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La figura de Josip Broz “Tito”, el dictador comunista que dirigió Yugoslavia entre 1945 y 1980, sigue siendo positiva en buena parte de Europa Occidental y sobre todo en España. Con motivo del cuarenta aniversario de la muerte del dictador, en mayo de 2020, se publicaron varios artículos en los principales medios de nuestro país dedicados a su figura. Junto a las fotos de Tito con Churchill o la Reina Isabel II de Inglaterra leemos que, gracias a Tito, una figura que alcanzaba casi la estatura de un héroe, Yugoslavia prosperó después de la Segunda Guerra Mundial y se convirtió en una referencia internacional. Tito abrió el país al Occidente democrático y su éxito solo fue posible por la firme cohesión del pueblo yugoslavo, simbolizada por el lema del régimen, “Unidad y fraternidad”. También se le tacha de dictador bonachón o icono antifascista. Solo se señalan como puntos negativos las matanzas durante la guerra, sin más detalle, o la creación de una policía política que persiguió a la iglesia y a los nacionalistas. Esta policía política, el OZN (Departamento para la Protección del Pueblo), nació en mayo de 1944 y fue responsable de varios asesinatos en masa en Serbia y Bosnia-Herzegovina en otoño de ese mismo año. Una de sus principales tareas era la elaboración de listas de ciudadanos que debían ser “liquidados” en las zonas liberadas. Pero los peores crímenes tuvieron lugar nada más acabar la guerra, en lo que se conoce como la masacre de Bleiburg o la tragedia de Bleiburg. 

En mayo de 1945 miles de soldados de los ejércitos balcánicos aliados con Alemania, acompañados por miles civiles, se retiraron hacia Austria para rendirse a las fuerzas de los Aliados Occidentales huyendo del avance de los partisanos yugoslavos de Tito. Las cifras varían, por lo general a lo alto, pero se estima que entre 150.000-200.000 personas participaron en este éxodo. Algunos fueron capturados, otros se rindieron al ejército yugoslavo en Bleiburg (en el sur de Austria, al lado de la frontera con Eslovenia), después de que los británicos no aceptasen su rendición, mientras que muchos otros que sí habían logrado rendirse a los británicos fueron extraditados a las autoridades yugoslavas. Su destino se había sellado en la Conferencia de Yalta, como en el caso de los combatientes de las nacionalidades que habían formado parte de la URSS, serían entregados a los comunistas. 

La mayor parte de los prisioneros fueron ejecutados en distintos lugares de Eslovenia, donde se calcula que hay 581 fosas comunes según un informe oficial de 2009. El resto fueron conducidos, en las llamadas marchas de la muerte en las que se cometieron toda clase de torturas y asesinatos, a distintos campos de concentración donde muchos sucumbirían bajo condiciones inhumanas. Un caso bien documentado sobre la mortandad en estos campos es el de los prisioneros alemanes, más de 90.000, de los que fallecieron 16.000 antes de ser liberados en 1948. El número total de víctimas en las matanzas cometidas entre mayo y junio de 1945 es muy difícil, y probablemente imposible, de determinar con precisión. La cifra más realista parece ser la del historiador austriaco Michael Portmann, que estima el número total de víctimas de Bleiburg en unas 80.000 personas. Aunque, dadas las investigaciones posteriores sobre fosas comunes, especialmente en Eslovenia, parece que el número podría ser mayor y probablemente se acerque a las 100.000 víctimas, en su mayoría croatas y eslovenos.

Además de las fosas en Eslovenia, hay cerca de un millar repartidas entre Croacia, Serbia y Bosnia-Herzegovina. En torno a Maribor (Eslovenia) los partisanos ejecutaron a 30.000 personas entre el 23 y el 27 de mayo de 1945. La fosa más grande es una antigua trinchera antitanque en Tezno, donde se desenterraron los restos de 1.179 personas, pero aún quedan al menos 15.000 víctimas. También en Eslovenia se encuentra Huda Jama, la “cueva de los horrores”, una mina donde muchas de las víctimas fueron literalmente enterradas vivas. En Croacia tenemos Jazovka, donde se han encontrado los cuerpos de más de ochocientas personas: discapacitados, heridos, personal médico y las monjas de los hospitales de Zagreb. No muy lejos de allí, en Gračani, se han exhumado 295 víctimas, 30 de ellas menores de edad y estudiantes de una escuela de cadetes. En una de las 23 fosas de Macelj, se encontraron los restos de 1.163 asesinados entre los que había 25 sacerdotes. La lista es interminable.

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Las matanzas fueron solo la primera fase de la política represiva del gobierno de Tito. Los supervivientes tendrán que hacer frente a juicios amañados que solían terminar con penas de muerte o con largos períodos en prisión, y con la confiscación de bienes. Otro aspecto de la represión es la limpieza étnica. Primero contra los italianos de Istria y Dalmacia  que provocó unos 15.000 muertos y el éxodo de más de 300.000 italianos. Y posteriormente contra la minoría nacional alemana, medio millón de alemanes étnicos fueron expulsados de Yugoslavia y unos 60.000 perdieron la vida en los campos, la mitad de ellos mujeres y niños. Según Portmann, la política represiva comunista provocó más de 180.000 víctimas.

