20/05/2024 07:10
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Uno de los errores más comunes al combatir los desmanes de la izquierda es apelar a la razón de sus votantes, pretendiendo que las fechorías perpetradas en su nombre son una “desviación” de la verdadera naturaleza del Partido. Así, siempre hay quienes señalan la distancia entre la bondad de los postulados teóricos de la izquierda y su aplicación práctica; como si, de alguna manera, no fuera la misma izquierda la que ejecuta sus políticas conforme a su ideología.

Podemos entender este planteamiento en la derecha como un intento de dividir a la izquierda atrayéndose la voluntad de los zurdos asustados por el alcance de sus propios “errores”. E incluso entendemos a los ingenuos que realmente creen en tal argumento para persuadir “por las buenas” a un votante de izquierdas. Ya se desengañarán por sí solos tarde o temprano.

Sin embargo, también advertimos que la mencionada fórmula es apetecida por muchos que, amparándose en la “moderación”, no quieren enfrentarse a los problemas. Y, por supuesto, sabemos que la propia izquierda está encantada con que su ideología se mida por las “intenciones” y quede al margen de sus consecuencias.

Dicha idea, tan antigua como infantil, vuelve a estar de moda en la actual tesitura, a raíz del ataque definitivo contra la Constitución Española perpetrado el 15 de diciembre de 2022 por el PSOE & Co. Apenas un día después, el viernes 16, el periódico digital conservador El Debate llevaba dos textos en tal sentido: Por un lado, una entrevista al exministro socialista Cesar Antonio Molina, encabezada con estas palabras de su boca: “Sánchez no es socialista, es un autócrata”[1]. Por otra parte, un artículo de opinión del filósofo Gabriel Albiac encabezado con el título: “No es izquierda, es golpismo”[2].

Resuena de nuevo en nuestros oídos la célebre frase de Ortega y Gasset en diciembre de 1931: “No es eso, no es eso”[3]. Pero lo cierto es que, si nos ceñimos estrictamente a los hechos, la República sí fue “eso”, precisamente “eso”, desde el primer momento de su proclamación el 14 de abril de 1931. Recordemos la quema de conventos apenas un mes después, los días 9 y 10 de mayo de 1931, y la excluyente Constitución Republicana de 1931. De hecho, fue el citado texto “desconstituyente” lo que motivó el discurso “Rectificación a la República” pronunciado por Ortega el 6 de diciembre de 1931 en el Cinema de la Ópera de Madrid y el artículo citado tres días después.

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Pero tampoco hace falta ir tan lejos; recordemos aquel lema coreado por la masa tras los atentados de ETA: “¡No son vascos, son terroristas!” Cuando lo cierto es que tanto los integrantes de ETA como sus apoyos se identificaban mayoritariamente como vascongados. ¿Y qué podía esperarse tras décadas de terror y adoctrinamiento nacionalista? Por más que se quisiera erosionar a la banda etarra desvinculando a los habitantes de las provincias Vascongadas de los crímenes perpetrados en su nombre, la realidad era la que era. Una realidad incómoda apoyada en otra realidad más incómoda aún para nuestra “democracia”: la cesión de la educación a los separatistas en todas las etapas, desde la ikastola a la universidad.

En definitiva, por loable que sea el fin y desesperada la situación, no creemos que pueda alcanzarse nada bueno ocultando, negando o falseando la realidad. Para encontrar soluciones es preciso analizar las causas, y dado que mentir o autoengañarse es justamente lo contrario a buscar la verdad, mejor sería, para empezar, no participar de la mentira.

Dice César Antonio Molina que Sánchez “no es socialista sino un autócrata”. Más bien es justamente lo contrario: Sánchez es un autócrata porque es socialista. Como demuestra la Historia elocuentemente. Y habrá que repetirlo tantas veces como haga falta: la historia del PSOE es una historia criminal, de principio a fin. Y el PSOE ha sido y es una organización criminal, desde su origen hasta hoy. Recordemos una vez más el Golpe de Estado del PSOE tras la victoria de las derechas en las elecciones del 19 de noviembre de 1933. ¿Es necesario volver a explicar que la tristemente famosa “revolución de Asturias” de 1934 fue organizada e instigada por los dos principales dirigentes socialistas, Francisco Largo Caballero e Indalecio Prieto? ¿Cuándo, desde que existen organizaciones políticas de izquierdas, ha estado libre España de atentados terroristas? ¿Quiénes sino terroristas de izquierdas han asesinado a cuatro jefes de gobierno en España: Cánovas (1897), Canalejas (1912), Dato (1921) y Carrero Blanco (1973)? ¿Se nos ha olvidado el asesinato de 28 personas en el atentado dirigido contra Alfonso XIII y su mujer en 1906? Que sí, que Mateo Morral era anarquista y no socialista, pero el PSOE fundado por Pablo Iglesias era marxista y revolucionario. Ahí están sus amenazas de muerte al presidente conservador Antonio Maura en el Congreso el 7 de julio de 1910. ¿O acaso queremos ignorar los atentados contra Maura? Apuñalado en 1904 y superviviente a los disparos de Manuel Possa Roca en 1910 tras las amenazas de Iglesias. ¿Quiénes provocaron tres atentados ferroviarios tras la victoria electoral de las derechas en 1933? Recordemos el más grave, que hizo descarrilar en Valencia el expreso 702 Barcelona-Sevilla en la noche del 9 de diciembre de 1933 causando 23 muertos. ¿Quiénes sino el PSOE con la Esquerra Republicana de Lluís Companys y la Unió Socialista Catalana dieron el Golpe de Estado del 6 de octubre de 1934? ¿Es que el líder socialista Largo Caballero no declaró en varias ocasiones su voluntad de ir a la guerra civil? ¿O acaso no fue el socialista Indalecio Prieto quien ordenó a sus escoltas el asesinato del líder de la derecha José Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936? Y todos estos crímenes fueron perpetrados por la izquierda en tiempo de paz, siguiendo las consignas revolucionarias para destruir el orden, alcanzar el poder por la fuerza e imponer su dictadura. Hasta hoy. ¿Quién sino la izquierda ha empleado constantemente la violencia en democracia? Léase el libro de Carmen Ladrón de Guevara titulado: “Las víctimas del terrorismo de extrema izquierda en España”. Tan evidente, tan escandaloso, tan indiscutible, y la última prueba es la actual alianza de Gobierno.

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Dicho lo anterior, recordemos también que César Antonio Molina fue ministro de Cultura con José Luis Rodríguez Zapatero; aquel personaje que legalizó la organización terrorista ETA que hoy apoya el Gobierno de Sánchez; y el mismo que ha colaborado con todas las dictaduras del Foro de Sao Paulo y ahora Grupo de Puebla en Sudamérica. Lo dicho, son socialistas y, por lo tanto, antidemócratas y golpistas.

[1] https://www.eldebate.com/espana/20221215/ce-sar-antonio-molina-sanchez-no-socialista-autocrata-rompe-reglas-democracia_79478.html

[2] https://www.eldebate.com/opinion/20221216/no-izquierda-golpismo_79954.html

[3] El Crisol, 9 de diciembre de 1931.

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