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En este breve artículo no pretendo contestar a las disparatadas interpretaciones que nos brindan, para deleite de nuestro humor, aquellos que rinden culto a una figura histórica con religiosidad monjil e interpretan los hechos desde la erótica de la violencia revolucionaria. Vamos a ver pues, porque Ramiro Ledesma Ramos –el fascista español– fue el mejor representante del marxismo disidente, es decir de esa corriente de pensamiento no autónoma al que se trata de dar estatuto de independencia epistemológica, cuando si quiera la tiene ontológicamente: el fascismo. De modo que veamos a Ramiro desde Ramiro o dicho de otra forma por la hermenéutica de sus textos; que por ser el zamorano el primer comentarista español de Heidegger, es el mejor tributo que le puede hacer, pues fue esto su mayor aportación al mundo hispano, y no sus alocadas aventuras políticas. Por tanto cada texto en cursiva de los expuestos a continuación corresponden a los escritos por nuestro personaje, textos que cualquiera pude consultar: ¿fascismo en España?, Discurso a la juventudes de España, sus artículos de La conquista del Estado y la revista JONS.
El fascismo de Ramiro
Ramiro no fue un pensador original, sino uno de tantos hombre de su época que había asumido la tesis fundamental del marxismo: la laucha de clases. Pero durante su vida se produjo un hecho insólito, un militante del partido socialista italiano había propuesto el marxismo nacionalista consiguiendo un éxito rotundo en su país, mientras que un pintor austríaco con la misma tesis estaba seduciendo a los alemanes aludiendo a la dignidad que la paz de Versalles les había quitado. El Joven Ramiro quedó fascinado por la acción revolucionaria, por el poder y la violencia de los nuevos movimientos sociales que se extendían por la vieja Europa como un maremoto que en aquel momento parecía imparable. El zamorano se propuso imitar los movimientos de sus contemporáneos no sin justificar lo particular de su fascismo:
«Por nuestra parte, nos inclinamos a negar al fascismo propiamente dicho características universales.».
«A lo que se alude, es a una política concordante con lo que en el panorama de las luchas políticas mundiales se conoce como «Fascismo»».
Lo que supone un pobre intento de nuestro joven filósofo por justificar lo genuino y propio que podría tener un fascismo a la española liderado por él mismo.
El marxismo de Ramiro
Ramiro entendía el fascismo como un marxismo superlativo, no se desentendía ni rechazaba sus tesis fundamentales, sino que la interpretación del los postulados le resultaba arcaica y el método obsoleto:
«Su estrategia de lucha contra una fuerza social – el marxismo, el partido clasista de los proletarios – , vendiéndola revolucionariamente, y sustituyéndola en la ilusión y el entusiasmo de masas».
«Juzguese la capacidad expansiva de un régimen como el fascista de Italia, que se presentó desde el primer día, con inteligente petulancia, como el régimen superardor».
Tampoco escatimaba en la dialéctica revolucionaria que consideraba imprescindible, ni en el viejo discurso del clases marxista:
«Desalojar de su servicio a las viejas oligarquías de sentido demoburgués y conservador, restringen de hecho las posibilidades y grandezas de la patria. Poner la patria sobre los hombros de las juventudes, de los productores y soldados».
Pero lo fundamental es el hecho de Ramiro admite con conocimiento de causa –por ser él hegeliano– que su fascismo es estricto sesu la competencia del marxismo no su extremo opuesto:
«En este sentido, la rivalidad mundial fascismo-marxismo lo es en tanto las clases medias y los proletarios clasistas se disputan violentamente el puesto de mando en la revolución, así como cuál de los dos incorporará al otro a su empresa».
Mas claro agua.
Su plan consistía en el mismo que el de sus predecesores: atraer a los antiguos marxistas a militar en sus organización fascista-marxista –esta expresión no es caprichosa, sino que como se ve en el párrafo superior la utiliza el mismo Ramiro–
«En su lucha con los bolcheviques, el fascismo dispone de otra arma tanto más eficaz que la violencia, cobre todo para disputarse el dominio entre los trabajadores. En sus actitud social, su espíritu social».
