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No diga hostelería, diga ruina (y demás pymes). Y, siento decírtelo, te dejaste arruinar. Sumiso ante los tiranos de turno, desde marzo hasta hoy. «Nosotros cumplimos todos los protocolos de seguridad». Y covidiotas monsergas verborrágicas semejantes. Al no rebelarte el mismísimo 14 de marzo, te suicidaron. Y te dejaste suicidar. En parte te mereces tu miseria, por cagón. «You were given the choice between war and dishonour. You chose dishonour and you will have war». ¿ Recuerdas la cita del orondo Churchill? Pues eso, tuviste ambas cosas, ruina (guerra) y, sobre todo, deshonor, intentando evitar, cual arrastrada babosa, la primera.
Bares, qué lugares
Bares, lugares únicos. El mejor sitio del mundo. Los mejores momentos de mi vida, sin duda. Los bilbaínos, La Viña de la Villa o Sorkunde. Los costeros, vizcaínos, Txangurru, Aritza Bodegoia, Itsas Ondo, o, desde luego, el mítico Lumentza. Madrileño, el amigo López siempre. O también costeros, malagueños, mi querido Dunia o el también apreciado Eurogallo. Y tantos…
Bares, qué lugares, tan gratos para conversar. No hay como el calor del amor en un bar. Recuerden a Gabinete. Incluso los benditos bares de ese mejunje zarzaparrillesco. Cola dicen. Pero tras la suculenta exhibición de cobardía, ya no quedan benditos bares. Casi no quedan, precisemos.
Un vacunado transgenizado acojona a cualquiera
Hipnótica foto. ¿Dónde te hallas, taberna fantástica? Tabernero, te amo, eres mi hombre. Allá quiero ir. Inflarme a cafés solos sin azúcar. Violando el puto toque de queda, como debe ser. Recordando a las mentirosas, ilegítimas y terroristas autoridades, para cojones los míos.
Y como dice el amigo David, certero, se «rumorea que los vacunados están pidiendo cruzcampo en algunos bares, empiezan los efectos secundarios». Un vacunado transgenizado acojona, la verdad. Y espero que el dueño no nos flagele, en la caja tonta, con Tres Capas de Calzoncillos. O con cualquiera de las covidiotísimas radios de «derechas», ensotanadas o «liberales».
La libertad siempre, mientras no jodas la mía
Siempre defendí la libertad, desde criajo. Irrestricta. El que se quiera chutar el matarratas, libre, libérrimo. El que desee llevar un bozal esclavo, ídem. ¿Tanto cuesta entender? Y los que jamás nos pondremos semejantes mierdas liberticidas, tóxicas y genocidas, ¿no podemos tomar un café en paz? Vuestra estafa, tan enorme como una catedral. Y nos negamos – y nos negaremos siempre y en todo momento – a aceptarla. Así que más gloriosas tabernas así e, indudablemente, triunfarán. Como Los Chichos. En fin.
Autor
- Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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