18/05/2024 17:45
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Esta es la parte novena  de la serie de artículos sobre el libro de Jesús Hernández Tomás, Yo fui un ministro de Stalin. Repasaremos el Capítulo VII. Los temas declarados por el autor son:

Ludibrio y traición soviéticos. Una victoria contra Moscú. ¡Viva Negrín! La epopeya del Ebro. El «suicidio» del Ebro, Moscú aconseja retirar los voluntarios. La batalla de Cataluña. Con la sangre del Ebro se comenzó a redactar el pacto germano-soviético. La URSS coincide con Casado. El Gobierno en la zona Centro-Sur.

 

Esta era la situación de la España roja a principios del 38, tras la caída del Frente Norte y la recuperación de Teruel. Estaba atravesada de odios cainitas, y solo el temor a perder la guerra hacía que no se tiraran al cuello unos a otros:

El odio y la hostilidad contra nuestro Partido y Negrín ni amenguaban ni se silenciaban y eran unánimemente compartidos por todas las fuerzas del Frente Popular. Negrín sólo podría gobernar apoyándose íntegramente en la fuerza militar y política del Partido Comunista. Retirarle nuestros ministros significaba la muerte de la política de resistencia; y acabar con la política de resistencia implicaba el fin de nuestra guerra, la derrota.

 

La táctica de la «Casa» está inspirada en convencer a la opinión francesa e inglesa de que los comunistas no estamos interesados en conquistar el poder ni siquiera en España, donde podríamos tomarlo con relativa facilidad. Esto dará un golpe de muerte a los voceros nazi-fascistas. De esta suerte reforzaremos los lazos franco-ingleses con los soviéticos.

 

—A nosotros o nos salva la situación de conjunto o nos hundimos sin remedio —dijo ásperamente Togliatti.

 

—¿Qué situación de conjunto? —volví a preguntar.

 

—La guerra conjunta de las democracias burguesas y la URSS contra Hitler.

 

—No entiendo una palabra de nada —dije—. Si aceptamos la sugerencia de la «Casa» nuestra derrota es tan segura como inminente; la prolongación de la paz en el mundo, es nuestra sentencia de muerte; si la guerra no se produce como la calculan nuestros camaradas en Moscú, sucumbiremos; ¿cuál es la salida que se nos ofrece?

 

—Si no queda otra opción, sacrificar lo que sea menester con tal de salvar el País del Socialismo —barbotó Stepanov.

 

Lo que quedaba de dignidad sedimentada en el domesticado Buró Político se fue revelando poco a poco, palabra a palabra. Habló Uribe y habló Checa; hablaron Mije y Delicado, oponiendo reparos al mandato de retirar nuestra colaboración gubernamental. Pasionaria enmudeció. Tácitamente su silencio era un apoyo a la propuesta de Moscú. El Buró Político decidió al fin que no era aceptable la directiva soviética. Y la colaboración ministerial de los comunistas se mantuvo en el segundo Gobierno del doctor Negrín.

 

la guerra de España no era para la URSS más que un peón en el ajedrez de su juego internacional. Y a pesar de todo no me rendía a la evidencia. «Es cierto —me decía— que la URSS se muestra egoísta, pero ¿no habrá en mí un exceso egoísmo nacionalista?

 

Mi fe estaba resquebrajada, pero todavía era fe. Al salir de la casa del C. C. encontré las calles de Barcelona hirviendo de sobresalto y de multitudes. —Se prepara la capitulación. —¿Capitular? ¿Y para qué tenemos las armas? —Hay que aplastar a los cobardes. —Son Prieto y su gente… —¡Abajo los capituladores!

Creo que se podría hacer un gran libro de historia ficción en la que los frentepopulistas dieran la vuelta la sartén y acabaran ganando la guerra.

El nuevo gobierno de Negrín emprende la aventura del Ebro:

El día 8 se constituía el nuevo Gobierno Negrín, asumiendo éste, como habíamos previsto, además de la Presidencia, la cartera de Defensa. El Partido Comunista seguía representado en la persona de Uribe. Yo fui nombrado comisario general del Grupo de Ejércitos de la Zona Centro-Sur, que sumaba más de las tres cuartas partes de todo el Ejército republicano.

