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Pero ¿podría haber justicia sin violencia? ¿Qué autoridad tendría el juez sin el policía?  Además hace falta otra cosa: convencer a la gente, o a la mayoría o si lo prefiere usted  a un número suficiente, de que efectivamente ese poder determinado es justo y justiciero. Y eso es labor de la propaganda. Reconocerá usted que la propaganda totalitaria tiene su origen precisamente en la democrática Usa… 
Está usted hablando de la Comisión Creel, supongo, para empujar a Usa a la I Guerra Mundial. Ya algo semejante había ocurrido con la prensa de Hearst y de Pulitzer para fabricar la guerra  del 98 contra España. Pero antes de seguir por ahí prefiero tocar otro tema: concretar algo sobre un aspecto de la descomposición del franquismo.
Es decir, que según usted, el franquismo no habría podido sobrevivir.
La mejor demostración de eso es que muchos hacen de una sola persona la garantía de su supervivencia. Al ser asesinado Carrero, se acabó todo, así que ¡a esperar otro hombre providencial! Es obvio que quienes piensan así ya demuestran su ineptitud. ¿Cómo podría subsistir el franquismo con tales ineptos? ¡Y eso que los franquistas habían tenido el poder durante 40 años, y no habían logrado sacar una clase política que no se dejara demoler por el asesinato de un solo hombre! ¡El cual además no tenía mucho que ver con las fantasías  que ellos le atribuyen! Pero no se trata de eso, sino de la Falange.
Usted ha dicho que la Falange era solo uno de los partidos del régimen, y no el más importante.
En efecto, así es. Pero en la transición fue elegida por unos y otros como chivo expiatorio. La Falange rindió importantes servicios a España, sobre todo en los años 40 y 50, pero la imagen trazada de ella por los comunistas, como grupos de matones incultos y déspotas fue adoptada también por la derecha, que así se hacía la demócrata. Pero no importa menos señalar la incapacidad irremediable  de los falangistas para contrarrestar esa imagen ya antes de la transición. Se dividieron en grupúsculos que no aportaban nada culturalmente hablando, incapaces hasta de escribir su propia historia, que se la estaban escribiendo otros, sus enemigos. 
José Antonio había dado importancia a la cultura, pero desde hacía tiempo no era así. Lo digo en relación con lo que hemos hablado sobre Perros verdes. Hay que admitir que para la Falange, la universidad tenía que haber sido un punto clave, con su sindicato el SEU.
Perder la universidad era perderlo todo. Pero ¿quién liquidó el SEU? Fue el propio régimen. Hasta diría que el propio Carrero. Y después de que el SEU intentara democratizarse mediante elecciones de abajo arriba. No solo no hubo resistencia eficaz, sino tampoco transformación en otro proyecto, mientras que los comunistas aprovecharon para crear su Sindicato “Democrático” de Estudiantes, y cuando este fue ilegalizado y desarticulado, se inventaron sustitutos. Los residuos falangistas en la universidad, y también los tecnócratas, tuvieron que ver cómo los marxistas se apoderaban de la actividad cultural y poco a poco de la propia universidad…
Es más, he oído a  falangistas defenderse diciendo que eran víctimas del franquismo, que el franquismo los había utilizado. También lo decían muchos curas, ¡que el franquismo  había utilizado a la iglesia!…
El problema de fondo es, como decía Fernández de la Mora, que el franquismo no era una ideología, ni en sentido positivo ni negativo. Tras el Vaticano II, al que casi ningún historiador de izquierda o de derecha da la importancia política decisiva que tuvo en España, la justificación del franquismo se hizo tecnocrática, económica. La alternativa tecnócrata al SEU y a los comunistas era “¡estudiantes a estudiar!” No entendían nada. Y eso era lo mismo que perder su justificación, pues siempre se podría argumentar que si otros países eran más ricos con democracia, y que el propio régimen solo quería ir alcanzándolos…

Autor

Pio Moa
Pio Moa
Nació en 1948, en Vigo. Participó en la oposición antifranquista dentro del PCE y el PCE(r)-Grapo. En 1977 fue expulsado de este último partido e inició un proceso de reflexión y crítica del marxismo. Ha escrito De un tiempo y de un país, sobre su experiencia como "revolucionario profesional" comunista.

En 1999 publicó Los orígenes de la guerra civil, que junto con Los personajes de la República vistos por ellos mismos El derrumbe de la República y la guerra civil conforman una trilogía que ha cambiado radicalmente las perspectivas sobre el primer tercio del siglo XX español. Continuó su labor con Los mitos de la guerra civil, Una historia chocante (sobre los nacionalismos periféricos), Años de hierro (sobre la época de 1939 a 1945), Viaje por la Vía de la Plata, Franco para antifranquistasLa quiebra de la historia progresista y otros títulos. En la actualidad colabora en ÑTV, Libertad DigitalEl Economista y Época.