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El 19 de mayo de 1939, el Caudillo victorioso de España, Francisco Franco, presidió, en el paseo de la Castellana de Madrid, el primer desfile de la Victoria, en el que desfilaron doscientos cincuenta mil hombres, triunfadores en la campaña militar, con el acompañamiento de tres mil camiones, mil cañones y tres mil ametralladoras. Fue el mayor desfile militar que se recuerda en la historia de España.
El general José Enrique Varela Iglesias, dos veces laureado de San Fernando, prendió en el pecho del invicto Caudillo, la Cruz Laureada de San Fernando, como premio a la brillantísima dirección de la guerra de liberación, que había terminado en completo triunfo, doblegando así al comunismo internacional, socialismo, anarquismo y masonería.
Así mismo, al día siguiente, en la Iglesia madrileña de Santa Bárbara, Francisco Franco iba a ofrecer a Dios Nuestro Señor, la espada de la Victoria. “Señor, acepta complacido”, dijo Franco,” la ofrenda de este pueblo que conmigo y por tu nombre, ha vencido con heroísmo a los enemigos de la verdad que están ciegos. Señor Dios, en cuyas manos está todo derecho y todo poder, préstame Tu asistencia para conducir a este pueblo a la plena libertad del imperio, para gloria Tuya y la Tu Iglesia”.
Las fiestas se sucedieron a lo largo y ancho de España. Como no podía ser de otra forma, La Coruña se aprestó a vivir las fiestas oficiales de la Victoria. El día dieciocho, a las diez y media de la mañana, la Corporación municipal al completo, se trasladó al convento de Santo Domingo para sacar en procesión la imagen de la Patrona de la ciudad, la Virgen del Rosario y conducirla hasta la plaza de María Pita, donde presidió una Misa de campaña en honor a la Victoria, que se inició a las once de la mañana. Estaban presentes todas las primeras autoridades. Una vez finalizada la Misa, desfilaron ante la Imagen de Nuestra Señora del Rosario las fuerzas que rindieron honores. A las doce en punto repicaron las campanas, se dispararon cientos de bombas de palenque y las sirenas ulularon en honor del gran triunfo de las armas nacionales.
A las siete de la tarde dio comienzo en la Plaza de María Pita, una gran fiesta popular. A las once y media de la noche, por los Cantones, se realizó un extenso desfile de antorchas, finalizando la jornada con un magnifica sesión de fuegos de artificio. En todas las provincias peninsulares, insulares y plazas de soberanía, se encendieron, a las doce de la noche, grandes hogueras en señal de júbilo. La correspondiente a la provincia de La Coruña, ardió en el monte Caxado, sito en Puentes de García Rodríguez.
El día 19, desde altavoces, instalados al efecto por diversas calles y plazas, los coruñeses siguieron a través de Radio Nacional de España, el gran desfile madrileño, que se inició con los versos de la Marcha Triunfal de Rubén Darío, recitados por la voz del actor Fernando Fernández de Córdoba.
A la tarde, delante del palacio de capitanía general, se organizó una concentración, donde se dio lectura al bando de inicio del alzamiento en La Coruña; a la alocución del General Franco, al hacerse cargo del Ejército de África y al último parte oficial de guerra. A las 20,30 horas, en el Instituto Eusebio da Guarda, tuvo lugar un acto académico, donde varios oradores glosaron la necesidad de Alzamiento, la incorporación del pueblo a la gesta militar y la Victoria.
El domingo día 21, la ciudad recibía a la embajada llegada desde Valencia, y que se sumaba a los actos, por ser el Cuerpo de Ejército de Galicia el liberador de la ciudad mediterránea. El alcalde valenciano, Joaquín Manglano, Barón de Cárcer, llegó acompañado por diversos miembros de su corporación y por 139 muchachas de la región.
La delegación valenciana fue recibida en el palacio municipal por los generales García Benítez y Martín Alonso; por el alcalde accidental, José Pérez-Ardá, por el coronel jefe de Estado Mayor de la región militar, Fermín Gutiérrez de Soto y por la corporación municipal al completo. En el vestíbulo también se hallaban, el coronel jefe del regimiento de Zamora, Óscar Nevado y un grupo de jóvenes coruñesas, ataviadas con el traje regional, que dieron la bienvenida a los ilustres visitantes. Los valencianos traían consigo la Señera de Jaime I el Conquistador.