 

El sentimiento de hostilidad a los comunistas y al doctor Negrín estaba arraigado en lo más profundo del ser de los dirigentes de las organizaciones del Frente Popular. Era una ronda de chispas en derredor de un polvorín. ¡Tales eran los frutos de la política que habíamos realizado!

 

El 16 de junio Castellón caía en manos del enemigo. Valencia se hallaba directamente amenazada. Y Valencia se puso en pie. «Valencia será el segundo Madrid»…

 

Cientos, miles de soldados, a la luz de la luna, aprendían a nadar.

 

Se había pasado el Ebro. Comenzaba la batalla más importante de la República. Ábranse los anales de la épica para dar paso a uno de los hechos de armas más asombroso.

 

El pueblo despertó el día 23 de julio con la noticia de la hazaña militar. Allí estaba, en la garganta de los altavoces de la radio, en las primeras planas de los periódicos, en la mirada jubilosa de los hombres.

El ejército frentepopulista echa los restos en la Batalla del Ebro:

El pueblo despertó el día 23 de julio con la noticia de la hazaña militar. Allí estaba, en la garganta de los altavoces de la radio, en las primeras planas de los periódicos, en la mirada jubilosa de los hombres… El Ebro tuvo dos fases: la maniobra y la batalla defensiva… Nuestras tropas tropezaron con una barrera de fuego contraria que no fue posible romper… Se suspendieron los ataques y se procedió a organizar activamente toda la zona conquistada con vistas a su defensa. Iniciábase la fase defensiva de la batalla.

 

En la descripción del general Rojo hay una manifiesta exageración al comparar al infante de Franco con el infante republicano. Los soldados de Franco apenas tenían que pelear. Antes de ocupar una cota, 15 000 proyectiles de cañón la barrían de la superficie. Las aristas de algunas montañas presentaban cavidades de volcanes. Nuestros soldados resistían con estratagema emocionantes por su heroísmo. Se retiraban de una posición, castigada hasta lo insoportable por el fuego, y permanecían escondidos, replegados en no se sabe qué inverosímiles relieves del terreno. Cuando las tropas enemigas ocupaban la posición —nuestros soldados calculaban que entonces no era posible el zamarreo de la artillería y de la aviación—, caían los combatientes republicanos sobre ella, abriéndose paso con las bombas de mano, calando los machetes, candentes las pistolas.

 

El general franquista Yagüe declaraba: «Los rojos luchan como leones».

 

De un total de 90 000 hombres que montaron las fuerzas operantes, las bajas registradas sumaron 70.000.

 

Ha llegado el momento de que nos preguntemos cuál fue la finalidad verdadera de la prolongación a ultranza de esta batalla…

 

… distraer con nuestras acciones ofensivas más allá del Ebro la atención de las fuerzas enemigas y hacer fracasar los planes del ejército invasor para apoderarse de Sagunto y Valencia y permitir a los ejércitos de la zona Centro-Sur rehacerse, crear nuevas condiciones de resistencia y con ello ofrecer la garantía de desbaratar los futuros ataques del enemigo…

 

… el éxito de la maniobra y la tenacidad de la resistencia que después se hizo, provocaron un crecimiento tan extraordinario de la ayuda que desde el exterior se prestaba al enemigo, que el desequilibrio de las fuerzas que ya padecíamos se acentuó gravemente».

 

La batalla del Ebro tal y como fue desarrollada se debe eminentemente a la inspiración soviética, y, aunque al Estado Mayor republicano correspondió toda la gloria de su ejecución, la alta dirección estratégica estuvo supeditada al consejo de los generales soviéticos… una batalla de desgaste en condiciones de tal inferioridad material que transcurridos los primeros treinta días, más que batalla era el suicidio colectivo de las mejores tropas del Ejército Popular.

