09/05/2024 23:49
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El Instituto del Libro de Ucrania se ha impuesto la tarea de hacer desaparecer todos los volúmenes escritos en ruso de sus bibliotecas, incluyendo a los clásicos. Según la directora de esa institución, Oleksandra Koval, el monto total de ejemplares a destruir alcanzaría unos cien millones. La primera reflexión que surge es que un país con tal cantidad de libros en ruso es un país de cultura rusa. La segunda: qué sucederá con autores como Gógol, que son a la vez profundamente ucranianos y no menos rusos. ¿Habrá un Gógol bueno y un Gógol malo? ¿Los lectores ucranianos podrán leer las Veladas de la hacienda de Dikanka o Tarás Bulba pero no Almas muertas o El capote? Todo puede suceder bajo el despotismo de unos palurdos cuyo único alimento espiritual es el salo, esa típica manteca de cerdo bien untada en ajo.

Otra reflexión más triste se nos puede ocurrir: si un gobierno se permite el lujo de anunciar semejante auto de fe, es porque sabe que su costo ante la opinión pública será mínimo. Liquidar cien millones de libros, en ruso, en chino o en esperanto, resulta para buena parte del ganado global una limpieza de trastos viejos. Bill Gates quería acabar con el papel y lo está consiguiendo. La Edad Oscura avanza a lomos de la tecnología, que ya no es un útil, sino un fin. Sólo si devolvemos a la técnica a su lugar ancilar seguiremos siendo humanos. Pero no parece que ésa sea la tendencia histórica. La cultura escrita, incluso en la desabrida pantalla de un ordenador, está cediendo el paso a las simplificaciones audiovisuales que, para colmo, están fomentadas por el sistema educativo, que debería esforzarse en todo lo contrario. Un muchacho está expuesto de manera continua a un bombardeo de estímulos visuales que atacan un elemento esencial en la formación de la inteligencia: la capacidad de concentrarse, atender y recordar, algo que ya resulta difícil en personas adultas y es casi imposible en la mayoría de los jóvenes. El instrumento clásico para entrenar la mindfulness occidental era la lectura, hoy en claro declive.

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