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En aquellos primeros días del mes de marzo de 1922 don Antonio Maura, el padre con Canalejas, de “La Revolución desde arriba” que intentaron llevar a la práctica en contraposición a “La Revolución desde abajo” (la comunista de la “Dictadura del proletariado”) que lo había sido todo en la política española, varias veces Ministro, varias veces Presidente del Gobierno, Presidente del Partido liberal, Presidente del Partido conservador y Miembro destacado de todas las Academias españolas recalco, Maura cansado y abatido, dimitió como Presidente del Gobierno de Concentración Nacional y eso fue, en realidad, la luz verde para la Dictadura de Primo de Rivera.

Aquella España era ya  un caos total. El asesinato del Presidente del Gobierno, Eduardo Dato, poco antes, el cuarto magnicidio en 50 años, el desastre de Annual en Marruecos, la grave situación económica; el enfrentamiento cerrado de los Partidos Políticos y las ilusiones que había despertado entre los trabajadores la triunfante Revolución rusa y un ejército en pie de guerra por el malestar general, dio motivo para que el luchador Maura de la semana trágica de Barcelona presentara su dimisión como Presidente del Tercer Gobierno de Concentración Nacional.

En aquella ocasión reunió a la Plana Mayor del Partido Conservador y les dijo estas palabras: «Lo siento, señores, me retiro de la política definitivamente y me voy a mi casa. Este país no tiene arreglo. Vamos directos al precipicio, y mientras la clase política sigue discutiendo si son galgos o podencos y el Rey entretenido dándoles medallas a sus generales. La Monarquía está acabada y el pueblo sólo piensa en divertirse y pedir ayudas al pobre Estado. ¡¡Me voy!! No quiero precipicios». A los pocos meses llegó la Dictadura del general Primo de Rivera con la luz verde del Rey.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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