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Vaya por delante que admiro profundamente lo que ha sido el Ejército español y en particular la Legión, por lo que me duele infinito lo que voy a escribir, aunque más me duele asistir a un espectáculo de deslealtad y deshonor como el que estamos viendo en estos días.
Cuando escribo esto, 20 de septiembre, se cumple el centenario de la filiación del primer voluntario en el entonces llamado “Tercio de Extranjeros”, después la Legión. He leído multitud de artículos, escritos por militares y civiles, alabando la historia heroica de la Legión, como no puede ser de otro modo, incluidas publicaciones oficiales del ministerio de Defensa, pero no ha habido uno solo, ni uno, en el que se reconozca el papel fundamental que tuvo no solo en su fundación en 1920 sino en prácticamente todos los episodios más heroicos de su larga historia un legionario llamado Francisco Franco, entonces jovencísimo comandante que, con el paso del tiempo, llegó a ser Jefe del Estado español. Ni tampoco ha habido ninguno que haya mencionado el papel de la Legión en uno de los acontecimientos más trascendentales de nuestra historia reciente, la Guerra Civil, para mi la Cruzada de Liberación.
Franco no solo fue el lugarteniente de Millán Astray en el momento de la fundación de la Legión, fue el cofundador y el verdadero organizador de esa formidable fuerza. Bien es cierto que Millán Astray fue el “ideólogo”, el que propuso y luchó por la idea y el que creó el llamado “credo legionario”, el espíritu de la unidad, pero la cabeza pensante, el que la dio forma y creo una de las mejores unidades no ya del ejército español sino de cualquier ejercito fue Francisco Franco, quién además, con su ejemplo de disciplina, valor y abnegación en el combate, contribuyó grandemente a crear ese espíritu que distingue a la Legión. Sin Franco, Millan Astray no habría sido capaz de cumplir su sueño, la Legión nunca habría sido lo que ha llegado a ser y, probablemente, hoy ya no existiría, hubiera desaparecido al perder España los territorios del norte de África.
Franco fue el primer comandante de la 1ª Bandera de la Legión, y fue quien mandaba a los legionarios en el que es probablemente el hecho más asombroso e irrepetible de cualesquiera de los protagonizados por la Legión en su historia. Me refiero a la archiconocida marcha de más de 100 kilómetros, con toda la 1ª Bandera más una compañía de la 2ª Bandera, para salvar a la ciudad de Melilla del ataque de los rifeños en julio de 1921, después del desastre de Annual, quienes de haber conseguido su objetivo probablemente hubieran pasado a cuchillo a la mitad de la población, como hicieron en otros lugares. Eso, que se conmemora cada año con los “101 kilómetros de Ronda”, un evento más que deportivo que reúne a miles de personas, eso lo hizo el entonces comandante Franco al mando de sus hombres.
También fue Franco y no otro, al mando de sus legionarios, el protagonista de otra de las acciones que crearon la “leyenda” de la Legión, aunque en este caso fue una retirada, la de Chaouen (1927), en la que Franco, entonces teniente coronel, defendió con cinco banderas de la Legión la retirada del grueso de la fuerza mandada por el general Castro Girona, consiguiendo hacerlo sin una sola baja, acción por la que obtuvo su segunda Medalla Militar Individual. Primo de Ribera dijo de él que “Nadie ha luchado con más perseverancia y con más capacidad que este invicto jefe en las campañas de Marruecos”.
La Legión tuvo un papel trascendental en otro de los hechos de armas más memorables de la historia reciente de nuestro ejército, el desembarco de Alhucemas (1925), una operación que durante años se ha estudiado en las más prestigiosas academias militares del mundo. Franco, ya coronel, es quien mandaba el contingente de la Legión, grueso de la fuerza que desembarcó por parte española. Los legionarios mandados por Franco fueron los únicos que consiguieron establecer una cabeza de playa (según algunos desoyendo la orden de retirada) que permitió aguantar hasta la llegada de las fuerzas francesas que desequilibraron definitivamente la batalla. Tanto es así que por su actuación en esa operación fue ascendido a general de Brigada por méritos de guerra. El primer legionario que llegó al generalato y el general más joven de Europa en ese momento: un legionario.
La Legión, junto a los Regulares, fue quien en 1934 sofocó la llamada “Revolución de Asturias”, un auténtico golpe de estado frustrado contra la Segunda República, instigado por los que poco después formarían el Frente Popular. Ahí la Legión salvo a la República y, de nuevo, el que mandaba las fuerzas que -insisto- salvaron a la Republica fue el ya entonces general Franco.
