17/05/2024 05:28
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Me encuentro cumpliendo el sagrado ritual de la siesta. Aún no he cogido el sueño y me arrullo a mí mismo con las noticias de 7NN. Pronto vendrá el gato que anda enfrascado en un “duelo a muerte” con una mosca que, en cualquier momento, levantará el vuelo despidiéndose de mi héroe con un expresivo corte de mangas. Ante tal desplante, el felino frustrado y humillado vendrá a la cama a estirarse encima de mis piernas, tenaz en su intento diario por dificultar mi circulación. Esta operación tiene el mismo efecto que un torniquete atenazando mis otrora poderosas extremidades.

En momentos como este hago una miscelánea con mis antiguas musas, y en esta ocasión he elegido la esbelta figura de una jovencita de expresión inocente de la que me enamoré como un loco cuando casi había culminado la pubertad. Los dos éramos tan tímidos que nos sonrojábamos con solo mirarnos. Hoy en día es una brillante abogada, y las poco frecuentes veces que nos vemos se manifiesta nuevamente el fenómeno. En esta etapa de mi existencia me siento identificado con el protagonista de la película ROGER RABBIT, que se lamentaba de tener la lujuria de un viejo y la “pilila” de un lactante ¡Qué difícil es entender los designios divinos!

Y, enfrascado en estas reflexiones, me viene a la memoria un dicho muy común entre los indios que dicen refiriéndose a nosotros: “Uds. los blancos tienen relojes y nosotros tenemos tiempo”. Pienso desesperanzado que los comunistas tienen ambas cosas, y una fuerza diabólica en la práctica de su podrido ideario. Este pensamiento no es positivo ni compatible con mi sueño y, ante tal conclusión, trato de volver a mi oasis de paz, pero sorpresivamente, como diría el genial José María García, “SURGE LA NOTICIA”, y mis oídos captan un comentario alusivo al indigno Zapatero. Por un momento me ilusiono intuyendo que hubiese muerto. De ser así, le organizaría un entierro de negros al estilo de Nueva Orleans y yo abriría la comitiva disfrazado de barón Samedi, pero ¡mi gozo en un pozo! El falaz individuo aún tiene la osadía de acudir a un acto electoral promovido por los acólitos sociatas para disfrute de los zoquetes fanatizados. En el se siente a sus anchas, y con una desvergüenza absoluta ensalza la figura de todos los miembros de la banda de Alí Babá que, pese a su condición de encausados convictos, acabarán pasando a la historia de los “zurdos” como benefactores del pueblo andaluz. ¡Tiene huevos! Yo pido a Dios que, ya que lo mantiene vivo, al menos lo ponga en manos de la DEA para que deje de mariposear entre sus amigos traficantes, y que algún día nos decidamos a recrear un “acto de fe” asándolo “al espeto” en compañía de otros muchos. Entre ellos el H.P. (esto no significa hijo de puta como algunos lectores sospecharán sino caballos de fuerza en inglés). Tengo que ser precavido para que el psicópata asesino no se fije en mi humilde persona y, como es común en él, me obsequie un reloj “aderezado” con polonio, lo cual me eliminaría de las listas de perceptores del IVA, dado que es tanto lo que me gustan estos maravillosos artilugios mecánicos que, aún sabedor de su condición letal, no podría resistir el deseo de ponérmelo, e indudablemente fallecería. Menos mal que no existe nada intrínsecamente malo para un ser de mi optimismo, y como consecuencia de mi enfermedad adelgazaría notablemente y, aunque con dificultades, lograría calzarme unos vaqueros que conservo como el santo grial desde aquellos tiempos, ya lejanos, en que las mujeres me miraban por la calle, y es que yo, aunque parezca mentira, en mis años mozos fui de “natural agraciado”. Cierto es que en la actualidad sigo siendo blanco de las miradas femeninas, pero ahora los bellos ojos de las curiosas solo reflejan lástima ante los síntomas evidentes de decrepitud física o, en román paladino, que cuando me ven en plan garañón en celo se descojonan de risa.

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Interrumpo mis reflexiones con la sensación de inmenso dolor inguinal, ya que “mi dulce gatito” ha decidido hacer “el salto del tigre” sobre mis trabajados atributos. Este cabrón debe haber sido amaestrado por mi exmujer para amargarme en el ocaso de mi existencia.

Y volviendo al relato, creo estar viendo visiones en la pantalla del TV, y sospecho que mis alucinaciones son el fruto de una subida de glucosa, consecuencia de la salvaje violación, “con desgarro de tejidos”, a la que sometí a un hermoso e insinuante flan que se me ofrecía cargado de sensualidad en la zona VIP de mi frigorífico. Ansioso de verificar el estado de mis sentidos, trato de contarle las patas al cuadrúpedo y el malvado bicho callejero me corresponde con una dentellada. Este animal tiene complejo de perro, muerde en lugar de arañar, pero si algo tiene claro es su mentalidad femenina (al fin y al cabo, está castrado) que lo lleva a debatirse entre el amor y el cabreo agresivo (las mujeres no saben vivir en la indiferencia), por lo visto hoy le toca lo segundo. El muy canalla no se pregunta porque vive como un príncipe gatuno, y en su comportamiento es más desagradecido y traidor que un parlamentario del PNV. Cuando se porta así tengo tentaciones de mandar al carajo a San Francisco y darle, como único alimento, una “mano de obleas” para que conozca la cara oculta de la luna. Vive inmerso en el lujo, y cuando quiere llamar nuestra atención se sube a algún sitio y con la pata tira un objeto al suelo que, cuando tenemos suerte, no es de cristal o porcelana ¡En fin! Para el preso, hasta el torturador es una compañía.

