09/05/2024 23:31
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Condiciones extremas en los trabajadores de VTC que pueden costar vidas. Mientras en otros países del mundo los servicios son prestados por particulares, en España una pandilla de avispados monopolizó el invento comprando a precio de churros las licencias que ahora se venden a precio de oro. Alguna especulación salvaje hay detrás de las millonarias cifras que se manejan en el sector donde entonces perdían los conductores exprimidos inmisericordemente hasta la extenuación. La explotación en régimen de esclavitud se ha ido transformando gracias a la conquista de derechos lograda por los sindicatos, a todas luces todavía insuficiente.

No está todo atado y bien atado. Parece que la especulación está por encima de la salud de los empleados y la seguridad física de los viajeros. Cualquiera que penetra en los entresijos, a puerta cerrada, de las empresas VTC, sabe que hay un riesgo real más allá de la aparente imagen pública que a través de engañosa publicidad contrata a conductores destinados a ser quemados, consumidos por unas condiciones de trabajo miserables. Los conductores VTC son vilmente explotados por empresas sin escrúpulos que pretenden guardar la imagen pública de una actividad con muchas carencias, sobre todo, morales. Allá donde se ve una oferta de empleo con una sonrisa, se esconde un rechinar de dientes una vez que el potencial empleado se convierte en esclavo de la vileza dizque empresarial.

El miércoles , 20 de septiembre, se produjo un brutal accidente de VTC-Bolt-estrellado contra un muro en las inmediaciones de Atocha, Madrid. A falta de resultados de la investigación, podría ser que las causas de este accidente con resultado de heridos muy graves sean debidas a unas condiciones de conducción inherentes a la falta de descanso que denuncian una y otra vez los conductores, antes esclavizados  durante 12 horas al día a cambió de pírricos sueldos. Hoy en día parece ser que son 8 horas sin derecho a usar tiempo para las obligadas necesidades fisiológicas que no entran en horario al volante ; sirva de ejemplo para describir el nivel de exigencias sin contemplar necesidades básicas y periódicas del trabajador en ocasiones con trabajo continuado durante 9 días ininterrumpidos en caso de haber librado un esporádico fin de semana, debido a las chapuceras programaciones de libranzas. No sólo peligra la salud mental fruto de la presión inmisericorde de las empresas VTC, sino también la integridad física de los pasajeros, muchas veces ajenos al horario demencial que cumplen conductores que se duermen, inexorablemente, al volante del coche.

Como la prostitución que en algunos países funciona sin ser reglamentada, el lupanar de las empresas de VTC ha aprovechado esos vacíos reglamentarios y la tibieza moral para consolidar un negocio redondo que, de ser investigado en detalle, podría determinar sanciones generalizadas, cuando no el descubrimiento de irregularidades susceptibles de acabar ante un tribunal de Justicia. Pregunten a conductores de, verbigracia, Moove Cars-empresa en la que estuve infiltrado en el 2018-2019 para informarme con vistas a la publicación de Qué esconden los coches de negro, libro de encargo abortado por la aparición del coronavirus-obligados a trabajar hasta la debilidad mental y física que provoca realizar una actividad peligrosa con las peores condiciones, sin descanso ni tregua psicológica.

Si la especulación en sí es deplorable, peor es la ocasión para explotar a miles de trabajadores con absoluta impunidad con una reducción humillante en Prevención de Riesgos Laborales. Los coches de negro son dirigidos por una suerte de conductor  exprimido y vejado que por un sueldo ridículo trabaja más horas impuestas que las contratadas legalmente por las empresas. Hecha la ley, hecha la trampa, como dice el aforismo popular, esas trampas son innúmeras precisamente porque la ley no está cumplimentada, existiendo un limbo de arbitrariedades que benefician a las comerciales intermediarias del VTC en detrimento del gremio taxista que se percibe en inferioridad de condiciones. Y llegados hasta este punto en que las protestas serán de nuevo latentes y con la paciencia a duras penas contenidas, el Taxi ganaría más en esta batalla si en vez de moldear las formas de las leyes a propia conveniencia, escudriñase el fondo especulativo del VTC y exigiera inspecciones generalizadas en las sedes de las empresas, empezando por las de Trabajo y siguiendo con todas las concernientes a reglamentos de seguridad presuntamente infringidos.

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