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Entre los años 550 y 540 a.d.C. este portento prodigioso conquistó el imperio de mayor extensión que había tenido la humanidad hasta esas fechas. El imperio persa aqueménida, que duró 200 años hasta que fue conquistado por Alejandro Magno.  Ya desde muy crio dió muestras de su carisma y de su inmenso talento.  Jenofonte nos lo cuenta en su Ciropedia.  Señales de que era un elegido de Dios para tareas importantes. Su suegro Astigiates, rey de los medos, tuvo celos de él y de su leyenda entre sus tropas y lo atacó, antes de que su figura se engrandeciera. El resultado fue que Astigiates cayó derrotado y el rey persa, descendiente de Aquemenes, se anexionó todos los territorios controlados por los medos.
A Lidia llegaron estas noticias, y su rey Creso,poseedor de riquezas legendarias, fue a visitar al oráculo de Delfos.  La respuesta de este fue ambigua. Si cruzas el Hallis un gran imperio caerá. Creso entonces atacó a Ciro y cayó derrotado, cayendo de esta manera un imperio, el suyo propio. Pero el magnánimo Ciro le perdonó la vida y le permitió seguir gobernando bajo su tutela.
Los sacerdotes del Dios Marduk de Babilonia, descontentos con las reformas religiosas del rey Nabonido, le pidieron a Ciro que atacase la legendaria ciudad, que ellos le ayudarían abriendole las puertas de esta. El rey de reyes atacó y venció, conquistando así el imperio neobabilónico.
Los fenicios se apuntaron a caballo ganador y fascinados por el Gran Rey, le entregaron sin lucha Siria y Fenicia con todas sus tropas y navíos. 
Luego fue al noreste de su imperio a sofocar algunas provincias que se habían rebelado. Allí, combatiendo contra la tribu de los masagetas fue derribado de su caballo y murió, tras una triunfal carrera conquistadora.
Fue un gobernante benigno y benevolente.  Solo exigía a sus conquistados el que pagasen el tributo y que permitieran el establecimiento de guarniciones militares en sus territorios.  Fue tolerante con sus religiones y no impuso a estos su religión mazdeista. Incluso permitió a los judíos volver a Israel desde su exilio en Babilonia y reconstruir el derribado templo de Salomón.
Como nos cuenta Jenofonte era generoso y tenía buen tino en el reparto del botín entre sus tropas y generales. La biblia lo alaba profusamente y los profetas judíos lo consideraban un enviado de Dios. Imitado por los grandes generales de todas las épocas, desde Julio César a Napoleón, este conductor de hombres marchaba junto a sus soldados, comía sus comidas y ranchos, dormía al raso y cargaba al frente de las tropas, manchándose de sangre, sin temor a la muerte.
La ‘Ciropedia’ nos lo presenta como un hombre lleno de virtudes. Virtudes persas que cuando sus súbditos las perdieron se perdió el imperio. Así pues fue uno de los pocos personajes amables de la historia, junto con Epaminondas y algún otro.
De carácter suave y no cruel fue magnánimo con los vencidos a los que dejaba seguir en sus cargos bajo su égida personal.
Que falta nos hace un Ciro en nuestra torturada España. Sufridora de malos gobernantes durante varios siglos. Un rey de reyes amado de sus súbditos que conquistase los países musulmanes desde Marruecos hasta Persia y que, respetando al Islám, liberase a sus mujeres del yugo de costumbres y tradiciones milenarias. 
Sería bonito conocer un personaje así y ser coetáneo suyo. Y más todavía servirle y ayudarle en sus trabajos y tareas. Que cargase al frente de sus soldados contra las huestes enemigas llevándolos a la victoria. Que fuese aclamado como Imperator en un montón de batallas triunfales. Y que arreglaste el mundo por al menos 200 o 300 años, instaurando una paz «aqueménida» en todos los territorios bajo su tutela.
Soñar es gratis y hoy lo he soñado mientras caminaba hacia el pueblo de al lado a recoger dos docenas de huevos que me había regalado un amigo de la familia. Durante la caminata pensaba en marchar junto al elegido del Señor por caminos y carreteras y que este nos liberase de esta plaga de politicastros corruptos que tenemos que padecer.
Así que me despido por hoy de ustedes recomendándoles que lean ese maravilloso libro que es la ‘Ciropedia’ y que rueguen al Señor que nos envíe un Ciro que repare las heridas de esta nuestra exhausta España y de nuestra decadente Europa, para que volvamos a ser esa luz del mundo que hemos sido desde los tiempos de Pisístrato.
Y dejemos de ser ese inmenso parque temático en que nos hemos convertido y saltemos al espacio de una vez, conquistando la Luna y Marte junto con las otras potencias mundiales. 

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REDACCIÓN
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