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Considerando, que es del todo necesario informar a la opinión publica desconocedora por ignorancia unas veces, por desinterés otras y las más por “abducción”  a través del mantra establecido y repetido hasta la extenuación “Golpe de Estado de 1936”; se hace necesario mostrar a  luz pública, informaciones, datos, documentos etc., con la finalidad de que se conozca la verdad, sobre las causas y el desencadenante  de la contienda española de 1936.

La “Causa Genera 1943 Ministerio de Justicia”, está al alcance de quien quiera leerla, escaneada, con las correspondientes imágenes y reseñas tipográficas, de números de documentos, acreditados todos ellos, tanto testifical como documentalmente.

Asi pues, a lo largo de estas entregas, con la inestimable ayuda y apoyo de El Correo De España, pretendo dispensar, retazos, fracciones, escritos, lugares, fechas, direcciones etc.;  del mayor fondo documental existente aun a día de hoy que es la “Causa General de 1943, Ministerio De Justicia”; con el fin de facilitar una lectura más breve, progresiva y accesible; del que paso a reproducir su décima parte  de manera textual en cursiva:

 

En un principio el Gobierno prescinde prácticamente de las fuerzas de Orden Público, de las que desconfía, dándose cuenta de la incompatibilidad entre dichas instituciones—en general informadas por unos principios tradicionales de honor y de disciplina—y los pistoleros y turbas armadas que defienden al régimen. Son numerosísimos los miembros de estos organismos de Orden Público que caen asesinados y muy escasos los que, como rara excepción, aparecen identificados con el Gobierno rojo y gozan de su confianza. El Cuerpo de Policía y el de Seguridad, así como la Guardia Civil, son diezmados, y el nombre de este benemérito Instituto es substituido por el de Guardia Nacional Republicana, siendo llamados a sus filas, parar La Policía queda mediatizada y el personal profesional restante—que por haberse librado de la expulsión o del asesinato y no haber encontrado facilidades para la huida continúa en su puesto—se encuentra sometido a una rigurosa vigilancia ejercida por los nuevos elementos policíacos reclutados entre los afiliados a partidos y organizaciones extremistas, y cuya misión en la Policía oficial no era servir al Estado ni al orden público, sino a sus partidos de procedencia reforzarlas y llenar los claros producidos por los asesinatos y cesantías, multitud de facinerosos.

En declaración prestada ante la Causa General de Madrid por el ex Comisario general de Policía rojo, Teodoro Illera Martín, se hacen, a este respecto, las siguientes manifestaciones: «.Por último, los agentes nombrados por la Dirección roja procedían a detener a aquellas personas que consideraban desafectas y las entregaban en la Comisaría con una nota en la que explicaban los fundamentos de la detención. Desde luego, estas detenciones eran casi siempre arbitrarias, dada la falta de preparación técnica de tales agentes improvisados y su acusado matiz político. Tiene que significar que las detenciones practicadas por estos agentes carecían de toda regularidad, de tal forma, que unas veces entregaban los detenidos en la Comisaría y otras veces los detenían obrando por orden de los Radios Comunistas u otras organizaciones, y no eran llevados a ningún centro oficial de Policía. En la organización de la Policía de Madrid puede decirse que se conservó la mecánica tradicional en ella, en lo que al formulismo se refiere; pero al lado de esta organización oficial existían, de una parte, los llamados “incontrolados», que eran elementos manejados por las organizaciones políticas con anuencia del Poder, y de otra, la C. N. T. Radios Comunistas y otros elementos que ejercían funciones policíacas con entera autonomía y libertad.

