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El Sr. PRESIDENTE DEL SENADO: Tiene la palabra el Sr. Marqués de Sardoal.
El Sr. MARQUES DE SARDOAL: He pedido la palabra para decir muy pocas, que más que nunca en estos momentos son necesarias mesura y circunspección.
Me he levantado para explicar por mí, por el Duque de Veragua y por otros amigos que como yo opinan, cuál es el sentido de nuestro voto en la proposición que se discute.
Comprenderéis, Sres. Representantes, que los que ayer éramos monárquicos, que los que hoy seguimos siendo monárquicos, que los que hemos votado y aceptado la Monarquía porque veíamos en esta forma de Gobierno la más eficaz garantía de la libertad, del orden y del derecho, no podemos por un mero accidente histórico, porque la dinastía haya desaparecido y el trono se encuentre vacante, renegar hoy menos que nunca de aquello que constituye la esencia de nuestra doctrina.
De aquí, pues, Sres. Representantes, la necesidad de explicaros el voto afirmativo que vamos á dar á la proposición. Nosotros, monárquicos de siempre, no podemos deciros á vosotros, republicanos también de siempre, y que al fin de vuestra jornada tocáis el ideal de vuestra vida y el fruto de vuestros afanes, que nuestra fe monárquica se ha entibiado. Si tal dijéramos seríamos indignos á vuestros ojos, desleales ante nuestra conciencia, y nosotros aspiramos á que nuestra honra quede á salvo. (Bien, muy bien.)
Llegamos, pues, al límite de nuestra dignidad y de nuestras convicciones, porque por encima, no de nuestra dignidad, sino de nuestras convicciones, ó mejor dicho, de nuestra conducta del momento, está la salvación de la Patria. (Aplausos.)
La dinastía, señores, ha desaparecido; la Monarquía no es una fórmula abstracta, sino una idea que necesita encarnarse en una persona para constituir una institución; la Monarquía no es hoy posible, porque el Rey que eligieron las Cortes Constituyentes ha marchado; porque no hay quien lo sustituya, porque carecemos, en fin, de las condiciones que la realidad necesita; nosotros, pues, sinceramente monárquicos, aceptamos hoy la República porque preferimos una afirmación honrada á una negación vergonzosa. (Muy bien.)
Sin reclamar vuestra gratitud, estaremos á vuestro lado en el peligro; sin disputaros la gloria de la jornada, contareis con nosotros como soldados de fila, como contareis seguramente con el concurso de todos los hombres de esta Cámara, cualesquiera que sean sus opiniones políticas, unidos en un sentimiento más alto que todo interés de partido; unidos en el sentimiento del amor á la Patria, á la libertad y al orden social, gravemente amenazado. (Aplausos.)
He aquí nuestra actitud, única compatible con nuestra dignidad, y he aquí el sentido de nuestro voto.
Cúmplenos además manifestar hasta dónde y hasta cuándo nos creernos comprometidos en esta conducta sin prejuzgar nuestra conducta ulterior. Estas Cortes han recogido el poder, porque el poder se encontraba huérfano y era preciso recogerlo para salvarlo; estas Cortes además establecen la República como forma de Gobierno: pues bien; nosotros entendemos que lo que hoy hacemos no es legalmente definitivo, y que cualquiera que sea la suerte ulterior que á esta declaración espere, bien haya de ser la República en España una forma permanente de gobierno en este período histórico, ya sea una forma transitoria y efímera, en cualquiera de ambos casos, los poderes que hemos recibido de nuestros comitentes al venir á estas Cortes, por muy latamente que los interpretemos, no alcanzan más allá de donde empiece la soberanía de las Cortes Constituyentes que han de elegirse, y á las cuales corresponde negar ó afirmar nuestro voto.
Por otra parte, nosotros, que formamos en las filas del partido radical, hemos de aparecer en este instante guiados por el mismo patriotismo que revelan las nobles declaraciones que en nombre de otros partidos han hecho muchos dignos individuos de la Cámara, y sacrificamos con resignación nuestra conducta en aras de la salvación y de la libertad de la Patria. (Grandes aplausos.)
Y ahora séame lícito en el día de la desgracia saludar con respeto y simpatía, á la noble dinastía que voté como constituyente, y á la cual jamás hubiera faltado mi concurso leal y desinteresado. (Muy bien.)
Habla Cristino Martos
El Sr. PRESIDENTE DEL SENADO: El Sr. Martos tiene la palabra.
El Sr. MARTOS (D. Cristino): Señores Representantes de la Nación, urge mucho al país; urge á todos los grandes intereses materiales y morales de la sociedad, que pasemos, y que pasemos pronto, de una situación á otra situación; hace pocas horas estábamos en la Monarquía; ahora estamos en la interinidad; urge mucho en bien de todos que entremos pronto en la República.
Es una fortuna, señores, que se haya dado aquí un ejemplo cual no conozco otro en ninguna Nación de la tierra; sin sacudimientos, sin catástrofes, sin efusión de sangre, sin presión exterior, porque aquí cada Diputado va á dar el voto que le inspire su conciencia libre; sin que sea capaz de pesar sobre esa conciencia libre presión alguna de fuera; primero, porque yo no sé que nadie la intente; segundo, porque si alguien la intentase nosotros acudiríamos á rechazarla (Muchos Diputados: Todos, todos); y haya ó no haya Gobierno, para este caso importa poco, todos iremos á la defensa del orden y á la defensa del derecho de esta Asamblea con las bayonetas y los cañones del ejército. (Sí, sí.) Yo no conozco, digo, Nación ninguna, sociedad ninguna, que sin presión exterior, sin violencia, sin catástrofes, sin sacudimientos, sin la menor manifestación externa de alteración de la paz pública, sin otra agitación que aquella que es natural y propia en los pueblos viriles que se preocupan de aquello que tanto les interesa y les importa, pase de una situación monárquica á una situación republicana.
