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El señalamiento de la «jerarquía militar», en un intento de asociarla a altos cargos en ejercicio, como impulsora de eventuales intromisiones, injerencias e influencias sobre los poderes del Estado, resulta injusto y desleal con quienes, con mayor responsabilidad, dedican o dedicaron toda su vida al servicio público, sin tacha. Todo suena a intento por dañar honorabilidades, romper los principios de jerarquía, disciplina y subordinación que rigen en los ejércitos en democracia y así imponer el régimen «unificado» y «asambleario» de dictaduras populistas, hechos y acciones que, como se va a ver, han sido protagonizadas por la máxima responsable del Ministerio de Defensa, Margarita Robles, falsa hasta el extremo de aparecer como meapilas y aguanta cirios en una sociedad mayoritariamente católica que ha visto, artificialmente en ella, un poco de cordura, apócrifa a los valores del 78, ya tradicionales, de respeto a las Instituciones por parte de los poderes del Estado.
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Aunar la investigación de los militares después de las ilegales y deshonrosas escuchas y estudios de patrimonio de los que dieron su vida por entero y por España, por poder ser franquistas o hijos de franquistas, sobre dos de los poderes del Estado, el Ejecutivo y el Legislativo, y dejar al margen el Judicial, da otro indicio de la finalidad que se busca: suplantar a la Justicia sin apellidos por esa otra «Justicia Social» que se ejerce fuera del sistema, sin garantías ni defensa posible, porque me temo que el dictamen de la Comisión de investigación a miembros de los Ejércitos por ser de «derechas» está ya escrito de antemano, como ocurre con las sentencias de los arbitrarios tribunales populares.
Para los hombres y mujeres fuertes del presidente, la lealtad debe ser con honor, el mismo con el que cumplirán todo lo que les ordene su comandante supremo. Por eso no hay espacio para el doble discurso. Para los militares, no es una cuestión de partidos o bien de ideales. Las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil son hoy la mayor fortaleza del país.
El problema está en los que insisten en ver a los militares como una amenaza. Quienes lo ven así, entonces están comprendiendo lo que este gobierno intenta. Para la ministra de Defensa, Margarita Robles, es clara la realidad. Todos en la clase política se desviven en el discurso por alabar la acción militar. Pero cuando se trata de dar un voto de confianza, entonces comienza el juego político; sí, ese juego donde se propaga el miedo a lo militar que tienen ellos mismos por su comportamiento corrupto y su falta de amor a España. Ese juego perverso quiere producir una barrera para que supuestamente los militares no obtengan más poder. Cabe preguntarse en el caso más favorable y miedoso de Margarita y su presidente: ¿a qué le tienen miedo los políticos? ¿No se han dado cuenta de la dimensión del problema? ¿El miedo es que los militares tomen el poder? Si es así, entonces no están comprendiendo que a los militares no les interesa hacerse del poder.
¡Ya lo tienen!
Si el caso es para, echar fieros a compañeros con la negativa al ascenso, enseñar los dientes y, sobre todo despojar para extorsionar, para conseguir prebendas corruptas, es intolerable, especialmente en este Ministerio por estar constituido, en su mayor parte, por miembros de las Fuerzas Armadas, ya sean profesionales militares o militares profesionales que tienen el honor como principal divisa.
Pero el poder militar no es para gobernar, más bien es para que los civiles aprovechen las condiciones para gobernar de la mejor manera. Muchas veces el poder es tan perverso que, a pesar de las lealtades, éstas nunca son con honor. Sin honor, la lealtad no tiene significado para los militares. Ya se acabó el tiempo del doble discurso. La lealtad de ninguna manera puede ser activo de hoy y olvido de mañana.
La lealtad trata básicamente de cumplir con lo que hemos prometido y de asistir al bien del otro, incluso cuando las circunstancias son adversas. La lealtad es una virtud, y como tal debemos desarrollarla desde nuestra conciencia. Ser leal con otra persona es una obligación moral que tenemos con un familiar, un amigo, una pareja, etc. Junto al honor es otra cualidad en declive. El compromiso asusta y la deslealtad está más que extendida en el mundo occidental. El militar leal mantiene sus valores y sus obligaciones para consigo mismo y en servicio de los otros, por encima de la conveniencia y de la adversidad.
El honor es la cualidad moral que obliga al hombre al más estricto cumplimiento de sus deberes consigo mismo y con los demás. Es un sentimiento inspirado en la lealtad que nos lleva a demostrar una conducta coherente. El honor es un valor esencial para el militar porque actúa como guía de su conducta y como motor que le impulsa a obrar siempre bien en el cumplimiento del deber. Es un símbolo de la vida virtuosa y un elemento esencial de la dignidad humana.
