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A estas horas acaba de dimitir, supongo que obligado por la ministra Margarita Robles, el JEMAD. Hoy por la mañana publicaba en mi blog un prefacio de una obra de Simon Sinek, especialista en liderazgo, sobre el comportamiento que tienen que tener los líderes y, por tanto, los Mandos militares, que, en el caso de España, se llevaba con placer y la admiración de nuestras Clases de Tropa desde tiempos inmemoriales: los Mandos no pasan a por el «rancho» hasta que no ha comido toda la Tropa.
Sólo espero que el Periódico en el que colaboro publique este prefacio y que la dimisión del JEMAD, General Villarroya, sea el prólogo a algo más extenso: la dimisión de todos aquellos que deben dar ejemplo a todos los componentes de los Ejércitos o su cese. No creo en la obediencia debida y, mucho menos cuando de la misma se puede sacar tajada personal con perjuicio para la moral. El prefacio para el libro titulado «Los líderes comen siempre al final», escrito por GEORGE J. FLYNN, Teniente general (jubilado), Marine Corps, dice lo siguiente:
«No conozco un solo estudio de caso en la historia que describa una organización a la que haya sacado de una crisis sólo la buena gestión. Todas ellas contaron con un líder. Sin embargo, hoy día buena parte de nuestras instituciones docentes y programas de formación se centra no en el desarrollo de grandes líderes, sino en la formación de directivos eficaces. Los beneficios a corto plazo se consideran indicadores del éxito, y el crecimiento y la viabilidad organizacionales a largo plazo son, simplemente, la forma de obtener ingresos.
Los líderes comen al final es un intento de cambiar este paradigma. En Los líderes comen al final, Simon Sinek no propone ninguna teoría nueva del liderazgo ni ningún principio esencial. Al escribir este libro tiene un propósito mucho más elevado. Simon quisiera hacer de este mundo un lugar mejor para todos nosotros. Su visión es sencilla: crear una nueva generación de hombres y mujeres que entiendan que el éxito o el fracaso de una organización se basa en la excelencia de sus líderes, no en la perspicacia de la gestión.
No es casualidad que Simon se valga de las fuerzas armadas estadounidenses y, en particular, del Marine Corps, la Infantería de Marina de Estados Unidos, para explicar la importancia que tiene que los líderes se centren en su gente. Estas organizaciones poseen culturas firmes y valores compartidos, entienden la importancia del trabajo en equipo, crean confianza entre sus miembros, mantienen una visión y, lo que es más importante, entienden la importancia que tienen las personas y las relaciones para el éxito de su misión. Además, estas organizaciones están en una tesitura en la que el coste de un fracaso puede ser catastrófico. No pueden permitirse un fracaso de la misión. Sin duda, son las personas quienes proporcionan el éxito a nuestras fuerzas armadas. Cuando uno se reúne con los marines a la hora de comer, se da cuenta de que se sirve primero a los más jóvenes, y luego a los más veteranos. Cuando uno ve esto también se apercibe de que nadie les ha ordenado hacerlo así. Los marines lo hacen, y punto. Este acto tan sencillo se fundamenta en la manera en que el Marine Corps entiende el liderazgo.
Todos esperan que los líderes de los marines coman al final, porque el verdadero precio del liderazgo es la disposición de anteponer las necesidades ajenas a las propias. Los grandes líderes se preocupan de verdad por aquellos a quienes tienen el privilegio de dirigir, y entienden que el verdadero valor del privilegio del liderazgo es a expensas del interés propio. En su libro anterior, La clave es el porqué, Simon explicaba que para que una organización alcance el éxito sus líderes deben comprender el verdadero propósito de su organización, el porqué.
En Los líderes comen al final, Simon nos lleva al siguiente nivel: comprender por qué a algunas organizaciones les va mejor que a otras. Lo hace al detallar todos los elementos del reto al que se enfrentan los líderes. Dicho en pocas palabras, no basta con conocer «por qué» de una organización; usted debe conocer a sus empleados y ser consciente de que son algo más que un recurso contingente. En resumen, la competencia profesional no basta para ser un buen líder; los buenos líderes deben preocuparse de verdad por las personas que han sido confiadas a su cargo.
Es evidente que la buena gestión no basta para sustentar a una organización a largo plazo. La explicación profunda que hace Simon de los elementos de la conducta humana demuestra a las claras que existen razones de peso por las que una organización puede prosperar durante un tiempo breve, para luego fracasar: los líderes no han conseguido crear un entorno en el que las personas sean realmente importantes. Como señala Simon, las organizaciones donde las personas comparten valores y son valoradas tienen éxito a largo plazo, tanto en los buenos como en los malos momentos. John Quincey Adams hubiera entendido el mensaje de Simon, porque es evidente que comprendía lo que significa ser líder, como se desprende de estas palabras:
«Si tus actos inspiran a otros a soñar más, aprender más, hacer más y ser más, eres un líder». Creo que en esta cita encontrará contenido el mensaje de Los líderes comen al final. Cuando los líderes inspiran a quienes les siguen, la gente sueña con un futuro mejor, invierte tiempo y esfuerzo en aprender más, hacer más por sus organizaciones y, entre tanto, se convierten ellos mismos en líderes. Un líder que cuida de los suyos y no pierde de vista el bienestar de la organización nunca puede fracasar. Tengo la esperanza de que, después de leer este libro, los lectores se sientan motivados a comer siempre al final»;
Lo que se hacía siempre en el tradicionalísimo Ejército de Tierra español en todos los actos solidarios con los subordinados en los que se demuestra el verdadero liderazgo y, también, la caballerosidad de los Mandos para con su Tropa y consigo mismo.
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