Digo esto, Sres. Representantes de la Nación, no en gloria propia, aunque algo hemos hecho en obsequio de la paz, sacrificando los intereses subalternos; que la paz pública es la primera de las necesidades sociales; no por la parte que en ello ha tenido, que también ha tenido mucha esta patriótica minoría republicana, que minoría ha sido siempre; no por esto, señores, que esto no sería nada comparado con la gravedad del asunto que nos ocupa y con la gravedad de las dificultades que envuelve, sino que lo digo en honra, en glorificación de la Nación española, que ha probado muchas veces, pero singularmente en estas circunstancias, que es el pueblo más digno de gobernarse á sí mismo, y es el pueblo que más digno es, por su conducta, de conquistar y de conservar la libertad.
Pero, señores, sí es una fortuna que la sociedad española pueda pasar sin sacudimiento ninguno de un estado legal á otro, lo cual acredita el poder y la virtud de la esencia democrática que el partido radical ha puesto sobre todo, porque por la virtud de esa esencia democrática se ha venido á demostrar una vez más lo accidentadísimo y lo subalterno de las formas; y esto en medio de esta desdicha nuestra, de esta catástrofe nuestra, que desde el punto de vista de partido monárquico, catástrofe y desdicha tenemos, y yo no lo niego, que las desdichas y las catástrofes que honradamente vienen, honradamente se confiesan, y se reconocen, y se publican; si esto es una fortuna para vuestra idea, es una gloria para los que hemos defendido siempre sobre todo la libertad de la Patria, para los que hemos puesto sobre todo los fundamentos democráticos de nuestra vida; fundamentos que descansaban y descansan en el título primero de la Constitución española, el cual está tan firme y ha echado tantas raíces en esta tierra libre de España, que no obstante todos los sacudimientos que lo combaten, y á pesar de haberse desarraigado una grande y poderosa institución, como es la Monarquía, todavía aquellos principios, ese título primero, esos derechos individuales, ese Evangelio de la democracia y del partido radical entero, están arraigados, están en la conciencia y en la vida de la sociedad española. (Bien, bien.)
Nosotros, señores, pasamos blanda y pacíficamente de una situación á otra; nosotros como partido político; pero no podemos, no debemos pasar sin altas, sinceras y públicas manifestaciones que expliquen nuestra actitud, que salven nuestro decoro, que muestren nuestro desinterés, que signifiquen nuestro patriotismo y que revelen nuestra firme resolución, ahora como en 1868, de salvar la esencia de nuestras ideas, hoy debajo de la forma republicana como entonces la sostuvimos debajo de la monárquica.
No es esto decir, señores, que el partido radical, uno en sus ideas, en su conducta, en sus resoluciones; teniendo, sin embargo, diversos orígenes y habiendo quienes han considerado siempre como dogma fundamental y como principio esencial la Monarquía, y habiendo quienes han considerado la Monarquía como forma, como accidente y no como esencia, no es esto decir que el partido radical reconozca la incompatibilidad de la democracia con la Monarquía. El Sr. Marqués de Sardoal lo ha dicho elocuentemente en nombre suyo y de algún otro amigo, como hubiera podido en esta parte y en todo cuanto ha dicho, decirlo en nombre de todo el partido radical, á que pertenezco, y que me encarga hacer esta declaración.
Si á pesar de este gravísimo hecho de hoy que deploramos amargamente, porque nosotros confiábamos hasta el último momento en la salvación de la libertad y en la garantía del orden debajo de la dinastía de Saboya; y yo, que he sido su Ministro, no creo aventurado decir, exponiendo los sentimientos de todos mis amigos políticos, que todo el partido radical la hubiera defendido á precio de su sangre, mientras la dinastía de Saboya hubiera estado en el Trono; á pesar de ese gravísimo hecho, digo, no creo que se haya hecho una súbita trasformación en nuestras ideas, ni un cambio repentino é inconcebible en nuestra conciencia.
Nosotros seguimos creyendo, y conste esto bien, porque importa que se sepa cómo venimos á esta solución, importa que el país lo sepa, importa que los republicanos de siempre lo sepan, importa que nosotros lo digamos, porque si no somos sinceros y veraces en esta crisis amarga de la Patria, no sé para cuando dejamos la sinceridad; importa, digo, que todos sepan cómo venimos y por qué venimos, y en virtud de qué estímulos de nuestra conciencia.
Nosotros no hemos tomado la iniciativa de la solución contenida en esta proposición, pero la hemos autorizado y hemos querido que al lado de las firmas republicanas llevase también firmas radicales. ¿Por qué? Porque era derecho, porque era obligación de los republicanos de siempre, decir á la Nación y á las Córtes: «ha llegado el momento de proclamar la República;» porque estas declaraciones, estos grandes actos, imponen graves responsabilidades, y yo no rehúyo ninguna; mi partido no la rehúye tampoco; aquí está para todo cuanto contribuya al bien de la libertad y de la Patria. Pero á la vez era derecho, era obligación del partido republicano tomar hoy, como la ha tomado, una grande iniciativa, y decir, nosotros, republicanos de siempre, creemos que las condiciones de la sociedad exigen imperiosamente, exclusivamente, el inmediato planteamiento de la República.
