10/05/2024 02:25
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Continuamos con el repaso del libro Etiquetas, de Evelyn Waugh.  Las partes anteriores están aquí.

Capítulo Cuatro del libro

 

Al principio, Waugh no lo dice se refiere a un matrimonio que viaja en el crucero y que, aunque él no lo dice, se trata de él y su esposa. Esta se puso enferma durante el crucero. Tras recuperarse, van de Port Said a El Cairo. Curiosamente, en el Waugh despide a la pareja.

 

El Cairo, las pirámides. Más estampas de color local:

… la forma en que actuaban los mozos de cuerda egipcios. Estos se arrojaban sobre tu equipaje como escolares de Westminster sobre su panqueca de martes de carnaval, con la diferencia de que su propósito era el de llevarse la pieza más pequeña posible: el mejor luchador salía felizmente de la contienda con un legajo de periódicos, una manta, una almohada neumática o un maletín, mientras que los menos afortunados compartían los baúles y las maletas. Así pues, seis o siete hombres llevan tu equipaje y todos ellos vociferan pidiendo propinas cuando por fin lo han introducido en el tren o el taxi.

Las pirámides estaban a cuatrocientos metros, impresionantes por su volumen y su reputación. Vivir al lado de unos monumentos tan famosos me producía una sensación extraña. Era como estar en un restaurante con el príncipe de Gales en la mesa vecina, uno fingía no darse cuenta, mientras no dejaba de mirar furtivamente para ver si seguían allí. La lozanía de los jardines era exagerada, una masa de verdes y violetas chillones. El edificio estaba rodeado de parterres, rebosantes de flores de vivos colores, como pisapapeles victorianos. En la parte trasera, y más allá, se extendían largos paseos bordeados de arroyos por los que corría el agua, entre huertas y árboles floridos cuyo aroma era casi abrumador.

«¿Ha dicho usted antes o después de Cristo?» es una pregunta habitual del turista al guía.

Universidad de El Azhar, el centro de erudición musulmana, una erudición que consiste en aprender de memoria largos pasajes teológicos. El Azhar es un gran centro que data de comienzos del siglo XIV, con más de diez mil alumnos de todas las edades y nacionalidades, y trescientos o cuatrocientos profesores. Observamos a algunos de ellos mientras trabajaban, acuclillados y muy juntos, en una vasta sala con columnas, meciéndose sobre los talones y repitiendo con los ojos entrecerrados un versículo tras otro del Corán. En contraste, incluso Oxford parecía lleno de vitalidad.

Es Masr el Atika, el Viejo Cairo o Babilonia, el poblado copto construido en la época de la persecución dentro de los muros del antiguo sitio ocupado por la guarnición romana. En este barrio apretujado hay cinco iglesias coptas medievales, una sinagoga y un convento ortodoxo griego. En cuanto a costumbres, los cristianos parecen diferir muy poco de sus vecinos paganos. La única señal acusada de su emancipación de las supersticiones paganas era que el enjambre de mendigos juveniles estaba reforzado por sus mujeres, las cuales se mantienen pudorosamente recluidas en los barrios mahometanos.

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Capítulo Cinco

El regateo semítico:

Cuando un inglés intenta cobrar en exceso y no lo consigue, refunfuña hasta que te has alejado tanto de él que ya no puedes oírle, y creo que entonces te guarda rencor durante el resto del día. No admite, ni siquiera para sus adentros, que intentaba embaucarte, ni tampoco acepta la derrota de buen talante. Los árabes, y supongo que la mayor parte de las razas orientales, no tienen el concepto del «precio justo» o de los valores absolutos de intercambio. De ahí, sin duda, la superioridad de los judíos en el campo de las finanzas. El barquero inglés prefiere pasarse un día tras otro mano sobre mano en el muelle antes que aceptar por su trabajo menos de lo que está convencido de que es justo. Muy pocas veces intenta obtener más, aunque sus pasajeros parezcan ricos y tengan una necesidad apremiante de sus servicios. Cuando lo hace es solo porque se ha convencido de que el aumento solicitado es realmente lo normal. Y cuando le sorprenden llega a la conclusión de que su cliente no es un caballero, pues de lo contrario no armaría tanto escándalo por un chelín. Sucede lo mismo con los escritores, quienes gustosamente dejarán morirse de hambre a sus mujeres y sus sastres antes que aceptar menos de quince guineas por mil palabras, mientras al mismo tiempo se quejan en voz baja de la ignorancia y la mezquindad de los directores de periódico y los editores.