La Bandera Valenciana recibió honores de ordenanza por parte de una compañía del regimiento de Infantería de Zamora. En manos del alcalde de Valencia subió, acompañada por heraldos y maceros de ambos ayuntamientos, al salón de sesiones del consistorio coruñés, siéndole tributados los honores militares de Himno Nacional. Allí el barón de Cácer ofreció La Señera a toda la ciudad de La Coruña y en especial, dijo: “Valencia que está agradecida a Galicia por liberarla de la tiranía roja, viene hoy a sumarse al justísimo homenaje que se rinde en La Coruña a las tropas del Cuerpo de Ejército que lleva el nombre de esta hermosa región y a su invicto jefe el General Antonio Aranda. Vengo a entregar a este una reproducción fiel de lo que tiene para nuestra ciudad más alto valor histórico y espiritual, La Senyera que nos fue otorgada por el Rey Jaime I el Conquistador”.
El alcalde Pérez-Arda contestó con palabras de gratitud hacia la delegación de la región valenciana, por venir a La Coruña a dar un abrazo de hermandad y sumarse al homenaje al Cuerpo de Ejército de Galicia.
La Señera quedó depositada en la vitrina donde se guarda el pendón de la ciudad, dándole guardia permanente cuatro guardias municipales en traje de gran gala.
El alcalde Pérez-Ardá, ofreció seguidamente a las autoridades un vino de honor. Finalizado el ágape, los invitados se trasladaron al Club Náutico, donde se celebró una fiesta en su honor.
Mientras los valencianos eran agasajados en el club Náutico, el General Antonio Aranda Mata llegó al hotel Palas, donde fue recibido por las primeras autoridades militares y civiles, con el capitán general Germán Gil Yuste y el Gobernador civil Julio Muñoz de Aguilar a la cabeza.
30 de marzo de 1939. Tropas del Cuerpo de Ejército de Galicia, liberan Valencia de la tiranía roja.
A las diez y media del día siguiente, en una mañana de radiante sol, en el muelle de Calvo Sotelo, formaron las fuerzas de la 83 División, que iban a ser revistadas por los Generales, Aranda, General Jefe del Cuerpo de Ejército de Galicia y Martín Alonso, General Jefe de la 83 División.
En coche descubierto y acompañado por el general García Benítez, el general Aranda, inició la revista de las fuerzas que rindieron honores, situándose al lado del vehículo, montado a caballo, el jefe de la 83 división, General Martín Alonso.
El general Antonio Aranda Mata, acompañado por el gobernador Civil Julio Muñoz de Aguilar, en su visita La Coruña para presidir el desfile de la Victoria del día 22 de mayo de 1939.
Justo en el momento en que los generales revistaban a las tropas, en la puerta del ayuntamiento, la Señera de Valencia y el Pendón de La Coruña, esperaban su momento para trasladarse, acompañadas por la Corporación municipal de La Coruña así como por representantes de Valencia y Castellón, hasta el atrio de la Colegiata de Santa María del Campo donde se celebraría un Te Deum en honor del General Aranda. La Señera Valenciana, de nuevo recibió los honores de ordenanza con interpretación del Himno Nacional, que le tributó una compañía del regimiento de Infantería Zamora, quien la escoltó hasta la Colegiata. La Señera Valenciana fue portada por el Teniente de Alcalde de La Coruña, Diego Delicado y los lazos fueron llevados por los concejales Babío Calleja y Ruiz Herrero. El Pendón de La Coruña, por su parte, lo portó el teniente de Alcalde de Valencia, Jesús García Martínez, llevando los cordones el concejal valenciano Valdés y el secretario del Ayuntamiento de nuestra ciudad, Rebollo. Las dos enseñas iban escoltadas por la guardia municipal coruñesas en traje de gran gala y por los Maceros de ambas ciudades.
El General Aranda llegó a eso de la once y media a la Colegiata de Santa María del Campo, acompañado de una nutrida caravana de vehículos. En el atrio esperaban las primeras autoridades, la Señera de Valencia, el Pendón de La Coruña y una compañía de honores del regimiento de Zamora que rindió honores de ordenanza. A la entrada del templo una viejecita se acercó al bravo general y cogiéndole las manos se las besó repetidas veces. El sencillo ademán de la anciana, emocionó al general que la abrazó con cariño.