Siempre me pierdo en divagaciones y cuando concluyo regreso a la seriedad que merecen mis editores, así, de acuerdo con mi deber, retomo la mayor. Desde hace tiempo me persigue el pálpito de que el sector social culturalmente formado, en el que tengo la arrogancia de incluirme, está siendo sujeto pasivo de un siniestro plan de ingeniería social pergeñado por seres diabólicos que ya creíamos extinguidos y que, por lo visto, hacen realidad aquello del contubernio judeo-masónico que tanto preocupaba al generalísimo, pero en la actualidad ha adoptado nuevas formas y con ello nuevas herramientas: ONGS, comités de gilipollas afincados en Bélgica (que bajo hemos caído) que someten a los liberales un tanto indómitos a pruebas de resistencia consistentes en privaciones y humillaciones, como si fuesen voluntarios a ingresar en los Navy Seals. Si se hubiesen realizado estas añagazas en tiempos de nuestros abuelos ya hubieran acabado a tiros por las calles. Gracias a ello se abortaron las transformaciones sociales de diseño anarquista o comunista. Esto nos lleva a pensar que no hay argumento más contundente que la bala, que en un abrir y cerrar de ojos corta de raíz las ambiciones de los hipócritas, los traidores, los ladrones antipatriotas y los fanáticos intolerantes. Con esta medicina se pondría punto final entre otras cosas, a las felaciones que dedica nuestro “puto” a quien quiera darle una limosna para su álbum de fotos.

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Cuando veo la mugre que nos inunda me siento inclinado a votar una ley de aborto preventivo que limpie de gentuza esta decadente humanidad, pero ¿con qué medios contamos?: un rebaño de funcionarios arrogantes y vividores, un cuadro de altos mando encumbrados por el escalafón y la genuflexión, un sistema judicial donde los trepas aplastan literalmente a los decentes y unos líderes de “todo a cien” que dictan a ciertos medios sus mensajes impregnados de márquetin electoral, y, por si esto fuera poco, súbitamente aparece una chispa que propicia la ignición del material inflamable que nos envuelve. La guerra es un buen negocio para ciertos grupos económicos, y como dijo alguien: “El nacionalismo es el último refugio de los canallas”. Todos los hipócritas que se reblandecen ante la muerte de un árbol en la lejana Amazonia, miran a otro lado ignorando el muñón fibroso y sangrante del miembro amputado a un niño por una mina antipersona. Me encoleriza pensar que porque un asesino senil no consiga una erección tenga que enviar a un rebaño de jóvenes matarifes, sin más principios morales que la sumisión perruna a los popes bolcheviques, para cometer todo tipo de barbaries. Y aún hay mal nacidos que siguen vendiendo a los imbéciles la falacia comunista. ¡En fin! que cuando me asalta esta idea veo bien merecido ese posible enfrentamiento mundial que acabaría con las contradicciones de esta sociedad sin moral ni principios. Tal vez añoro a aquel Dios tiránico y vengativo del Antiguo Testamento y anhelo que vuelva a asolar la humanidad hasta mejorarla o extinguirla. Tal vez él castigaría con dureza a ese hijo puta, responsable máximo de la mutilación de pies y mano derecha que ha sufrido un valiente niño soldado ucraniano torturado por los carniceros rusos, con el beneplácito del rojo purpurado que ¡maldito sea! por negar a la buena gente el último resquicio de fe que la venia sosteniendo. Así, el comunismo y sus mentiras subsistirán mientras haya parásitos resentidos llenos de envidia y oportunismo, y así estaremos hasta que algún día nos decidamos a elegir entre el caos o la hecatombe mundial y acabando con esta gentuza por métodos expeditivos, teniendo bien en cuenta que UN ARMA SUSTENTADA CON MANO FIRME ES UN ELEMENTO DEFENSIVO, PERO EN MANO TITUBEANTE ES SOLO UN PELIGRO PARA EL QUE LA EMPUÑA.

Mientras tanto, seguiremos tomando conciencia y rompiendo nuestra hucha para hacernos con las últimas monedas con que calmar las ansias de los insaciables recaudadores, y mantener así todo este tinglado absurdo y letal.

Y para despedirme, me permito regalarles un poema de Neruda que recoge fielmente mi pensamiento, y ¡un desiderátum: “Ya que nos ordeñan hasta la extenuación, tengan al menos la deferencia de esquilarnos para mitigar los efectos del calentamiento global del planeta víctima del cambio climático.” ¡je, je, je!

Puedo tolerar la ira.

Puedo reírme del sarcasmo.

Puedo entender el egoísmo.

Puedo ignorar la envidia.

Puedo disculpar la ironía.

Puedo comprender la mentira.

Pero me resulta irritante

la Hipocresía.