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El repetido eslogan que la izquierda vende «140 años de honradez en defensa de la democracia»  demuestra con qué facilidad del agit-prop marxista engaña al elector, desde una propaganda basada en las eternas mentiras que disfrazan como democrática a una izquierda golpista protagonista de todas las quiebras del estado en «140 años de propaganda». 

Sempiterna aliada del asesino separatismo, su memoria y crímenes hoy se blanquearan por decreto combatiendo una pertinaz realidad histórica que las leyes del nuevo frente popular pretenden ocultar: ellos jamás fueron demócratas.

La cacareada victoria del Frente Popular en febrero de 1936 fue el último atraco a aquella maltratada democracia, ejecutado bajo circunstancias más que excepcionales, regadas de violencias, amenazas e irregularidades, idénticas a las vividas en abril de 1931 que desencadenaron la fraudulenta llegada de aquel funesto régimen.

Aquellas elecciones a dos vueltas tuvieron como gravísima peculiaridad la destitución entre medias del presidente del gobierno Portela Valladares, sustituido por Azaña quien facilitó el pucherazo electoral. Las reveladoras memorias del presidente de la República D. Niceto Alcalá-Zamora cuentan como Azaña después protagonizo otro «golpe de Estado parlamentario» para usurpar el poder de la presidencia republicana.

En «Asalto a la república» Niceto Alcalá-Zamora relata de modo quirúrgico los acontecimientos del 16 de febrero: «el hecho relevante es que ese día los colegios electorales se cierran a las cuatro de la tarde. El conteo es lento, y la izquierda no va a consentir que haya un proceso posterior democrático. Esa misma noche se lanzan a la calle con banderas comunistas y pistolas al cinto, tratando de sacar de la cárcel modelo a los presos de 1934. Hacen una presión tan terrible que el Gobierno de Portela se viene abajo y los gobernadores civiles huyen de sus puestos. Los que estaban con las pistolas ocupan sus puestos entonces y se llevan las urnas. Ése es el gran fraude, no el número en sí de diputados. Incluso se crea una Comisión de Actas: El ministro de Trabajo me dice que el 50% de las actas de diputados están falsificadas. Aun así, el número de votos es casi el mismo: 4.363.000 para la izquierda por 4.155.000 para la derecha y 556.000 para el centro. No existio un traspaso democrático de poderes: Azaña se hace con el poder a los tres días y corta de raíz todo». 

Ante esta situación creada en plena jornada electoral (11M), tras el Consejo de Ministros celebrado a mediodía del día 17, el jefe del Estado Mayor Central, general Franco, buscó el apoyo del inspector de la Guardia Civil, general Pozas, para declarar el estado de guerra, a lo que Pozas respondió que las manifestaciones con motivo del festejo de la victoria frentepopulista eran tan solo una muestra de la «alegría republicana», imitando al republicano Sanjurjo el 14 de abril de 1931. La impune y generalizada violencia de las milicias marxistas en apenas dos semanas arroja unas cifras sangrantes que Álvarez Tardío estima en 41 muertos y 80 heridos, lo que provoca la renuncia de Portela.

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El relato en el exilio de Alcalá Zamora sobre esta dimisión en su famosa entrevista del 17 de enero de 1937 para el «Journal de Genève» es demoledor.  Ante el descontrol, muchos gobernadores civiles abandonaron sus puestos, siendo sustituidos por afines al Frente Popular, o dejando el puesto vacante, permitiendo la impunidad de los comités revolucionarios para asaltar las mesas electorales. Para cuando se quiso restablecer el orden, algunos de los nuevos gobernadores civiles improvisados, o sus subordinados inmediatos, cooperaron de modo flagrantes en las  irregularidades electorales de varias provincias. «la gestión electoral del Frente Popular careció de precedentes cercanos en la historia de España, en cuanto al grado de parcialidad» Es esta situación ilegítima la que permite al Frente Popular perpetrar el pucherazo, controlando un proceso de recuento donde pasó de algo más de 220 diputados a los 286 finales. La «democrática» mayoría absoluta que proclama Azaña en 1936 se obtiene mediante fraudes y el redondeo en una segunda vuelta bajo su nuevo Gobierno que controla la comisión de actas, haciendo valer la frase de Stalin: «lo importante no son los votos sino quien los cuenta». 