El Te Deum fue oficiado por el Abad de la Colegiata, Santiago Fernández. Finalizado el oficio religioso, se formó la comitiva, que se dirigió a los Cantones, para presenciar el magno desfile de la Victoria. Inició la marcha la Guardia Municipal en uniforme de gala, la Señera y el Pendón de La Coruña bajo mazas, el General Aranda acompañado por las primeras autoridades locales y valencianas, el alcalde Santiago de Compostela y el Primer teniente de alcalde de El Ferrol del Caudillo, señores Marqués de Figueroa y Zamora. Cerró la marcha la compañía de Infantería que había rendido honores de ordenanza.
Gran cantidad de flores así como millares de octavillas fueron arrojadas al paso del defensor de Oviedo. Las octavillas contenían la siguiente leyenda: “La Coruña saluda emocionada al laureado general Aranda, defensor de Oviedo y general conductor del Cuerpo de Ejército de Galicia”.
Tribuna principal desde donde el general Antonio Aranda presidiría el desfile conmemorativo de la Victoria, el 22 de mayo de1939, en La Coruña.
La llegada de Antonio Aranda a la tribuna fue saludada con una lluvia incesante de flores. Miles de personas atestaban la avenida. En la tribuna se podían ver y leer los nombres de las grandes gestas del Cuerpo de Ejército de Galicia: Oviedo, Teruel, Morella, Castellón y Valencia, así como varias grandes cruces de Santiago. Enfrente de la tribuna principal, se habían colocado las 139 muchachas valencianas, acompañadas por numerosas jóvenes coruñesas, todas ellas ataviadas con los trajes típicos de ambas regiones.
Ante el entusiasmo del gentío el general, Pablo Martín Alonso, solicitó el permiso pertinente para dar comienzo a la gran parada militar en la que iban a intervenir más de diez mil hombres.
Dos secciones, una de motos y otra ciclista abrieron la marcha. Seguidamente apareció el general Jefe de la 83 División, Pablo Martín Alonso a caballo, seguido de su ayudante, su estado mayor y su escolta montada. Martín Alonso, se situó a la derecha de la tribuna al lado del lugar donde se hallaban La Señera de Valencia y el Pendón de La Coruña.
El general Pablo Martín Alonso, jefe de la 83 división del Ejército Nacional a caballo en los cantones coruñeses, durante la gran parada militar de la victoria del 22 de mayo de 1939.
El primer regimiento de Infantería pasó al mando del teniente coronel, Fernández Bacorell y lo integraron el primero, segundo, tercero y décimo tercer batallones del Zamora, al mando de los comandantes Mosquera Palleiro, Enseñat y Osende. Bandas de cornetas y tambores, unidad de música y supervivientes del “Castillo de Olite”. En ese primer bloque del desfile iban los soldados adscritos al cuartel general de Antonio Aranda. Entre ellos el cabo, Marcelino Fernández Montero, mí recordado y querido padre, acompañado por otros conocidos coruñeses como los hermanos Pablo y Julio Sande, hijos del renombrado peluquero, Victoriano; Pepe Castro “Fornos” dueño del reconocido restaurante de la calle de los Olmos; Manolo Amor, funcionario municipal durante largos años; Julio Escudero, padre mi buena amiga Elisa y tío del gran pintor Alfonso Abelenda Escudero y de su recordado hermano Pedro, el showman coruñés por excelencia; Fernando Villamil, dueño de la Perfumería Villar; Luciano García Barros, gerente de la administración de Lotería de la calle de San Andrés; Enrique Martí Villardefrancos, hermano del gran fotógrafo, Alberto y afamado hostelero, dueño, nada menos, que del inolvidable Wisky Club; Ángel Insua; Rafael Fernández, que llegó a ser Gobernador civil de varias provincias españolas, entre ellas, Pontevedra.
El segundo regimiento lo mandaba el teniente coronel Guillermo Quintana, en donde figuraban los batallones segundo, tercero, séptimo y décimo, bajo las órdenes de los comandantes Ayala, López García, Romero y el capitán Navaza. El tercer bloque del desfile siguió perteneciendo a la gloriosa Infantería. Al mando del teniente coronel Prado Villamar, lo formaron tres batallones, uno del Regimiento Mérida y dos del regimiento de Zaragoza, la tercera Bandera de Falange de Galicia, con sus respectivas bandas y músicas.
