20/09/2024 16:20
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LA RELIGIÓN DEL ODIO

Hace apenas unos días asistí involuntariamente en el Metro de Madrid a un incidente bochornoso. Y como no es la primera vez que presencio una situación así, he de suponer que cualquier usuario de este medio de transporte habrá sido testigo de episodios similares en más de una ocasión. Los hechos fueron los siguientes: Un pasajero de unos cuarenta y pocos años se dirige a otro de treinta y pico, sugiriéndole que se ponga los cascos para que el resto del vagón no tenga que oír obligadamente el sonido de su teléfono móvil. Ante la reconvención, el sujeto interpelado contesta: “Todo el mundo está con el móvil; si te molesta, viaja en autobús”. Tal “razonamiento”, insolente e indigno de ese nombre, no termina de convencer al ciudadano incomodado por el ruido, quien, señalando los iconos situados frente a ambos, insiste: “No lo digo yo, se indica ahí: use auriculares para no molestar a otros viajeros”. Como por desgracia era de esperar, el sujeto con el móvil siguió a lo suyo… propiciando el lógico reproche: “Ni puto (sic) caso…”

Afortunadamente y, al parecer, para alivio del pasaje, el tipo del móvil se bajó en la siguiente parada y la cosa no fue a más.

Sin embargo, el episodio no acabó ahí. Un hombre joven sentado con su hijo al lado del individuo que había afeado su conducta al ruidoso, con tono de confianza, le dice: “Joder (sic) tío, no insistas; el otro es un tipo joven y la cosa puede acabar mal…” Esto es, otro razonamiento impecable: mejor callarse, hacer como Rajoy y no meterse en líos.

Sin embargo, inasequible al desaliento y lejos de aceptar los consejos del “colega” templagaitas, el individuo en favor del silencio señala de nuevo el panel superior frente a ellos y se reafirma: “No tengo por qué escuchar el ruido de nadie y ahí se indica que deben usarse cascos para no molestar al resto de pasajeros”. Subrayando, tenazmente, que de ahí no se apeaba.

Pero cuando usted, paciente lector, y yo mismo, pensábamos que el lance no daba para más, una chiquita joven con aros en la nariz que estaba sentada al otro lado del señor resistente contra el ruido, levanta la vista momentáneamente de su móvil y le espeta: “¡Intransigente!”. Un “argumento” ante el que el señor, levantando una ceja, responde con una sonrisa irónica preñada de resignación.

Comento este suceso como podría citar otros tantos que a diario se dan en el transporte público; véanse los bípedos que en el Cercanías ponen sus apéndices calzados en el asiento de enfrente; los que tiran cosas al suelo o al andén; los que comen en el tren o mastican con la boca abierta… porque sin duda todos ellos nos hablan de un problema más grave y que atañe directamente a la Educación o, más bien, a la falta de ella. Y no se trata sólo del desprecio por las normas más básicas de convivencia, sino, sobre todo, del empleo de “argumentos” que justifican o quitan hierro a conductas claramente incívicas; la incapacidad para razonar medianamente; la ausencia de una moral elemental que permita discernir entre el bien y el mal; la tendencia a autoengañarse y servirse de burdas falacias o estúpidos silogismos para engañar a los demás… En definitiva, la falta de vergüenza y de inteligencia.

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Y esa es la razón por la que me ha parecido oportuno el ejemplo citado. Porque todo lo dicho es extrapolable a cualquier otro ámbito, donde, por un lado, observamos la impunidad de quienes no respetan las normas, y, por otro, se pone en evidencia una educación defectuosa en generaciones de españoles, conformando una sociedad mayoritariamente inculta, miedosa, infantilizada, egoísta, caprichosa, oportunista y cobarde.

Sólo así puede entenderse la obediencia ciega de millones de individuos al Partido que nos conduce al abismo; el fanatismo de aquél a quien si hoy le dicen blanco, él dice blanco, y si mañana negro, él dice negro, y si pasado toca gris, pues gris. El mismo que, por supuesto, te insulta si señalas la incoherencia de obedecer consignas contradictorias. ¡Pero cualquiera renuncia a la impunidad!, a la comodidad de no tener que pensar y al inmenso poder de tener razón siempre con la añagaza de llamar “nazi” a quien se te oponga. Es el Socialismo una religión fundamentada en el odio, la envidia y el resentimiento. Un odio alimentado durante años en la escuela, la universidad y por los medios de comunicación, controlados por el Partido sin oposición1.

