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Si quien detenta el poder no sabe distinguir entre lo público y lo privado, entre lo lícito e ilícito, entre lo moral e inmoral, entre lo bueno y lo malo, entre el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial; es que ese gobernante es un malvado o un déspota y ese pueblo que lo permite y ampara, está anestesiado o muerto; al menos desde el punto de vista de la razón, conformadora de la naturaleza y el estudio.
El despotismo como forma de gobernar configuró largos períodos de nuestra civilización; los gobernantes se comportaban sin freno, ni medida; con la más obscena impudicia entronizaban la arbitrariedad y el nepotismo como forma de usurpar el poder. El sentido patrimonial del Estado, como pertenencia, les impedía cualquier freno o rubor. Estos sátrapas creían estar legitimados por el pueblo y hasta por la historia para cometer cualquier fechoría. La ventaja es que acabaron mal. El inconveniente es que se mantuvieron demasiado tiempo y el pueblo, cuando se dió cuenta, era tarde y terminó peor.
El genuino eslogan de Luis XIV: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, tenía lógica y obedecía a un concepto sagrado del poder; absolutismo monárquico en un siglo, el XVIII, en que se imponía en Europa las ideas ilustradas de Hobbes, Voltaire, Montesquieu etc., donde el pueblo podía elegir entre culto y ciudadano, o súbdito y e ignorante. Ahora todo resulta diferente en la forma, pero similar en el fondo, con o sin coronavirus.
Llevamos cuarenta años despeñando a la juventud en la enseñanza, la responsabilidad, la honradez, la lealtad, el mérito, la jerarquía y el valor del ejemplo. Una clase política infame y corrompida que desemboca en Pedro Sánchez, es la prueba más evidente. Tan falsario en lo académico como voluble en lo ideológico, se ha irrogado un poder absoluto y prorrogado tres meses un estado de excepción, con apariencia legal de estado de alarma, para inocularnos el virus letal del social comunismo. No nos protege de la epidemia cuando estábamos a tiempo, al primar los intereses ideológicos de un feminismo dirigido por la ingeniería social de estos viejos totalitarios y, cuando resulta irreversible, nos confina drásticamente paralizando todo el tejido industrial de la nación.
El único cambio es el semántico entre ese despotismo ilustrado de los monarcas del siglo XVIII y el nepotismo desilustrado de los actuales. El nivel cultural de los Campoamor, Conde de Aranda, Campomanes o el Conde de Floridablanca, nada tenía que ver con los Pedro y Pablo, Adriana Lastra, Carmen Calvo, Isabel Celaa, Patxi López o Rafael Simancas, meros usurpadores de un poder configurado como democrático y del que ya nos advirtiera Platón y Sócrates como destructores del progreso y la convivencia, al convertirse en oclocracia.
El nepotismo desilutrado, consiguió el poder valiéndose del tiempo, la nula oposición ideológica y la demagogia, la falsedad y el control de los medios de comunicación; y pretende, una vez ocupados los últimos reductos de dignidad, libertad, estado de derecho y justicia, transformar la sociedad -al revés de sus homónimos ilustrados- trivializando el mal y la razón. Así surgen todos los “ismos” como sinfonía de la psicosis que los engendra: los animalismos, feminismos, veganismos, historicismos, racismos y globalismos que no coexisten en libertad, sino que imponen el adoctrinamiento en la infancia y la violencia verbal y física en la convivencia.
Los programas de ingeniería social que se están implementando en el mundo y con mayor virulencia en España, obedecen a ese nepotismo que favorece a la izquierda más rancia y autodestructiva que conoce la historia. No es casual imponga que los hijos son del estado, como base del adoctrinamiento. Tampoco que la historia adapte sus hechos al relato de la conveniencia política y regule, por ley, la verdad impostada y falsa. Que se asesine masivamente a seres humanos indefensos, mediante el aborto, mientras se protege el animalismo más feroz. Que se discrimine el idioma común de los españoles y se fomente la división y el enfrentamiento. O que se auspicie la guerra de sexos, contrario a la ley natural, a la biología y al sentido común.
Mientras tanto ya se vislumbran los efectos de la ingeniería social que viene socavando los cimientos de la sociedad y la manada aflora como disciplinar fuerza destructiva. Basta con ver como se clausura el portar de transparencia, se ficha a amigos para cargos públicos, adjudica contratos a dedo, designan ministerios o puestos relevantes a sus parejas y el ocultismo y la abogacía del Estado y la Fiscalía son meros instrumentos del poder. Resulta escandaloso comprobar que se han dado 96 cargos en puestos relevantes de la administración, muchos creados al efecto para “colocar” a sus familiares y amigos, nepotismo en estado puro. ¡Hasta se han impugnado más de 30 nombramientos, por no cumplir el requisito imprescindible de ser funcionarios de categoría A1!.
El caso más emblemático, de momento, es la colocación del un amigo del presidente, del colegio y baloncesto, Ignacio Carnicero, al que crea “una nueva dirección” de Agenda urbana y arquitectura, dependiente de Fomento, por el hecho de ser arquitecto y trabajar en Nueva York. Menos mal que su amigo no era trapecista. Prepárese Ábalos y confórmese con otro ministerio; en la próxima remodelación le sustituye, el mérito de la infancia es de superior categoría que el del partido y las cloacas. Además, quien ha traicionado a su palabra de manera permanente; en quien el egoísmo y la hipocresía conforma su personalidad; quien es cínico y cruel hasta con los muertos, entre Maquiavelo y el Cardenal de Retz, para obtener el poder; no puede esperarse beneficio alguno ni para sí, camarada de partido, ni para la comunidad.
Si hubiera algún socialista con dignidad moral o rigor intelectual, todas las obscenas mentiras que hemos visto para preservar el poder, deberían oponerse a seguir fingiendo. Pero nadie vemos que haya levantado la voz, en un leve gesto de protesta. Y ya no existe, quien pueda volver a gritar desde un ateneo, un pulpito, un campanario o cualquier tribuna el: “¡españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo!
Ni siquiera teniendo el resultado más brutal y evidente. La cifra de muertos mas alta del mundo en relación a la población; más del doble de sanitarios contagiados que cualquier otro país; la economía más devastada del mundo por el severo confinamiento y cuyo doble error queda evidenciado en que sólo el 5% de la población esté inmunizada. Ello suspende cualquier evaluación que se haga de la solvencia del gobierno y acredita el fraude académico, moral, intelectual y político que atesora. No deberías desoír, doctor Sánchez, a quien te advierte, que no todo es poder hasta la muerte
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