Lo han hecho los republicanos, en cumplimiento de esa obligación. Pensemos los radicales monárquicos y dinásticos, los sustentadores del principio de la alianza de la democracia con la Monarquía, no en lo que nos conviene, ¿quién consulta su conveniencia propia, ni como individuo, ni como partido, cuando tiene que poner los ojos en la conveniencia del país? Pensemos, digo, en lo que al país conviene y lo que como partido político, como fuerza social, porque somos una fuerza social, exige el país de nosotros.
¿Es que hay derecho para preguntar si el sustentar la libertad y procurar el triunfo de las ideas en el Gobierno, es gobernar con ellas y decir al país que la libertad está sobre todo, y luego en una crisis suprema, en un instante amargo, retroceder aquellos hombres, retroceder aquel partido, renunciar á la conveniencia pública, á la fuerza que han recibido de la Nación, á la confianza que con ellos tenía la sociedad, y decir: no sigo, me he equivocado, yo desmayo, yo no puedo continuar, yo renuncio, yo abdico?
Indudablemente pueden abdicarse hasta las más altas dignidades; la dignidad del partido político no puede abdicarse jamás.
Por eso, señores, no la abdicamos; por eso venimos aquí á cumplir sin menoscabo de nuestra dignidad, ni de nuestros principios, ni de nuestra consecuencia, una grande obligación.
Yo celebro mucho que el partido republicano nos reciba; y lo celebro por él, lo celebro por la libertad. Y con la propia afección con que nos recibe, con esa propia afección llegamos nosotros á realizar con ellos la obra común que á todos importa.
Pero conste que de todas maneras hubiéramos contribuido á esa obra; porque no consultamos otra voluntad que la propia, ni otro dictado que el de nuestra propia conciencia y el de nuestro propio deber para realizar aquellas empresas que de todos exige la situación en que nos encontramos.
Y con esto, yo no quiero discutir; yo respeto las opiniones de todos, del propio modo que pido respeto para las mías. Yo digo que honrada y altamente, sin tomar la iniciativa de la grande solución, de la proclamación de la República, nosotros aceptamos la República; y como no basta aceptar la República, nosotros los radicales vamos á votar la República, y vamos á votarla de buen grado.
Si entendéis que con sola nuestra aceptación era suficiente para prestar el concurso exigido por las circunstancias á la libertad y á la Patria; si lo entendéis así los republicanos, nosotros á esto solo prestaríamos nuestro concurso; pero si lo entendéis de otra manera, aunque así lo entendáis, no lo aceptamos porque entendemos otra cosa.
La Monarquía no es una abstracción
Nosotros creemos dos cosas: primero, como ha dicho mi amigo el Sr. Marqués de Sardoal, que la Monarquía no es una abstracción, que la Monarquía es una realidad que se encarna en la vida de las sociedades humanas; ¿y dónde, señores, pregunto yo á todos los españoles imparciales y amantes de la Patria, dónde vamos nosotros los radicales á encarnar ahora el principio de la Monarquía? ¿Le vamos á encarnar en la restauración? Esto, con perdón de todas las opiniones, para nosotros, radicales, sería una vergüenza. ¿Le vamos á encarnar en el absolutismo, en el carlismo? Es, perdóneme el sentido común si de esto me ocupo siquiera, un imposible y un absurdo. ¿Vamos á pensar en la quimera de una nueva elección de Monarca, después de todo lo sucedido? Pues pensaríamos en otro imposible. De modo que seguimos creyendo que el principio monárquico es un buen guardador de la libertad y de la democracia; pero no teniendo encarnación posible de este principio, yo pregunto, ¿es que honradamente podemos hacer otra cosa que votar la República? Por eso vamos á votarla; y además os había anunciado otra cosa y voy, señores, á decírosla. Nosotros somos también, como lo son otros partidos, amantes de la Constitución; la legalidad es nuestro ideal; los procedimientos constitucionales son nuestro ideal, y lo digo con orgullo, perdonadme mi flaqueza, porque yo recuerdo con gloria en este momento que yo soy uno de los autores, el último de todos, pero al cabo autor de esta Constitución que en todo menos en lo que sea objeto de la novedad que introducimos rige todavía para la Nación española. Pero esta Constitución, que tiene unos procedimientos ignorados en otras Constituciones, no es posible, no podemos aplicarla en este momento. No seamos aquí vanos ergotistas; no vengamos aquí á mantener fórmulas vacías, á hacer fácil ostentación de amor riguroso á los procedimientos y á los principios; sobrevienen á veces tan grandes necesidades y tan extraordinarias circunstancias, que se imponen con soberana fuerza á la voluntad de los hombres. (El Sr. Álvarez Bugallal: Pido la palabra en contra.)
Es verdad que la República se impone; es verdad que aunque afectáramos consultar, y realmente consultáramos á la Nación española, por medio del voto universal para que viniesen Cortes Constituyentes, no podría votar otra cosa que la República, porque es imposible que otra cosa votaran.
Y siendo esto así, naciendo esto de la realidad de la situación, ¿cómo hemos de consentir que entre tanto que nosotros discutimos, y nosotros, por respeto á la forma constitucional, respetable en toda otra ocasión menos extraordinaria, examinamos cuál es el camino que debemos tomar, vengan por otro camino más desconocido y peligroso esas mismas opiniones á imponerse, no por el derecho pacífico de la Asamblea, sino por la voluntad brutal muchas veces de los pueblos?