Por cierto, abro un libro de Lengua de segundo de la ESO de este mismo año, de la editorial Oxford para más señas, y bajo un icono de la Agenda 2030, leo lo siguiente: “Instrucciones para reír: Todo el mundo debería tener derecho a reír. La risa es una herramienta muy poderosa para el bienestar físico y emocional: ayuda a reducir la ansiedad, la depresión y el estrés. En definitiva, nos hace felices. ¿Te imaginas un futuro en el que la gente ha olvidado reír? […]”

Para los despistados e ingenuos, todo el lote del adoctrinamiento socialista en un párrafo: apelación a los sentimientos y educación de los afectos, promesa de utopías, confusión de causas y efectos, derechos presuntamente arrebatados, patologías latentes, miedo inducido a perder la alegría en un horizonte eventualmente amenazado… En definitiva, generación de cizaña. ¿O nos hacemos los tontos? Porque siempre es lo mismo: aparentemente se abraza una buena causa, se plantea una disyuntiva falsa y a partir de ahí se genera un conflicto. Por no salirnos del caso: Tú, niño, tienes derecho a ser feliz. Pero hay gente mala que te lo impide; que no te deja jugar todo el tiempo ni hacer lo que te venga en gana. Sujetos que, por ejemplo, te obligan a aprender cosas, que te corrigen las faltas de ortografía o te dicen que no grites… Lo que inmediatamente nos conduce a señalar un enemigo: los cenizos, los amargados, los carcas… los profesores “excesivamente” severos, los padres “demasiado” estrictos… Y una vez servido el conflicto, el resultado ya está decidido de antemano: basta hacerse la víctima. Y ahora no me digan que no les suena de nada este modus operandi.

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¿Se acuerdan de aquella canción de los titiriteros de la ceja en la campaña del PSOE por Zapatero en 2008? Sí, “Defender la alegría”2 se titulaba. Un lema muy similar al elegido por el partido comunista Podemos para la elecciones de 2016: “La sonrisa de un país”… La misma fachada amable empleada una y otra vez por socialistas y comunistas: “Su odio, nuestra sonrisa”, “Que no te quiten la sonrisa”… En fin…

Eso sí, por lo visto, hay muchos que todavía no se han enterado de cómo se adoctrina a diario en nuestras escuelas y siguen pensando que las cosas se solucionan mirando para otro lado o porque la razón les asiste. Ya saben, ese extraño axioma indemostrado, tan caro a los perezosos, de que la razón y el bien siempre triunfan al final.

Por suerte, por ahora “sólo” ha caído el Estado de Derecho.

Filípides 24-11-2023

1 Véase al PP respaldando la Agenda 2030. Ojo al actual consejero de Medio Ambiente, Agricultura e Interior de la Comunidad de Madrid, Carlos Novillo: https://okdiario.com/okgreen/carlos-novillo-somos-conscientes-que-vivimos-etapa-determinante-humanidad-planeta-11953919

2 Véase el vídeo con el lema “Defendemos la alegría frente al catastrofismo, la intolerancia y el retroceso”: https://www.youtube.com/watch?v=i0x5LntVWjg

A propósito de la cuestión mencionada, léase también este artículo de 2015: https://www.libertaddigital.com/espana/2015-10-13/zapatero-sanchez-de-la-alegria-a-la-sonrisa-1276559035/

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Aliena

Tiene usted razón… con dos matices:
1.- El mismo comportamiento tienen los extranjeros, extranjeros de todas clases. Así sudamericanos que ponen música en un «tram» ( en Alicante ) abarrotado y dos de ellos BAILAN – o sea, se contonean e incrustan los codos y las rodillas en el resto del pasaje; así «subsaharianas» que ocupan varios asientos con bolsas y una niña bastante grandecita que se duerme; así finlandeses que en cuanto se sientan se descalzan, tumban – también ellos – a la niña sobre dos asientos, y los papás usan cada uno un asiento para sentarse y el de enfrente para descansar los descalzos pinreles; así unos franceses que se dedicaban a tirar pañuelos de papel al suelo con total descaro; así unos adolescentes ingleses que se divirtieron una barbaridad comiendo ensaladilla rusa en pleno trayecto y arrojándose el sobrante los unos a los otros con muy mala puntería.
2.- El llamar «nazi» como arma arrojadiza es costumbre ligeramente sobreexplotada y bastante nefasta pero que debe de proporcionar una sensación de victoria indiscutible al que la usa, verbigracia, muchísimos articulistas de este mismo medio, un día sí y otro también, sus tesis – la que sea – colocando a los «nazis» en la trinchera contraria ( la que sea, también ) aunque el tema sea los faraones de la XVIII dinastía.

Lieutenant

Es que, por si ustedes no se habían dado cuenta, ya no se lleva tener educación, corrección y mucho menos elegancia en las formas y en el trato; ahora lo que se lleva es la falta de educación, la vulgaridad y la bajeza. Es difícil poder explicárselo a alguien que nunca llegaría a entenderlo.

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