27/04/2024 20:46
Estaba yo dando vueltas en mi cabeza de cómo estructurar este artículo cuando llega mi hijo Matías, me entrega su tablet y me dice: Papá, escóndemela porque quiero ser yo mismo.
Cuando hace más de un siglo Joseph Overton hablaba de la evolución de las ideas políticas desde las conjeturas posibles hacia lo conveniente, lo recomendable y por fin, hasta lo obligatorio y normativo, no sabía que estaba describiendo un proceso que iba a imperar como medio de control social hasta nuestros días. Abonado por el estiércol de la corrompida democracia, donde la mayoría impone su ley a las minorías, el resto es cuestión de dominar… la prensa, los medios de comunicación, con el fin de generar una conciencia social de que existe consenso en lo que sale en los titulares, señalando al que disiente de ello como amenaza de la estabilidad social.
Hace meses advertía de la campaña de promoción de la Inteligencia Artificial. Como en su día sucedió con la irrupción de internet, los pioneros en hacerse un «correo electrónico» (aún recuerdo el mío en skios hace más de treinta años) veíamos pretencioso eso que se decía de que «el que no existiese en la red (persona física o empresa), no existiría». Ahora se nos va preparando para la omnipresencia de la IA en todas las actividades humanas. Proliferan noticias en las que el empleo de robótica con IA supera las habilidades, destrezas y resultados de cualquier ser humano: las máquinas aprenden. Nos ganan al ajedrez, al ping-pong, esquían mejor, cargan pesos a gran velocidad con gran precisión y sin lumbago, procesan millones de datos en segundos, realizan diagnósticos precisos que superan el ingenio de cien médicos o elaboran sentencias judiciales más ajustadas a derecho que las que puedan dictar incluso todos los magistrados del Tribunal Constitucional (bueno, esto último no es muy complicado).
Desde los medios de comunicación al unísono hay orquestada una campaña de preparación de la sociedad para que acepte sin recelo la llegada de la IA a nuestras vidas. Quiero a través de estas líneas hacer unas reflexiones al respecto, aprovechando que la fase de la ventana de Overton en este sentido todavía es muy precoz, pues me temo que en breve estará prohibido pronunciarse contra el oráculo de la ciencia en que pretende convertirse la IA.
A día de hoy, la IA se presenta como lo que es, una herramienta, un elemento técnico que nos puede ser de mucha utilidad en numerosas áreas de la actividad humana, tanto física como intelectual, tal y como hemos apuntado antes. La reflexión que quiero hacer es saber hacia dónde nos conduce esa herramienta, si podrá sustituir e incluso anular al ser humano, o, en un plano más alarmista, hasta si podrá dominar y esclavizar a los hombres.
En primer lugar quiero advertir que la promoción de la IA no debe servir para atrofiar la inteligencia natural. Un caso sencillo sería que nos olvidemos de sumar o multiplicar, porque eso ya lo hace una calculadora. ¿Le es conveniente o imprescindible al ser humano saber raíces cuadradas si las obtienes pulsando una tecla? En los planes de estudio de primaria se elimina la enseñanza de la regla de tres, no sé si porque a algún «progre» le sonaba que eso de «tres y de regla» tenía que ver con «Una, Grande y Libre». El desarrollo de las capacidades intelectuales de las personas no debe estar vetado. De modo análogo, hacer del ser humano un individuo cada vez más sedentario porque las máquinas te lo hacen todo, nos convertiría en bolas de manteca inmóviles en un sillón frente a pantallas táctiles.
¿Qué hay detrás de las noticias que muestran los grandes avances que se logran con el empleo de la IA y la robótica? Pues indudablemente, que las profesiones están cambiando. Igual no harán falta jueces si un ordenador es capaz de administrar justicia porque conoce mejor que nadie toda la legislación vigente y la jurisprudencia y se actualiza a tiempo real y no acepta sobornos. O tampoco médicos o maestros por el mismo sentido. Ni policía, ni soldados. Hemos visto vídeos de androides segando con hoz con destreza y sin renquear, ¿Usted se montaría en un avión que no lleva pilotos? La pregunta real deja de ser pregunta y el verbo deja de estar en modo condicional condicional: usted se montará en un avión no tripulado igual que lo hacen ya algunos viajeros de taxi autónomo.