22 de mayo de 1939. Desfile de la victoria en La Coruña, presido por el General Antonio Aranda.
Unidades de Zapadores, Transmisiones, Ingenieros, Intendencia, Sanidad, compañía de la Guardia Civil, una batería del regimiento de artillería ligero nº 16 con mosquetones, compañía de la Guardia de Asalto, compañía de Carabineros y Milicias de Falange Española Tradicionalista y de Las JONS.
Se inició luego el paso de la unidades motorizadas. Abrió la marcha el cuarto grupo de Artillería perteneciente al Regimiento 16 ligero de Artillería, que al mando del heroico comandante Juan Judel, gloriosamente caído en el campo de batalla, escribió numerosas páginas de renombre en la gran gesta española. El guión del grupo llevaba un crespón negro en recuerdo de su intrépido comandante,
Piezas de 100/7 y 7/5 de artillería. Cañones antiaéreos y antitanque, remolcados por camiones. Gran despliegue de equipos de Ingenieros, Zapadores, Sanidad, Intendencia.
Cerró el gran desfile que duró más de una hora y media, una centuria de Flechas y otra de Cadetes de la Organización juvenil con su banda de cornetas y tambores..
Los vítores, voces emocionadas, vivas y arribas a España, gritos de ¡Franco!, ¡Franco! ¡Franco!, incontables flores, no dejaron de escucharse y caer al paso alegre de los soldados victoriosos ya de la Paz.
Una vez terminado el desfile, el General Aranda y su séquito se trasladaron hasta el palacio Municipal, donde se celebró una concurrida recepción. Su paso a pie hasta María Pita, por las principales calles fue muy dificultoso. Arropado por una gran multitud, fue recibiendo numerosas muestras de afecto y consideración.
En la Plaza, inundada por una gran marea humana, el alcalde de La Coruña, José Pérez-Ardá, acompañado por el Barón de Cárcer, alcalde Valencia y por las primeras autoridades coruñesas y valencianas hizo entrega al general Antonio Aranda Mata, de la reproducción de La Señera que concedió a la capital levantina, el Rey Jaime I “El Conquistador”. La Señera llevaba una inscripción que recogía textualmente las palabras pronunciadas por el general Aranda al tomar la bella ciudad mediterránea el día 30 de marzo de 1939: “En nombre del Generalísimo Franco y por la Gracia de Dios, tomo posesión para España de la ciudad de Valencia. 30 de marzo de 1939. Antonio Aranda Mata”.
22 de mayo de 1939. Desfile de la Victoria en La Coruña, presido por el General Antonio Aranda.
El alcalde Pérez-Ardá en su alocución dijo: “Gracias, mi general, te tienen que dar los gallegos y en especial los coruñeses por habernos devuelto a los soldados gallegos con honor, por haber cumplido tu palabra y por haber querido conservar siempre la mayor parte de sus vidas. Pero Aranda no regresa solo de Valencia. Viene acompañado por personas de aquella ciudad que traen una reproducción de la Señera Valenciana que han dejado en depósito en este Ayuntamiento y que yo voy ahora a entregar al general Antonio Aranda como ofrenda triunfal de la región valenciana a su heroico libertador”.
A continuación, el gobernador Civil, Julio Muñoz de Aguilar tomó la palabra para manifestar, entre otras cosas: “Galicia era esa mujer humilde, sencilla, desconocida que se acercó al General Aranda cuando entraba en la Colegiata y le estrechaba entre lágrimas como si quisiera abrazarle en nombre de toda esta tierra maravillosa. Galicia son todos estos soldados que a la voz del Caudillo dejaron casas, campos, hogares y familias y trasponiendo montes, valles, ríos y arroyos llegaron hasta Oviedo colocando sobre el pecho del general Aranda la Cruz Laureada de San Fernando. ¡Bien se ha portado La Coruña! ¡Bien habéis recibido a los ilustres huéspedes que nos honran! Hasta el sol ha querido asociarse a nuestro júbilo. Sin duda el General Aranda al volver anoche a La Coruña habrá tenido que repetir lo que no por sabido puede olvidarse ¿verdad, mi General? “Si me deran a escoller-eu non sei que escollería- si entrar n’a Cruña de noite- o entrar no ceo de día”
El triunfador de Oviedo, Teruel, Morella, El Maestrazgo, Castellón y Valencia, visiblemente emocionado se dirigió desde el balcón central del consistorio a los miles de coruñeses que llenaban María Pita, desde donde hizo un extraordinario canto a Galicia y a sus soldados: “No sabéis vosotros los esfuerzos que han hecho estos soldados de Galicia. Héroes modestos, callados. De sus hazañas se podría estar hablando largo tiempo. Como los vi batirse, como los vi morir. Hay que descubrirse ante el soldado que no hay uno que sea mejor que el soldado gallego ni en España ni en le mundo. El soldado gallego ejemplo de extraordinario valor, de decisión y de heroísmo, ha hecho raya en lo que es disciplina en lo que es corrección militar. Aquí os he traído a los valencianos para que os digan lo caballerosos que son los soldados gallegos. Que en dos años de correr España por donde ha pasado un soldado gallego, ha pasado un caballero, ha pasado un soldado heroico, ha pasado un hombre que iba a cumplir una sagrada misión. Y cuando estos soldados llegaron al mediterráneo se arrodillaron en el mar y santiguándose gritaban ¡Viva España! ¡Viva Galicia!”