 

¿Ignoraban los consejeros soviéticos que, una vez derrotadas y deshechas las tropas republicanas en el Ebro, lógicamente el mando faccioso iba a aprovechar la concentración del grueso de sus efectivos para emprender una acción ofensiva sobre Cataluña para asestarnos un golpe decisivo

 

No sólo las elementales preceptivas del arte de la guerra, sino el sentido común aconsejaban proceder al revés de como nos condujimos. En cien batallas anteriores —Teruel, Brunete y Belchite entre ellas— habíamos ofendido y cuando la evidencia nos demostraba que era baldío y excesivamente costoso el defender las posiciones ocupadas por la imposibilidad material de retenerlas, las evacuábamos y salvábamos los ejércitos. En el Ebro sabíamos ya a los cinco días de ofensiva que éramos materialmente impotentes para romper y neutralizar las barreras de fuego contrarias.

 

Como en la de Brunete, el ejército frentepopulista fue parado en seco. La Batalla del Ebro fue aún más sangrienta que la de Brunete:

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La retirada de la Brigadas Internacionales en plena Batalla del Ebro y el pacto de Munich:

… En los momentos más dramáticos de nuestra resistencia en el Ebro, cuando el Gobierno movilizaba a la desesperada a jóvenes imberbes y a hombres de 45 años, la vieja obsesión de los círculos oficiales de París y Londres de retirar a los voluntarios de las Brigadas Internacionales tuvo de pronto un patrocinador inconcebible: Moscú. En los instantes más críticos para la República, cuando más necesarios nos eran los hombres de las Brigadas Internacionales, enarboló la URSS la bandera de la retirada…

 

El 30 de septiembre de 1938, Álvarez del Vayo, a la sazón intérprete fiel como nosotros de la política del Comisariado de Relaciones Exteriores de la URSS y ministro de Negocios Extranjeros de la República española, anunciaba al Consejo de la Sociedad de Naciones el propósito del Gobierno de la República, de retirar de su territorio todos los voluntarios de las Brigadas Internacionales.

 

Luego la conclusión es obvia: la URSS quiso privar a la República de toda posibilidad de resistencia ulterior. ¿Por qué?

 

Es hora de resumir esta página de ludibrio y de vergüenza soviéticos.

 

… Londres y París llegaron a tomar pretexto de la influencia soviética en nuestra zona para seguir negándonos el pan y la sal a los republicanos y para precipitar subrepticiamente el triunfo de las armas franquistas.

 

Unos meses después, en plena batalla del Ebro, llegó Munich. El pacto de Munich… A partir de Munich el Estado staliniano se preparó para efectuar un viraje de 180 grados… a la vista de los acuerdos de Munich, que fortalecían a Hitler en el Este, Stalin se quitó la careta del internacionalismo y salió a relucir su repulsiva condición de furibundo nacionalista. Decidió, pues, negociar con Berlín ofreciendo, en prueba de su sinceridad, el cadáver de la República española.

 

Mr. Ristelhueber, ministro de Francia en Sofía, escribía con fecha 16 de diciembre de 1938, al Sr. George Bonnet, ministro de Negocios Extranjeros de Francia, una carta

 

El 30 de enero de 1939, cuando aún alentaba la resistencia española, Hitler, quien había justificado su intervención en España en defensa de la civilización contra el comunismo, pronunció un discurso sobre la situación internacional en el que no se hacía la menor alusión ni a Stalin ni al comunismo.

 

Días antes, el 12 de enero de 1939, Hitler había hecho una recepción extraordinaria al nuevo embajador ruso en Berlín. El 20 de enero el News Chronicle de Londres informaba sobre una próxima reconciliación de Stalin con Hitler. Y este artículo se reimprimía sin comentario alguno en Pravda de Moscú…

 

Y el 10 de marzo, en memorable y cínico discurso, Stalin acusaba a las democracias de «envenenar la atmósfera y querer provocar un conflicto entre Alemania y la Unión Soviética».

 

… el «Führer» les dirigió [a las tropas alemanas que regresaron] una encendida arenga, de la que resultaba que la Legión Cóndor había ido a España a luchar contra «las plutocracias europeas, incitadoras de la guerra». Ni una palabra contra Stalin o contra el comunismo.

