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La última estatua de Lenin que aún se alzaba en Ucrania (con la excepción de las que se encuentran en los territorios ocupados por Rusia en Crimea y en el este del país) fue derribada por personas desconocidas el 31 de enero. La estatua se encontraba en la aldea Stari Troyany en la región de Odesa. Cuando Ucrania se independizó en 1991 había 5.500 estatuas de Lenin diseminadas por todo el país. A finales de 2013 su número se había reducido a 2.178. La revolución del Maidan provocó una oleada de furor anticomunista y entre el 20 y el 25 de febrero de 2014 fueron derribados 180 monumentos a Lenin. El día 22 marcó un récord histórico, con la desaparición de 89 monumentos al “padre” de la Unión Soviética. 

Bustos de Lenin en el museo al aire libre de Frumushyka-Nova (Ucrania).

El 21 de mayo de 2015, la Rada (parlamento ucraniano) aprobó las leyes de “descomunización” en las que, además de reconocer el carácter criminal de los regímenes nazi y soviético y prohibir el uso público de sus símbolos, se iniciaba el proceso para cambiar los nombres de ciudades, calles y plazas con nombres comunistas y desmantelar todos los monumentos soviéticos. Un total de 917 poblaciones y 27 distritos cambiaron de nombre. Un año después quedaban menos de 1.000 estatuas y bustos de Lenin. El derribo de la estatua en Odesa marca el final de un largo proceso de ruptura con el pasado soviético.

Mientras esto pasa en Ucrania, en la vecina Rusia la situación es completamente distinta. Además de las 5.776 calles rusas con el nombre de Lenin y sus numerosas estatuas, los últimos años han visto la proliferación de monumentos a Stalin y a otros líderes comunistas. La última ciudad que podría unirse a esta tendencia es Murmansk, donde los comunistas están presionando a las autoridades municipales para erigir una estatua de Stalin por “su sincero amor por Rusia, modestia personal, gran inteligencia, exigencia y eficacia”. La propuesta no cuenta con el apoyo oficial del ayuntamiento pero está siendo considerada y podría ser sometida a consulta de la población. 

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Pero había una figura que aún no había sido “rehabilitada”, Lavrenty Beria, el jefe de la policía política, el NKVD, durante la mayor parte del estalinismo. Sus familiares presentaron un recurso en mayo de 2000 ante el Tribunal Supremo de la Federación Rusa para cambiar el veredicto que lo sentenció a muerte por “traición y actividades ilegales contra el partido y el Estado”. La ley rusa permite que los familiares de personas acusadas falsamente de crímenes políticos pueden solicitar rehabilitación. Sin embargo, el Tribunal Supremo negó la petición alegando que “siendo Beria uno de los organizadores de la represión contra su propio pueblo, no debe ser considerado una víctima”.

Lavrenty Beria, el arquitecto del terror de Stalin.

Beria, georgiano como Stalin, fue el organizador de la Checa en Georgia durante los años 20. Su destacado papel en la represión le permitió ascender a secretario del Partido en 1931 y a ser elegido miembro del Comité Central del Partido Comunista en 1934 y participando activamente en la Gran Purga en Transcaucasia (Georgia, Armenia y Azerbaiyán). En 1938 fue nombrado Comisario del Pueblo para Asuntos Internos, convirtiéndose en el máximo responsable de la policía secreta, el NKVD. Entre otros muchos crímenes, en 1940 presentó a Stalin el plan de exterminio de los 22.000 prisioneros polacos que fueron ejecutados en la masacre de Katyn y fue el responsable de la represión y deportaciones en Polonia oriental y en los Estados Bálticos. Durante la Segunda Guerra Mundial organizó las deportaciones masivas de chechenos, ingusetios, tártaros de Crimea y alemanes del Volga a Asia Central. Tras la muerte de Stalin en 1953 fue arrestado y ejecutado por traición. 

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Sin embargo, dentro de esta nueva ola de rehabilitación del pasado soviético, Lavrenty Beria podría seguir los pasos de Stalin o Dzerzhinsky. Rosatom, la agencia de energía atómica de Rusia pretende levantar dos estatuas a Beria en el Pabellón de la Energía Nuclear que se encuentra en la Exhibición de Logros de la Economía Nacional en Moscú. Beria fue nombrado responsable del programa nuclear soviético en diciembre de 1944 y esa es la razón que aduce Rosatom para justificar sus estatuas: “No pretendemos encubrir su legado o justificar de alguna manera las acciones de Beria o negar o restar importancia a los crímenes del estalinismo. No obstante, mantenemos nuestra decisión de incluir a Beria en la instalación que reconstruye las etapas incipientes del programa atómico de la Unión Soviética, porque su papel clave en esos eventos es un hecho documentado”. Rosatom concluye que su intención es “seguir una representación históricamente precisa de estos acontecimientos, a pesar de la sensibilidad con la que algunas partes de esta historia podrían ser percibidas hoy”.

En opinión del historiador ruso Nikita Petrov, especializado en el aparato policial soviético y en la represión contra los polacos, “Beria debería ser recordado por sus crímenes, por ordenar deportaciones en masa de los pueblos del norte del Cáucaso y por las ejecuciones de prisioneros polacos. Fue un pequeño Stalin del Cáucaso”. Sin embargo, y a pesar de la sentencia del Tribunal Supremo, Beria podría ser rehabilitado como el “padre” del proyecto atómico soviético en la nueva memoria histórica selectiva rusa.

Autor

Álvaro Peñas