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La Historia se repite. En el año 710, barcos anclados en el puerto de Sebta (Ceuta), inician una expedición por el sur peninsular hispano, al mando de Tariq, gobernador de Tánger; utilizaron barcos adaptados para el transporte de ganado. Regresaría Tariq para informar a su cadí, Muza ibn Nusair, sobre los resultados del viaje, que, entusiasmado por la extensión del territorio explorado, de sus riquezas y de las posibilidades que ofrecía para la expansión del Islam en aquel territorio, además del suculento botín adquirido en aquel recorrido.

Un año más tarde, acondicionaron unos destartalados dromones utilizados para grandes cargas, que habían preparado para embarcar soldados. Salieron del puerto de Sebta rumbo norte. Los grandes líderes de Abila iban a bordo de los cuatro barcos disponibles, Tariq y el conde Don Julián, que tuvieron que realizar varios viajes para desembarcar a los exploradores.

Así se produjo el encuentro entre dos pueblos mediterráneos, unidos por un pasado común púnico, procedentes ambos de una cultura romanizada y con técnicas de combate muy similares. Los visigodos, que llevaban ya tres siglos en Hispania, mantenían muchos elementos semejantes con los norteafricanos.

Pero, ¿ quién cruzó el Estrecho? Por decisión de su caudillo, Tariq, animado por lo que pudo ver en la exploración inicial, un año antes, organizó un ejército invasor de norteafricanos. Gracias a los datos que disponían en Sebta, la conquista fue rápida y bien organizada, utilizando para la conquista las calzadas romanas que unían distintas poblaciones de la Bética. La reducida flota de Don Julián atracaría cerca de Mesopotamenoi, en las cercanías del monte Calpe, que desde ese momento sería llamado Jebel-Tariq (Gibraltar).

Los invasores serían varios miles, entre caballería e infantería, acompañados también por algunos familiares de los soldados. Parte de los norteafricanos de Tariq preferían no combatir junto a los ghomara, con los que habían estado en guerra. Tampoco Tariq confiaba demasiado en Don Julián.

Las bases de operaciones de los invasores norteafricanos procuraron los puertos transductinos y esto terminó por llamar la atención de los pobladores de la Bética, según el historiador egipcio Al-Hakan. Tariq, ya en marcha de conquista, cruzó un puente antes de llegar a una montaña, próxima a la población Qartayanna (Cartaia).

Los visigodos de Córdoba reaccionan contra los invasores

Cuando Tariq cruzó el Estrecho en su viaje de conquista, las tropas visigodas de Córdoba salieron a su encuentro. Lo reducido de los efectivos norteafricanos animó a los visigodos a entrar en combate. Allí tuvo lugar una encarnizada batalla que en nada favoreció a los visigodos. En los primeros escarceos Tariq no dejó de perseguir a las tropas visigodas hasta que llegaron a su base cordobesa.

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Todo inducía a pensar en la derrota de los hispanos. Don Rodrigo, que se hallaba en Toledo, acudió a socorrer a sus tropas: «Dios Poderoso y Grande hizo morir a Don Rodrigo y a los suyos», proclamaron los musulmanes.

Los expedicionarios eran conocedores del poder militar de los ejércitos visigodos y, ante las primeras batallas ganadas, debieron pensar: «ahora o nunca». Retaron a los visigodos y los derrotaron; además, acumularon grandes botines, para volver sobre sus pasos tras cada conquista. Según la doctrina militar, un reino en guerra es muy tentador para sus enemigos.

Los layetanos habían firmado una alianza con los vascones

Don Rodrigo, que se hallaba en el norte peninsular luchando contra Aquila, que se había autoproclamado rey de la Tarraconense, hostigaba ya a la insurgencia en Tarraco, Gerunda e incluso Narbona. Los rebeldes habían firmado una alianza con los vascones, por eso el rex de Toletum organizaba los enfrentamientos desde Pompaelo (Pamplona). Pero los norteafricanos se movian ya a sus anchas en la Bética, controlando las poblaciones menores de los campesinos.

