30/04/2024 08:54
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Con el claro precedente de la película “Los invasores de Marte” (1953), dirigida por William Cameron Menzies, y guión de Richard Blake, en 1954 se publicó por entregas en la mítica revista Collier’s[1] un relato de Jack Finney que daría lugar a su novela The body snatchers, publicada en 1955. El argumento sería llevado a la pantalla con éxito bajo el título Invasion of the body snatchers –traducida al español como “la invasión de los ladrones de cuerpos” o “de los ultracuerpos”– por Don Siegel en 1956 y, más tarde, por Philip Kauffman en 1978. Aunque siempre inferiores al original de 1956 y a la versión interpretada por Donald Sutherland veintidós años después, el tema ha tenido varias adaptaciones posteriores como The Faculty (Robert Rodríguez, 1998), Invasion (Oliver Hirschbiegel, 2007) o Little Joe (Jessica Hausner, 2019).

Resumiendo mucho, este clásico de la ciencia ficción mostraba la subrepticia abducción de los habitantes de una pequeña localidad estadounidense, progresivamente sustituidos por réplicas no humanas, donde los individuos libres son eliminados en favor de una masa-colmena con una única voluntad.

Como también expusieron otros escritores de ficción y no ficción –léase 1984 (Orwell, 1949), Fhrenheit 451 (Ray Bradbury, 1953), o El pensamiento cautivo (Ceslaw Milosz, 1953)–, hace tiempo que en Occidente se lleva produciendo un proceso similar de asimilación forzada y eliminación de los sujetos libres, condenando a la muerte civil a todos aquéllos que no se amolden al pensamiento único o “políticamente correcto”. La llamada política de la “cancelación” ha llevado a muchas personas a asumir un supuesto “sentir de la mayoría” y ha conducido a otros muchos a inhibir sus pensamientos o esconderlos bajo una máscara inexpresiva que no les delate. Por otra parte, es un hecho que las instituciones se han convertido en propagadoras de consignas a las que no cabe oponerse y la libertad, la igualdad, la democracia, la protección del planeta o la paz mundial se han convertido en coartadas para la tiranía, la corrupción, la impunidad y la imposición de una uniformidad global de pensamiento; alimentando una intolerancia “legítima” hacia el discrepante e impidiendo que se denuncie la evidente falsedad de tan “bondadosos” propósitos.

En este contexto, el museo del Prado se suma a la “celebración el orgullo LGTBIQA+ 2023”, prestando una de las salas de la exposición dedicada al artista boloñés Guido Reni para la performance titulada “La belleza de la diversidad”, del bailaor y coreógrafo Manuel Liñán. Una “manifestación artística” en la que el citado sujeto vestido de flamenca se agita febrilmente aireando su mantilla, mientras otro –también con falda– da palmas y berrea muy “sentío” delante de la pintura “Hipómenes y Atalanta”[2].

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Queremos suponer que habrá más personas que piensen que un museo no es una sala de baile, ni una pista de patinaje, y que del mismo modo en que no está bien hablar en voz alta en una biblioteca, sacarse los mocos en público, o escupir u orinar en la calle, consideren inadecuado y criticable que un templo destinado a la serena contemplación del Arte, vea profanado su silencio por taconeos y alaridos.

Aunque seguramente seremos de los pocos en criticar semejante desatino –con pseudónimo, naturalmente–, ya que es fácil imaginar que no habrá muchos periodistas ni “intelectuales” que se atrevan siquiera a pensarlo, ni tampoco habrá medios que se atrevan a dar voz a quien pudiera oponer alguna objeción a la sacrosanta causa marica.

En la propia página web del Museo del Prado se explica: “En clave de celebración, esta pieza propone un nuevo relato inspirado en la «divinidad humanizada» de las creaciones de Guido Reni que se manifiesta a través de la pluralidad del baile, la libertad de la transformación y la diversidad de las manifestaciones artísticas”. Y si no cuela, como si colase. Que para algo han arrejuntado cuatro mantras en dos líneas (pluralidad, libertad, transformación y diversidad) y una farsa no es completa si no resulta impune.

Por supuesto, no es la primera vez que la pinacoteca se presta a estos saraos; en otoño de 2020 anunciaba también en su web: “Con motivo de la próxima celebración del Día Mundial del Turismo, el 27 de septiembre, el Museo Nacional del Prado abre sus puertas a algunos de los mejores bailaores y bailaoras del momento para que la fuerza y la vida del flamenco dialoguen con algunas de las obras maestras de la pintura […]” Lo que nos lleva a pensar en una relación preferente –quién sabe si íntima– de alguien con el tal Liñán, que por aquel entonces ya iba igualmente con falda y mantilla y hacía básicamente lo mismo[3].

Léase la justificación de esta colaboración, que promete ser duradera: “El Museo Nacional del Prado y la Asociación de Tablaos Flamencos de Madrid se han unido para celebrar el Día Mundial del Turismo, 27 de septiembre, en una acción en la que grandes estrellas del flamenco y la danza española actuales como son Antonio Najarro (dirección artística e interpretación de castañuelas), Manuel Liñán, Olga Pericet, Eduardo Guerrero y Jesús Carmona (baile flamenco), Cristina Cazorla (escuela bolera) y María Mezcle (cante flamenco) dialogan con las obras maestras que han recibido a sus visitantes en el “Reencuentro”.

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¡Qué no podrá justificar la palabra “diálogo”!

Pero es que ya en 2018 el Museo Nacional de El Prado se prestaba a la campaña del Orgullo dando cancha a una tipa con zancos vistiendo una enorme falda de colores delante de Las Meninas: “el vestido arcoíris llega a España de la mano de la Embajada de los Países Bajos para participar de Madrid Orgullo 2018. La Amsterdam Rainbow Dress Foundation ha elegido como escenario para su campaña de sensibilización en nuestro país la sala 12 del Museo del Prado donde se exponen Las meninas”.

Añadiendo como corolario, lo siguiente: “El Museo del Prado, en su objetivo de impulsar el conocimiento y difusión de sus obras, participa de este proyecto de sensibilización a través del arte al servicio del desarrollo del conocimiento, la educación y mejora de la sociedad”[4].

¿Y qué es eso del desarrollo del conocimiento, la educación y mejora de la sociedad? Más claro, el agua. Hace ya tiempo que la institución cultural más importante de España ha sido abducida, y la secta que la controla se ampara en el prestigio y autoridad asociados al Museo para decirnos lo que tenemos que pensar por nuestro propio bien, naturalmente, y por el bien común que ellos han decidido por nosotros

 

[1] Collier’s fue una famosa revista semanal estadounidense que se empezó a publicar en 1888 y, curiosamente, cerró pocos años después de la publicación del relato de Jack Finney, en 1957. Colaboraron en ella otros escritores como Ray Bradbury, Roald Dahl, Zane Grey, Sax Rohmer, Jerome David Salinger y Kurt Vonnegut.

[2] El vídeo puede verse en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=rSplF_XF6II

[3] Por si no nos creen, pinchen en el enlace: https://www.museodelprado.es/actualidad/noticia/el-museo-del-prado-da-vida-a-sus-obras-de-la-mano/102b4872-adc9-1317-6c9e-de7c3701ae6d

[4] Léase el texto completo en: https://www.museodelprado.es/actualidad/noticia/el-museo-del-prado-escenario-de-la-iniciativa-de/e3d656c8-cb6c-0517-ff3a-49792c051fc4

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