Al salir de Egipto, y como un avaricioso pellizco final, uno se ve obligado a pagar unos pocos chelines en concepto de «impuesto de cuarentena». Debería haber pagado un tributo similar en el momento del desembarco, pero, como llegué en el Stella, nadie me lo pidió. En consecuencia, al marcharme tuve que pagar el doble. Nadie parece saber nada de ese impuesto, qué norma lo autoriza y qué porcentaje de la cantidad recaudada llega al tesoro, o qué tiene que ver con la «cuarentena». Muchos residentes sostienen que no es más que un poco de diversión por parte de los funcionarios del puerto, quienes no tienen ningún derecho legal a imponer esa tasa.

Los residentes de Port Said decían: «Uno conoce a mucha gente de primera clase que viaja en segunda desde la guerra. Es más interesante que la primera, sobre todo en los barcos procedentes de la India, donde la primera clase está llena de nouveaux riches

Estaba anunciado que el Ranchi zarparía el domingo y se le esperaba a primera hora de la tarde. El domingo por la mañana se anunció que llegaría a las nueve de la noche. Finalmente, llegó bastante después de medianoche y solo permaneció dos horas en el puerto. Durante esas dos horas la ciudad, que, como de costumbre, notaba los efectos nocivos de la noche de sábado en el Casino, de improviso cobró de nuevo vida. Abrieron los almacenes de Simon Arzt.

Con ese nombre se puede apostar sobre seguro que era un judío.

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En el Ranchi, Waugh se va a Malta. Tras pedir estancia gratis en los hoteles a cuenta de una referencia que les hará cuando escriba el libro del viaje.

Malta:

Malta era muy diferente a como la había imaginado. Esperaba que fuese mucho más británica y que estuviera mucho más animada. Esperaba muchas astas de bandera blancas, quioscos de música, calles muy limpias, esposas de oficiales con terriers, edificios encalados y con terraza, cañoncitos de bronce y torres vigía con escaleras metálicas de caracol.

Resultaba curioso verlos pavonearse por las callejas en pendiente con prostitutas que hablaban una mezcla de árabe e italiano. Esperaba encontrar un protestantismo reservado y estricto en la celebración del día de descanso, una iglesia inglesa llena de lápidas conmemorativas recientes y uno o dos capellanes con raquetas de tenis. Sin embargo, descubrí al pueblo más ardientemente católico de Europa, un lugar donde la Iglesia posee la tercera parte del suelo, donde monjes, monjas, sacerdotes, novicios, prelados y procesiones religiosas aparecen en filas apretadas en cada esquina.

Pero si la influencia inglesa ha sido trivial y no ha alterado el carácter esencialmente mediterráneo de la isla, la ocupación por parte de una potencia naval de primer orden ha constituido el medio para conservar casi la totalidad de su encanto. En el siglo XIX Malta podría haber sido tan fácilmente neutralizada e internacionalizada o, peor todavía, podrían haber reconstituido la Orden de San Juan, una arcaica organización religiosa, y la isla habría tenido una autonomía artificial, con un «tipismo superviviente» cuidadosamente cultivado.

 

No entiendo porque dice peor todavía. En todo caso, cunado lo escribió Waugh era un incrédulo.

 

Solo el instinto codicioso de la diplomacia británica del siglo XIX salvó a Malta de convertirse en algo que resulta insoportable imaginar, una isla de pesadilla que habría combinado y resumido todas las características insufribles de Capri, Rye y Carcassonne. La ocupación por parte de la Armada británica ha impedido todo eso: no se ha permitido que las fortificaciones se desmoronasen y llenaran de musgo, las han mantenido en buen orden, con guarnición, y, siempre que ha sido conveniente, han sido modificadas de una manera implacable; han abierto carreteras a través de ellas y cegado los fosos. Nada, con excepción del museo en el Auberge d’Italie, ha sido convertido en un centro turístico.

Malta tampoco tiene tanto que ver, así que Waugh aprovechó una escala del barco primero, el Stella Maris, para irse a Constantinopla.

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Aliena

No hace usted bien utilizando esta traducción infecta, debería haberse tomado la molestia de encontrar una en buen español o traducir usted mismo en este idioma. Un medio llamado «Con Ñ de España» jamás debería recurrir a las «nuevas e imprescindibles traducciones». Lo de la «panqueca» ya es la gota que colma el vaso.

Última edición: 10 meses hace por Aliena
Carlos A

No es mi intención, ni tengo tanto tiempo. En todo caso: https://twitter.com/RAEinforma/status/1035504287974141952?s=20

#RAEconsultas «Panqueque» y «panqueca» son adaptaciones correctas y recogidas en nuestros repertorios.

Aunque ciertamente suena a una adaptación fonética. Por otro lado, tiene “pan” aunque se refiera a la sartén 🙂

Última edición: 10 meses hace por Carlos A
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