23/11/2024 11:09

Tabaco LA HABANA, 22 (Notimérica) Guillermo Cabrera Infante abandonó sus estudios de manera temprana, una soñada carrera de medicina desembocó en lo que nunca pensó, un futuro como periodista y escritor. Nació en un día como hoy hace 90 años en Gibara, Cuba, a los pocos años se trasladaron a La Habana, ciudad que le sirvió de fuente de inspiración para sus libros y le descubrió colores y formas que solo existen allí. En 1952 la censura del régimen dictaminó a Cabrera culpable de incorporar supuestas obscenidades en un cuento. Por eso, se le prohibió publicar y tuvo que firmar sus siguientes obras bajo el seudónimo G. Caín, una contracción de sus apellidos. Dos años después, se involucró en la revista de cine 'Carteles' donde se convirtió en crítico cinematográfico, esta afición se transformaría en 1970 en su profesión: guionista en Hollywood. Tras la llegada de Fidel Castro al poder, con el que mantenía buena relación, ocupó el puesto de director del Consejo Nacional de Cultura, ejecutivo del cine y subdirector del diario 'Revolución'. Además era encargado del suplemento literario 'Lunes de Revolución', en el que pretendía liberar a los escritores y desarrollar la cultura durante la revolución. Las buenas relaciones con el régimen se deterioraron por un corto que se rodó a finales de 1960, la paz entre la revolución cubana y los intelectuales estaba acabando. Le enviaron a trabajar a Bruselas durante dos años pero cuando quiso volver a Cuba fue retenido por el Servicio de Contrainteligencia durante cuatro meses hasta que finalmente fue exiliado. Se instaló donde podía ejercer su profesión de escritor sin censura. Londres fue la capital elegida. Allí escribió una de sus obras más conocidas, 'Tres tristes tigres', que evocaba una versión nostálgica de la noche habanera a través de una galería de voces desconocidas. Este dialecto del lenguaje cubano, y más concretamente habanero, dejó de ser relegado

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Apartándome de los temas históricos por respeto a la Pascua de Navidad, dejo esta reseña de un libro egregio (es decir, que se sale), verdaderamente único en el sentido de inimitable y de imposible categorización. Para leer al calor del hogar. Dada la época del año, no digo con un puro  porque, al menos para mi, el disfrute de un buen puro necesita de un ambiente suficientemente cálido.

Es este libro de culto para degustadores de tabaco, cine y literatura. Tiene los tres y en dosis concentradas. El exiliado cubano Cabrera Infante lo escribió dos veces, primero en inglés y después en español (sí, el orden es imperdonable). No he leído la versión inglesa, así que no puedo comparar, pero imagino que, por lo menos, está a la altura.

El libro es un torrente, algo desorganizado (por eso es un torrente), de información y reflexiones sobre el tabaco y el cine trenzados en una exhibición de juegos malabares de la lengua. Me asombraron (y en algún momento hasta me cansaron).

Continuamente encontramos retruécanos, paronimias y todo tipo de juego de palabras. El libro está escrito en dos idiomas; no traducido, sino escrito en una y rescrito en la otra, porque esas figuras retóricas son intraducibles de suyo. El dominio del idioma que Cabrera Infante muestra en este alarde de virtuosismo lingüístico sobrepasa cualquier descripción. Si además tenemos en cuenta que lo despliega en dos idiomas de distinta raíz lingüística, la cosa sobrepasa cualquier elogio. Y si además el segundo idioma se aprendió fuera de la niñez, cuando los idiomas se absorben en vez de aprenderse, hay que concluir que no hay palabras para ponderar las de Cabrera Infante.

Vayan unos ejemplos.

Historia del tabaco y del fumar:

… la obra de arte que es el puro. La transformación tuvo lugar en Cuba, pero en realidad fue hecho en su mayor parte por españoles. Se llevaron el tabaco, una sancta cosa para los indios, a Europa y allí lo popularizaron. Pero fue en Europa donde la gente vio al puro como un instrumento para el placer del caballero, como lo habían sido antes el tabaco de pipa y el rapé.


Hace unos veinte años la idea (sin lugar a dudas venida de Inglaterra) de que los puros, como las rubias de Anita Loos, eran sólo para los caballeros fue disipada por el semblante desangelado de Fidel Castro y la cabeza evangélica del Che Guevara, ambos vestidos con uniformes pedidos prestados al ejército de los Estados Unidos, ambos embutidos en barbas humeantes y ambos portando cigarros gordos, groseros.


Che Guevara comenzó a fumar habanos cuando descubrió que, en Cuba, la pipa era considerada tan gringa que se la llamaba cachimba, femenino de cachimbo —el revólver de seis balas del otro Oeste.


Sucedió a mediados del siglo XVII, ya que la carta de Pela está fechada en 1641. El tabaco empezaba a resultar muy productivo cuando Panduca le reveló su secreto, las palabras de la tribu, a Pela, otro isleño. Por ello el segundo, como dice la carta, hizo del primero su socio de por vida. Ambos compartieron el trabajo duro y los mínimos beneficios de bregar en la primera vega de la que tenemos hoy conocimiento. Casi cincuenta años después, La Habana estaba rodeada de vegas similares, todas ellas localizadas en las riberas de los ríos de la provincia.

