que en cuanto había más de una persona SÍ que medía sus palabras). ¿Los «testigos incómodos» de Maquiavelo? al menos así era conmigo y hasta le he visto llorar en más de una ocasión (¡y no sólo por lo de su nieta y sus hijos!).

Sobre Sabino se creó una leyenda labrada en torno al silencio, el silencio del hombre que por saber tanto callaba. Pero, Sabino nunca ha callado del todo. Siempre fue dejando caer, como «pequeños peces» para que picaran otros peces más grandes. Un día dijo: «Yo no me llevaré ningún secreto a la tumba. El silencio no está necesariamente reñido con la crítica. Yo no quiero presumir de silencio, de callarme porque no puedo decir las cosas gravísimas que sé.

Sí, aquellos tres o cuatro años fueron «los años de la rebeldía». Sabino no había entrado todavía en «los años del perdón», en los que caería después de su boda con María Teresa Álvarez en 1997. Rebelde y hasta furioso se mostraba cuando hablaba de la conspiración urdida contra él por Mario Conde y que le costó la salida de la Zarzuela. Sobre esa conspiración me hablaría largo y tendido, pero tras casi una hora hablando del tema, me pidió que resumiera sus palabras con estas que me dictó él mismo aquella mañana: «Hablando francamente, personas que me empujaron fuera de La Zarzuela, porque les estorbaba, están en peor situación que yo, que ni estoy en el banquillo de los acusados, ni en la cárcel ni pendiente de condena. Pero no quiero que les pase nada a quienes me agredieron y calumniaron. ¡Ahora estoy en la etapa del perdón!»

Así que unidos lo de las comisiones del petróleo, los «amoríos» con la mallorquina, el polémico libro de Vilallonga (por los disgustos que le dio ese libro), la «cariñosa» entrevista que le hizo la inglesa Selina Scott y la «conspiración» de Mario Conde… no pudo sorprenderle el «cese» de aquella noche en «Horcher», pero sí le dolió en el alma el Cómo lo hizo SM. Eso no se lo perdonó… Bueno, al final, y gracias a su joven María Teresa, también. Ella fue la que consiguió que poco antes de morir se reconciliaran ambos.

Aquí debía terminar, pero me queda contarles lo que sucedió con su título de Conde de Latores, con Grandeza de España.

A pesar de las sonrisas…y entre lágrimas

Uno de aquellos días que quedábamos en «Rio Frío» cuando llegué lo encontré muy alterado, cosa rara, rarísima, en él, y sin darme tiempo a preguntarle por su cabreo me soltó de sopetón:

Merino, acabo de mandar al Rey a la China (bueno, dijo otra cosa).
¿Y eso? ¿Qué ha pasado?

Y me contó lo que había pasado. Al parecer un amigo suyo había sido recibido en audiencia por el Rey esa mañana y en el transcurso de la misma y en tono de broma y hablando de Sabino (SM sabía de la amistad de ambos) le dijo que le había dado el título de Conde de Latores cuando debió ser «Conde Delator» (por algo que le habían dicho que había dicho Don Sabino, que no era verdad, y que le había disgustado) … y el tal amigo nada más salir de la Zarzuela se fue y se lo contó… y Don Sabino, sin pensarlo, se plantó en la Zarzuela y cuando estuvo delante del Rey le dijo:

Señor, hace unos años me hizo Conde de Latores y como usted cree que soy un Conde Delator le devuelvo el título. Un delator no se merece ser Conde

Y según él ni esperó respuesta del Rey y se marchó… Fue la ruptura.

Poco después publicó su mejor libro: «Escritos morales y políticos» y me regaló un ejemplar con esta dedicatoria: «A mi amigo Julio Merino, gran periodista y gran escritor, a quien siempre agradeceré su respeto a mis silencios. Algo de lo que él me pedía va en este libro. Un abrazo muy fuerte, Sabino»

Y ese algo del que me hablaba eran estos dos silogismos desdoblados a su modo:

«Dime con quien andas y te diré quién eres…¡NO!… Dime quién eres y te diré con quién andas».

«No más servir a señores que en gusanos se convierten… ¡NO!… No más servir a gusanos que en señores se convierten».

Pero…la procesión va por dentro

Pero, ya saben, yo ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor… y mi señor serán siempre ¡la verdad y la Historia! (o la intraHistoria). 

 Julio MERINO

 Periodista y Miembro de la Real Academia de Córdoba.

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