Estamos en una gravísima situación
Estamos en una crítica, gravísima situación; no pasamos á una senda de flores; no vamos á entrar en una situación fácil; vamos á entrar en una situación llena de dificultades, y es preciso el concurso de todo el mundo para salvar estas dificultades. Nosotros venimos aquí con nuestras personas, con nuestra voluntad, con nuestra opinión y con los intereses que están detrás de nosotros y que podamos arrastrar, como yo lo pretendo y lo espero; con todo esto venimos á la República; nosotros vamos á dar no solo nuestro voto, sino el concurso de todas las fuerzas sociales que podemos representar. Nosotros decimos al pueblo de Madrid, al comercio de Madrid, á las clases medias, á los intereses que más especialmente se vinculan en nosotros, que no teman, que no se asusten, que no se arredren ante las contingencias de la libertad. La República será el orden, la República será la paz; que aquí estamos nosotros todos los republicanos de siempre, los monárquicos hasta estos momentos, y republicanos desde mañana, que aquí estamos todos para salvar, no solo la democracia, no solo la libertad, sino todos los intereses sociales; que no viene el diluvio, que ó nosotros hemos de poder poco, ó con la República ha de venir, mediante el concurso del partido radical, que entre otras razones, por esta le presta, el orden, la paz y la libertad.
Antes de sentarme he de deciros, por si algo hubiera olvidado, que respeto la honrada, la dignísima conducta del que fue y sigue siendo nuestro más ilustre amigo, el Sr. Ruiz Zorrilla, el cual, privándose de tomar parte en el Gobierno, él, con tantos medios, con tanta influencia, con tantos amigos, tan queridos y tan respetados de todos nosotros, hace el más grande, el más honrado de los sacrificios, y ¡ojalá que no le hiciera y hubiera accedido á las súplicas que todos le hemos dirigido dejando de tomar parte en la consolidación del orden y de la libertad!
Habla Ruiz Zorrilla (el expresidente del Gobierno)
El Sr. VICEPRESIDENTE (Gómez): El Sr. Ruiz Zorrilla tiene la palabra.
El Sr. RUIZ ZORRILLA (D. Manuel): No voy á molestar por largo tiempo la atención de la Cámara; y antes de pasar adelante, debo decir que me arrepiento de haber dado lugar al incidente que hace poco ha tenido lugar, después de ver que contra mi esperanza se ha discutido esta proposición, se ha de votar y ha de continuar la Asamblea haciendo lo que crea conveniente.
Tampoco molestaría á la Asamblea, á pesar de la alusión que me ha dirigido el Sr. Martos, si no tuviera que cumplir un imperioso deber, y voy á hacerlo en las más breves frases que me sea posible.
Yo no he creído esta tarde que debía estar en el banco ministerial cuando se presentó la renuncia del Rey, cuando la Cámara acordó admitirla, cuando se ha leído el mensaje que se había acordado dirigirle en contestación á la renuncia, porque creí que no debía hacerlo, respetando las decisiones de la Cámara.
Yo creo, Sres. Senadores y Diputados, que no puedo, que no debo, que aunque pudiera y aunque debiera, no quiero ser republicano, y que tampoco soy monárquico, y esta es mi desgracia, porque yo tengo que decir aquí, y puedo decirlo después de los nueve meses que he estado al frente del Gobierno, que todas mis simpatías, que todos mis sentimientos, que todos mis afectos son para los que están del lado de la libertad. Porque, señores, ¿para qué engañar á nadie? ¿Por qué he de procurar esta noche ponerme bien con todos? ¿Para qué? Yo acabo hoy mi historia política, como ya otra vez la terminé volviendo á la vida pública contra mi voluntad. La única vez que me dejé guiar por las impresiones de los demás, la única vez que no me dejé llevar de mis impresiones, es la única que me he equivocado.
No, señores, la última de las vergüenzas para todos los revolucionarios de Setiembre, para todos los hombres liberales, sería la restauración con sus errores y con su impotencia. (El Sr. Esteban Collantes: Basta de prudencia, pido la palabra en contra.) (El Sr. Bautista Alonso: Pido la palabra en pró).
Siento que se haya visto obligado el Sr. Esteban Collantes á pedir la palabra; y por si el Reglamento le pone algún impedimento, dése por aludido. ¿Qué quería S. S. que yo hiciera antes de explicar la situación grave y difícil en que me he hallado, pues esto solo lo conocen mis compañeros; qué querían S. SS. que yo hiciera? ¿Por qué se incomodan los señores representantes del partido moderado, siendo así que ellos han perjudicado cuanto han podido el establecimiento de la Monarquía? que cuando los monárquicos han ayudado, han procurado y han puesto todos los medios de que disponían con la Monarquía, y cuando los republicanos contribuyeron, en bien de la libertad, á que esa Monarquía continuara y se ensayara si era posible la Monarquía con el orden; si yo me callara diera lugar con este silencio á que se creyese que abrigaba la esperanza de una restauración en que no he pensado y que cada vez me parece más imposible. (Aplausos.)
Pues qué, ¿quería el Sr. Collantes que cuando yo me voy á retirar de la vida pública dentro de breves horas, que liberal de toda mi vida y de siempre, y habiendo practicado la libertad desde el Gobierno, no tuviera un adiós como lo tuve en otros momentos críticos para la libertad que deseo, que lejos de ser un mal sea una verdad en mi Patria? (Bien, bien.)
