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El pasado martes 26 de marzo, el periodista Vicente Gil-Lázaro entrevistaba al consejero de Educación y portavoz del gobierno regional, Enrique Ossorio, en el programa de emisión digital “Hoy responde”. Entre otras cosas, a propósito del lenguaje que impregna la nueva LOMLOE o ley Celáa[1]. Ante la inundación de disparates terminológicos –o “chorradas” (sic)– en el texto de la nueva ley socialista, entre la incredulidad, la indignación y el cachondeo, el periodista se preguntaba y preguntaba al consejero: “¿Tiene sentido?”

Recordemos los datos: En el Real Decreto 217/2022, del 29 de marzo[2], por el que se establecen los contenidos mínimos de la ESO, las palabras “sostenible” y “sostenibilidad” se repiten 210 veces; “género” en 140 ocasiones; “emoción” o “emocional”, 113 veces; “compromiso”, 92; “sexo” o “sexual”, 58; “empatía” o “empático”, 41; “sentimiento”, 29; y “resiliencia”, 16. Así mismo, en el Real Decreto 243/2022, del 5 de abril[3], por el que se establecen la ordenación y las enseñanzas mínimas del Bachillerato, “sostenible” se repite ¡hasta en 276 ocasiones!; “género”, 203 veces; “compromiso”, 140; “emoción” o “emocional”, 113; “empatía” y derivados 57; “sentimiento” se menciona 55 veces; “memoria colectiva” en 40 ocasiones y resiliencia, 20 veces.

Algo aparentemente ridículo para muchos pero que, por supuesto, tiene un sentido: adoctrinar. Y ante eso, ni la indignación, ni el asombro, ni la burla sirven para nada. A ver si nos enteramos: el PSOE y sus socios de Podemos, la ETA, ERC, PNV y sindicatos UGT y CCOO conforman una alianza criminal. Y frente a ellos, “tener razón” es inútil. Cuando tu adversario es un delincuente sin escrúpulos, tiene el poder y el objetivo –cada vez más próximo– de someter todas las instituciones bajo su bota, de poco sirve argumentar.

A la postre, ese afán de la “gente de orden” por cargarse de razones se ha desvelado como una coartada para no hacer nada y sólo manifiesta la parálisis de una derecha comodona, aburguesada y pánfila, entontecida y satisfecha en la queja pasiva y estéril.

Se planta “muy firme” el consejero ante la pretensión zurda de contaminar la Educación con su vocabulario: “Hemos retirado todo ese vocabulario metido con calzador de perspectiva de género, ecofeminismo, sentido socioafectivo, ecosocial o ecodependencia”. ¿Pero qué alcance tendrá tal gesto? Pues ninguno. Porque los profesores que adoctrinan podrán aferrarse a la nueva ley para hacerlo; o mejor dicho, para seguir haciéndolo. Y porque las universidades seguirán produciendo impunemente nuevas hornadas de profesores adoctrinados y continuarán introduciendo e imponiendo nuevo lenguaje “políticamente correcto”.

Sin embargo, ante la pregunta directa de si se adoctrina en Madrid, Ossorio lo niega con la excusa de que “no recibe quejas” en ese sentido. “Pregunté a mis directores de Área y me dijeron que no había nada”. ¿Pero qué te van a decir? Si fueron elegidos por su docilidad y no por su valía. Si muchos de tus subordinados son viles alimañas trepadoras que juegan a dos barajas y su único empeño es mantener el puchero tapado para agradar al jefe. “No hay adoctrinamiento” porque si los directores lo denunciasen tendrían que informar a los inspectores y deberían abrirse expedientes a un sinnúmero de profesores que confunden constantemente profesión y activismo. Eso partiendo de que los mismos directores no sean promotores del adoctrinamiento. Y si abrieran ese melón, los sindicatos se pondrían en pie de guerra, los directores se tendrían que enfrentar a ellos, a las AMPAS comunistas y al ataque de la mafia sindical que “representa” y controla al personal auxiliar y administrativo… Y verían en peligro su puesto y su sueldo –pues no olvidemos que en la elección de director participan todos los citados–. En consecuencia, los inspectores tendrían que trabajar incoando expedientes y enfrentándose también a los sindicatos –gracias a los cuales, en muchas ocasiones, ellos mismos medraron–. E informar a sus superiores, los directores de área, subdirectores y directores generales, que desde luego no tienen ningún interés en remover nada. Vamos, una incomodidad para todos… Y así llevamos décadas pretendiendo que la charca hedionda y corrupta de la Educación en Madrid sea una balsa de aceite.

