07/07/2024 14:41
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Hay un refrán que dice «No muerdas a la mano que te dio de comer». Es decir, hay que saber agradecer a quien nos ayudó. Apoyarlo y defenderlo cuando sea necesario. Actuar de otra manera significa una falta grave, una conducta que por lo menos podemos llamar deshonesta y repudiable.

Si alguien nos da su confianza y nos ayuda en momentos difíciles, lo menos que podemos hacer es agradecerle. No debemos morder la mano que nos dio de comer.

Hay mucha gente que no sabe agradecer y que a menudo hacen como los gatos (refiriéndonos al animal felino), que tiene fama de cerrar los ojos cuando le echan comida para no ver quién se la está echando. La gente que practica esa forma de ser a menudo dice cuando le hacen un favor que «esa era su obligación», o «él me hizo el favor porque le dio la gana, yo no lo obligué», porque con esas frases dejan salir su espíritu de malagradecidos y de ingratitud.

Desde muy pequeños aprendimos que «al que a uno le da de comer, nunca su mano debes morder».
Quienes no saben agradecer es por que practican la ingratitud como principio negativo. El ser humano debe tener por norma agradecer hasta a sus enemigos (si es que los tiene), porque les enseñan que de ellos ya no tiene que cuidarse, sino de los amigos.

El ingrato, el malagradecido, olvida con facilidad los favores y ayudas que ha recibido en el pasado.
Todo ello ocurre porque no tenemos cultura del agradecimiento. Lo único que nos interesa es que nos ayuden, pero nada más. A los ingratos les da tres pitos que quien le ayudó viva o muera. Ese no es su problema. Tampoco les importa que triunfe o fracase.

Otros son peores todavía, pues no solo no agradecen, sino que le desean lo peor a las personas que le han ayudado alguna vez, porque entienden que la ayuda prestada no fue todo lo suficiente. Otra forma magnífica de dejar salir su ingratitud.

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Olvidó que lamentablemente, algunos seres humanos, sea por el motivo que fuere, sienten que la vida los ha castigado, marginado, cerrando su corazón de tal manera, que solo habitan en él, la ingratitud, la indiferencia, no teniendo noción del daño que causan.

A estas malas experiencias hay que tomarlas como tales. Cerrar ese capítulo y empezar de nuevo, porque siempre…. Siempre… lo que está por venir será mucho mejor. Solo hay que continuar con los objetivos propuestos, y no dejar que las malas acciones de los demás detengan nuestros proyectos, paralicen nuestros sueños y buenas acciones en pos de los demás. ¡Hay que seguir adelante!

No olvidemos ese famoso refrán que reza: «La gente que muerde la mano de quien lo ayudó, generalmente lame las botas de quien le patea el trasero». Cuando al malagradecido se le olvida quién lo ayudo, la miseria le refresca la memoria.

Pero dado que, también, me amenazas por haberte dicho que no cojas lo que no es tuyo, refiriéndome a los 240 euros que un compañero Comandante dejó en su casa, en la que te recibió y apoyó, en la que dormiste cuando lo necesitabas y que tú le hurtaste, mordiendo la mano, también, de quien te la tendió, para que tengas más solidez en tú querella por injurias o calumnias por las que me amenazas, te dedico un escrito que le he dedicado a los más tontos que me he encontrado en la vida entre los que te encuentras como aprendiz de sinvergüenza que, no me cabe la menor duda, acabaras en la cárcel, en una cuneta o con tu trasero pateado y tu lengua seca de lamer botas.

Decía el maestro, dedicándoselo a otro listo: «Entre el número infinito de tontos que declara la Biblia, podemos encontrar algunos tontos notorios, repetidos, famosos, clásicos. Hay el tonto del bote y el tonto de capirote, que riman, el tonto del haba y tonto de baba, que también riman, el tonto de jardín, el tonto de balcón, el tonto del pueblo, el tonto del culo, el tonto de nación, otros muchos tontos y especialmente en mi tierra descubren enseguida una clase de tonto que llaman directamente tonto del pijo y que es una de las especies más dañinas y mentecatas del género tonto. (…) Si el tonto de referencia cree que en este artículo se la llama tonto demasiadas veces y que eso puede ser síntoma de insuficiencia expresiva, le explicaré que tengo recogidas hasta quinientas veintisiete palabras con el significado de «tonto», porque hace años preparo un diccionario de ellos, y que puedo dedicárselas cuando me dé la gana. Le dedicaré sólo algunas, que por ser palabras compuestas resultan más expresivas y divertidas: tiracantos, majagranzas, ablandabrevas, metepatas, gilimursi, giliberto, gilipollas, cascaciruelas, mediacuchara, cantamañanas, pavitonto, abreboca, boquimuelle, chuchumeco, niporesas, hazteallá, parapoco, pelahuevos, mamahuevos, pisaverde, zampabodigos, zampatortas y zampabollos, tontilindango, y, para terminar, una que inventó mi inolvidables Cela: cagapoquito. (…)»

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Ala, a lamer botas, Fariñas. Tu en el Ejercito no has aprendido nada y te has convertido en un parásito social al que sólo mantiene la buena fe de los que engañas. No has sido un buen Soldado; para eso hay que ser un hombre; no representas a nadie, tus compañeros se acabarán avergonzando de ti en redes por tu poca hombría: no eres un discapacitado sino un incapaz de trabajar.