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Capítulo 2 B
COMIENZA LA LOCURA PARLAMENTARIA
Y desde sus propios asientos los portavoces del PP, del PSOE, de UPyD, de I.U. , de Convergencia, del PNV y los del Grupo Mixto fueron exponiendo su postura. En realidad, todos aplaudieron la decisión real, aunque los catalanes y los vascos con cierto retintín, dada su clara defensa pública de un Estado Federal. A continuación y como mera fórmula parlamentaría se produjo la votación que dio el resultado esperado.
Terminado el recuento y habiéndolo hecho anotar expresamente con fecha, día, hora y año en el Diario de Sesiones, el Presidente volvió a tomar la palabra y dijo: “Señores Diputados y Senadores, a continuación el Secretario va a leer a las Cortes reunidas los artículos de la Constitución de 1978 y los de la Ley de sucesión correspondientes, sobre el mecanismo sucesorio a seguir desde este momento. Tenemos que fijar en esta sesión cuándo y a qué hora celebraremos el acto institucional de Proclamación del Príncipe de Asturias como nuevo Rey de España que debe ser cuanto antes para que la Jefatura del Estado no esté vacante. Por tanto ruego a los portavoces que vuelvan a tomar la palabra, comenzando por el de la Mayoría”.
Pero, en ese momento se produjo algo insólito e imprevisto. De pronto se oyó una voz ronca y potente que retumbó en el salón de sesiones como un trueno. Era la voz del viejo senador D. Manuel Fraga Iribarne, que desde la Tribuna Alta donde habían situado a los Senadores decía:
“¡Señor Presidente!. Pido la palabra. Es urgente y grave lo que voy a decir!”.
“Señor Fraga, en el orden del día de esta sesión no hay prevista ninguna intervención para sus Señorías. Así que no puedo concederle la palabra que solicita”.
“Señor Presidente, creo que un hombre que mide ya lo que le queda de vida por horas, que ha cumplido ya los 93 años y que lleva sentado en esta Cámara más de 70 años, se merece al menos cinco minutos, ¡solo cinco minutos! … y a lo peor –dijo con sorna gallega – me muero antes de terminar”.
Las palabras del señor Fraga provocaron grandes risas de los presentes y hasta la del propio Presidente, que ya en tono de humor dijo: “Bueno, bueno, Señoría tiene usted sus cinco minutos, pero ¡ni uno más!, que ya nos conocemos”.
“Señor Presidente, señores Diputados, señores Senadores, señorías todos. Como acabo de decir llevo 70 años en esto de la política y he sido Ministro de todos. Durante esos 70 años me he tragado todos los sapos del mundo (y de eso sabéis también bastante todos los presentes), pero hubo uno en especial que se me atragantó y todavía mantiene mi garganta cerrada. Fue aquella jornada del 22 de noviembre de 1975 cuando tuvimos que proclamar Rey de España al Rey de Franco. Claro que no fui yo solo sino todos. Porque todos tuvimos que tragar la Ley de Sucesión y el Heredero que nos habían impuesto… y lo hicimos por miedo, sí por miedo al ejército, que todavía era el de Franco. Pero, hoy después de 40 años de Democracia, ya no tenemos miedo a nadie, al menos yo y voy a decir lo que entonces callé: que la Monarquía vino sin que el pueblo español hablase si la quería o no o si quería otra cosa. Entonces el Heredero tuvo que rechazar las Leyes de Franco y no proclamarse Rey hasta que no hubiese hablado el pueblo español. Entonces el Gobierno tuvo que dimitir y aquel Consejo de Regencia que se nombró por el Consejo del Reino tuvo que asumir momentáneamente todo el Poder del Estado y convocar con urgencia un Referéndum Nacional para saber si el pueblo quería Monarquía o República. ¡Y ya he dicho la palabra prohibida!. Aunque para mi ya no hay prohibiciones que valgan.
Pues bien Señorías todas, creo que ha llegado el momento de hacer las cosas como Dios manda. La proclamación del Nuevo Rey puede esperar hasta que el pueblo hable. Lo contrario sería volver a cometer el mismo pecado de entonces. Y sólo hay un modo de poderlo hacer lo más rápidamente posible: que las Cortes Generales, estas Cortes aquí reunidas hoy, se autoerijan en Asamblea Nacional Constituyente, asuma todos los Poderes del Estado y sin salir de aquí se nombre un Consejo de Regencia que jure su cargo esta misma noche para evitar que la Jefatura del Estado quede ni un minuto vacante. ¡Esa es mi sugerencia! ¡Eso es lo que yo quería decir, Señor Presidente! No quiero morirme con aquel sapo de 1975 en mi garganta. Señorías, ahora ustedes tienen la palabra y no le tengáis miedo a las palabras: Asamblea Nacional Constituyente.