No, señores; esto no podía ser, y con esto no halago á los republicanos ni á los conservadores, pues los primeros saben lo que les decía yo por la mañana; y los conservadores saben lo que les decía yo anoche. Tres veces he podido disponer de los destinos de mi país en interés personal, y las tres veces lo he rehusado, sin más razón que porque no se creyese que me movía un interés personal, pues no quería yo, siendo Gobierno, derramar una sola gota de sangre, aunque de ello hubiera de resultar la libertad.
Siento, Sres. Diputados y Senadores, haber insistido tanto en esto, molestando vuestra atención; pero vosotros me lo perdonareis, así como me perdonareis también el desorden de mis ideas. No sabéis, aunque quizá mis compañeros saben algo, lo que yo he sufrido durante estos últimos ocho días.
Voy á concluir fijando mi posición, sin ofender en ello á nadie y respetando la conducta de todos; pero diciendo á cada uno que proceda como lo tenga por conveniente. Yo creo, señores, que el que más influyó en que se votara la Monarquía popular desde la Presidencia de las Cortes Constituyentes; que el que fue á Italia al frente de la comisión para ofrecer la Corona; que el que ha sido dos veces después Presidente del Consejo de Ministros, y antes Ministro con el Rey Amadeo; que el que tiene los compromisos que yo tengo, y que el que se halla en la situación en que yo me encuentro, y á más le tiene el afecto particular que yo le he profesado, y al que no le he faltado nunca, y mis compañeros lo saben bien, porque saben que yo he sido dinástico y monárquico en la Tertulia y en los clubs, y he sido además liberal y radical en Palacio (Bien, bien); el hombre que ha sido esto, y que se ha encontrado en esta situación, y que además de todo esto no tiene fé, como no la tengo hace un año ó más, ni en los partidos, ni en los hombres, ni en la situación en que se encuentra mi Patria, solo tendría derecho á continuar en la vida pública á impulsos de un móvil personal ó creyendo que mi personalidad podía ayudar algo al triunfo y consolidación de la libertad. Mi personalidad no valdría para realizar ese bello ideal que halagaba hace tiempo, que halagaba en la posición en que me encontraba, créanlo los republicanos, créanme que les quiero y saben la sinceridad con que les he hablado siempre; mi personalidad, repito, no valdría para eso.
¿Y sabéis, señores, por qué? Porque cuando yo hablara de libertad dentro de la República, á todo el mundo le parecería poco, y cuando hablara de orden y quisiera hacerlo en la medida de mis fuerzas, á todo el mundo le parecería mucho.
Señores Senadores y Diputados, me retiro á mi casa, y no puedo prescindir de decir unas cuantas palabras, porque no se abandonan en un momento las inclinaciones y los sentimientos que uno tiene y ha tenido durante toda su vida, y durante una larga vida política como ha sido la mía. Mi partido durante mucho tiempo y por dos ó tres veces seguidas, valiéndose de los medios con que puede esto manifestarse, me eligió su jefe; y los que están aquí, y los que están fuera, y no necesito yo decirlo, quedan en perfecta libertad, y pueden seguir el rumbo que crean más conveniente: mis amigos personales y políticos, y no tengo yo tampoco que decirlo ni hay para qué, saben que he de ser siempre para ellos el mismo.
Respecto á la situación de mi país, quiero que conste que el único medio que había aquí para los republicanos y monárquicos de afianzar la libertad y el orden, era apoyar resuelta y decididamente, cada uno dentro de su doctrina, la dinastía de Sabaya.
Al mismo tiempo quiero que conste también que no son los liberales los que la han combatido, que no son los republicanos los que han contribuido á que desaparezca: cuando se ha hablado de suspender las garantías constitucionales porque vivíamos en la anarquía, yo no comprendía cómo querían que ese Gobierno las suspendiera, cuando precisamente los que proclaman la anarquía eran los defensores del orden. (El Sr. Ulloa: Pido la palabra para una alusión personal.) Yo no hago alusiones á nadie. Concluyo, Sres. Representante de la Nación. Yo soy monárquico-dinástico del Rey Amadeo de la dinastía de Saboya. Yo he sido su Presidente del Consejo de Ministros, y no me creo con derecho ni con razón para ser otra cosa. Yo deseo buenos tiempos y grande felicidad para los que están aquí encargados de realizar la libertad. Mis simpatías ya sabe todo el mundo de parte de quién están, y no necesito repetirlo. He dicho.
Habla el diputado Esteban Collantes
El Sr. ESTEBAN COLLANTES: He pedido la palabra para una alusión.
El Sr. VICEPRESIDENTE (Gómez): Tiene la palabra para una alusión el Sr. Esteban Callantes.
El Sr. ESTEBAN COLLANTES: No teman los señores Representantes de la Nación que mis palabras en estos solemnes momentos sean discordantes de las nobles y patrióticas que han pronunciado mis dignos amigos los Sres. Salaverría y Marqués de Barzanallana. Yo no hubiera dicho una palabra más, porque hemos comprendido lo crítico de las circunstancias, y porque habíamos convenido en que el primero como Diputado, y después el otro como Senador, expresaran aquí cuáles eran nuestros patrióticos sentimientos; y lo han hecho de una manera muy cumplida, y en tan pocas palabras, que al mismo tiempo que han merecido aplauso de sus amigos, han merecido la aprobación de sus adversarios, que es el privilegio de toda conducta recta.