El descubrimiento del cigarro puro por Cabrera Infante:

Era un comercial tosco de H. Upmann, con un viejo actor melodramático en el papel del hombre más anciano del mundo, menos aciago del mundo: Santa Claus fumándose un habano en La Habana.

Me impresionó no solamente por el mensaje comercial que el actor presentaba tan astutamente como saliendo de la barba blanca y del pelo blanco y, por supuesto, del humo blanco: el humo que todo buen puro debe tener. Vano habano. Demasiado tarde. Había quedado enganchado para siempre. Di la bienvenida a la maldita mancha de la nicotina, al humo sólido, al fragante aroma de un puro: y al aplomo y la paz y la ponderación que ofrecía… Enterré mis pipas y no volví a encender un cigarrillo. Desde entonces comencé a buscar lo que cualquier fumador de puros busca: la fuma perfecta, mi propio puro, mi vitola.


Un cigarrillo es una partícula colgada de tus labios y la pipa es todo dientes apretados y ninguna furia. Pero un puro es como una pasión: primero se le prende, luego arde rojo, violeta, violento, virulento, luego crea ascuas y cría cenizas: una pasión consumida.

El torcedor cubano:

«A las siete de la mañana ya ha entrado en la fábrica. Dos minutos después de las siete ya se ha quitado la chaqueta y la corbata y se ha arremangado antes de ponerse a torcer puros». Luego se pone su delantal y se sienta en su taburete —y saca sus herramientas. Ya se ha traído consigo el instrumento más importante de su oficio: sus manos experimentadas. Ahora, de debajo de la mesa, extrae su chaveta— esto es en cubano el cuchillo del torcedor, pequeño y sin mango: casi como el Messer favorito de Lichtenberg. Sirve para cortar la hoja y moldear el cigarro, y es el menos ofensivo de los cuchillos, con la posible excepción del cuchillo de pescado.


Los tabaqueros —al menos los blancos— son un grupo perezoso, indolente. Un torcedor trabajará hasta que tenga suficiente dinero para sus gustos inmediatos y dejará el trabajo hasta que se vea forzado a volver sin un centavo. Un torcedor joven, atractivo, ocupado en torcer el mejor tipo de cigarro, le señaló el propietario como un ejemplo curioso de este proceder. Trabaja cinco días a la semana, ganando una bonita suma de dinero. Cada sábado noche se pasa por una tienda de ropa, se compra un traje nuevo y esa madrugada se va a la costa o al río, se quita la ropa y se da un baño. Luego se pone el traje nuevo. Dejando el viejo comprado la semana pasada en la orilla y se va de farra hasta que se le acaba el dinero. Después vuelve al trabajo.

Esta es la descripción del artesano orgulloso de practicar su arte.

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Los lectores de los talleres de torcido:

Desde allí, y con una voz más o menos sonora lee los periódicos… Durante intervalos matinales, que duran unos tres cuartos de hora, sólo lee la prensa de la mañana. Hay otros dos intervalos en la tarde… Durante la mayor parte del tiempo, durante el primer y segundo intervalo de lectura, se dedica a leer obras literarias… que van desde la novela erótica como las del Caballero Audaz [seudónimo de un tal José María Carretero], Pedro Mata o Eduardo Zamacois… novelas de usos y costumbres, novelas de aventuras, tratados científicos, tratados filosóficos y cosas así: desde Julio Verne [en la tarde del Freuday, sin duda] a H. G. Wells hasta don Miguel de Unamuno y Gorki, desde La máquina del tiempo hasta Así habló Zaratustra: todo se cuece en la tarde del sabat en esa olla podrida.

 

El taller costea la paga del lector, después de una colecta que el presidente realiza cada sábado… Uno de los lectores más conocidos de su época, Leopoldo Tejedor, se convirtió en actor sobre un escenario legítimo… Otro lector fue Víctor Muñoz, el afamado periodista que estableció entre nosotros el Día de las Madres.

 

Se fundó por primera vez para los reclusos torcedores de las galerías de la cárcel de La Habana…

 

Todas las fábricas de puros de La Habana habían adoptado el sistema para 1866.

 

En las salas en las que predominan los hombres, el lector ofrece un discurso sorprendentemente sólido que incluye noticias… e incluso clásicos de España y Cuba, sin omitir la poesía, algo imposible de imaginar en una fábrica americana pero que resulta totalmente natural en Cuba.

Instrucciones sobre el arte de fumarse un puro:

El anillo, a pesar de ser lo último que se le añade al cigarro, debe retirarse primero, digan lo que digan los connoisseurs espurios. [No estoy de acuerdo]


En el arte de fumar, no hay asignatura más difícil de aprender a cortar el extremo del cigarro.
[Yo perforo los calibres grandes y hago un corte en v en los pequeños]


Una vez encendido, no se debería dejar que un puro se apague: eso es todo lo que necesitas para ser (o al menos sentirte como) alguien.
[Es suficiente que no se enfríe si se apaga].