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Ahora bien, los sindicatos tienen tanto poder porque están hiperfinanciados por la Comunidad de Madrid. Que, pagando por mantener la “paz social” –siempre precaria y amenazada–, alienta así nuevos chantajes cada vez que se acercan elecciones. ¿No se dan cuenta los del PP de que les tienen tomada la matrícula? La “derechita cobarde” siempre se autoengaña con el espejismo de “comprar a los sindicatos”, cuando en realidad se somete al pago del impuesto revolucionario una y otra vez.

Por cierto, también Ayuso negaba el adoctrinamiento con la misma excusa tramposa del “no me consta”[4]. Al parecer, ignora la existencia de una especie abundantísima en la profesión docente: la del profesor-activista; auténticos fanáticos que exhiben en clase sus camisetas del Che Guevara, la Unión Soviética, la II República o consignas políticas. Desconoce que en los centros se adoctrina y que se adoctrina a diario; que el 14 de abril o el 8 de marzo son jornadas de movilización política en las escuelas e institutos de toda España –incluida Madrid–. Por lo visto, Ayuso no sabe que bajo la coartada “climática” o “feminista” se desarrolla una campaña ideológica constante en los institutos madrileños. No tiene idea tampoco de la introducción de consignas en las llamadas “semanas culturales”; de la utilización de los periódicos escolares, “convenientemente” orientados, para verter propaganda; ni le constan las numerosas formas de presión y desprecio a que se somete a los profesores de religión en la escuela pública. Ignora por completo la intimidación y aislamiento de quienes no emplean la terminología “correcta” o se niegan a llevar camisetas o chapas verdes; la discriminación de alumnos y profesores por sus propios compañeros; o que muchos de aquéllos que se sienten amedrentados no se atreven a denunciar el acoso que sufren por miedo. Y es que, en la práctica, están indefensos.

Recordemos aquella imagen de Cristina Cifuentes –cuando era presidente de la Comunidad de Madrid–, acogotada contra una pared por una turba “escrachadora”[5]. Y el mensaje que dio con su actitud, incapaz de defenderse ni de tomar medida alguna contra sus agresores. ¿Cómo iba a proteger a sus votantes si ella misma era incapaz de enfrentarse a quienes la agredieron? Aquel suceso explica muchas cosas: Que el PP es incapaz de ofrecer una resistencia creíble al terrorismo de baja intensidad; que siempre dejará a sus votantes a los pies de los caballos, y que, por eso mismo, éstos se vuelven socialdemócratas y tienden a padecer el síndrome de Estocolmo.

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Ayuso, ciertamente, parece más aguerrida que Cifuentes –a poco–, pero en la práctica es lo mismo. Como su antecesora, prefiere seguir mirando para otro lado e ignorar que el ámbito educativo es un medio hostil para todo profesor que no se manifieste abiertamente de izquierdas. Mientras, sigue regando generosamente a los sindicatos y dejando vía libre al adoctrinamiento climático y “de género”, asumiendo la Agenda 2030  e impulsando su difusión en escuelas e institutos.

Reza el dicho popular que no hay peor ciego que el que no quiere ver, pero en el caso del PP de la Comunidad de Madrid, en lo que concierne a Educación, lo que se produce, –aunque cueste reconocerlo y dé pena decirlo–, es, además, una complicidad suicida con los enemigos de la libertad.

 

[1] Ley Orgánica 3/2020, del 29 de diciembre: https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2020-17264

[2] Real Decreto 217/2022, de 29 de marzo, por el que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la Educación Secundaria Obligatoria: https://www.boe.es/boe/dias/2022/03/30/pdfs/BOE-A-2022-4975.pdf

[3] Real Decreto 243/2022, de 5 de abril, por el que se establecen la ordenación y las enseñanzas mínimas del Bachillerato: https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2022-5521

[4] Rueda de prensa tras el Consejo de Gobierno del 21 de enero de 2020

Nótese la escandalosa coincidencia –aunque por distintas razones– en el respaldo a esta mentira tanto por los medios afines a Ayuso como, por supuesto, de los medios zurdos, especialmente interesados en no levantar la liebre. Naturalmente, con tan abrumador apoyo mediático, Ayuso insistía el 2 de marzo de 2021 para oponerse al pin parental: «No hay adoctrinamiento en las aulas y confiamos en el trabajo de los profesores […] No he recibido una sola queja formal por parte de ninguna familia. Es abrir una polémica que no existe”.

[5] El 14 de julio de 2012, la entonces presidente de la Comunidad de Madrid fue empujada, escupida, insultada y amenazada en la calle por energúmenos  izquierdistas, teniendo que refugiarse en un restaurante.

Autor

REDACCIÓN