Pues bien; inspirándome en sus patrióticos sentimientos, he de ser breve, claro, conciso, y me he de concretar al punto exacto de la alusión que se me ha hecho. Siento en este momento aparecer como contendedor del Sr. Ruiz Zorrilla, á quien particularmente estimo y á quien no he de combatir hoy que, según ha dicho, se retira de la vida pública. Todos los hombres públicos tienen obligaciones que cumplir, y yo no he de abandonar un instante la obligación que me he impuesto hace cuatro años como monárquico verdadero, como monárquico de una Monarquía á la cual serví un tiempo; pero de una Monarquía á cuyo palacio no volví á poner los pies desde el 17 de Julio de 1854 hasta que la he visto en la emigración. Así es como se puede decir que uno es monárquico; así es como se puede decir que tiene uno compromisos que contrae voluntariamente y sabe desempeñar, sin abandonar en los lances de desgracia.
¿Qué pasa, señores? ¿Qué es lo que ha ocurrido aquí? Que ha hecho abdicación de la Corona un Monarca electivo. ¿Hemos contribuido nosotros á traerle? ¿Hemos contribuido á despedirle? ¿Ha dejado esa Corona porque hemos sido facciosos? ¿Qué conducta es la que ha observado, no solo en esta, sino en todas las legislaturas, esta minoría moderada?
Puede presentarse su conducta como modelo para el pasado, como modelo para el presente, y lo reclamo desde ahora, como modelo para el porvenir. ¿Hemos conspirado contra una Monarquía que ni hemos traído ni hemos reconocido? Sin embargo, contra esa Monarquía ha habido conspiraciones de distinta índole y de diversos partidos políticos. Nos hemos opuesto nosotros en el mismo instante en que ha manifestado D. Amadeo el propósito firme de dejar la Corona, á pagar cortésmente el tributo de respeto y de afecto, solo porque D. Amadeo ha estado sentado en el trono de San Fernando y de Isabel II? ¿Qué más se pide de nosotros? Hemos llenado todos nuestros deberes con escrúpulo, siendo consecuentes y leales con la desgracia; consecuentes con nuestras doctrinas, y hoy corteses con otra desgracia que no hemos procurado. ¿Quién puede presentar en apoyo de su conducta hechos y ejemplos de que todos habéis sido testigos y que todos habéis podido apreciar? Nosotros no os hemos opuesto ninguna dificultad; nosotros hemos venido aquí á discutir, no á pelear. ¿Qué ofensas os hemos hecho? ¿Por qué siquiera no se nos reconocen cualidades que en otras ocasiones nos habéis reconocido? ¿Por qué decís que es degradante y vergonzoso pensar en la restauración? No, no: la restauración la guardamos dentro del pecho, la restauración la guardamos dentro de nuestra alma; no la imponemos; nosotros no tenemos la prudencia y la circunspección bastante para no desconocer las circunstancias actuales.
La gran política que yo aconsejo á mis amigos, y eso que no necesitan ciertamente de mis consejos, porque ellos son más aptos y más ilustrados que yo, es la de saber aguardar el triunfo. Los radicales se lo han dado á los republicanos; ¡quién sabe si los republicanos nos le darán á nosotros! Aguardemos los sucesos.
Señores republicanos, vosotros estáis en el dintel del poder: haced la felicidad de la Patria, y nosotros no os escasearemos nuestros aplausos, ni os negaremos nuestras simpatías, si la Patria es feliz. Pero si desgraciadamente llegara un día, una ocasión como la presente, en que os convenciérais vosotros (como se ha convencido D. Amadeo) de que la República era imposible, tened entendido que hay un Príncipe español, en quien fía la Patria su ventura, su felicidad, su bienestar.
Yo guardo para el Príncipe D. Alfonso todo mi amor, mi constancia y lealtad.
Don Amadeo se marcha, habiendo sido nosotros los únicos que no hemos conspirado contra su autoridad, aunque nunca la reconocimos. Se marcha, porque ha conocido que no ha tenido á su lado monárquicos y dinásticos más que mientras les ha dado el poder, y que esos monárquicos se volvían en contra suya en el momento en que cambiaba de Ministerio. Por esto se marcha y renuncia la Corona.
Tened en cuenta nuestra conducta de hoy para seguirla mañana si os desgraciáis en vuestra empresa.
No aprobamos la República, porque somos monárquicos de veras; pero no somos obstáculo para que libreis la felicidad de la Pátria si esto es compatible con vuestras doctrinas.
Todos tenemos una enseñanza y un escarmiento en los sucesos quo estamos presenciando. Si no nos aprovechamos para hacer la dicha de España, estamos perdidos sin remedio. De todos modos, la historia apreciará nuestra conducta, y hará justicia á la rectitud de nuestras intenciones y á la nobleza de nuestro proceder.
El Sr. VICEPRESIDENTE (Gómez): El Sr. Álvarez Bugallal tiene la palabra para una alusión personal.
El Sr. ÁLVAREZ BUGALLAL: Dos palabras no más, Sres. Diputados, dos palabras. El Sr. Martos acaba de decirlo con la franqueza que le distingue y la autoridad que, como miembro de la comisión constitucional, le corresponde; la proposición que se discute es abiertamente contraria á la Constitución vigente; la proposición que se discute somete á la deliberación de las dos Cámaras reunidas lo que las dos Cámaras ni reunidas ni separadas pueden acordar por carencia notoria y absoluta de competencia y de atribuciones, con arreglo á la ley fundamental del Estado.
Si vuestro primer acto, al establecer la República, constituye un atentado contra la ley fundamental del país, ¿con qué títulos, con qué prestigios pensáis dominar las facciones?