Pero volvamos a los momentos anteriores a la invasión musulmana de la Península Ibérica.

Muza controlaba en el año 707 varias ciudades-fortaleza en la Tingitana, y no todas fueron conquistadas por la fuerza, dado el carácter pactista del caudillo omeya, Muza.

La desaparición del imperio bizantino, el surgimiento del Islamismo, la conquista de Egipto por las tropas califales, facilitaron una rápida acción por todo el norte africano hasta el Atlántico, aunque el Islam no llegó a imponerse en aquellas fases de conquista. Así que Muza, en el 707, antes de penetrar en la Península Ibérica, controlaba Bizakia, Numidia y Mauritania Cesariense.

Don Julián y Tariq, un hermanamiento peligroso

Uno de los motivos que animaron a Don Julián a colaborar con Tariq fue la toma de Tánger, donde aparece el traidor como defensor de la ciudad y el caudillo como liberto de Muza. Al final de aquella contienda fue nombrado gobernador Tariq ibn Ziyab; un personaje casi desconocido del que la literatura árabe trató de borrar su pasado bereber, para incorporarlo a la cultura islámica.

El nombre de Tarik o Tarek tiene varios significados: «estrella de la mañana», como la sura número 86 del Corán; «aldaba», el que llama a la puerta; «camino místico», asociado a la tariqa, como el camino místico religioso sufí; «tareq» siginifica conquistador o viajero, aunque durante la conquista era conocido como «el Tuerto» y al finalizar aquella todos lo conocían como Tariq o Tareq.

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En aquellos años, previos a la invasión peninsular, nadie dudaba de la superioridad de las fuerzas arabo-bereberes. Pero hay que resaltar que, en las ciudades conquistadas de África, aparecen de forma temprana los religiosos árabes para enseñar el Islam a los pueblos conquistados.

Don Julián, todavía dudaba en el 708, pactar o no con Tariq, al asistir a un asedio de la actual Ceuta, gracias al apoyo recibido a través de los barcos de la Bética, donde ya reinaba como dux Don Rodrigo, a la que entregaban víveres, merced a un pacto firmado con el visigodo Witiza.

Gibraltar y la bahía de Algeciras: la Puerta del Estrecho

Ceuta, que no se nos olvide, forma con Gibraltar y la bahía de Algeciras, la Puerta del Estrecho. Para abrir esa plaza, Don Julián tuvo que capitular la ciudad de Ceuta, que disponía de una pequeña flota de cuatro barcos cargueros. Por cierto, Muza no consideró necesario acceder al poderoso arsenal de Túnez. Sin embargo, Tariq tenía otros planes, como el de disponer de una pequeña flota sin que su valí Muza lo supiera, que le confería la posibilidad de ciertas ganancias sin tener que dar explicaciones.

Ya en el año 710 Ceuta capitula y firma un tratado que le permite conservar sus posesiones al aceptar el vasallaje de los omeya. Esta caída, como era conocida por los árabes, coincide con el fallecimiento de Witiza y con el acceso al poder de Don Rodrigo, con quien Don Julián no mantenía buenas relaciones porque la Bética comerciaba con Ceuta.

Todo empezaría, como queda dicho, con aquella primera expedición de Tariq, que llevaría inicialmente consigo unos 400 infantes y 100 jinetes, y que desembarcó en la isla de Tarifa, como ahora se la conoce. El éxito de esta incursión animó a los musulmanes a adueñarse del país vecino de los visigodos hispanos. Y lo lograron. Guadalete pondría fin a la vida de Don Rodrigo y al régimen visigodo.

El perspicaz lector habrá descubierto las similitudes de aquella aventura con la situación política actual, según recoge el titular de este comentario: similitud de personajes, similitud de pueblos y similitud de circunstancias; ¿también similitud de resultados?

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