En estas organizaciones era donde realmente radicaba la fuerza. Durante esta época era  frecuentísimo que los familiares de las personas detenidas por estas organizaciones, fiando en organización más seria y responsable de la Policía, llamaban angustiosamente a los Comisarios para pedirles protección. Los Comisarios siempre mandaron agentes adonde eran solicitados, pero aquí tiene que hacer notar que entre los agentes los había de dos clases: de una parte estaban aquellos que siempre pertenecieron a la Policía, los cuales eran mal vistos de los rojos, precisamente por su seriedad e independencia política, y de otra aquellos qué los mismos rojos habían nombrado para servir sus intereses políticos. Los agentes incluidos en la primera de dichas clases vivían atemorizados, y por ello siempre rehuían el practicar estos servicios, en los que el choque con las milicias podía serles fatal, y en cambio los otros, cuando llegaban a casa de los detenidos, lejos de defenderlos contra los desafueros de los Radios y Comités,
como ellos mismos formaban en sus organizaciones, llegaban a ayudarles. La Policía nunca tuvo relación con las «checas» en el ejercicio de sus funciones, sino que antes bien siempre una especie de pugna. No quiere decir esto que muchos de los detenidos por la Policía no fueran a las «checas»; pero esto se efectuaba por la Dirección General, que era quien, una vez recibidos los detenidos que las Comisarías les enviaban, los entregaban a las «checas» o cárceles, según los casos. Lo que sí se daba en algunos casos era que los elementos de las «checas» se colocaran las placas de los agentes a los que ellos mismos daban muerte, y no había posibilidad de pedirles la documentación para comprobar si eran tales, pues la contestación era el clásico «paseo» .En una ocasión tuvo noticias el declarante de que en los Ministerios nuevos se efectuaban asesinatos y llegó a tener conocimiento del siguiente hecho, que le pareció monstruoso : Dos milicianos violaron a dos señoritas, matándolas después, pero con tal ensañamiento, que uno de ellos disparó sobre la
joven a quien había violado cuando aún la estaba poseyendo, saltando la masa encefálica de la desgraciada muchacha en la propia cara del asesino . Inmediatamente el dicente ordenó colocar un servicio muy estrecho en aquellos alrededores, y le consta que desde entonces no volvieron a cometer ningún atropello allí. El Ministerio de la Gobernación mantenía unas Milicias de Retaguardia, que eran fuerzas a las órdenes del Ministro, con absoluta independencia de la Policía. A juicio del declarante, toda la responsabilidad por los hechos acaecidos durante esta época cabe a la falta de energía y dignidad en su cargo del Director General Manuel Muñoz, pues le sobraban medios materiales y apoyos morales para haber evitado esta acción de los Radios, «checas, y Milicias. Esto le prueba suficientemente el hecho de que los Comisarios en sus distritos, esfera de acción mucho más reducida, cuando supieron imponerse y hacerse respetar de estos elementos, lograron evitar numerosos atropellos, como ya tiene reseñado en su declaración. Este Muñoz toleró la existencia y acción de las Brigadas del Amanecer.