He dicho, señor Presidente. Me han sobrado 2 minutos y 33 segundos”.
“Señor Senador Fraga Iribarne, le doy las gracias … .
Pero, en ese momento se produjo algo grandioso por lo inesperado. El señor Presidente no pudo terminar sus palabras porque en ese momento la diputada Rosa Diez se levantó en su escaño y con voz fuerte gritó “¡Yo estoy de acuerdo con el señor Fraga!”.
¡Y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y, yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y, yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y, yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y, yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡Y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y, yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡Y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y, yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡Y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y, yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡Y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y, yo!, ¡y yo!, ¡y yo!, ¡y yo!…
Y aquello fue de locura. Porque al contrario de lo que sucedió aquel 23 de febrero de 1981, cuando los Diputados se tumbaron en el suelo y se escondieron bajo los escaños, aquí todos los Diputados y Senadores sin excepción se pusieron y se mantuvieron de pie, en un silencio total pero de pie. Y al decir sin excepción nos referimos también al Presidente del Gobierno y sus Ministros, que también se habían sumado al apoyo de la propuesta del Senador Fraga.
El Presidente de la Cortes tocó su campanita y tomó la palabra.
“Señores Diputados y señores Senadores, esto que acabamos de presenciar creo que lo cambia todo. Por tanto ruego a todos que se sienten y analicemos los pasos a seguir a partir de ahora… (en ese preciso instante se produce un revoleo en la Tribuna Alta donde había hablado el Senador Fraga y es que al político gallego le había dado un infarto y ya lo estaban atendiendo los servicios médicos del Congreso, quienes rápidamente lo sacaron del Hemiciclo para llevarlo al hospital más cercano)… Señorías, por lo que me dicen el Señor Fraga ha sufrido un paro cardíaco y esta siendo trasladado al hospital Marañón. Esperemos que también de esta se escape el incombustible don Manuel. Y ahora volvamos a la realidad. Creo que el señor Presidente del Gobierno ha pedido la palabra. Señor Rajoy puede usted hablar, tiene la palabra”.
“Señor Presidente y señorías todos. Siendo consecuente con lo que yo también y los miembros del Gobierno todos, acabamos de aprobar y sabiendo ya que la unanimidad de las Cámaras en favor de la transformación de las Cortes Generales en Asamblea Nacional Constituyente no tengo más remedio que poner a disposición de esta Asamblea mi cargo y el de todo el Gobierno. Al menos hasta que la mayoría de esta Asamblea, como valedora de todos los Poderes del Estado decida si sigue, aunque sea provisionalmente o se nombre otro Gobierno de inmediato. He dicho”.
Y el Presidente tomó de nuevo la palabra: “Señores Diputados y Senadores, una vez autoproclamada la Asamblea Nacional Constituyente y ante las importantes decisiones que hemos de toar esta misma noche me gustaría que el Presidente Rajoy, los demás líderes de los partidos con representación parlamentaría y el Presidente del Tribunal Constitucional, a quien veo sentado en la Tribuna alta se pasen por mi despacho para un cambio de impresiones sobre las prioridades que debemos marcarnos. El resto de las Cámaras dispone de media hora de descanso que pueden aprovechar para la cena, dada ya la hora en la que estamos. Se levanta la sesión por media hora.
A estas alturas de la jornada España entera estaba ya ante los televisores y en los bares y cafeterías había pleno como si estuviese jugando “ La Roja” la final del campeonato del mundo. Los tertulianos de las radios y televisiones discutían entre sí y no dejaban hablar a nadie (parecían ya tertulias del corazón) En la del “Gato al agua” Mario Conde aclaraba lo que era una Asamblea Nacional Constituyente.
“Señores – decía el famoso exbanquero – lo que ha pasado y está pasando en el Congreso es lo más importante que ha pasado en España en los últimos siglos. Sólo el 11 de febrero de 1873 se produjo algo parecido, cuando las Cortes Monárquicas se transformaron sin salir del Congreso en Asamblea Nacional y proclamaron la Primera República. No es un Golpe de Estado, porque el gran cambio lo producen los propios representantes del pueblo soberano, pero una Asamblea Nacional Constituyente es, en realidad, un cambió de Estado, ya que la Asamblea asume los tres Poderes que configuran el Estado: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Eso quiere decir que en estos momentos todo el Poder está en sus manos porque hasta la Constitución vigente queda en suspenso”.
