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El Cine, instrumento de poesía al tiempo que herramienta filosófico-política eficacísima (al menos en las mejores manos), nos ha dado un puñado de obras memorables en torno a la realidad criminal del comunismo. Aprovechando el inenarrable “encarcelamiento doméstico” auspiciado por el actual desgobierno socialista-comunista-bolivariano, traemos para el lector alguno de los títulos más señalados de este subgénero denominado “CINE ANTICOMUNISTA”. Pasen, tomen asiento, visionen y aprendan (o en su defecto revisen) sobre la cruda realidad de esta ideología criminal, y satánica, llamada Comunismo.

A la hora de preparar esta breve antología hemos priorizado el carácter didáctico de las películas, pero sin omitir la entidad estética de éstas. La ordenación no atiende tanto a nuestras preferencias personales como a la secuencia cronológica de los títulos seleccionados. Junto a películas de tesis más o menos reconocibles, se han añadido otros títulos acaso más sutiles en su exposición, pero netamente anticomunistas en sus conclusiones. Destacadas con un (*) aparecen las películas que consideramos imprescindibles.

(*) Frente de Madrid (Edgar Neville, 1939): sobrecogedor retrato del Frente de Madrid, devastado por el Terror Rojo; uno de los títulos menos conocidos de Neville, que anticipa por varios conceptos el primer neorrealismo italiano.

Camarada X (King Vidor, 1940): una comedia anticomunista del maestro Vidor, más lograda que el celebérrimo Ninotchka de Lubitsch, y con una impresionante persecución de tanques al final del metraje.

(*) Rojo y negro (Carlos Arévalo, 1942): esta formidable película falangista es un penetrante retrato psicológico de dos personajes políticamente enfrentados, mas enamorados; el asesinato de la primera (una falangista) desencadenará la toma de conciencia del segundo (un comunista), con su consiguiente eliminación a manos de sus compañeros rojos. Extraordinaria columna musical del Maestro Tellería.

Boda en el infierno (Antonio Román, 1942): el mejor filme de Antonio Román previo a Los últimos de Filipinas, un sugestivo drama amatorio a caballo entre la España católica infiltrada por el marxismo criminal y el matadero ruso.

Misión en Moscú (Michael Curtiz, 1943): efectiva adaptación del libro del embajador de Usa en la URSS Joseph E. Davies. Preferible al sobrevalorado Casablanca, es una pieza desconocida en España.

El Telón de acero (William A. Wellman, 1948): uno de los dinámicos filmes de acción del genial Wellman, con una sintética definición conceptual de la aberración comunista en un contexto de cine de espías pre-Guerra Fría.

Fugitivos del terror rojo (Elia Kazan, 1953): el título peor considerado del recuperado Kazan es una notable película de tesis que acierta a decir la verdad en torno a la manipulación y/o el control de las conciencias propias del comunismo bolchevique. Denostada por razones meramente políticas, esta película resulta preferible a otras mejores consideradas del director.

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(*) Murió hace quince años (Rafael Gil, 1954): obra maestra de Gil en particular y del cine español de los 50 en general, es un profundo estudio sobre la programación mental de una víctima a manos del totalitarismo soviético. Un final abierto a la esperanza rubrica el éxito de su mensaje, de rabiosa actualidad (contra al adoctrinamiento marxista en las escuelas).

Suspenso en comunismo (Eduardo Manzanos, 1955): felicísima comedia que dinamita brillantemente las consignas de la jerga comunista apelando al buen hacer de los actores y las paródicas situaciones logradas.

(*) Embajadores en el infierno (José María Forqué, 1956): fabulosa aventura épica de su en ocasiones espléndido realizador. El drama de unos españoles atrapados en un campo de concentración comunista y su evolución psicológica a través del paso del tiempo, con la derrota/deserción de algunos y la tenaz/patriota resistencia del resto.

Rapsodia de sangre (Antonio Isasi-Isasmendi, 1959): la mejor película de Isasi junto a Las Vegas, 500 millones, un climático melodrama de acción en torno a una disidencia bien organizada de húngaros contra los agentes estalinistas que tienen tomada su patria.