La Técnica (que funcionaba en la Dirección General) y la de Terry y una que controlaba el Subdirector Carlos de Juan. Estas Brigadas cometieron toda clase de tropelías hasta fines de noviembre. El 7 de noviembre de 1936, con motivo de la proximidad de las Fuerzas nacionales, el Gobierno huye a Valencia, y en Madrid se constituye la Junta de Defensa bajo la presidencia de Miaja. Con esto surge una nueva organización de los servicios de Policía. Se crea el Consejo de Gobernación, cargo que ocupa Santiago Carrillo, estableciéndose este organismo en Serrano, 37. Este Consejero de Gobernación es como un Ministro de la Gobernación, cuyas funciones se circunscriben a Madrid. El Jefe Director de la Policía es el Delegado General
de Orden Público, cargo que ocupa Serrano Poncela, y también se establece en Serrano, 37. Se crea también un Consejo de Seguridad, que depende directamente del Consejero de Gobernación, aunque en la práctica es autónomo y no conoce limitación en su poder. Entran a formar parte en este Consejo elementos del disuelto Comité de Investigación Pública («checa» de Fomento). Los demás componentes de la disuelta «checa» de Fomento fueron distribuidos por las Comisarías de dos en dos. Se les destinó a las Comisarías por un oficio del Director General, en el que se decía que iban en calidad de ayudantes de los Comisarios; pero en realidad su papel era el que se decía que iban en el de controles políticos.  El 6 de enero de 1937 el dicente recibe un telegrama del entonces Director General de Seguridad, Wenceslao Ca
rrillo, ordenándole que se incorpore a Valencia. La anarquía reinante en Valencia era aún mucho mayor que la de Madrid. Se daba el caso de que llegara a la puerta del Palacio de Benicarló, donde se celebraban los Consejos de Ministros, algún agente de estas milicias antifascistas, y sin autorización alguna y por propia iniciativa se llevaba los coches de los Ministros. Recuerda que dos agentes de Policía se encontraban en un café y aproximándose un grupo de milicias, les preguntaron los nombres, y seguidamente los asesinaron allí mismo. Poco a poco el Gobierno ha conseguido, cuando llega el mes de abril, una organización de tipo normal; pero, no obstante, por aquella época el Ministro Galarza crea el D. E. D. I. D. E. (Departamento Especial de Información del Estado). Este Departamento es como algo de milicias y la Policía. En resumen, una modificación o atenuación de las
transición entre las Milicias de Retaguardia. Parece obedecer esto a un criterio constante en Galarza de tener siempre bajo sus órdenes alguna organización que sirviese para protegerle en su miedo. Estas nuevas milicias tienen sus agentes y cárceles propias. Entre éstas, las tristemente célebres «checas» de Santa Úrsula de Valencia. En este D. E. D. I. D. E. pueden hallarse un antecedente del S. I. M, y una vez creado éste, se refunden los dos organismos. Las funciones de la Policía en esta época se limitan a protección de edificios y personajes oficiales y represión de alzamientos de la C. N. T. en Levante. Todas las demás funciones las ejerce el D. E. D. I. D. E. La Policía de Barcelona, aparte de todas sus otras inmoralidades, tenía establecido un fantástico negocio que giraba alrededor de la evasión de personas y capitales. Muchos de los agentes decían estar agregados a los Consulados del Mediodía francés, cosa que no era cierta, y que aprovechaban para dedicarse al contra bando de alhajas y capitales en provecho propio. Se calculaban en 2.000 millones de pesetas los valores sacados a Francia por este procedimiento.
Alrededor de los pasaportes se estableció también un enorme negocio. Y el salir de Cataluña era cuestión de abonar una cantidad más o menos crecida.  No siempre se lograron estas evasiones, sino que frecuentemente cogían el dinero y luego asesinaban a las personas a las que habían desvalijado por este procedimiento. Fue nombrado Presidente de un Tribunal de exámenes en Madrid para el ingreso en la Policía de los agentes interinos y elementos de las Milicias de Retaguardia. Coincidió este nombramiento con el de Comisario General de Madrid, de cuyo cargo toma posesión el 11 de septiembre de 1937.

Ya a partir de esta época no existen las «checas», que son sustituidas por el S. I. M., con el que no guarda la menor relación la Policía. Existía también una «Brigada Especial» creada por el anterior Comisario General David Vázquez Baldominos, de filiación socialista. La mandaba Fernando Valentí, procedente del grupo de agentes provisionales, ya con categoría de Comisario. Esta Brigada, aunque de organización policial, estaba controlada por los socialistas, y como en ella se dieran malos tratos a los detenidos, el dicente la disolvió .
Cuando fue disuelta, sus componentes fueron reclamados por el S. I. M., de matiz socialista, pues sin ser de este partido no se podía pertenecer al S. I. M. El S. I. M. procedió siempre, además de con gran crueldad, con procedimientos ladinos y capciosos. Una de sus actividades era lanzar a sus agentes sobre personas de gran indiferencia política y las asustaban diciéndoles que los nacionales estaban para entrar y que era conveniente que se alistaran en Falange para encontrarse garantizados a la llegada del Ejército. Cuando por este procedimiento reunían ciento cuarenta o ciento cincuenta personas, entregaban las listas y decían que habían detenido a una Bandera completa de Falange. » La precedente declaración refleja de modo bastante aproximado el carácter de la Policía del Frente Popular y de aquellos organismos represivos creados por el Gobierno marxista para servirse de ellos directamente en medio del terror desordenado del período revolucionario. Los departamentos y servicios policíacos de especial interés son confiados a los elementos de nuevo ingreso, procedentes de los organismos del Frente Popular, que despliegan todo su celo en fomentar artificiosamente, mediante la infiltración de agentes provocadores , complots contra el régimen marxista, que motivan la detención de numerosas personas que, brutalmente maltratadas en las prisiones de la Policía, son obligadas a reconocer imputaciones que, incorporadas al correspondiente proceso, acarrean la condena capital de los inculpados , como ocurrió en numerosos casos, entre ellos el de D . Antonio del Rosal y López de Vinuesa, que con otros doce, detenidos al mismo tiempo en Madrid, fue fusilado en el Campo de Paterna, de Valencia, en 29 de octubre de 1937, así como el de D . Javier Fernández Golfín y D. Ignacio Corujo, que en unión de varios compañeros suyos fueron ejecuta dos en los fosos de Montjuich, en Barcelona, en el año 1938, después
de haber sido unos y otros inhumanamente maltratados en Madrid durante largo tiempo.

