22/11/2024 07:05
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Nunca he ocultado mi nula sintonía, afinidad o consonancia con la Sra. Díaz. Será porque no me gustan aquellos que utilizan el segundo apellido porque el primero les resulta poco adecuado para venderse, como hacen dicho sea con todos mis respetos, los cupleteros de opereta.

Será porque no me gustan aquellos a los que no se les conoce otro oficio ni beneficio que la política o será porque me espanta quien es capaz de convertirse en la Perra Pecas de Aguirre para estar cerca del poder que por aquel entonces acaparaba la peor presidenta conocida de la Comunidad de Madrid, aunque solo sea por los personajes de los que se rodeó y de sus fechorías.

Quizá también me influya que con estos antecedentes su principal y único mérito para escalar meteóricamente haya sido ser amiga de Pablo Casado. Y digo haya sido porque a estas alturas dudo que esa amistad siga existiendo y constato que se ha convertido en puñalada pura y dura. Es lo que ocurre Pablo cuando no se busca al mejor si no al más simple.

No me gusta quien, siendo político de profesión, se deja abducir, llevar, manipular por una mano, más que derecha, negra. Y no me gusta porque quien se entrega a este juego, quien se convierte en marioneta o se comporta como tal, lo hace para ocultar su nulidad y mediocridad mientras asalta al poder.

No me gusta porque estos meses de pandemia han mostrado su estilo simplón que no ha sido otro que llevarle la contraria a Pedro Sánchez, las pocas luces. Y no me gusta porque con estos modales ha puesto en riesgo y sigue haciéndolo, la salud de los españoles, su bienestar y su economía.

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No me gusta quien se carga la hostelería promoviendo desescaladas precipitadas con el único fin de contentar y ganar votos, porque ha promovido nuevas olas de covid con el resultado de ruina, enfermedad y muerte. Y ha vendido esta estrategia con la palabra libertad.

Y digo palabra porque de libertad real y efectiva ha conseguido poca. La libertad, Sra. Díaz, no consiste en salir a cenar o ir a los toros, no, consiste en no tener miedo. Y a fecha de hoy, gracias en parte a su contribución, no somos libres. Entérese de que solo usted, los insolidarios, los indocumentados y los negacionistas no tienen miedo a la covid.

Por eso la Sra. Díaz, a través de su consejero, nos dice que tenemos que acostúmbranos a vivir con el virus.  Que viva ella si quiere, pero que deje vivir sin miedo a los demás. A mí no me gusta vivir con el virus porque infecta, muta y mata mientras usted nos castiga con sus proclamas de libertad y economía.

Espero que alguien de su entorno, con más fuerza moral que ella, lo cual es fácil, sea capaz de placar sus ansias de poder y suprimir el estilo basado en la frase ocurrencia, la popularidad y poco más. Ánimo Pablo, pero ojo, que además de como mea, salpica.

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REDACCIÓN
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