(*) Doctor Zhivago (David Lean, 1965): irrepetible adaptación de la gran novela de Pasternak, que logra aunar el intimismo de un intrincado proceso de adulterio con la inaudita precisión técnica de su director para dar vida a un colosal fresco épico. Miles de extras, infinidad de medios, Julie Christie.

Boinas verdes (John Wayne, 1968): el imperialismo yanqui no es la solución al cáncer comunista, pero debe reconocerse el talento de Wayne como realizador en su segundo largo, ofreciendo una ruda pero efectiva didáctica castrense.

(*) Topaz (Alfred Hitchcock, 1969): subestimado trabajo de alta relojería del maestro del suspense, que constituye una compacta exposición de los mecanismos de poder en la Cuba castrista, partiendo de una entretenidísima trama de espías inserta en la crisis de los misiles (1962). Su visionado debe complementarse junto al previo filme de su director, el no menos anticomunista (y genial) Cortina rasgada.

Nicolás y Alejandra (Franklin J. Schaffner, 1971): una de las mejores películas del director de El planeta de los simios y Papillon, esta dilatada recreación histórica de la vida familiar del zar Nicolás II Románov puede visionarse como anexo al Doctor Zhivago, sin desmerecer de ésta. Bellísima columna musical de Richard Rodney Bennett.

(*) Los gritos del silencio (Roland Joffé, 1984): la ópera prima de Joffé es uno de los más fidedignos retratos de un genocidio en pantalla, en este caso el camboyano. ¿Qué es el comunismo? Muerte, muerte, muerte.

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(*) 1984 (Michael Radford, 1984): extraordinaria adaptación de la novela de Orwell, que tiene en Radford al transcriptor perfecto. Una puesta en escena hierática, más propia de una cinta de ciencia-ficción expresionista, anima esta sórdida alegoría existencial sobre los objetivos últimos del comunismo: la liquidación de las identidades humanas, el borrado de cualquier conato diferenciador.

Amanecer rojo (John Milius, 1984): planteada casi como si de un cómic de aventuras para adolescentes se tratase, esta película arriesgada esconde, bajo su aparente banalidad juvenil, un sofisticado manual de prescripciones para la conformación de una disidencia activa de jóvenes “guerrilleros por la libertad”.

Invasión USA (Joseph Zito, 1985): efectiva pieza de evasión, que armoniza anticomunismo y artes marciales con la siempre bienvenida presencia del entrañable Chuck Norris.

El laberinto rojo (Jon Avnet, 1997): no es una película lograda, pero funciona bien como ejercicio demostrativo de los engranajes burocráticos y coercitivos que la maquinaria comunista va desplegando ante la figura desarmada de un civil atrapado (aquí el insoportable Richard Gere).

Siete años en el Tíbet (Jean-Jacques Annaud, 1997): lastrada por la presencia de Brad Pitt, esta película resulta en muchos aspectos preferible al más prestigioso Kundun de Scorsese, y arroja luz sobre cuestiones geopolíticas y de anexión de territorios a manos del otro gigante rojo (la China comunista).

Katyn (Andrzej Wajda, 2007): uno de los últimos trabajos del maestro Wajda, sobre el genocidio de polacos a manos del Soviet (que culparía falsamente de dichos crímenes al ejército alemán); entre los masacrados se encontraba el padre del propio realizador.

La lista no termina aquí, desde luego. Consideramos que ha sido el cine español del franquismo el que mejores contribuciones ha dado a esta temática; a los títulos nacionales ya reseñados, podrían sumarse otros muchos: Persecución en Madrid (Enrique Gómez, 1952), Lo que nunca muerte (Julio Salvador, 1954), …Y eligió el infierno (César Fernández Ardavín, 1957), Con la vida hicieron fuego (Ana Mariscal, 1957), etc. La Transición y el Régimen del 78 traerían consigo una perspectiva diametralmente opuesta, con resultados cinematográficamente muy dudosos en lo que a la calidad global de los productos se refiere.

Autor

REDACCIÓN