Acerca del trato recibido por los detenidos en la prisión policíaca de la Ronda de Atocha, número 21 (antiguo Convento Salesiano de Madrid), el ex Diputado de Izquierda Republicana y lucha civil, don Tesorero de la Cruz Roja Española de Madrid durante la Ramón Rubio Vicente, manifiesta, lo que  sigue ante la Causa, General:
«Que a mediados de junio de 1937 llegaron al declarante noticias del régimen insufrible y de los malos tratos aplicados a los detenidos en la prisión preventiva dependiente de la Dirección General de Seguridad roja y establecida en el antiguo Convento de Salesianos de la Ronda de Atocha, número 21 (María Auxiliadora) . En unión del Delegado de la Cruz Roja Internacional, Sr. Vizcaya, obtuvo del Comisario General de Policía, David Vázquez Baldominos, que le facilitase la visita a dicha prisión, y en esta primera visita, y en alguna otra que realizó, pudo
comprobar que los presos eran objeto de malos tratos, que a las mujeres se las hacía declarar en cueros, y que en la enfermería los enfermos estaban tirados en el suelo. Todo esto aparte del régimen de escasez y privaciones, debido a desidia, como, por ejemplo, la falta absoluta de agua durante varios días, en medio del calor de aquel verano, por una avería en las cañerías, que nadie se ocupaba de reparar. Recuerda los nombres de los Agentes entonces de servicio, que eran Tomás Altozano y Manuel Linares Alcolea, ambos de Izquierda Republicana, y Cipriano Blas Roldán, del Partido Socialista, y como Sargento de la guardia, Antonio Parrondo. Merced a gestión del declarante se logra que la Comisaría General de Policía de Madrid admita en dicha prisión los servicios del Médico D. Aurelio Molero Berrio, nombrado por la Cruz Roja, y dicho señor, en unión del declarante, acudió a la prisión el 4 de julio, aprovechando la ocasión para enterarse del régimen e interioridades de aquel departamento ; al abrir la puerta del calabozo número 5, donde había de prestarse asistencia a un enfermo, les hizo retroceder un paso el nauseabundo olor que allí se respiraba ; en dicho calabozo encontraron encerrado a un hombre como de unos cuarenta años, que al ser examinado por el médico se quejaba de sufrir grandes dolores ; su aspecto era horrible, como el de una persona secuestrada después de un largo cautiverio de penalidades y sufrimientos . Parecía un verdadero espectro, y se encontraba desnudo de medio cuerpo para arriba, con un pantalón hasta la rodilla, sin calcetines ni zapatos y tira do en el suelo, con una hoja de periódico.

