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Los historiadores catalanes nacionalistas actuales califican a la Generalidad de Cataluña del periodo 1652 – 1700 como  «institución debilitada», o » subordinada», » fiel a la Corona «,  «sometida a la voluntad real a raíz de la derrota de 1652»,  «fortalecimiento de la autoridad reall» o términos similares. Otros historiadores catalanes más ecuánimes han hablado de  «neoforalismo» o «patriotismo dinástico» de los catalanes de ese periodo.

En cualquier caso, lo que está claro es que a partir del final de la Guerra de los Segadores, el control por parte de la Corona de las insaculaciones para la elección de los dirigentes de la Generalitat y el Consejo de Ciento o Consell de Cent barcelonés, dio paso a 50 años de estabilidad institucional en Cataluña.

Las insaculaciones eran los sorteos mediante los que se elegía a los dirigentes de esas instituciones catalanas. Lo importante para la Corona española era controlar las listas de candidatos, para que no se pudiera colar ningún radical al estilo de Pau Claris en 1640.  Y eso pudo hacerlo la Corona, a raíz de las negociaciones para la Capitulación de Barcelona en 1652.

Los presidentes de la Generalitat del periodo 1652-1700 será, así pues, dirigentes catalanes, indiscutiblemente fieles a la Corona, aunque por supuesto eso no significaba que no defendiesen con empeño los fueros y privilegios catalanes, pero sin llevar los desacuerdos al extremo y con voluntad de entendimiento con la Corona.

En este contexto se sucedieron los presidentes de la Generalitat con voluntad de colaboración, por citar sólo tres casos más, además de los que vimos en el último artículo, podemos citar a Pau D Ager i Orcau, que fue presidente de la Generalitat entre 1659 y 1662. Era un religioso cuya fidelidad pro hispánica le había llevado a exiliarse de Cataluña en 1641. Volvió en 1650 pero se negó a colaborar con los franceses y sus aliados catalanes. En 1659 fue elegido presidente de la Generalidad. Sus ideas se reflejan en su frase» Los senyors diputats no son recollidors del fruits del Principat, sino recollidors dels fruits de Sa Majestat».

Su sucesor fue Jaume de Copons, que fue presidente de la Generalitat entre 1662 y 1665. Fue obispo de Vic y Lérida. Era un pro hispánico reconocido y  durante la ocupación francesa mantuvo enfrentamientos con los virreyes franceses por cuestiones de jurisdicción. Fue clasificado por los franceses como «desafecto al rey de Francia». En 1662 recibió la recompensa a su lealtad.

El sucesor de Copons fue Josep de Magarola, que fue presidente de la Generalitat, entre 1665 y 1668 ( los mandatos de los presidentes solían ser trienales). Magarola era otro religioso que había sido abad del monasterio benedictino de Sant Pere de Camprodon. Había estudiado teología y leyes en la Universidad de Salamanca. En 1628 ingresó como monje en Montserrat pero en 1641 fue expulsado de Montserrat dentro de la «limpieza étnica» del monasterio, a instancias de la Generalitat profrancesa, que expulsó a los monjes castellanos y a los considerados como pro castellanos, como Magarola. En la década de los 70 llegaría a haber un presidente de la Generalitat natural de Carmona, Sevilla, el obispo Alfonso de Sotomayor.

El periodo 1652 – 1700 fue una época difícil para Cataluña, sobretodo a raíz del reinado de Carlos II, a partir de 1665, ya que las guerras entre España y Francia continuaron en las décadas de 1660, 1670, 1680 y 1690 y el territorio catalán se convirtió en campo de batalla, sufriendo múltiples destrucciones. Por ello había fuertes ejércitos hispánicos de modo permanente en Cataluña y su mantenimiento era muy costoso. La Generalitat levantó numerosas tropas catalanas de Migueletes o Miquelets, como auxiliares de los Tercios hispánicos.

Los propios historiadores nacionalistas reconocen que a partir de la década de 1670  la Corona dejó en buena medida de ejercer el control de la insaculaciones para la Generalitat ( aunque sí lo siguió ejerciendo en el Ayuntamiento de Barcelona o Consell de Cent), pero aún así los candidatos moderados y fieles a la Corona, siguieron siendo elegidos para la  presidencia de la Generalitat.

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En cualquier caso, queda clara la falsedad del mito nacionalista que presenta a la Generalitat como una institución republicana y siempre antimonarquica. Por el contrario, durante buena parte de su historia estuvo dirigida por figuras fieles a los fueros y a la Monarquía Hispánica.

Autor

Rafael María Molina