El principio del fin de la España roja, tras la batalla del Ebro y la desbandada catalana:

… «suicidio estéril y absurdo» de las mejores tropas en la «loca» resistencia del Ebro: así se expresaban los más destacados mandos militares de estos ejércitos [del centro]… el comandante Garijo, condecorado por Franco al final de la guerra «por méritos durante la campaña» y que estuvo desempeñando el puesto de jefe de Información en el Estado Mayor de Miaja; todos estos elementos se dieron maña para sabotear cuantas operaciones se realizaron o proyectaron. El Estado Mayor del general Miaja mantuvo inactivos a los Ejércitos de la zona Centro-Sur, que en su totalidad nutrían cerca de 800 000 hombres. Así, recibida la orden del Estado Mayor Central para operar sobre Extremadura, la parodia de operación que al fin se realizó, se lleva a cabo con más de un mes de retraso sobre la fecha prevista.

¿A qué respondía el dolce far niente, la impasibilidad de ánimo frente a los mandos desmoralizados y saboteadores de la zona Centro-Sur, donde teníamos las únicas fuerzas que podían auxiliar a Cataluña? Respondía al mismo cálculo que había concebido la batalla de desgaste para facilitar el aniquilamiento de nuestras mejores tropas en el Ebro. En efecto, si se estaba provocando conscientemente el fin de la resistencia republicana,

… que callasen el Buró Político y los «tovarich» en sus tres ramas, política, militar y policíaca, era ya demasiado silencio para no hacerse sospechoso, máxime cuando siempre habían pecado por exceso y visto moros con tranchete en cualquier caso de negligencia intrascendente.

Naturalmente se advierte enseguida que «el caso español» estaba ya substanciosamente explotado y agotado, y que había sido subastado por la URSS en todas las Cancillerías…

La adversa contingencia de que el Gobierno francés se negara a facilitar el traslado a la zona Centro-Sur española de los combatientes de Cataluña refugiados en el sur de Francia, no excusaba este hecho: que bajo el mando del general Miaja había un ejército de 800 000 hombres y un pueblo, en el cual la voluntad de resistencia no se había roto, pese al cansancio y a las dificultades enormes de la situación. Contábamos con una marina de guerra superior a la del enemigo; con un territorio que abarcaba la tercera parte del país y con un núcleo de población no inferior a los ocho millones de habitantes…

La decisión de los republicanos de resistir hasta el fin, unida a la aceptable propuesta de paz del Gobierno Negrín, había sin duda alguna de producir honda conmoción en las masas de los pueblos dominados por el franquismo…

… destacados en Cataluña optaron por dirigirse inmediatamente a la URSS, dejando al garete la averiada nave republicana.

… la delegación política soviética, reducida ahora a Togliatti y a Stepanov llegó a la zona Centro-Sur con el deliberado propósito de poner fin a la resistencia de la República.

… dimisión del Presidente de la República, Azaña y el reconocimiento diplomático de Franco por Inglaterra y Francia…

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El Partido Comunista seguía, por inercia más que por decisión, hablando el lenguaje de la resistencia, de la guerra hasta alcanzar una paz digna, del heroísmo y de la unidad, pero sin nervio para obligar al Gobierno…

… En una reunión convocada por Negrín para pulsar el estado de ánimo de los comandantes en jefe, todos, menos el general Miaja, se pronunciaron por la inmediata conclusión de las hostilidades. El almirante Buiza no se recató en anunciar que la Flota desertaría si no se emprendían inmediatamente negociaciones de paz, pues las dotaciones de los barcos no estaban dispuestas a seguir siendo blanco de los bombardeos de Franco, sin la obligada protección y réplica por parte de nuestra aviación.

«La reunión, que duró cinco horas —escribe Álvarez del Vayo en su libro La Guerra comenzó en España—, apenas había terminado cuando llegamos Méndez Aspe y yo y durante la comida que siguió observé cierta actitud de hostilidad y reserva por parte de algunos de los compañeros de mesa que no auguraba nada bueno para el futuro». Entre los presentes se encontraba Casado.

La histórica reunión de «Los Llanos», permitió a los altos jefes militares cerciorarse de que casi todos ellos se hallaban implícitamente de acuerdo en el deseo de emprender inmediatamente negociaciones de paz y de convencerse de que Negrín no era el hombre indicado para ello. A partir de ese momento cualquier audaz tenía en la mano la posibilidad de sublevarse enarbolando la bandera de «procurador de la paz», en la seguridad de contar con el concurso de la plana más destacada de generales con mando.