“Pero eso – le interrumpió el presentador Antonio Jiménez – es de locos. Esto puede terminar como el rosario de la aurora”.
“¿Y ahora qué? – se preguntaba Pedro J. Ramírez, que hablaba desde su despacho de “El Mundo” – Y el mismo respondía su pregunta. Pues ahora, como ya nos están apuntando nuestros asesores constitucionalistas, lo primero, que habrá que hacer es elegir y nombrar la Junta de Regencia, que como en los tiempos de Cádiz, puede estar formada por 3 ó 5 miembros. A continuación habrá que aplazar oficialmente la proclamación del Príncipe de Asturias como nuevo Rey y por el tiempo que decida la Asamblea. Después ratificar o no al Gobierno dimitido y a la propia Mesa del Congreso. La Asamblea tendrá que elegir un nuevo Presidente o ratificar al Presidente actual. En casos parecidos se suele elegir al Diputado de más edad presente. Pero eso, lo veremos dentro de media hora y a lo largo de lo que queda de Sesión.
También en la Unión Europea, en la ONU y sobre todo en Washington se seguía con sumo interés lo que estaba sucediendo en España. El Presidente Obama ya se había puesto en contacto con el Presidente del Gobierno para ofrecer la ayuda que fuese necesaria y pedir la máxima calma.
A nivel periodístico los diarios impresos en papel habían desistido de sacar “ediciones especiales” dado que las noticias se estaban comiendo unas a otras. Las portadas que habían titulado con la “Abdicación del Rey” tuvieron que cambiar al anunciar la transformación sufrida en las Cortes Generales por Asamblea Nacional Constituyente. También había quedado obsoleta la suspensión temporal de la proclamación del Príncipe de Asturias como Rey y se hacían especulaciones a todos los niveles sobre los posibles miembros de la Junta de regencia y la posibilidad de que fuesen o no Diputados o Senadores.
Buruaga, desde los micrófonos de la COPE, daba un avance de lo que podían o debían ser los Regentes. Según el debería figurar un hombre con gran prestigio a nivel europeo para tranquilizar a todos los Gobiernos de la Unión. Otro debería ser un hombre de gran influencia en el mundo económico de hoy … y otro tendría que ser un político experto dialogante y con experiencia parlamentaría.
Y comenzaron a surgir nombres para todos los gustos, desde Jordi Pujol hasta Emilio Botín, pasando por Javier Solana, el catedrático Jorge de Esteban, Rodrigo Rato, Felipe González, José María Aznar y Durán Lleida. Pero, nadie se ponía de acuerdo en elegir solo a tres, porque eso sí, la mayoría se inclinaba por una Regencia de sólo tres miembros.
¿Y qué pasaba mientras tanto en la Zarzuela? Pues, allí también pasaban muchas cosas. La Reina Doña Sofía preparaba con el equipo médico el traslado del Rey a Suiza, que estaba previsto en un vuelo especial para las 10 de la mañana del día siguiente. El Rey, que estaba consciente e incluso con un gran sentido del humor, y que había visto por televisión lo de las Cortes, hasta se permitía el lujo de gastarle bromas al Príncipe Felipe.
“Macho, me da la impresión que te has quedado sin Corona. Estos, no sé por qué, nos quieren echar como echaron a mi abuelo y a mi padre”.
“Pues, ¿sabes lo que te digo, Papá?, que a mí estos no me quitan la Jefatura del Estado ni a tiros. Yo no me voy huyendo como se fue tu abuelo. A mí me podrán quitar la Corona, pero te aseguro que yo seré el próximo Jefe del Estado”.
“Jo, macho, tu eres cabezón. Bueno, si te da igual, en lugar de Rey serás Presidente de la República”.
“ No digas tonterías, Juanito, que estamos viviendo unos momentos delicados – dijo la Reina –. Aunque ahora lo que más nos debe importar es tu salud. Así que a obedecer sin rechistar a los médicos”.
En un salón y sola estaba sentada ante el televisor Doña Letizia.
Pero, como la segunda parte de la sesión de la Asamblea Nacional Constituyente se presumía que iba a ser larga y polémica ( ya se sabe que los españoles en cuanto hay un cargo de por medio jamás se ponen de acuerdo) y así sucedió, lo dejamos para el siguiente capítulo
CONTINUARÁ.
Autor
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Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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