Yolanda: De rogelianismo sindical al Vogue de todo a cien. Por José Enrique Villarino

La convocatoria de elecciones ha cogido en deshabillé a la ministra en funciones, fundadora y mandamás de «Sumar», un batiburrillo de la escoria que ha ido soltando la locomotora del Psoe, los partidillos de izquierdas varias, adosados como garrapatas a la sombra de esta señora para poder sobrevivir.

Esta vacua señora ha sido siempre y es una sindicalista de CCOO y una comunista recalcitrante, heredera de la ideología de su padre, militante sindicalista del metal en los astilleros de la hoy Navantia en Ferrol.

Está apuntada a todo lo que exude ideología izquierdista y ha traicionado a todos aquellos con los que ha convivido políticamente, dejándolos tirados en las cunetas de sus múltiples ambiciones hasta llegar a Unidas Podemos y ser capaz de lamerle las botas a su primer patrocinador, su camarada Iglesias, y más tarde a Pedro I, el Déspota. Son éstos los últimos traicionados a los que ha arrumbado para crear su propio chiringuito. Yo no creo que esta señora sea una creación del Déspota para tener una nueva muleta más manejable que las locas que en la actualidad gobiernan en Unidas Podemos. La rogeliana Yolanda no es sino una creación de si misma, de su propio ego.

Poco a poco, ha ido evolucionando desde los vaqueros y las greñas de una sindicalista comunista, más bien tirando a rellenita, hacia una señora que aprendió a posar en los puestos de maquillaje y se adaptó en un pis pas a los focos televisivos, las moquetas y los taconazos ministeriales a su paso. Hoy luce sin cartucheras, modelos de alta costura de reventa en las segundas marcas, el todo a cien de la Vogue.

Otro tanto, es lo que vende en la política, una segunda marca a caballo entre Unidas Podemos y el Psoe o lo que es lo mismo el coche escoba de los escombros de ambos partidos, sobre todo de estas últimas a las que sólo se ha podido tragar a una porque más que sumar, sabe de sobra que más bien restan. Su política es como ella: de todo a cien.

Cuando abre la boca, de ella sólo salen vaguedades, consignas, lugares comunes en los que a menudo se enreda en fatuos sinsentidos más próximos a aquellos ininteligibles a posta monólogos de Antonio Ozores en la sin par película «Los Tramposos». No es capaz de hilar un argumento con sentido y no digamos ya con un mínimo contenido de nada. No se sabe si va o viene, si sube o baja y se mueve en un marasmo de frases, cada una de su padre y de su madre, traídas al tresbolillo. Los papagayos, casi que mejor.

Pero, pásmense que con todas y con esas, las encuestas demoscópicas le dan entre 30 y 35 diputados en las próximas elecciones, cosa que me cuesta entender. Lo único que puede pasar es el resultado del infinito papanatismo que inunda a una nada despreciable parte de los votantes y de la sociedad en general. Una sociedad analfabetizada se traga las consignas de esta señora como las espadas los faquires hindúes, deslumbrados por los oropeles de latón, los vestidos blancos encajados con raja incluida. Todo cartón piedra, el escenario, la vedette y el corifeo. Me deja atónito que a esta nulidad política, carente de un programa que guie lo que vaya a desarrollar en el parlamento, la vayan a votar casi 2.000.000 de personas. Increíble.

Así está el patio. Esta indigente intelectual ha dejado a la intemperie a la vieja guardia del podemismo en una venganza que les ha servido fría y con hielo. De nuevo, a vuelto a apuñalar a los ingenuos que creían una de los suyos. Pero es una ególatra, o más, que Pedro I el Déspota. Es Yolanda Mata Hari II.

Creo que se le atribuye a Romanones: «Vaya tropa». La que nos merecemos.

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REDACCIÓN

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