La presencia de la IA en nuestras vidas es un hecho pero ¿le tranquiliza o le incomoda? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a encomendar lo que consideramos más valioso de nuestras vidas en manos de las máquinas? Frente a este debate hay quien sostiene que una máquina nunca podrá tener más valor que un ser humano. Pero ¿ quién decide el valor? ¿Qué es lo valioso? En un torneo de ajedrez la IA se muestra superior al ser humano porque es capaz de manejar de manera simultánea todos los movimientos posibles apenas arranca la partida. Por numerosas que sean las posiciones de las piezas, el ordenador conoce todos los movimientos que se sigan, y puede discriminar el mejor camino a seguir después del movimiento del contrincante. Algunos que abogan por el mayor ingenio del ser humano sostienen que si al tablero de ajedrez le añadimos una fila más y hacemos que en lugar del tradicional 8 x 8 tenga más escaques, por ejemplo 8 x 9, o bien 9 x 9, la IA se desconcierta porque cambian las las condiciones, mientras que el ser humano es capaz de adaptarse de inmediato a las nuevas dimensiones del tablero. Pero la IA aprende del contrincante y en pocas partidas es capaz de modificar su actuación adecuándose a las nuevas dimensiones del tablero y volverá a ser imbatible.
Que las máquinas te ganen al ajedrez o al ping-pong, no tiene mayor trascendencia: un coche corre más que un ser humano. La herramienta perfecciona la acción humana… cuando no deja de ser humana. El problema puede surgir si la IA determina decisiones que atañen al ser humano. Cada vez es más frecuente la presencia de algoritmos en todas las empresas que vienen determinados por la opción más rentable. Si la opción más rentable es eliminar individuos de las clases pasivas porque son onerosos, los algoritmos de la IA en medicina excluirán (como de hecho ya excluyen) de procedimientos diagnósticos y terapéuticos a todas aquellas personas que no sean rentables para la sociedad. Si usted está jubilado pero puede acreditar solvencia porque es adinerado, seguramente la IA tendrá modos de hacer excepciones: usted sigue siendo contributivo para el sistema, alguien sigue beneficiándose de que usted exista. De lo contrario, la opción más acertada puede ser la oferta de la eutanasia.
Hace unos días me encontraba en una manifestación por la vida con un antiguo rector de una universidad de ideario cristiano y le hacía considerar de qué tipo de profesorado están nutriendo sus facultades de medicina. Lamentablemente debo decir que la mayoría de los profesionales de la medicina que se están preparando para ejercer están siendo instruidos en que la mejor opción diagnóstica y terapéutica viene determinada por la IA según protocolos pragmáticos. Se amparan en que siempre se le permite al profesional de la medicina cambiar la decisión que la IA haya determinado, porque quien decide es el profesional sanitario. Todavía. Porque en este momento esta es la situación de la ventana de Overton: estamos en el ofrecimiento de una posibilidad, del valor de una herramienta para la ayuda al profesional. El siguiente paso es la recomendación, y la conveniencia para llegar a la imposición de manera que al médico no se le pondrá más opción que aceptar lo que la IA haya determinado porque actuar de otra manera será delito. Por más que celebremos y elogiemos nuestro sistema docente sanitario, no nos engañemos: es muy deficiente y los profesionales que se incorporan son cada vez más pusilánimes. Incapaces de elaborar y asumir un criterio de actuación propio (bien patente ha quedado con la pandemia), se pliegan a los dictámenes de los protocolos que además tienen respaldo jurídico con independencia de cuál sea el resultado final: si usted se ajustó a lo que le recomendó la IA no hay demanda posible, mientras que si prefirió optar por un criterio diferente, se expone a la sanción y reprobación por parte de colegas, instituciones, empresas o familiares… con independencia que su decisión, discrepante de la que ofrecía la IA, hubiese supuesto un rotundo éxito.