El mundo actual, si se siguen los dictámenes de la moda, no parece lugar para hombres de honor. El hombre del siglo XXI no piensa a largo plazo, se reduce a la inmediatez. La integridad, la caballerosidad, la justicia y la honradez son conceptos anacrónicos, denostados principalmente por las ideologías de tendencia mal llamada «progresista» o «liberaloide», que buscan el éxito inmediato, aunque sea a costa o en perjuicio del bien común de la nación como los busca el presidente y su gobierno; pero lo que a nosotros nos importa es el comportamiento deshonroso de la máxima responsable y cabeza de nuestro Ministerio de Defensa. De ahí esa conocida sentencia de Otto Von Bismarck: el político piensa en la próxima elección; el estadista, en la próxima generación. Por eso el buen ciudadano y estadista es como el buen militar.
Como fruto existe una demanda de honor común al conjunto de los militares y que es la base del sistema y garantiza su funcionamiento. En este sentido es interesante constatar como el artículo 14 de las Reales Ordenanzas actuales es una reproducción del artículo 72 de las anteriores de 1978 y estas, a su vez, copia literal de las elaboradas por Carlos III en 1768. Estas se encontraban referidas específica y exclusivamente al Oficial cuyo espíritu e ideal se traslada ahora al conjunto de las Fuerzas Armadas. Con ello se incrementaba la capacidad de decisión de los niveles más bajos, incluido el soldado, al quedar referido el artículo 14 al «militar» en vez de sólo al «oficial».
Estamos ante un texto de un gran valor histórico y simbólico; su mutación es por ello significativamente remarcable y concordante con un cambio de modelo:
«El militar cuyo propio honor y espíritu no le estimulen a obrar siempre bien, vale muy poco para el servicio…, el contentarse regularmente con hacer lo preciso de su deber, sin que su propia voluntad adelante cosa alguna…, son pruebas de gran desidia e ineptitud para la carrera de las armas».
El honor por tanto es una demanda de responsabilidad que se traslada a «todos» los militares y cuyo estatus queda actualmente elevado al situarse al mismo nivel que el propio del oficial. Así se hace un reconocimiento expreso de su profesionalidad e hidalguía; se iguala y comparte la responsabilidad asociada al honor; y, finalmente, se fortalece la cohesión de equipo, carácter propio de las Fuerzas Armadas.
Es más, el referido artículo 14 encaja plenamente con el Bushido. Como apunta Tsunetomo, «no se trata de mostrar lo que se encuentra en el interior de uno, porque ese interior se muestra con las acciones cotidianas». El mérito no está en los grandes actos, que se asumen, sino en la constancia en el cumplimiento del deber, en las pequeñas obligaciones; y es que si no se está en lo pequeño difícilmente se estará en lo grande. Como ya apuntaba Aristóteles: «Somos lo que hacemos día a día. De modo que la excelencia no es un acto sino un hábito».
Esta es la idea que recoge el Hagakure cuando afirma: «[…] no se tiene la determinación desde la cotidianeidad y se vive el día a día descuidadamente, sin la mínima conciencia de lo que ha de ser un bushi». Hace falta estar preparado, lo que requiere dedicación: «Ahora mismo es el momento crucial y ese momento crucial es ahora mismo».
El honor militar está en relación con la decisión, en ajustar ésta a la realidad rectamente interpretada; se fundamenta en un juicio íntegro. La decisión es uno de los atributos más significativos del militar. De hecho, esta es la capacidad que define al Mando y una medida de su realización. Así el General George Patton sostenía que «la cualidad más importante de un buen líder es estar dispuesto a tomar decisiones». En ese sentido MacArthur decía «la derrota se escribe con dos palabras, demasiado tarde», recalcando la importancia de tomar la decisión en el momento oportuno y el peligro de la indecisión.
Margarita, me explico demasiado, a veces damos demasiadas explicaciones. O no, quizás no esté bien expresado, quizás sea más correcto decir que «creemos que nos tenemos que explicar» aun cuando no nos hayan pedido ninguna explicación….y lo peor no es «explicarse», porque explicarse tiene un punto frío (un punto racional) que puede ser más o menos soportable según el caso, lo realmente jodido es cuando pasamos de «explicarnos» a «justificarnos» … incluso cuando nadie nos haya reclamado ninguna justificación como hacéis los corruptos.
Y es que, en ocasiones, cuando dais demasiadas explicaciones y pasáis a justificaros sentimos que algo de vosotros mismos se os escapa, se os va, se os quedan «al aire» las vergüenzas sin que sepamos muy bien por qué, con la certeza de que no deberíais estar haciéndolo por aquello de «explicatio non petita, accusatio manifesta»…
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