«Un movimiento fascista de envergadura ambiciosa tiene, en la realidad del izquierdismo español, la mejor y más clara indicación de cual es su verdadero camino»
Y por si fuera poco nos dejá escrito que la unidad de la patria solo es posible en ese espíritu marxista-fascista en cualquiera de sus dos cara:
«la escuela única, sólo es posible en un estado totalitario, sea fascista o bolchevique».
Como no pudo ser de otra forma los militantes de las JONS eran en su mayoría de procedencia marxista y anarquista, todos conocidos por su violencia extrema, cualidad que apreciaba el jefe del partido fascista-marxista:
«Es bien conocido el hecho. Tanto en Italia como en Alemania, la expansión fascista arrebata con frecuencia al marxismo buen número de combatientes revolucionarios»
«Cuando un partido combativo, cuya consigna fundamental es la pelea, no lucha ni combate con sus enemigos, fatalmente ocurre de desaparece desde dentro, en luchas internas supletoria»
Ledesma fue un joven obsesionado con la violencia, en sus escritos no escatima en expresar su admiración por los militantes más violentos de su organización, y es que el zamorano bebió de las fuentes filosóficas de las que hoy aborrece la derecha sociológica, y en las que se ampara todo el movimiento postmoderno.
Influencias filosóficas de Ramiro
La influencia filosófica fundamental de Ramiro fue Nietzsche: este filósofo fue el gran hito del relativismo moral: Más allá del bien y del mal, Hecce Homo –autobiografía intelectual– y El anticristo, obras donde expone a su superhombre superador de la patética moral cristiana, la moral del rebaño, el platonismo del pueblo que debe sustituida por la moral del hombre violento:
« Despreocupados, irónicos, violentos – así nos quiere la sabiduría: es una mujer que únicamente ama a un guerrero» (Nietzsche)
Y sobre esto dice Ledesma:
«Hay que desconfiar de todo lo que por esos mundos de Dios se llama moral. La moral no debe existir en los terrenos del espíritu. […] La moral es una palabra vacua. […] Y por eso las religiones no podrán contar entre sus adeptos a ciertos pandes hombres.’^ Todos sabemos lo que es «la bondad», una de las manifestaciones de la debilidad del hombre. Afirmo que el «hombre bueno» es una especie de «hazmerreír» en la sociedad de todos los tiempos. La «bondad» es la mayor parte de las veces timidez, falta de carácter y cobardía. Otras veces, es un exagerado amor al prójimo, amor que si lo sintieran todos los hombres engendrarían el más desastroso nihilismo»
Por su puesto, vuelvo a destacar que Ramiro no fue un pensador original, si ya copió el nombre de su periódico de Curzio Malaparte –la conquista dello Stato–, el Discurso a las juventudes de España pretendía ser el equivalente del Discurso a la nación alemana de Fitche y ¿Fascismo en España? El equivalente al Mein Kampf de Hitler. Pero es que tampoco se le puede exigir más a un hombre de 30 años, aun siendo un intelectual para su edad y época histórica.
De Ortega adoptó lo peor de sus concepciones liberales, a través de él conoció la escuela de Marburgo y las tendencias existencialistas –en las que hoy se fundamenta toda la órbita del marxismo cultural– cuyo indiscutible representante fue Heidegger –el maestro de Gadamer, padre de la hermenéutica–. A través de las obras de Ortega: España invertebrada y la rebelión de las masas conoce a Nietzsche, y asumió la tesis ortegiana de aristocracismo radical que Ledesma interpretó como la aristofobia popular al caudillaje del superhombre (que es como el el debía considerarse) lo que tampoco le impidió lanzar duras criticas a su maestro:
«Yo admiro mucho a Ortega como profesor —y aun creador— de filosofía. En cambio, me parece un político endeble sin valor para reconocer los hechos políticos nuevos que aún no tengan marchamo ideológico alguno».