22 de mayo de 1939. Desfile de la Victoria en La Coruña, presido por el General Antonio Aranda. Centurias de Flechas y cadetes de la organización juvenil.
“Que no se pueda decir jamás que en España” –continuo diciendo el general Aranda– “hay algo más generoso que Galicia. No hay esplendidez como la suya. Nosotros hemos llevado para aplacar el hambre en la zona roja, nuestra comida y nuestro aliento. No hay pueblo en el bajo Aragón ni en Levante que no bendiga a Galicia, que no tenga la alegría de Galicia. En este momento miles de soldados gallegos están reconstruyendo las humildes casas del pueblo de Nules, completamente arrasado por los marxistas. Por todas partes se conoce nuestro nombre y es bendecido y yo que soy el más modesto de todos los soldados, estoy orgulloso de volver aquí y poderos decir que estimo a España y después de España, mis queridos coruñeses, a Galicia por encima de todas las cosas. ¡Arriba España!
Terminados los actos en la Plaza de María Pita, en la Estación del ferrocarril se celebró una grandiosa comida, donde compartieron mesa y mantel, más de seis mil comensales. La decoración de la estación, donde resaltaba un gran retrato de Franco, rodeado de banderas nacionales, de Falange y de la Tradición, fue obra del delineante municipal, Rafael Barros y del jefe de jardines del municipio, señor Carballal. A los postres volvieron a hablar los principales protagonistas de la jornada y el Coro Cántigas Da Terra, ofreció un variado repertorio de canciones gallegas.
A media tarde, la directiva del Sporting club Casino, invitó a una elegante y amena fiesta al general Aranda, a las autoridades civiles y militares y a los mandos de la 83 división. La entrada del General Aranda, los acordes del Himno Nacional, fue saludada por socios e invitados con una prolongada ovación. Durante más de tres horas, coruñeses, gallegos, valencianos, militares y civiles, se divirtieron en las instalaciones del parque del Leirón en el Camino Nuevo, en una fiesta animada por dos orquestas..
El General Aranda, abandonó las instalaciones de la sociedad recreativa coruñesa, para dirigirse al restaurante Fornos, donde cenó íntimamente con el alcalde de Valencia, Barón de Cárcer y su señora esposa, su ayudante militar desde los primeros momentos, el comandante César Loperena, acompañado por su esposa y el teniente Salas. La mesa fue servida especialmente por el propietario del restaurante, José Castro “Fornos”, que había sido, como dijimos antes, uno de sus soldados en su cuartel general.
En la plaza de España se celebró una concurridísima verbena, como al día siguiente se celebraría otra igual en la plaza de María Pita.
Fiesta en el Leirón del Sporting club en honor del general Aranda Mata, celebrada el 22 de mayo de 1939.
Antonio Aranda Mata, valeroso defensor de Oviedo, conductor del Cuerpo de Ejército de Galicia, abandonó La Coruña el martes día 23 de mayo, a la mañana. Su destino, Santiago de Compostela. Allí, coincidiendo con la fecha de la celebración de la victoriosa batalla de Clavijo, el general iba a depositar a los pies del Santo Adalid, el amigo del Señor, el Apóstol Santiago, su espada limpia y victoriosa, en el nombre de España y de Franco.
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