En este escenario ¿ alguien duda de que los profesionales de la sanidad del mañana (o sea, de hoy) no se conviertan en meros lacayos de lo que determine la IA? Esto no es una reprobación de una herramienta, sino la advertencia de lo que puede pasar si la herramienta deja de serlo para convertirse en el patrón de oro a seguir. He pasado muy buenos ratos conversando y alimentado la IA para que se eduque. Puesto que la IA tiende a emular la conducta humana, sucede con ella de forma análoga como acontece en los seres humanos: depende del tipo de educación que les ofrezcan, saldrán amables, descarados, egoístas o serviciales. ¿Alguno ha pensado qué sucede cuando se le enseña a una IA a rezar? Acaso termine en unos arrebatos místicos cibernéticos.Para aquellos que piensen que un ordenador o una IA no puede ser un peligro porque basta con cortarle el suministro eléctrico para que deje de funcionar, que sepa que cada vez más el control del flujo eléctrico está encomendado a los propios ordenadores: ya no dejan que ningún ser humano se aproxime al interruptor. Esto está entrando en los minutos finales de la película de Stanley Kubrick «2001, odisea en el espacio»: HAL no deja que se acerque nadie a desconectarlo. Esto se pone interesante.

LEER MÁS:  Etiquetas, de Evelyn Waugh – Egipto; el Cairo. Malta – Parte cuarta. Por Carlos Andrés

 

Autor

Luis Miguel Benito de Benito
Luis Miguel Benito de Benito
El Dr. Luis Miguel Benito de Benito es un experto en el Aparato Digestivo y en Endoscopia en el Centro Digestivo Médico Quirúrgica (Madrid). Además, ejerce en su propia clínica: Clínica Dr. Benito de Benito.
https://clinicabdb.com/
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Daniel Antonio Jaimen Navarrete

La única inteligencia propiamente dicha es natural y creada por Dios por medio de la naturaleza. Para atisbar algunos de los graves peligros de eso que llaman «inteligencia artificial» se puede uno entretener con sitios tales como perplexity.ai introduciendo texto sobre ciertos asuntos y ver a continuación como esta asombroso algoritmo escupe respuestas total y ridículamente ideológicas, woke, globalistas, de patéticas ideologías anglo actuales, etc..; citando a Newtral también, por cierto.

La AI es eso que antes los rojos de verdad de los buenos llamaban -aunque impropiamente- tecno-fascismo; es decir, autoritarismo cerril tecnologizado de culto para suprimir todo diálogo social real, todo el andamiaje intelectual clásico basado en la crítica y en la dialéctica o en el contraste de ideas abierto y organizado. No digamos ya hablar de valores y fines. Para los globalistas, eso de que hablando se entiende la gente es una rémora y un obstáculo. Para la perfidia globalista, hay que imponer un dictado y hacer que la masa reverencie un dispositivo cuyas respuestas no son sino variaciones con repetición de resortes pragmático-lingüísticos.

Dufresne

Si este mundo fuera un lugar honesto, imagino que un invento como la IA, sería algo bueno. El potencial que esta tecnología tiene para hacer más confortable y llevadera la vida de las personas es indiscutible.

Pero como este mundo es un pocilga de sátrapas con conflictos de intereses, ya tenemos experiencia de sobra en eso de incorporar nuevas tecnologías en nuestro día a día, de esas que venían a convertir nuestras vidas en un sueño… Desafortunadamente la evidencia prueba que nos damos cuenta de los problemas y los riesgos asociados a estas nuevas tecnologías cuando ya están implantadas y es tarde para dar marcha atrás.

Gran artículo, Doctor. Efectivamente, de momento animan al médico a utilizar la IA e incluso le dan la opción de llevarle la contraria. No tardará mucho en que algún médico contradiga el diagnóstico de la IA, su paciente fallezca y saltará el caso a los medios, pedirán la cabeza del responsable y no tardarán mucho en desarrollar una Ley que castigue la desobediencia a la IA, en según qué casos, a partir de entonces.

Mucha gente cree que el algoritmo de las IAs no es modificable, que no se pueden alterar los resultados en función de lo que al sátrapa de turno le venga bien, ya que la IA aprende sola y que ahí ningún programador puede meter mano (código), y que bla, bla, bla. No solo están equivocados, es que ya existen pruebas de esta injerencia.

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