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El heroico Infante de Marina Manuel Lois

El 22 de mayo de 1912, en la localidad coruñesa de Ordenes, a mitad del camino que une La Coruña con Santiago de Compostela, donde se encuentra enterrado el Santo Patrón de España, en el seno de una familia humilde, nacía un niño al que su madre le puso por nombre Manuel, un nombre muy común en la Galicia de aquellos años.

Tan solo unos días después -en junio siguiente-, fuerzas de Infantería de Marina desembarcan en Larache y Alcazarquivir, para posesionarse de ambas plazas como parte de la zona del Protectorado de Marruecos, asignado a España por la Conferencia de Algeciras de 1906, que se haría efectivo a finales de ese mismo año.

Pero volvamos a la historia de nuestro héroe. El ambiente rural gallego de aquellos años no ofrecía demasiadas expectativas sobre todo para los nacidos en el ámbito de familias humildes, así que, a los trece años, no le quedó otra que ponerse a trabajar en el campo como otros muchos jóvenes de su edad. Un trabajo duro, forjador de recio carácter, que solía empezar a la salida del sol y concluir con las primeras sombras de la noche.

Al cumplir la edad exigida por la normativa vigente -posiblemente en 1932- fue llamado a filas, pero, debido a su baja estatura, fue excluido, quedando exento del cumplimiento del Servicio Militar y continuando con su duro trabajo en el agro gallego.

Sin embargo, al declararse la guerra civil, en julio de 1936, fue movilizada su quinta y Manuel Lois, en cumplimiento de su sagrado deber, se presentó ante las Autoridades militares y fue declarado útil para la prestación de servicios auxiliares, siendo destinado, en agosto de ese año, al Grupo de Infantería de Marina -antecedente del actual Tercio del Norte-, con sede en el Quartel de Nuestra Señora de los Dolores de Ferrol. Un Cuerpo, el de la gloriosa Infantería de Marina, que, en una de las primeras medidas adoptadas por el Gobierno Provisional de la II República, declaró a extinguir por Decreto de 10 de julio de 1931, menos de tres meses después del advenimiento del régimen republicano. Así era aquella patulea malvada que formó aquel gobierno provisional capaz de llevarse por delante todo aquello que fuese intrínsecamente español.

A estas alturas, Manuel Lois, poco podía saber de quién era Franco y qué era el Alzamiento Nacional, más allá de lo que pudiese haber escuchado en alguna de las tabernas de su Ordenes natal, sin embargo, la Patria demandaba sus servicios y allá se fue, sin rechistar, con gallardía y silencio, a vestir el glorioso uniforme de la franja grana partida.

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Tras recibir una instrucción elemental, a principios de octubre siguiente, embarca a bordo del Crucero “Baleares”, uno de los buques más modernos y potentes de la Escuadra nacional, que zarpa a la zona de operaciones del Mediterráneo, en cuya Base Naval de Cartagena se encontraba el grueso de la Escuadra dependiente del frente popular, la mayor parte de la que disponía España por aquellos años.

El legendario Crucero “Baleares”

El 7 de septiembre de 1937, en las proximidades del Cabo Cherchel, el “Baleares”, despreciando el peligro y la manifiesta superioridad del enemigo, atacó a un convoy fuertemente escoltado por dos Cruceros -Libertad y Méndez Núñez- y siete Destructores -Lepanto, Almirante Valdés, Almirante Antequera, Almirante Miranda, Gravina, Jorge Juan y Escaño-, logrando desbaratar sus planes de llegar con la carga a costas controladas por el frente popular, poniéndolo en fuga en dirección a la bahía de Cherchel (Argelia), donde se refugió.

Sin embargo, los dos Cruceros frentepopulistas presentaron batalla y el “Libertad” (ex “Príncipe Alfonso”) logró acertar, con su artillería, en una de las chimeneas del “Baleares”, yendo uno de los cascotes a impactar en un pañol de munición donde se encontraban, además de proyectiles iluminantes, otros de alto explosivo.

Al observar uno de los Oficiales, que se encontraba herido, el inminente riesgo de deflagración de una caja de iluminantes pide voluntarios para abrirla y evitar la explosión. Allí estaba el Infante de Marina Lois, lejos de su Ordenes natal, destinado como telefonista del cañón nº 4 y, sin dudarlo, con arrojo y valentía, abre los cierres de la caja, viéndose sorprendido por las llamas que salen de su interior y que lo envuelven totalmente. Despreciando la grave situación en la que se encontraba, abrasándose, con las manos quemadas y con su cuerpo en llamas, coge las cargas que se encontraban al rojo vivo y, tras caer al suelo, con su cuerpo logra empujarlas al mar, salvando así al barco y a sus compañeros de dotación de una muerte segura.

El bravo y heroico Infantería de Marina Manuel Lois, fallecía, poco después, en la enfermería del buque sin poder regresar jamás a su Ordenes natal.

Esta valerosa y heroica acción le valió que el 27 de noviembre siguiente recibiese, a título póstumo, la Medalla Naval y, el 30 de mayo de 1938, la Cruz Laureada de San Fernando, máxima condecoración con la que España premia a sus héroes.

En una España en la que la delación está a la orden del día, en la que el rencor y el odio han vuelto a dividirnos, en la que el miedo y la cobardía se han asentado en nuestra sociedad, en la que se tolera que a cualquier malvado terrorista asesino se le tribute un homenaje, en la que se ensalza a golpistas que han pretendido sustraernos una parte del territorio nacional, en la que entre el gobierno y sus apoyos se concentran los peores enemigos de España, ahora, por rencor y por odio, unos cuantos cobardes indeseables, han solicitado a las autoridades políticas de este gobierno de risa floja, que se retire el nombre de este bravo Infante de Marina, un humilde joven de un pueblo de la provincia coruñesa -hijo predilecto de la provincia-, con el que se bautizó una de las calles del arsenal ferrolano.

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Es vergonzoso que alguien se preste a cometer semejante ignominia, semejante felonía con la que, estos que han solicitado tal cosa, demuestran su falta de honor, de hombría y su malvada mezquindad, siendo todavía mucho más grave si los firmantes, como señalan algunas fuentes, forman o formaron parte de las Fuerzas Armadas.

Que dejen al heroico Infante de Marina Lois descansar en paz y que su ejemplo sirva para que de él aprendan muchos jóvenes españoles huérfanos de héroes y de valerosos paradigmas a imitar, esos mismos jóvenes a los que, de forma intencionada, han desarmado de valores más allá del malsano relativismo imperante.

Decía el viejo brindis de los Tercios, ese que tanto le molesta a esta izquierda perversa, “por España, y el que quiera defenderla, honrado muera. Y el traidor que la abandone, no tenga quien le perdone, ni en Tierra Santa cobijo, ni una Cruz en sus despojos, ni las manos de un buen hijo para cerrarle los ojos”.

Pues bien, el bravo Manuel Lois, cumplió hasta el final con su deber y por ello murió honrado, fue enterrado en Tierra Santa bajo el signo de la Cruz y sus compañeros le cerraron los ojos cuando dejó de existir, algo a lo que no puede aspirar ninguno de estos malnacidos que han solicitado tal desafuero.

¡Honor y gloria a los que, como el Infante de Marina Lois, dieron su vida por España!

Autor

REDACCIÓN