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Si decimos que este 17 de septiembre se conmemora el séptimo aniversario del fallecimiento de Martí de Riquer i Morera (1914 – 2013), a casi nadie le sonará ni siquiera el nombre, pese a que vivió 99 años.
Martí de Riquer es alguien poco conocido porque luchó como requeté y fue miembro del Tercio carlista de Montserrat, que combatió en la batalla del Ebro durante la guerra civil española.
Pero además de eso, Martí de Riquer fue un escritor, académico, filólogo romanista e historiador medievalista catalán, Doctor en Filología Románica y especialista en literatura trovadoresca y medieval, en literaturas románicas, en Cervantes y “El Quijote”, pero también en Tirant lo Blanc y hasta en el artúrico Perceval. Sus investigaciones ayudaron a comprender mejor “el Quijote”, y reconstruyó el mundo y la poesía de los trovadores en su obra.
Martí de Riquer tuvo una relación fértil con el mundo editorial. Sus primeros libros en catalán, antes de la guerra, los publicó con la editorial Barcino.
En 1934, publicó “L´humanisme català (1388-1494)” Barcelona: Barcino, 1934. Y “Humanisme i decadència en les lletres catalanes” Barcelona: Revista de Catalunya, 1934. Al año siguiente, en 1935, publicó “Comentaris crítics sobre clàssics catalans” Barcelona: Barcino, 1935.
La guerra civil le pilló, claro, en una biblioteca, la del Ateneu Barcelonès. En los primeros meses, se colocó en el servicio de salvamento de Archivos de la Generalitat y desempeñó una labor discreta y eficaz, como todo en él, por interceder por el falangista Luys Santa Marina, del mismo modo que tras la contienda evitó la depuración de una personalidad como Agustí Duran i Sanpere.
Indignado por la persecución religiosa en el bando republicano, Martín de Riquer se pasó en octubre de 1937 al bando nacional. “Me resultaba indignante el asesinato de algunos amigos y había cierta afinidad con los ideales religiosos y de orden del otro lado”, argumentó años después. El destino fue el Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Montserrat, unidad militar compuesta por carlistas catalanes. Con la “Divina comedia” a cuestas, fue serpenteando por una guerra en la que al final acabó perdiendo parte del brazo derecho.
Una vez acabada la guerra, su regreso a Barcelona fue como delegado del Servicio de Propaganda de Falange. Ingresó en la Universidad de Barcelona en el curso 1941 – 1942 como profesor de Literatura Española de la Facultad de Filosofía y letras y más tarde de Filología, y ayudando más tarde al represaliado Joan Petit a reincorporarse a la misma. Ese mismo, año, en 1942, publicó “Manual de heráldica española” Barcelona, Apolo, 1942. El año 1944 se doctoró en Madrid en Filología Románica con la tesis “Traducciones castellanas de Ausias March en la literatura castellana del Siglo de Oro”.
A partir de los años cincuenta, fue catedrático de Literaturas románicas en las universidades Central y Autónoma de Barcelona desde 1950, y participó en grandes obras de consulta como la Historia de la Literatura Universal de 1957-1959, junto a José Maria Valverde, o la Història de la Literatura Catalana de Ariel. Para Planeta dirigió proyectos en varios volúmenes como el Reportaje de la Historia. Pero quizás la relación más personal y fecunda fue la que le ha ligado, desde los años ochenta, con el editor Jaume Vallcorba, que ha recuperado sistemáticamente su trabajo y en cuyos sellos ha publicado desde magnos textos de investigación como “Heràldica catalana” a ensayos como “Tirant lo Blanc, Novela de historia y de ficción”, “Para leer a Cervantes” o “Llegendes Històriques Catalanes”.
Especializado en estudios medievales, Martí de Riquer se distinguió en el campo de la literatura provenzal (“Los trovadores”, tres volúmenes, 1975) de la antigua literatura francesa (“Los cantares de gesta franceses”, 1957; “La leyenda del Graal y temas épicos medievales”, 1968) y de la literatura catalana (ediciones de Tirant lo Blanc, de Joanot Martorell, y de obas de Bernat Metge, Andreu Febrer y Jordi de Sant Jordi).
En el ámbito de la literatura española destacó como uno de los más reputados intérpretes de Miguel de Cervantes y de su máxima creación, “Don Quijote de la Mancha”, con títulos como “Cervantes y el Quijote” (1960). También editó “Caballeros andantes españoles” (1967), “Heráldica catalana desde 1150 a 1550” (1983), “La tragedia de Lancelot” (1984), “Vida y aventuras de Don Pedro Maça” (1984), “Heráldica castellana en tiempos de los Reyes Católicos” (1987), “Cervantes en Barcelona” (1988) y “Aproximación al «Tirant lo Blanc»” (1990, Premio nacional de ensayo). Fue asimismo autor, en colaboración con José Maria Valverde, de una “Historia de la Literatura Universal” (diez volúmenes, 1984-1986).
Fue presidente de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona (1963-1996) y miembro de la Real Academia Española desde 1965.
El 16 de mayo de 1965 ingresó en la Real Academia Española con el discurso titulado “Vida caballeresca en la España del siglo XV”, y le respondió, en nombre de la corporación, Dámaso Alonso. Tal vez sea éste su mejor elogio, el que le dispensó en 1965 Dámaso Alonso en su discurso de contestación al ingresar en la RAE:
“Caso portentoso este de Martín de Riquer, preciso y riguroso en investigaciones de último pormenor, con capacidad a la par de intuición de grandes rasgos definidores de obras, escritores o épocas; que escribe para el más aquilatado especialista cuando hay que dirigirse a él, o, adaptándose, sin perder rigor científico, al público culto en general, cuando es a éste a quien hay que hablar […] El público de Martín de Riquer son a veces media docena de sabios que han pasado su vida con las cabezas inclinadas sobre un acotado problema del fondo de la Edad Media; otras veces, amplias multitudes sedientas de que alguien — ese alguien que en tan pocos casos se encuentra — les sepa enseñar”.
Martí de Riquer creó un ejército de discípulos (entre ellos, Joaquim Molas y Antoni Comas, a quienes legó la continuación de la “Historia de la Literatura Catalana”; Salvador Clotas…). Ante ellos fue desgranando sus trabajos, impecables, sobre los trovadores (en 1948 y ampliado en 1975). También sobre Tirant lo Blanc, pero sobre todo fue autor de una memorable edición del Quijote (1944) y el estudio “Para leer a Cervantes” (2003), que sostenía que el Quijote era una novela de aventuras cómicas escrita por un competente lector de libros de caballería. También trabajó el de Avellaneda y penetró en el círculo artúrico (Perceval o el cuento del Grial). Esa pasión por lo medieval le llevó a estudiar como pocos la heráldica catalana y castellana o a escribir la maravilla “L’anrès del cavaller” (1969).
En 1995 sacó una edición a su cuidado de Chrétien de Troyes, “El cuento del grial de Chrétien de Troyes y sus continuaciones”, Madrid: Siruela, 1995 (con Isabel de Riquer). En 1999 publicó “Quinze generacions d’una família catalana”.
En el 2000 fue Premio Nacional de las Letras Españolas.
En 2008 se publicó la biografía “Martín de Riquer. Vivir la literatura”, escrita por Glòria Soler y Cristina Gatell. “Me extraña que les interese que hablen de mí”, dijo ante 300 personas durante la presentación de su biografía, en marzo de 2008, en el que fue el último acto público al que asistió antes de recluirse en su casa, languideciendo tan sabia como silenciosamente, con su inseparable pipa y la mirada ausente este sabio de las Letras que fue Martí de Riquer.
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