24/11/2024 06:15
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Habrá gente que ya leyendo el título rechazará los planteamientos del artículo o declinará leer el mismo ¿y a mi qué? En esta sociedad castrada y sin testosterona, ir a contra corriente y ser políticamente incorrecto es, en la mayoría de casos, tener la razón.

Lo fácil sería tirar de frase hecha y decir que pierdes la razón cuando usas la violencia o demás moñadas bien pensantes humanistas de mojigatos. Qué no serías capaz de hacer por defender tu familia. «¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables?» Pero contextualizando, durante los últimos 50 años de democracia en España, la razón importa, pero aún más, importa el hecho de dominar la situación, lo que importa al final es vencer.

Lo cual han hecho los progres y sin tener la razón. Porque es innegable que la izquierda tiene la hegemonía cultural y social desde hace años y eso es fruto del uso de la violencia: a veces penada por parte del estado, otras veces organizada desde las mismas cloacas del estado, otras veces en una clara connivencia policial…pero el hecho pragmático resultante de esta violencia es la dominación, por eso se erigen y se auto proclaman como libertadores y se creen eso de que ellos son lo bueno y todo lo demás lo malo. ¿Por qué? porque han sido capaces de luchar por lo que creían, utilizando los medios y herramientas necesarios para conseguir un determinado fin, aun desbordando crueldad e incoherencia.

Aun dejando de lado esa premisa por la cual los ciudadanos renunciaríamos a la violencia en favor del estado, el cual tendría el monopolio coercitivo incluyendo el uso de la fuerza de forma justificada a través de las leyes, los ciudadanos de bien, o los cobardes, -cada uno que haga su interpretación-, se esconden detrás de una Constitución y un legalismo a pesar de no ser justo ni moral, pero si legal. Mientras la izquierda, ha hecho y deshecho sin pararse en pensar en las consecuencias legales ni en el respeto a las normas.

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Únicamente cuando recurrían a la legalidad si podían sacar tajada, siendo expertos en atacar, pero siendo todavía más profesionales aun en denunciar, siendo unas chivatas incomodas que creen ser antisistemas pero recurriendo al policía al que minutos antes atacaban, para señalar a quien ha hecho justicia y les ha demostrado que, hasta ellos, en su arquetipo de abanderados del progresismo, también pueden sangrar. Y quizás, al fin y al cabo, todo se reduzca al elemento líquido tan simbólico y vital que es la sangre.

Entendiendo que la violencia podría simplificarse en el ataque, físico o simbólico, hacia una persona, un bien o a hacia unos valores; esta podría entonces llegar a abarcar desde una contramanifestación que impida ejercer tus libertades, barricadas y destrozos del mobiliario urbano, manipulación informativa, quema de banderas, divulgación de datos familiares y personales, persecución policial, prevaricación…etc, apuesto que a más de uno le sonará el modus operandi ¿verdad?

En un sentido más useño del sur norteamericano, la propiedad les enraíza más a la familia y a los valores sagrados a la tierra que poseen, algo que en estas tierras ya practicaban los nobles y el campesinado medieval; labrando cada uno su terruño y defendiéndolo si hubiera necesidad. Y no es lo más adecuado: soy firme partidario de que el monopolio de la violencia esté en manos del estado, pero a falta de un estado que nos defienda, es imperativo moral, que no legal, defender lo propio. Y es que a falta de un estado y una ley que nos defienda ¿qué hacer si no defenderse?

Alguno seguirá confiando desesperadamente en la capacidad legal del sistema para defender lo propio, pero la virilidad que manifiestan los hombres más notables reclama una acción, que no es otra que la desobediencia y la violencia ante los intentos de negarnos del enemigo.

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La burocracia del estado ha convertido a los españoles en una masa incapaz de luchar por sus libertades, mientras que la izquierda les ha sembrado tanto terror que mejor no llamar la atención, que luego vienen los problemas.

Por lo cual, la norma moral, que ya no la legal, nos obliga si queremos cambiar algo -que algunos no parecen tenerlo del todo claro- a defendernos, con violencia si fuera necesario. Que me tilden de violento, pero yo cuando recibo un puñetazo no pregunto el motivo del mismo, me defiendo y ataco hasta acabar con la amenaza y garantizar mi supervivencia y bienestar. A

cabaré como empecé, con una frase hecha: Un hombre que no arriesga nada por sus ideas o no valen nada sus ideas o no vale nada el hombre. Hay que dar ejemplo de hombría y de virilidad, no siempre se puede ser yunque y recibir martillazos.

Autor

REDACCIÓN