La Legión, parte fundamentalísima de lo que se conocía como “ejercito de África”, fue un elemento absolutamente imprescindible para la victoria del Ejercito Nacional en la Guerra Civil, interviniendo prácticamente en todas las operaciones importantes, protagonizando el espectacular paso del Estrecho en los primeros días de la Guerra y avanzando en tiempo récord por Andalucía occidental, Extremadura y el valle del Tajo para llegar a las puertas de Madrid y provocar la huida del Gobierno rojo, consiguiendo liberar en cuestión de semanas casi la mitad de España, en un avance que determinó todo el desarrollo posterior de la contienda. En ese momento Franco era “solo” el jefe del Ejército de África, precisamente, pues todavía no se había celebrado la conocida reunión en Salamanca en la que se le nombró jefe supremo (“Genaralísimo”) de todo el ejército Nacional. De nuevo Franco al mando en otro de los momentos gloriosos de la Legión. Durante la Guerra, la Legión llegó a contar con 13 banderas y fue su momento de máximo esplendor desde el punto de vista de tamaño de la fuerza operativa.
No hay un solo hecho de armas de la Legión, hasta 1975, en el que Franco no haya sido protagonista, directo o indirecto.
Yo, supongo que como muchos otros, no admiro a la Legión solo porque desfile mejor y más deprisa que nadie, ni porque tengan aspecto aguerrido y fiero, ni porque lleven un uniforme con una maravillosa historia y distinto a cualquier otro, ni porque tengan unos himnos tan emocionantes que te remueven las entrañas, ni porque haya participado en más misiones de las llamadas “de paz” que ninguna otra unidad, y con enorme éxito en todas, ni porque haya participado en la “operación Balmis”. Yo admiro a la Legión, sobre todo, por los extraordinarios hechos de armas que ha protagonizado, por las batallas que ha ganado, por las campañas en las que ha participado, por sus más de 10.000 caídos, por sus 30 Laureadas, sus 250 Medallas Militares y por lo que ha hecho en la defensa de la Patria en la que yo creo.
Por eso, hablar de la Legión sin mencionar a Franco, como se está haciendo, es tan miserable, tan desleal y tan cobarde como hablar del Descubrimiento de América sin mencionar a Cristóbal Colón o hablar de la II Guerra Mundial sin mencionar a Wiston Churchill o de la Guerra del Pacífico sin mencionar al general McArthur. Es extravagante. Y hablar de la historia de la Legión obviando lo que ésta hizo entre 1936 y 1975 es, salvando las distancias, como hablar de la historia del Real Madrid CF obviando las 13 Copas de Europa.
Hoy se ha celebrado un acto castrense muy solemne, presidido por el Rey, en el que se ha homenajeado a todos los legionarios, MENOS A UNO. Seguro que han desfilado a la perfección, que todos se han emocionado con los himnos y las salvas, que los intervinientes han pronunciado brillantes arengas, pero nadie ha tenido las agallas (por no decir otra palabra más fuerte) de recordar delante del Rey, de la ministra de Defensa o del ‘sursum corda’ al más importante legionario de toda su historia, aunque eso le cueste la carrera. Estoy seguro de que entre la oficialidad actual de la Legión, de tenientes a coroneles (y conscientemente excluyo al general), y no digamos entre todos los legionarios que ya no están en activo, hay muchos -si no todos- que comparten lo que escribo y se avergüenzan de lo que se está haciendo.
¿Qué entiende este general jefe de la Brigada por ser “valiente y leal legionario”? Ser valiente no es solo asaltar una trinchera en vanguardia y a cuerpo limpio, ser VALIENTE es también hacer en cada momento lo que te dicta tu conciencia y tu honor, independientemente de sus consecuencias. Y ser LEAL, entre otras cosas, es no abandonar nunca a un compañero, “entre todos el mejor”, en un momento en el que le están calumniando y vilipendiando, cuando ya no se puede defender. ¿No sabe lo que significa el ‘Espíritu de Unión y Socorro’?: “A la voz de «A mí la Legión», sea donde sea, acudirán todos y, con razón o sin ella, defenderán al legionario que pida auxilio”. Y, por supuesto, lo mismo digo para sus inmediatos superiores, el general jefe de la División “Castillejos” (legionario, esto es, con algún destino en la Legión), el teniente general jefe de la Fuerza Terrestre (legionario) y el JEME (¡también legionario!). Y que no me digan que son personas que viven de su sueldo, que tienen familia, que tienen una carrera que pueden perder: ¡que no se hubieran hecho militares, que se hubieran hecho maestros de escuela (por decir algo)!
Y mientras tanto, que jubilen al carnero y que pongan a un tierno y dócil corderito.
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