Después de la dimisión del Presidente Azaña, la turbiedad de la atmósfera se hizo más densa… Nadie se sentía ni gobernado ni obligado. La descomposición moral se agigantaba.

Da una idea de la complicidad de la dirección del Partido en el plan de los capituladores, la conversación sostenida el 2 de marzo de 1939 en el despacho del general Miaja, entre el general Hidalgo de Cisneros, comunista, y el coronel Casado, jefe del Ejército del Centro. Esta conversación ha sido recogida por Álvarez del Vayo en su libro La Guerra comenzó en España, página 304.

«El día en cuestión —relata Vayo—, el coronel Casado había invitado al general Hidalgo de Cisneros a almorzar con él. En el curso de la conversación, el coronel Casado expresó su convicción de que Franco no quería negociar con el Gobierno de Negrín y de que nada se podría lograr, por lo tanto, mientras fuese con éste con el que se hubieran de discutir las condiciones de paz. Por otra parte, no había tiempo que perder. Era indispensable llegar a un acuerdo «en dos o tres días». «Y sólo nosotros los militares, podemos hacerlo,» añadió el coronel Casado. Luego se refirió a las entrevistas que había tenido en Madrid con ciertos funcionarios británicos. «No puedo entrar en detalles, pero te doy mi palabra de honor de que yo puedo conseguir de Franco mucho más que el Gobierno de Negrín». Y, más tarde, dijo: «Estoy absolutamente seguro —y sobre esto te doy mi palabra de honor— de que se puede lograr de Franco la promesa de que no entrarán en Madrid los alemanes, italianos ni moros; que no habrá represalias; que podrá salir de España todo el que quiera y que a la mayoría de los militares se nos reconocerá el grado que tenemos».

En tales circunstancias aparecen el mismo día 2 de marzo en el Diario del Ministerio de Defensa una serie de órdenes de carácter militar…

La serie de medidas adoptadas por Negrín por exigencias del Buró Político, que a su vez obedecía órdenes de Togliatti y de Stepanov, produjeron una furiosa reacción en el ánimo de todos los personalmente afectados y de todos los dirigentes de las organizaciones del Frente Popular que veían, y con sobrada razón, en aquellas disposiciones, un auténtico golpe de Estado del Partido Comunista. La medida, de clara inspiración moscovita, fue una fina provocación política, una incitación a la rebeldía y al desacato, la chispa que debía encender el polvorín de la sublevación… buscaban la finalidad de sublevar todas las fuerzas políticas y militares contra el Gobierno y el Partido Comunista, para acabar con la mínima unidad que sostenía todo el tinglado de nuestra guerra… la respuesta llegó cuarenta y ocho horas después con la sublevación de Cartagena y, veinticuatro más tarde con la de la Junta encabezada por el coronel Casado en Madrid, y en la cual, unidos a los militares, aparecían los socialistas, los republicanos, los anarquistas y los sindicalistas. Es decir, el Frente Popular y las fuerzas militares contra Negrín y el Partido Comunista.

Aquí se impone una reflexión sobre la imbecilidad moral de los republicanos, desde los de centro a los de la extrema izquierda. Los de centro y centro izquierda eran unos iluminados intoxicados con la propaganda masónica. Y ya sabemos que como muy bien le respondería Franco al embajador Hoare, en Inglaterra la masonería es muy buena para Inglaterra, pero en España tiene el problema de que sigue siendo muy buena para Inglaterra. ¿De verdad se creían estos masoncitos que ingleses y franceses ponían toda esa farfolla de Libertad, Igualdad, Fraternidad, Democracia y Derechos Humanos por encima de los intereses estratégicos de sus países? Y los políticos obreristas -que no obreros, el único obrero era Largo Caballero- a sueldo de Moscú ¿de verdad creían que Stalin iba a poner el triunfo de la revolución comunista en España por encima de los intereses de la URSS?

Si hubieran sido capaces de sacar las conclusiones obvias hubieran rechazado esas ideologías extranjeras, vehículo de intereses extranjeros en favor de ideologías españolas ancladas en la tradición y en los intereses de España.

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