
En la Iglesia creemos que los obispos son sucesores de los apóstoles y el único obispo que sucede a un apóstol concreto es el Papa, Obispo de Roma, que sucede a Pedro como vicario de Jesucristo, pues a él, y no a otro, le dio las llaves del cielo para que todo lo que atare en la tierra quedara atado en el cielo y todo lo que desatare en la tierra, quedara desatado en el cielo. Tras los ordenados, Obispos y Sacerdotes, estamos los fieles incluso los religiosos no ordenados y las religiosas. No hay más niveles. La Iglesia ha desarrollado estructuras y cargos para su funcionamiento nombrando cardenales, nuncios, vicarios, arciprestes etc., pero nada de ello resta ni condiciona a los Obispos en su misión pastoral pues ellos son el magisterio vivo para interpretar la palabra de Dios y enseñar a los fieles la verdad en la que deben creer para su salvación, la caridad que han de ejercer, las bienaventuranzas que han de esperar y conocedores de su grey, también deben orientar la moral y las costumbres.
La Conferencia Episcopal es una institución de la Iglesia nacida en el Concilio Vaticano II, cuyo ámbito de actuación se circunscribe al mismo territorio de los Estados y ello implica un alto riesgo de actuar condicionada por el poder político; para valorar hasta qué punto esto es cierto, conviene observar la actuación de la Iglesia Ortodoxa, de innegable vinculación con el poder, la posición que ha adoptado el Patriarcado de Moscú y el de Kiev ante la guerra de Ucrania, y ver cómo es esa relación Iglesia – Estado.
Los Obispos se justifican por su grey, y no deben ser menospreciados pues el que los escucha, escucha a Cristo, y el que los desprecia, desprecia a Cristo y al que lo envió. Con ellos como referencia no andaremos como ovejas sin pastor, y cada uno de ellos actuará como “abba”, Padre de su diócesis.
La Iglesia es Jerárquica y el colegio de los apóstoles no debe organizarse dividiéndose por Estados; los Concilios con los Obispos, son necesarios para aclarar las controversias y proclamar “Dogmas”, y aunque el Vaticano II no proclamó dogma alguno, recurrió, significativamente, a denominar “dogmáticas” a dos de las cuatro constituciones. La inclusión de los métodos “democráticos” en la Iglesia, como fue la constitución de la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes -la que en su día llamaron “PlataJunta”-, fue una realidad que no ayudó a la presencia de la Iglesia como guía del pueblo de Dios.
Las Conferencias Episcopales nacieron como organismos episcopales consultivos para que reuniendo a los obispos para estudiar e intercambiar experiencias, llegasen a conclusiones y acuerdos que sirvieran como “recomendación”, “consejo” o “exhortación” para la acción, aunque también ejercen, conjuntamente, funciones pastorales si bien esa función corresponde plenamente a los Obispos en sus respectivas diócesis. Si, Dios no lo quiera, existiera un plan para desacralizar Santiago, Covadonga, Guadalupe y el Pilar, sería razonable la reunión de los Obispos para intercambiar experiencias y ayuda mutua ante el peligro de tales profanaciones, pero tratándose de una tal actuación en una única basílica que está en una única diócesis, la convocatoria y el análisis del problema en el Pleno de la Conferencia Episcopal solo lo veo como cobertura para legitimar las negociaciones ya llevadas a cabo por los dirigentes de dicha Conferencia y por el titular de la diócesis afectada. ¿De dónde han partido las filtraciones que se lamentan? Y los Obispos que han negociado, debiendo ser testigos de la verdad, no han aclarado si lo filtrado es verdadero o no. Llama la atención que, con posterioridad a las negociaciones, la misma Conferencia Episcopal se manifiesta contrariada cuando el poder convoca el concurso de ideas para llevar a cabo su proyecto de desacralización (algo para lo que no tiene competencia alguna) por no entrar a considerar la realidad de la profanación. Y para terminar con los despropósitos: ¿Por qué afirman los Obispos que el Estado puede hacer lo que estime conveniente?
En cualquier caso, se está poniendo de manifiesto que la actuación de las Conferencias Episcopales, los documentos que emitan y las actuaciones pastorales pueden suponer un condicionante para el ejercicio libre de la misión esencial de cada Obispo, y por ello su existencia no ha sido necesaria en la historia y actualmente tales actuaciones pueden entorpecer la labor de los Obispos, ya que -se quiera o no-, si la Conferencia Episcopal adopta de hecho una posición ante un tema concreto, los Obispos estarán condicionados por esta posición pública y verán recortada su libertad para manifestar y actuar siguiendo su criterio.
¿Dónde ha quedado la sucesión apostólica, si los Obispos, al ejercer su magisterio, se ven condicionados a decir lo “episcopalmente correcto”, en paralelo a lo que los ciudadanos lo estamos en el ejercicio de nuestras libertades por lo “políticamente correcto”?
José Luis Montero Casado de Amezúa
Autor

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Ingeniero Agrónomo.
A lo largo de su trayectoria profesional, Montero Casado de Amezúa ha desempeñado diferentes puestos de responsabilidad en el Ministerio de Agricultura, como jefe provincial del IRYDA en Cáceres (1981-1985), subdirector general de Coordinación Institucional (2002-2004), director general de SEIASA (2012-2014) o vocal asesor en la Dirección General de Desarrollo Rural (2014-2020), entre otros.
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