Inútil escrúpulo, farisaico y supersticioso respeto de las fórmulas legales llamáis vosotros, siguiendo al señor Martos, al procedimiento legal que invoco, único que puedo autorizar con mi voto y con mi concurso. ¡Ah, señores! Al escrupuloso respeto de las fórmulas, á la sumisión ciega, á las salvadoras lentitudes que constituyen los procedimientos estrictamente legales, debe la vieja Inglaterra la indisputada é indisputable libertad de que disfruta.
Al régimen de la salud pública y de las improvisaciones; á la supresión de toda fórmula y de todo procedimiento legal, debe la Francia y debe la España de nuestro tiempo la serie de revoluciones infecundas y de menguadas dictaduras á que vivimos y seguiremos viviendo sometidos. No tengo más que decir.
El Sr. VICEPRESIDENTE (Gómez): El Sr. Ulloa tiene la palabra para una alusión personal.
El Sr. ULLOA: Señores Diputados y Senadores, seguro estoy de que habréis apreciado, no solo la sobriedad, sino el patriotismo con que los individuos que nos sentamos en este lado de la Cámara hemos presenciado y tomado parte en este debate. No ha salido de nuestros labios recriminación alguna, aunque tuviéramos derecho para ello; pero nunca creímos que la insensatez y la locura de un hombre llegara á tal extremo, que en vez de contestar en el banquillo de los acusados, se presentase á hacernos cargos en el banco de los acusadores. ¿Dudará alguien en el mundo, habiendo oído y leído los discursos que pronunció en la tarde de ayer y en el día de hoy el Sr. Ruiz Zorrilla, quién es el autor de la crisis tremenda que estamos atravesando, quién ha derribado aquí la dinastía y la Monarquía de Saboya? (Varios Sres. Diputados: Vosotros). Nunca, nunca. (Rumores.) Apelo á los individuos de todos los lados de la Cámara, cualesquiera que sean sus opiniones políticas, y cualquiera que sea la distancia á que estén de nosotros, y digan con la mano puesta sobre su corazón si no hemos sido insultados por el Sr. Ruiz Zorrilla. (Varios señores Diputados: No, no). ¿No? Que se atreva á decirlo el Sr. Ruiz Zorrilla.
¿Qué significa decir que la dinastía y la monarquía habían caído, no por obra de los republicanos, no por obra de los radicales, sino por obra de aquellas personas, de aquellos partidos que habían pedido en días graves y solemnes para la Patria la suspensión de garantías? (El Sr. Ruiz Zorrilla: No he dicho eso.) Me parece que el Sr. Ruiz Zorrilla está trascordado; eso ha dicho, si no con las mismas palabras, con otras que entrañan la misma idea. (Varios Sres. Diputados: A votar cuando acabe el orador.) Me asombraba tanto más, cuanto que el Sr. Ruiz Zorrilla sabe y le consta que ayer mismo, cuando todavía se creía que podía conservarse la legalidad anterior, sabe S. S. con qué eficacia, con qué efusión, con qué desinterés este partido conservador le ha ofrecido, dentro de esa misma legalidad, todos sus esfuerzos como Gobierno. ¿Cómo había de creer yo, señores, que en el día de hoy, día que empezó feliz para la nueva Era, que ha concluido bastante desgraciadamente para la Patria, habíamos de venir á ser nosotros una vez más el blanco de las iras del Sr. Ruiz Zorrilla?
Visto el estado de la Cámara, y después de hacer esta protesta que cumple á mi dignidad y a mi decoro, á la dignidad y al decoro del partido que represento, me siento. (Varios Sres. Diputados: A votar, á votar.)
El Sr. RUIZ ZORRILLA (D. Manuel): Pido la palabra.
El Sr. VICEPRESIDENTE (Gómez): La tiene V. S. para rectificar, y la Presidencia le ruega que sea lo más breve posible, para calmar la ansiedad de la Cámara.
El Sr. RUIZ ZORRILLA (D. Manuel): Al Sr. Esteban Collantes no tengo más que decirle sino que yo aplaudo su discurso, que es un acto de valor.
Una rectificación al Sr. Ulloa. Yo no examinaba la situación en que S. S. y sus amigos pedían la suspensión de garantías; yo me refería á la creencia que tenía todo el mundo de que nosotros debíamos acudir á ese medio que hemos rehusado. Si S. S. quería hablar, no tenía que tomar pretexto de mis palabras para hacerlo.
Yo no decía que el partido conservador hubiera sido el que había concluido con la dinastía de Saboya; hacia una comparación diciendo: «no tienen la culpa los republicanos, tienen la culpa los monárquicos;» el que se sienta aludido por ello, él lo sabrá.
En cuanto á la oferta de ayer, de los amigos de su señoría, no tengo para qué hablar aquí, porque hubo tres y no quiero examinarlas ahora: cuando llegue el momento de que hable de cada una de las tres, entonces diré al país lo que crea conveniente.
Muchos Sres. Diputados: A votar, á votar.
El Sr. CASTELAR. Pido la palabra
El Sr. VICEPRESIDENTE (Gómez): El Sr. Castelar tiene la palabra.
El Sr. CASTELAR: Dos palabras, porque lo supremo de las circunstancias y lo decisivo de la hora no me permiten decir más.
Señores Diputados, aquí el partido republicano no reivindica la gloria que sería para él de haber destruido la Monarquía; no os echéis vosotros tampoco en cara la responsabilidad de este momento supremo. No; nadie ha destruido la Monarquía en España: nadie la ha matado. Yo, que tanto he contribuido á que este momento viniera, yo debo decir que no siento en mi conciencia, no, el mérito de haber concluido con la Monarquía; la Monarquía ha muerto por una descomposición interior; la Monarquía ha muerto sin que nadie, absolutamente nadie, haya contribuido á ello más que la providencia de Dios.
