09/05/2024 01:24
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El 13 de marzo de 2013 el colegio cardenalicio proclama “¡Habemos Papam!” Aparece entonces un hombre gris en el balcón de la Basílica de San Pedro, hasta entonces completamente desconocido para mí. Su nombre no sonaba entre los posibles candidatos. Se esperaba que va a salir elegido un cardenal del perfil de Benedicto, para continuar con su trayectoria y estilo. Pero de acuerdo, aceptaremos a cualquiera que venga en el nombre de Dios, pienso en mi mismo. Entonces, el recién elegido, saluda a los presentes (y a todos los telespectadores) con un increíble, jamás oído de un papa: “Fratelli e sorelle, buonasera!” – Hermanos y hermanas… Buenas noches!(?)

A mí me parecía oír: ¡Bienvenidos a la noche oscura! Me recupero más o menos en un par de días, a continuación de lo que mando la felicitación a un amigo argentino, buen y probado católico, por tener a un papa de su tierra. Este, que bien lo conocía, apesadumbrado más que yo, me contesta con un lacónico: “No estamos para felicitaciones. Estamos de luto.” Lo que empezó a suceder un día sí y otro también, nos es más o menos conocido a todos. Pero quiero dedicar un par de minutos a aquello por lo que Benedicto – aunque él también tiene cosas serias por abordar, que no es el tema de este recuerdo – molestaba tanto que a algunos les faltaba tiempo para decir que largo de aquí. ¿Oye, que toca irse, vale?

Elijo por lo tanto tres momentos de las intervenciones de Benedicto que hartaron a susodichos:

  1. “Dictadura del relativismo”. En la misa funeral por Juan Pablo II, todavía siendo cardenal Ratzinger, pronuncia una homilía que sonó mucho por referirse a la “dictadura del relativismo” que ahoga la libertad para el bien en aras de lo políticamente correcto, que con el tiempo, como estamos viendo, se irá imponiendo como pensamiento único, salvo castigo a elegir en el caso contrario. Su puesta en escena rompió moldes, y fue bien acogido en círculos más tradicionales. La progresía y la gran política evidentemente no le quería. Enseguida empezaron a circular los memes del “Papa nazi” y similares. No fue bien acogido ni en los círculos eclesiales progresistas, de los que entonces se pensaba que eran minoría. ¡Qué ingenuidad!
  2. El 12 de septiembre de 2006, al año siguiente de haber sido elegido papa, pronuncia aquel discurso rompedor en Ratisbona, citando al emperador del Imperio Romano Oriental, Manuel II Paleólogo, reflexionando sobre la relación entre la fe y la razón. Una de las frases más polémica ha sido la siguiente cita de Manuel II a su interlocutor islámico: “Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y
    encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su directriz de difundir por
    medio de la espada la fe que predicaba.” Bueno… ahora el “Papa nazi” llegó a ser islamófobo. Como un hombre que no está en su sitio; quien molesta estando donde está. Con eso Benedicto tal vez inconscientemente toca la Declaración Nostra Aetate del Segundo Concilio Vaticano, según la cual en relación al islam se invita a “olvidar lo que pasó ¡Imperdonable! Pero oye, antes de que lo larguemos que pida perdón y todo eso. Sabiendo que ya nos tenemos que poner en marcha, porque esto no puede durar mucho más.
  3. Summorum Pontificum, 2007, Motu Proprio con el que se permite celebrar la misa según las rúbricas anteriores a la reforma litúrgica de 1970. Con ello los católicos actuales, que crecieron sin conocer la misa tradicional, pudieron ver cómo se celebraba la misa católica en España, pero lo mismo que en Francia, Italia, Rumanía, EEUU, Nueva Zelanda… Cuando por primera vez pude asistir a una misa así, me di cuenta que algo se hizo en esas reformas a seguir indicaciones del Concilio Vat II. Que esta misa de ahora no es aquella. Creo que por eso surgió un gran descontento y rechazo hacia Benedicto XVI incluso en círculos de los que no esparaba tal reacción. Pude observar el vacío que le hacían, hasta burla. De pronto a tantísimos no les importaba el Papa. Después del 13 de marzo de 2013, esos mismos empezaron a exigir la obediencia total al reción elegido. De pronto se hicieron muy obedientes. El desconto llegó al desprecio cuando en 2009 Benedicto levanta el cisma a la FSSPX (o lefebrvreistas, dicho peyorativamente como dicen). Los mismos que hoy defienden a los obispos alemanes en contra de la declaración del cisma, entonces se rasgaban las vestiduras por la decisión hacia los cuatro obispos ordenados por Lefebvre.
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[Así se celebrab a la misa anteriormente en todas partes, hasta 1970. El sacerdote no a espaldas del pueblo, sino cara a Dios, ofreciendo el Sacrificio del Dios Hijo al Dios Padre en el Espíritu Santo.

En Japón, Alemania, Japón, Croacia, África, Asia, América… la misma misa, en el mismo idioma de los mártires protoromanos, para que un católico en todas partes pueda celebrar aquella misma misa que ya aquellos celebraron, y se celebraba por los siglos.

La Misa es el Sacrificio, no el bueno rollo entre nosotros.]

Solamente con ese puñado de momentos Benedicto se hizo pesado, muy pesado. De forma plástica se pudo observar el rechazo hacia él en su visita a su Alemania natal en otoño del 2011 cuando un buen número de obispos no quiso ni darle la mano en la recepción (a partir del minuto 2:07 del vídeo):

Entonces se justificaba el descaro por la confusión en el protocolo – vaya con lo descuidado que son los alemanes, de pronto; la dimisión de Benedicto y todo lo que empieza a suceder después explican mucho mejor estos momentos. Como si le hubiesen dicho: „¿Todavía sigues aquí?“. „¡Largo, que no te vea, largo de mi vista!“ Es mi interpretación de lo visto, con toda la debacle y el descarrilamiento acentuado posterior.

Os deseo buena noche, esta noche dura y oscura, queridos hermanos. Pero no descuidéis. La Iglesia es de Dios y es indestructible. Una, Santa, Católica, Apostólica. La puerta del infierno no podrán con ella, lo ha dicho Dios, no yo.

De mi parte, que Dios me conceda la gracia de estar en la misma fe que le fue entregada desde el principio de la Iglesia, y tiene que ser la misma, hasta el último día. No a aquello que hoy es „no“, pero ayer fue „sí“. Aquel mismo e irreformable „sí“ a la doctrina dicha que, aunque pase la tierra, ella no lo hará porque  „sus palabras no pasarán“.

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REDACCIÓN
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