Preguntados los guardianes si aquel preso no tenía petate o colchoneta, contestaron que se la habían retirado porque el preso era de cuidado. El detenido manifestó al declarante que de
madrugada pasaba mucho frío, y que entonces se tapaba con la hoja de periódico, que era lo único que tenía en el calabozo. Dicho calabozo tendría medio metro de ancho por dos o tres de
largo
, y hasta para reducir más sus dimensiones, estaba debajo de la escalera, por lo que resultaba abohardillado. El Médico, por indicación del declarante, aconsejó el traslado del enfermo a otro lugar mejor. Preocupado el declarante por estas atrocidades, gestionó de la_ autoridades rojas de Prisiones que dicha prisión policíaca fuese encargada al personal del Cuerpo de Prisiones, esperando que así mejorase la insufrible situación de los detenidos. Con posterioridad a la liberación se enteró el declarante de que el preso del calabozo número 5 era D. Enrique Urreta, Capitán del Ejército, y que, según referencias, está actual mente de guarnición en Burgos. Los calabozos de los pisos altos, que el declarante no visitó, eran conocidos entre los presos con el nombre de calabozos de la muerte, y, desde luego, las prolongadas incomunicaciones que en la Ronda de Atocha se prodigaban eran verdaderos medios de tortura, sabiendo todo el mundo lo que ocurría, sin que nadie se creyese en el caso de impedirlo, hasta que el declarante se preocupó de esta cuestión. Nuevamente, y después de la mejora observada en el trato de la prisión de Atocha, se recibieron noticias en el Comité Central de la Cruz Roja, por manifestaciones del Sr. Jiménez Balgañón , de que en dicho preventorio del Convento de los Salesianos volvían a aplicarse malos tratos, y preguntado sobre este hecho el Médico señor Molero, lo confirmó, en 18 de noviembre de 1937, diciendo que se trataba de un detenido que había ido a la Ronda de Atocha procedente de la Brigada Especial de Serrano, io8, y quedó dar el nombre al declarante . El 3 de diciembre de 1937, el Sr. Morata manifestó en una reunión del Comité Central de la Cruz Roja que se había enterado de que en la prisión de la Ronda de Atocha había unos cuarenta detenidos y que llevaban allí varios meses  Extrañado el declarante, que creía ya virtualmente desalojada aquella prisión, fue a hablar con Illera, por entonces Comisario General de Policía, a quien insistió sobre la necesidad de acabar con los malos tratos en dicha prisión y con las incomunicaciones prolongadas, ofreciéndole, atenderle.

En nueva visita realizada por el declarante a la prisión, en enero de 1938, encontró en cama en la enfermería a un detenido, todavía convaleciente de los malos tratos de que había sido víctima en la Brigada Especial de Serrano, 108, y dicho detenido agradeció los ofrecimientos del declarante estrechándole fuertemente la mano. . . »

Declaración que viene a confirmar insistentes manifestaciones en el mismo sentido hechas ante las Autoridades judiciales nacionales acerca de los martirios aplicados por la Policía del Frente Popular en la prisión de los Salesianos de Madrid y en sus demás dependencias, contándose entre estos testimonios el del Doctor Gerardo Sanz Ruber, quien dice, que a Javier Fernández Golfín le dieron dieciocho o veinte palizas ; que a Miguel Ángel García Loma le fracturaron dos costillas, y que el propio declarante sufrió tales malos tratos, aplicados a un mismo tiempo por cuatro o cinco policías rojos, que estuvo orinando sangre por espacio de nueve días.

Al no resultar discreto ya, en la primavera del año 1937, la prosecución en masa de los asesinatos característicos de la anterior época, y cancelada o muy disminuida la actividad de las «checas», la Policía roja suele evitar por su parte la comisión de crímenes demasiado alarmantes, y se dedica a torturar a sus detenidos del modo que queda expuesto, sin que por ello cese en sus asesinatos.

Sin incluir las entregas de detenidos a las «checas», hechas por los diversos centros policíacos de Madrid durante los primeros meses de la contienda civil, han podido concretamente determinarse , por denuncias de familiares de las víctimas, diversos asesinatos a cargo de la Brigada Especial de Policía, establecida desde el año 1937 en la calle de Serrano, 108, así como del preventorio policíaco de la Ronda de Atocha, números 21 y 23, directamente dependiente de dicha Brigada Especial ; y entre ellos, D. Faustino Ruiz Pérez, D . José Gracia a Mairal, D. Antonio Fernández de las Heras, D. Juan Tortosa Franco, D. Cipriano Lozano Crespo, D. Martín Apesteguía Pisón, don Vicente San Juan Salamanca, D. Enrique Castillo López, D. Jesús García y García y D. Ángel Rodríguez Tejada.

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