Este desgobierno repite el modelo  del 12 de abril de 1931, cuyas algaradas propiciaron la toma del poder tras unos comicios donde los partidos monarquicos ganaron por mayoría absoluta y cuyos resultados la República jamás publico. Si bien el centro y las derechas sumaron más apoyos, no supieron convertirlos en una victoria por su falta de cohesión, la clave fue que el Frente Popular con mayoría en las grandes circunscripciones, asalto las actas y las calles empleando una propaganda activista hacia otro gobierno de izquierdas, clonando la llegada de la II República; «Las derechas denunciaron irregularidades en las Cortes, pero como en 1931, estas no afectaran a que se proclamase la victoria del Frente Popular».

El caso de Orense es sintomático. Parecía una ciudad candidata a la repetición de las elecciones como paso en 1931 tras anularse más de 100.000 votos. La derecha, acomplejada y timorata ante aquella reaccionaria y violenta izquierda, no libró batalla básicamente porque la discusión de su caso vino tras las anulaciones de Granada y Cuenca, abandonando finalmente la CEDA la comisión electoral y claudicando a dar el combate de las ideas. En el caso de Granada, Mario López Martínez (1995) documenta pucherazos puros en 18 pueblos, y técnicos en 28, que a su entender justificaban por su dimensión la repetición electoral.

El pucherazo terminaba así lo que la retorcida propaganda marxista título «bienio negro» (diciembre de 1933 a enero de 1936) en el que se vivió un incipiente despegue económico, a pesar del sangriento golpe de estado del PSOE de octubre de 1934. Las reiteradas proclamas criminales en aquella campaña electoral de su secretario general, «el Lenin Español» Caballero, explican el pronunciamiento del 18 de julio. «la dictadura del proletariado e ir hacia la guerra civil declarada», 

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José María de Areilza así lo cuenta: «recuerdo de una forma transparente y precisa que la conspiración para organizar un golpe de Estado que acabase con el sistema político republicano utilizando la violencia si ello resultaba necesario, empezó a ponerse en marcha en términos irrevocables, inmediatamente después de la derrota electoral sufrida en el mes de febrero. Negarlo sería tanto como negar la evidencia» 

Lo que Areilza no aclara es que la derrota fue a la democracia tras pervertir la coalición del Frente Popular aquellas elecciones , los mismos que habían perpetrado el golpe de estado contra la República en octubre de 1934 y reventado las municipales en 1931.

«Media España no se resignó a morir» decía Gil Robles en sus memorias  «no fue posible la paz» corroborando las de Alcalá Zamora hoy felizmente publicadas. 

Estas eran tan demoledoras que sus textos fueron robados de Banco Credit Lyonnais de Madrid en 1936 por milicianos y destruidas. Escritas de nuevo por D. Niceto, desaparecieron en 1938 hasta el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero, quien también las mantuvo secuestradas. La demanda de la familia logró recuperarlas para ser publicados. El testimonio del propio Portela Valladares, en contacto estrecho con el depuesto presidente de la República Alcalá Zamora confirma las conclusiones del olvidado «Dictamen de la comisión sobre ilegitimidad de poderes actuantes el 18 de julio de 1936» publicadas en 1939, en cuyo apéndice hay un amplio apoyo documental de diligencias, causas y expedientes abiertos para depurar las responsabilidades por los miles de crímenes del Frente Popular anteriores a la guerra.

«… la transformación total del país no se puede hacer echando simplemente papeletas en las urnas… estamos ya hartos de ensayos de democracia; que se implante en el país nuestra democracia».  Largo Caballero, secretario general del PSOE, campaña electoral 10-02-1936, Cinema Europa.

La democracia no llegó a España jamás. Aquella izquierda que se vendía como su defensora la liquido.

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REDACCIÓN