A la pregunta de si todo esto fue una masacre organizada por los comunistas, solo cabe responder afirmativamente. No se trató de matanzas cometidas por individuos incontrolados movidos por el odio o el deseo de venganza, fue un crimen planificado y sistemático con el objetivo de eliminar a todos los posibles opositores del nuevo régimen comunista. La magnitud de los asesinatos, su ejecución, los intentos de ocultar todo rastro de las matanzas, el número de ejecutores, la seguridad y la logística empleadas, son la prueba de que se trató de un crimen perfectamente planificado por el mando partisano. No obstante, como sucede con Stalin, se ha intentado minimizar la magnitud de los crímenes o negar por completo la responsabilidad del Estado yugoslavo y exonerar a Tito de estos crímenes. Hay una orden, cuya autenticidad es puesta en duda por muchos historiadores, del 14 de mayo de 1945, en la que Tito ordena que no se produzca el asesinato de prisioneros. ¿Es posible que en una organización tan jerarquizada como el Partido Comunista ignorase las instrucciones de su secretario general? El propio Tito, en un discurso pronunciado en Liubliana (Eslovenia) el 27 de mayo de 1945, deja claro que la orden, si existió, no era más que papel mojado: “En cuanto a los traidores a Yugoslavia en general, y en cada república en particular, son cosa del pasado. La mano de la justicia, la mano de la retribución, nuestra mano, la mano de nuestro pueblo, les ha alcanzado. Solo un pequeño número ha sido capaz de escabullirse de nuestras manos”.

Tras cometer sus crímenes, los comunistas prohibieron hablar sobre lo sucedido e intentaron borrar todos los rastros. Los testimonios de los pocos que lograron sobrevivir a las matanzas y que se exiliaron fueron descalificados como propaganda y tachados de fascistas. El crimen permaneció oculto durante cuarenta y cinco años. En 1989, el historiador esloveno Roman Leljak publicaba “Huda Jama”, un libro en el que por primera vez se denunciaban los crímenes comunistas y se señalaban donde ocurrieron las matanzas, pero no fue hasta la caída del régimen yugoslavo, en 1991, cuando se despertó un interés cada vez mayor por lo que había sucedido en Bleiburg. En Eslovenia se creó una comisión del gobierno esloveno para fosas comunes, su presidente en 2007, Jože Dežman, declaraba que “Eslovenia fue el epicentro del terror comunista en Europa” a raíz de la enorme cantidad de fosas descubiertas. Eslovenia es el país ex yugoslavo que más ha investigado este asunto. En Croacia se estableció una comisión similar que empezó a trabajar en 1994, pero que fue abolida en 2002 sin haber obtenido grandes logros. En Serbia el interés por Bleiburg es mucho más reciente y en Bosnia-Herzegovina no ha habido ninguna investigación oficial, solo el trabajo de los historiadores Omer Hamzić y Edin Šaković sobre las víctimas bosnias de Bleiburg en la localidad de Gračanica. Mañana publicaremos una entrevista con el profesor Hamzić sobre este trabajo.     

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Las conmemoraciones dedicadas a las víctimas han estado siempre rodeadas de una enorme polémica. Estos actos de recuerdo comenzaron de mano de los exiliados croatas en 1952 y varios de sus organizadores sufrieron atentados a manos de los servicios de inteligencia yugoslavos. En 1987 se levantó un monumento en Bleiburg y Croacia comenzó a conmemorar oficialmente a las víctimas en 1995. Este año, el 75 aniversario de la tragedia, las celebraciones croatas se han visto afectadas por el Covid y han consistido en oraciones y ofrendas florales por parte de representantes del parlamento y la iglesia católica croata. Los actos en años anteriores congregaron a miles de personas y han provocado manifestaciones de protesta por parte de colectivos antifascistas. El uso de simbología ustacha por parte de algunos de los asistentes ha causado malestar en el gobierno austríaco e incluso la negativa de la iglesia austríaca a participar en la conmemoración. En Eslovenia, el primer ministro esloveno, Janez Janša, hizo una ofrenda floral en Kočevski Rog, donde fueron ejecutadas más de 10.000 personas. En Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina, este año se celebró por primera vez una misa en recuerdo a las víctimas patrocinada por el parlamento croata. Muy criticada y rodeada de fuertes medidas de seguridad, la misa ha provocado la ruptura de la iglesia ortodoxa de Bosnia con la iglesia católica. 

El apodo “el carnicero de los Balcanes” ha sido utilizado con distintos personajes de la historia reciente de la extinta Yugoslavia. Después del final de la Segunda Guerra Mundial se empleó para Ante Pavelić, dictador del Estado Independiente de Croacia, y para uno de sus ministros, Andrija Artuković. En la guerra de Yugoslavia de 1991, el mismo término fue utilizado por los medios occidentales para referirse a Slobodan Milosevic, Radovan Karadzic o Ratko Mladic, responsable de la muerte de unos 8.000 musulmanes bosnios en Srebrenica. Sin embargo, nunca se ha utilizado ese apodo para referirse a Tito. Su versión “liberal” del comunismo, su enfrentamiento con Stalin y su antifascismo han blanqueado la imagen del dictador. Pero esto no puede ocultar las decenas de miles de huesos de los que fueron asesinados o enterrados vivos. Para llegar a la “fraternidad socialista” Tito empleó los mismos métodos que Stalin, del que fue alumno aventajado durante muchos años, la liquidación masiva de cualquier oponente potencial a la implantación del comunismo. Las foibe, Huda Jama, Tezno, Jazovka, Macelj y tantos otros lugares hacen merecedor a Tito de ser considerado el peor “carnicero de los Balcanes”.