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Cada año el mensaje navideño del Rey es el corpus literario de la historieta que según la coyuntura, interesa relatar al gobierno de turno que es quien lo avala y refrenda.
Quienes, analizando el mensaje navideño real, quieren hacerse trampas al solitario y practican el onanismo lamecoronas pintando un Rey a su medida, un Rey idílico que ha dicho tal o cual cosa disidente o antigubernamental, engañan a la población.
Este año, como todos los anteriores, el Rey dijo lo que el gobierno quería y, por cierto, su mensaje ha sido el más lacayuno y soporífero en muchos años.
Soporífero por su verbo y por su forma. Tedioso por el recurso constante a palabros vacíos donde ninguna emoción y ninguna Fe se transmiten más que el culto plañidero por la «democracia que nos hemos dado».
Lacayuno por cuanto ha tenido de gayola dialéctica hacia Pedro Sánchez y su política de tierra quemada oculta tras la «guerra de Putin» (¡cómo no!)
El monarca ha pintado la guerra de Ucrania como epicentro de nuestros problemas patrios: la subida de precios, el aumento de los carburantes, de los tipos de interés…La culpa de todo la tiene Putin, no Pedro Sánchez. Un ejercicio no sólo de mentira sino de vileza, pero en clara onda con las tesis gubernamentales y sus terminales propagandísticas.
No ha faltado, en el relato del monarca, la referencia a los últimos 40 años de «la democracia que nos hemos dado» como el periodo de mayor bonanza de nuestra reciente historia. La falacia que subyace no admite mayor impugnación que esta: el periodo de mayor crecimiento en nuestra reciente historia no son los 40 años de partitocracia sino los 40 años previos a ella; los del régimen capitaneado por Francisco Franco que hicieron de España la octava potencia mundial, la del pleno empleo, la industrialización modernizadora, la clase media, el mayor índice de natalidad de Europa, el Estado unitario sin separatismos y un orden publico total.
La Constitución española del 78 ha entrañado el fin de la Soberanía Nacional, el auge del separatismo y la ruina moral y económica.
Además de servir para azuzar las consabidas mentiras, el mensaje navideño del monarca ha sido un canto a la nada trufado de los típicos tópicos de la politiquería al servicio del statu quo: » consenso»; » somos una gran nación»; «estabilidad de las instituciones»; «debemos estar unidos» etc. En definitiva: la diarrea buenista que no ataca el cáncer separatista ni las leyes de memoria histórica ni el adoctrinamiento de género ni las nuevas leyes penales a la medida de ladrones, violadores o golpistas sediciosos.
El anhelado -por muchos, que no por mí- discurso real ha sido la descarga dialéctica vaga, hueca y facilona que como fórmula magistral de no decir nada y contentar a derechas y a izquierdas, se practica por Casa Real desde 1977.
Los partidos políticos separatistas y comunistas, ilegales en buena parte de Europa, juegan a rupturistas como es costumbre, pero medran del régimen del 78 que les permite existir legalmente y políticamente. Estos sinvergüenzas debían ser los primeros en aplaudir a la monarquía liberal y borbónica con las orejas.
Por último, señalare que el Rey ha dicho algo muy grave: «que todos los españoles debemos seguir decidiendo juntos nuestro destino». ¿Decidir nuestro destino?
Este es un aserto terrible, herencia del más rancio liberalismo relativista.
Hay cosas que los ciudadanos no pueden decidir, votar o someter a referéndum de todos los españoles. Por ejemplo: convertir a Cataluña en país extranjero mediante un referéndum.
Aunque su Majestad no lo crea, si España decide suicidarse, muchos se lo impediremos. Y puede que ese suicidio se vote en las urnas… Pero contra él nos situaremos, aunque la mayoría de españoles lo haya avalado o una aritmética parlamentaria lo permita.
No me he sentido decepcionado por el mensaje del Rey, pero sí con somnolencia creciente mientras lo escuchaba.
Lo he tratado en este articulo porque es motivo de “pienso mediático”, de tertulianos de salón, de jalonar «la democracia que nos hemos dado» metiendo forraje en las negociados partidistas de los actores políticos del régimen del 78 que tienen materia sobre la que hablar y enardecer a sus electorados respectivos.
Más que mensaje, ha sido forraje… Y del malo.
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Poco o nada -bueno, se entiende- puede esperarse de este payaso, un bufón bo(r)bón, uno más de una dinastía de cobardes, miserables, ladrones y traidores. Una auténtica lacra, una más también, de la que es preciso deshacerse si queremos conservar la Patria luego de aplastar de una vez por todas a la cochambre política socialista y sus socios de desgobierno, junto a su reverso pepero, la otra cara del cáncer partitocrático que está arruinando y destruyendo España.
Feliz Navidad.