 

La mejor manera de abrir fuego que se ha visto en la pantalla la acometió, la cometió Lauren Bacall en Tener y no tener (To Have and Have Not), su primer film. Lo encendió cuando dijo: «¿Alguien tiene fuego?». Y se encontró con que Humphrey Bogart sí que lo tenía.

 

No lo aplastes contra el cenicero. ¡No lo tires al suelo! Eso es poco caballeroso: los buenos puros mueren con las botas puestas. Así que coloca el cigarro agonizante sobre el cenicero tan suavemente como puedas y déjalo expirar su lenta muerte.

¿Y qué hay del cine? Ya hemos visto una referencia, van estas más:

Si Eastwood fuera italiano, como el resto del estruendoso (y doblado) reparto, habría cortado su Toscano en dos con su navaja y entonces, y sólo entonces, lo habría encendido… Es normal cortar el Toscano por la mitad, aunque si uno no encuentra un Toscano que tire bien [aquí viene Mr. Eastwood: “Hopalong, prairie mooncalf”] es mejor fumarlo entero». ¡O te haré unos cuantos agujeros humeantes, hombre!

El  toscano recuerda al caliqueño. Si el primero se corta por la mitad para fumarlo en dos veces, del último se dice que hacen falta dos para fumarlo, de ahí el significado popular del término.

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Fumar cigarrillos solía ser costumbre de invertidos. Al igual que el rapé, en Europa se consideró a los cigarrillos como un signo de afeminación durante la mayor parte del siglo XIX. Oscar Wilde y su círculo vicioso sólo fumaban cigarrillos, en privado como en público. De hecho, fueron primero el teatro y luego el cine los que legitimaron los cigarrillos para los hombres.

Pero en las películas silentes sólo los héroes afeminados fumaban cigarrillos

Humphrey Bogart en El bosque petrificado (The Petrified Forest) fue de seguro el primer gánster en fumar cigarrillos y seguir siendo duro. Desde entonces los tipos duros se fuman un cigarrillo tras otro hasta hacerse daño.

Los puros grandes van con los hombres pequeños, los cigarrillos son para tipos altos y la pipa se asocia con el hombre en el medio: mediana estatura, edad media, clase media. Los mendigos y los ricos prefieren los puros, los pistoleros y las putas los cigarrillos. La pipa es para los escritores de misterio y para los detectives desde Sherlock Holmes al otro Marlowe —salvo Sam Spade, que liaba sus propios cigarrillos.

Robinson no encontraba nunca su fuego prometeico, ni su pareja en el arte de la interpretación. En Perdición (Doble Indemnity) era un detective de seguros, en La mujer del cuadro (The Woman in the Window) era un profesor universitario… Después de cometer adulterio y homicidio sin premeditación lo ascienden a miembro de la facultad y de forma fortuita a mejores puros: decano en diciembre, Upmanns  por Navidad.


En El hombre que vendió su alma (The Dedil and Daniel Webster) el diablo aparece por primera vez envuelto en niebla y bruma —y fumando un puro: una larga panetela que parece durar una eternidad. Y es más: es así: alumbra y deslumbra por siempre en la mano del demonio. «Llámame Charat», notifica Telefilmes como un introito ad altare Diaboli.

Una información de actualidad:

Desgraciadamente, España ha dejado el paraíso del fumador de habanos (habano es el “Cigarro puro elaborado en la isla de Cuba con hoja de la planta de aquel país”, en definición de la RAE). Teníamos los habanos precios más bajos del mundo. Todo ha cambiado en este año. Los famosos Cohíbas y Trinidad – los más caros de siempre- se han puesto por las nubes, y las marcas tradicionales prestigiosas han desaparecido de los estancos: Montecristo, Partagas, Romeo y Julieta, Punch… ¡agotados!

El problema está en que los puros que se vendían aquí a 8 a 15 euros los pagaban los chinos en Hong Kong a 50… la compañía ha dejado de suministrar a esos precios. Nuestra Tabacalera de toda la vida, propietaria de Habanos SA., el monopolio cubano, se fusionó con la francesa y la compañía resultante, Altadis, ha sido comprada por la inglesa Imperial Tobaco… Afortunadamente, hay otros buenos puros caribeños no necesariamente cubanos.

Acabamos con algo de Cabrera Infante:

Los cigarrillos son el opuesto perverso de los puros: los puros son largos, los cigarrillos cortos, los puros son oscuros, los cigarrillos blancos, los puros son gruesos, los cigarrillos delgados, los puros huelen fuerte, los cigarrillos están perfumados, los cigarrillos son para los labios, los puros para la boca y los dientes, los cigarrillos nunca se apagan pero se extinguen rápidamente, mientras que los puros aparentan vivir para siempre, los puros son tipos rudos, los cigarrillos femeninos como las joyas, los cigarrillos se fuman sin parar, los puros deben fumarse uno cada cierto tiempo, con todo el ocio del mundo. Los cigarrillos pertenecen al instante, los puros son para la eternidad.

Puro humo se puede leer aquí: Puro humo – Telegraph

¡Felices Pascuas de Navidad!

Autor

Colaboraciones de Carlos Andrés
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