Señores, con Fernando VII murió la Monarquía tradicional; con la fuga de Doña Isabel II la Monarquía parlamentaria; con la renuncia de D. Amadeo de Saboya la Monarquía democrática: nadie ha acabado con ella; ha muerto por sí misma. Nadie trae la República; la traen todas las circunstancias; la trae una conjuración de la sociedad, de la naturaleza y de la historia. Señores, saludémosla como el sol que se levanta por su propia fuerza en el cielo de nuestra Patria.» (Grandes aplausos.)
Leída segunda vez la proposición, y hecha la pregunta por el Sr. Secretario Moreno Rodríguez de si se aprobaba, dijo
El Sr. ARDANAZ: Pido que se vote por partes.
El Sr. JOVE Y HEVIA: Pido que se lea el artículo 179 del Reglamento.
El Sr. SECRETARIO (Moreno Rodríguez): Dice así:
«Articulo 179. Si un Diputado pidiere que un artículo, dictamen ó proyecto se vote por partes, el Congreso resolverá lo que estime conveniente.»
El Sr. VICEPRESIDENTE (Gómez): Se va á consultar á la Asamblea si se votará por partes. (Murmullos; interrupciones.)
El Sr. DÍAZ QUINTERO: Pido la palabra para una cuestión de orden.
¿Quién ha dicho que está vigente el Reglamento del Congreso? Aquí no rigen ni el Reglamento del Congreso, ni tampoco el del Senado.
El Sr. VICEPRESIDENTE (Gómez): Se va á preguntar por un Sr. Secretario si se votará por partes la proposición.
El Sr. FIGUERAS: Como nosotros estamos interesados como el que más en el resultado de esta proposición, no tenemos inconveniente en que se vote por partes, y pido á la Asamblea que excuse la dilación.
El Sr. GIL BERGES: Pido también á la Asamblea que la primera parte se vote en votación ordinaria. (Varios Sres. Diputados: No, no.)
El Sr. VICEPRESIDENTE (Gómez): Que tenga la bondad el Sr. Ardanaz de señalar las dos partes en que pueda dividirse la proposición.
Ruego al Sr. Secretario se sirva leer el primer párrafo de la proposición.
El Sr. SECRETARIO (Moreno Rodríguez): Dice así: «La Asamblea Nacional reasume todos los poderes y declara como forma de gobierno de la Nación la República, dejando á las Cortes Constituyentes la organización de esta forma de gobierno.»
El Sr. ARDANAZ: Esa es la primera parte; la forma de gobierno.
El Sr. Secretario Moreno Rodríguez leyó: «Y se elegirá por nombramiento directo de la Asamblea el Poder ejecutivo, que será amovible y responsable ante la misma.»
El Sr. ARDANAZ: Esa es la segunda parte.
El Sr. VICEPRESIDENTE (Gómez): Se pone á votación la primera parte.
El Sr. CALDERÓN COLLANTES: A mi juicio, la proposición contiene tres partes: primera; la que declara que las Cortes asumen el poder público; segunda, la que establece la forma de gobierno, y tercera, la que establece el Gobierno.
El Sr. FIGUERAS: Señor Presidente, pido la palabra para decir dos á mi amigo D. Fernando Calderón Collantes.
El Sr. VICEPRESIDENTE (Gómez): La tiene V. S.
El Sr. FIGUERAS: Creo que el Sr. Calderón Collantes, conociendo mi buena fe, aceptará las explicaciones que voy á dar como buenas y como justas.
Si no hubiera actos de la Asamblea que hubieran ya prejuzgado la cuestión de hecho, el acto de S. S. de querer dividir la proposición, estaría muy bien en pedir que en vez de dos partes fueran tres las de la proposición; pero en el mero hecho de venir el Senado al Congreso, y de formar una sola Asamblea, y de haberse llamado Asamblea Nacional española, está implícita y virtualmente comprendido que esta Asamblea es la única representación de la soberanía y la que tiene en sí todo el poder. (El Sr. Calderón Collantes: No se niega; eso os lo que yo voto.)
Entiendo el objeto del Sr. Calderón Collantes; dice, y dice muy bien: «nosotros, que en esta proposición encontramos una parte, una parte que podemos votar, queremos votarla; y como encontramos otra que no la podemos votar porque se separa de nuestros principios, la queremos separar.» Pues bueno; puesto que S. S. al votar la proposición acepta su primer extremo, porque está votado, y si no lo estuviera S. SS. consignarían su voto, me parece que estas declaraciones bastan para dejar á salvo lo que ha dicho S. S.»
La votación
Puesta á votación la primera parte de la proposición indicada por el Sr. Ardanaz, y habiendo pedido suficiente número de Representantes que fuera nominal, así se verificó, resultando aprobada por 258 votos contra 32, en la forma siguiente:
(Agradecimiento. Poder entrar en el “Diario de sesiones” del Congreso de los Diputados y poder reproducir los textos de los numerosos discursos que se pronunciaron el día 11 de febrero de 1873, el día que cayó la monarquía de don Amadeo de Saboya y llegó la Primera República ha podido ser gracias a la colaboración y esmero que ha puesto ene ello el experto en informática José Manuel Nieto Rosa. Gracias por ello)
Continuará
Por la transcripción: Julio MERINO
Periodista y Miembro de la Real Academia de Córdoba
Autor
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Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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