De Hegel adoptó su colectivismo, llegando incluso a señalar que el «individuo ha muerto» y del filosofo escribió:
«Frente a todo eso triunfa hoy en el mundo el nuevo Estado, cuyo precursor ideológico más pulcro es Hegel. El Estado es ya eso que hace posible el que un pueblo entre en la Historia y lleve a efecto grandes cosas. Pueblo y Estado son algo indisoluble, fundido, cuyo nombre es todo un designio gigantesco»
De Marx asumió lo propio del fascismo, lo fundamental: el materialismo, y en lo estrictamente político la lucha de clases. De Sorel heredó el sindicalismo revolucionario, es decir su obsesión por la violencia como método, que impregnan la mayoría de sus escritos y discursos políticos.
El error fundamental de Ramiro.
El error fundamental de Ramiro fue más elemental, y en el que otros antes que él ya habían incurrido ―como su admirado Napoleón–. Su impaciencia, el sumergimiento en los movimientos filosóficos de vanguardia, y el ambiente intelectual de la época lo alejaron de la realidad española de su tiempo . No supo ver que la unidad del pueblo español reside en su tradición cristiana:
«Hoy el catolicismo no influye sino en una parte del país y comprende, además, en su seno una gran porción de gentes desprovistas de espíritu nacional brioso. El factor religioso y católico en la España actual puede muy bien, no ser ya ineficaz para una posible vigorización española, sino hasta convertirse en un instrumento de debilidad y resquebrajamiento. Esto es lo cierto, y lo demás, vacua palabrería tradicionalista»
No parece por lo que fueron los hechos que Ramiro estuviese muy acertado en su análisis de la realidad española; su error fundamental –ya lo he dicho– fue negar el auténtico espíritu de la nación que es el tradicionalismo católico, confusión en la caen hoy aquellos que se inspiran como Ramiro en corrientes filosóficas equivocadas –de uno y de otro lado–. Al final triunfaron aquellos que se mantuvieron fieles a España, a nuestra forma propia de pensamiento: el aristotelismo tomista y no se vieron seducidos por doctrinas extranjeras y que nada tienen que ver con la realidad de España.
El legado de Ramiro y sus herederos políticos.
El legado político de Ramiro es prácticamente inexistente e irrelevante. Su doctrina atea nunca tuvo más que un puñado de seguidores, se vio superado por Primo de Rivera quien a diferencia de Ramiro sí había entendido a la perfección el estado de cosas que imperaba en su época, y había formado el “partido definitivo” que con el decreto de unificación se impondría finalmente en España. Falange Española presentó un tradicionalismo renovado con la estética propia de su tiempos, y que paulatinamente se fue atemperando conforme maduraba: Una organización de raíces cristianas, la doctrina social –que no socialista– y los valores tradicionales, lo que con independencia de su interpretación ético-política está muy alejado de fascismo-marxismo de Ledesma.
Hoy en día la figura de Ramiro es tan residual como poco conocida. Su importancia es muy limitada; estudiarlo sirve para entender porqué el fascismo ni triunfó ni triunfará en España (que también es residual y poco conocido), y porque todos los partidos fascistas y sus líderes –en caso con tales denominaciones sean jefes de algo– están condenados al más absoluto fracaso, y como mucho a ejercer el papel intermitente de nazi de zoológico que la izquierda saca a pasear cuando le conviene, para justificar su propia existencia o alguno de sus excesos morales, pues con Hegel: las cosas de definen por su contrario, y como entendió Ramiro, marxismo y fascismo son competencia mutua, o dicho en otras palabras, dos especies del mismo género. El joven filósofo debió haber hecho caso a su maestro Ortega que ya le advirtió que «fascismo y comunismo son callejones sin salida»
Terminemos pues este sumarísimo dossier con Menéndez Pelayo como corresponde a las verdaderas esencias de España en su destino universal:
«Desengañémonos: la civilización peninsular es romana de pies a cabeza, con algo se semitismo; nada tenemos de teutónicos, a Dios gracias.»
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