03/12/2024 17:58

Tiene razón Otegui, espero que sólo por esta vez y confío en que no sirva de precedente, cuando ha dicho con la chulería barriobajera que le caracteriza, propia sólo del mentecato miserable y desalmado que es, que “El Estado no quería que la violencia armada de ETA desapareciera de la ecuación política de este país”. Y es que la historia del terrorismo etarra (como la del catalufo, incluso ahora) lo corrobora.

Desde el primer instante ETA dejó bien claro que su objetivo no era el régimen del momento, sino España, en concreto la secesión (no nacionalismo, porque nunca aquella región fue nación, ni independentismo, porque no ha estado nunca ocupada, y aplíquese lo mismo a Cataluña) de las Vascongadas y Navarra con independencia del sistema político que pudiera imperar entonces y después.

Siendo su objetivo la destrucción de la unidad e integridad territorial de la Patria, siendo ellos por tanto un claro y patente enemigo interior, no era sólo un problema de orden público concerniente sólo a las fuerzas policiales, sino prioritaria, máxima, neta e indelegable responsabilidad de las FFAA; el asesinato de militares también lo confirma. Así lo entendieron los británicos con el IRA, y eso que los casos no son comparables porque aquella parte de Irlanda sí estaba y sigue estando ocupada por los ingleses.

Nunca se combatió el terrorismo etarra como se debía conforme al tipo de reto que planteó, el terrorista, pero también al subversivo y revolucionario que eran su raíz, guerra que tiene unas características muy específicas que sólo puede vencerse aplicándole una estrategia y tácticas determinadas, más que conocidas. Lo único que se hizo fue perseguir a los ejecutores de los actos terroristas, sin asumir que matar a la cucaracha que vemos no sirve de nada, mientras no tomemos las medidas necesarias para destruir el nido y romper la cadena reproductiva. Así, desmantelar “comandos” terroristas de nada sirvió, máxime si se hacía, como se hizo, con manos delicadas.

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Por otro lado, nunca se combatió la causa del terrorismo materializada por el PNV y las varias siglas “políticas” que ETA ha tenido y tiene. Nunca se luchó por la victoria en las mentes y los espíritus de los españoles envenenados de aquella región, ni por proteger y reforzar la de los perseguidos, a los cuales se abandonó a su mala suerte. Nunca se pusieron todos los recursos del Estado (políticos, educativos, culturales, económicos, etc.) al servicio de la guerra contra la revolución y la subversión, que es lo que fue aquello, de la cual el terrorismo fue sólo su aspecto más llamativo. Así pues, se combatió el efecto, pero no la causa que siguió enquistándose y avanzando.

Pero es que tampoco se combatió como se debía al efecto, es decir, al terrorismo en sí. Nunca se legisló con el rigor que el caso exigía en proporción a su gravedad y a la justicia requerida conforme a sus terribles hechos. Tampoco se aplicó la ya de por sí laxa legislación existente con el rigor que se podía, de forma que cuando “el peso de la ley” caía sobre los asesinos, fue tan liviano que apenas lo sentían.

No sólo lo dicho, sino que la revolución, la subversión –y también el propio terrorismo– encontraron colaboracionistas activos en todos los colectivos de la sociedad civil, incluida la Iglesia y, peor aún, entre los políticos –por distintas causas, que no razones–, a los cuales tampoco se combatió como se debía.

Además, encontraron entre muchos de los que tenían que combatirlos una mezcla letal de ingenuidad, complejo, inhibición, pasividad, cobardía, egoísmo y no pocos intereses creados o en creación, que les facilitó aún más la victoria que hoy disfrutan y nos restriegan por la cara con la chulería barriobajera que les caracteriza, propia de los mentecatos miserables y desalmados que son.

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Y es que la revolución, la subversión y el terrorismo, por mucho que insistan los de siempre, sobre todo los que debieron combatirlo y no lo hicieron, sino que “tomaron temperaturas”, negociaron y terminaron por firmar la rendición, ha vencido, y sólo ha dejado de matar cuando ha derrotado a su enemigo, a España, que fue su objetivo –y su víctima principal de la que nadie se acuerda, sin menospreciar a las físicas–, derrotando a sus fuerzas de todo tipo, comenzando por las políticas y terminando por las armadas y policiales, pasando por la propia y entera sociedad civil. Tanto es así, que aún hoy siguen siendo legales sus facciones políticas, se presentan a las elecciones, se les puede votar, siguen trabajando contra España y ocupan cargos remunerados con nuestros impuestos que son, por ello, réplica de los tributos que los vencidos han de pagar siempre a los vencedores.

Tiene razón Otegui cuando dice que “El Estado no quería que la violencia armada de ETA desapareciera de la ecuación política de este país”, pues entiende, y muy bien, por “Estado”, a los que formando parte de sus instituciones, desde el Rey, incluido, abajo, nunca tuvieron interés ni pusieron todo su empeño en cumplir, y a toda costa, con sus obligaciones adquiridas, no se olvide, voluntariamente, y por las que cobraban y siguen cobrando.

¿Por qué se quejan y espantan ahora de lo que ha dicho Otegui? ¡Ay de los vencidos!

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Francisco Bendala Ayuso
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Hakenkreuz

Aquí declaran tres ante un tribunal de justicia del estilo de los actuales, de los tribunales esos sin cruz de Cristo, del «pueblo» o populares. El primero en declarar es claramente del PP (ateo y masón, apunta maneras lgtbi+), el segundo de VOX (con voz gallinácea como cuando dan mítines en Vascongadas y Cataluña ante los del terror antiespañol) y el tercero declara sin recato alguno que es católico apostólico, anticomunista y español verdadero (detrás de él declaran otros, siguiendo a su buen capitán):

https://www.youtube.com/watch?v=nPnLDs7-iO0

¿Dónde andará esta España, que hasta presa tenía más coj****s que todos los votantes democráticos juntos?

Roberto Valdez

No puedo estar más de acuerdo.

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